"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 1 de noviembre de 2016

75. No me lo creo ni harto de vino



   El veinticinco de enero, cuando Ponte abre El Mundo en su versión online se encuentra en la portada, debajo de la foto de un sonriente secretario general del PSOE, el siguiente titular: Los barones del PSOE exigirán ratificar el pacto que negocie Sánchez con Podemos o C´s. Y en la columna de salida otros dos titulares: El PP pide al PSOE que impida a Sánchez seguir arrodillado ante Iglesias. En el otro el presidente del BBVA afirma: En España ha habido demasiada connivencia entre empresarios y políticos. A Ponte solo le llama la atención la afirmación del banquero. A buenas horas, mangas verdes, se dice recordando el refrán. Claro que hay mucha connivencia y la seguirá habiendo, ¡no te jode! Los empresarios porque sin el paraguas de los que mandan en el Boletín Oficial del Estado tendrían que soportar muchos chaparrones y los pobrecitos podrían mojarse. Y los políticos porque necesitan de los préstamos bancarios para poder sufragar los desmesurados gastos de sus aparatos y, sobre todo, de las interminables campañas electorales. Y ya no le apetece seguir leyendo mucho más porque tiene un gusanillo que no deja de importunarle. Grandal le ha llamado a primerísima hora y le ha citado a su casa a tomar café. Le extraña que siendo lunes, día que el excomisario dedica a Chelo, le cite a su casa. ¿Qué tripa se le habrá roto a Jacinto?, piensa el vejete.
   A Juan Carlos Atienza le costó lo suyo convencer a Grandal que pidiera a Ponte que volviera a entrevistarse con el Tío Josefo. En principio, el excomisario se negó en redondo a volver a representar el papel de correveidile. Le recordó al inspector de Patrimonio lo mal que había terminado la reunión que tuvieron en la cafetería Van Gogh, en la que Ponte al despedirse dijo que no volvieran a contar con él para tirarle de la lengua al patriarca del clan de los García Reyes. Para convencerle, Atienza no tuvo más remedio que contarle parte de lo que le había dicho su amigo del CNI sin desvelar la fuente.
- Por tanto, sabemos que existe una conexión entre la empresa china del Cobo Calleja y un cártel de la droga colombiana, pero seguimos en ayunas sobre lo que pintan los gitanos en todo este asunto – remata Atienza su explicación.
- Pues se lo preguntas a quien te haya contado esa milonga – rebate Grandal.
- No, no lo sabe o no ha podido o no ha querido decírmelo. De los gitanos no me dijo una sola palabra. Y ya no tengo, no tenemos, a quien recurrir más que a ti; mejor dicho, a tu amigo Ponte.
- Pero vamos a ver, Juan Carlos, ¿pretendes que me crea que en un asunto de tantos millones, como en el que al parecer andan compinchados un cártel colombiano y una organización que se dedica al tráfico ilegal de mercancías, tiene alguna tecla que tocar un grupo de desharrapados calés medio analfabetos que viven en un asentamiento tercermundista como la Cañada Real? ¡Vamos, ni harto de vino! – vuelve a refutar Grandal.
- Vayamos por partes. Parece probada la existencia de una alianza, todavía no sabemos si fija o temporal, entre la empresa china y los colombianos. ¿El motivo de la entente? Se barajan varias hipótesis. Una puede ser que esa empresa china ayude a los colombianos a introducir su droga en España camuflándola entre las miles de toneladas de mercancías que descargan todas las semanas en nuestros puertos. Otra podría ser que la organización asiática le sirva a la colombiana como blanqueadora del dinero de la droga. Hay varias hipótesis más, pero según mi amigo esas dos son las más consistentes.
- De acuerdo. Acepto que el pacto entre los morenos y los amarillos es cosa probada, pero repito una vez más: ¿qué coño pinta en todo eso un clan como el de los Corrochanos?
- Sabes como yo que los Corrochanos están metidos desde hace años en el menudeo de la droga – recuerda Atienza.
- Ahí quería llegar. Los Corrochanos eran unos camellos de medio pelo que con el tiempo han pasado a ser unos distribuidores también de medio pelo. Eso no es suficiente para que estén al mismo nivel, ni mucho menos, que los chinos o los sudacas. Vamos, que los calés juegan en tercera división, como mucho, y los otros en la Champions League. Como dije antes: eso no me lo creo ni harto de vino.
- De acuerdo que juegan en categorías distintas, pero sigue habiendo alguna suerte de cordón umbilical que une a los tres grupos – insiste Atienza.
- ¿Y creéis que todo ese follón tiene algo que ver con el robo del tesoro? – pregunta Grandal que comienza a estar harto de la terquedad del joven inspector.
- Si te soy sincero, no lo sé, no tenemos indicios de que ambos casos puedan estar relacionados, pero… - y Atienza hace una minipausa – te voy a decir algo y espero que no te rías, tengo un presentimiento, una corazonada de que existe algún tipo de nexo que une ambos casos.
- El olfato – define Grandal.
- Sí, comisario, el olfato policial del que tanto nos dabas la vara en Ávila.
   Y, curiosamente, eso es lo que termina decidiendo a Grandal a convencer a su amigo Ponte. Por eso le ha invitado a casa a tomar café; eso sí, después de la siesta. Es Chelo quien abre la puerta y, como suele hacer, le planta un par de besos en las mejillas.
- Manolo, tendrás el pelo blanco y alguna arruguilla junto a los ojos, pero sigues teniendo la misma pinta de galán maduro de siempre. Cada día me recuerdas más a Vittorio de Sica.
- Ah, ¿pero no era a Omar Sharif a quién me parecía? – precisa Ponte, acompañando la pregunta con una sonrisa burlona.
- Digamos que eres una mezcla de ambos. Y has cogido lo mejor de cada uno.
   Después de que Chelo les haya servido el café y para el amo de la casa una copita de licor de hierbas, deja solos a ambos hombres y se interna en la cocina, de la que siempre dice que es su lugar preferido. Por eso, y en más de una ocasión, Ponte ha pensado de ella que debe ser la puta más casera de todo Madrid. Casera y buena persona, se dice.
- Manolo, voy al grano. Tengo algo que pedirte y de antemano te digo que me repatea tener que hacerlo, pero los amigos estamos para eso, para hacernos compañía cuando vienen mal dadas y para pedir favores que no deberían pedirse.
- Ya sé, quieres pedirme una copia de mi declaración al fisco para ver cuánto le birlo al robaperas de Montoro – Ponte se ha puesto en guardia ante el preámbulo de su amigo, pero ha preferido ponerse en modo burlón y de ahí su cita del Ministro de Hacienda.
- Tranquilo. Lo que te voy a pedir es más duro que eso, pero en cambio no tendrás que soltar ni un euro a los buitres de la Agencia Tributaria – responde Grandal recurriendo también a la ironía tributaria.
   Grandal le cuenta su entrevista con Atienza y lo que este quiere. A Ponte la petición no le coge de sorpresa. Siempre ha estado convencido de que los polis del caso son unos tarugos y que si no hubiera sido por la ayuda que les han prestado él y sus amigos todavía estarían en las primeras páginas del Caso Inca. Aun así se hace de rogar. Sabe que lo más posible es que el Tío Josefo no sepa nada más de los Corrochanos o que si sabe algo se lo oculte, pero le apetece volver a echar una parrafada con el patriarca. Así, y tras hacer sudar la camiseta a Grandal como si fuera un centrocampista de un equipo de tuercebotas, accede a la petición. Intentará, solo lo intentará, reitera, ver al Tío Josefo y tirarle de la lengua.
   Antes de marcharse, ocurre algo que no tiene nada que ver con la petición de Grandal y que deja desconcertado a Ponte. Aprovechando que el anfitrión ha ido al baño a desaguar, Chelo sale de la cocina, se le acerca y con voz apenas audible le dice:
- Manolo, tengo que hablar contigo de un asunto personal que me quita el sueño, pero antes he de pedirte que no le digas a Jacin nada de lo que te voy a contar. ¿Me das tu palabra de caballero que no dirás nada?
- Por supuesto, Chelo. Ya sabes que entre mis escasas virtudes está la de que no soy cotilla, como también creo que sabes que me caes fenómeno.
- Lo sé, Manolo, lo sé, por eso quiero hablar contigo. Lo que te voy a pedir jamás se me hubiese ocurrido pedírselo a Luis o a Amadeo.
- Bueno, pues estoy a tu disposición. Llámame cuando quieras y tenemos esa charla. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.
   Volviendo a su casa, Manolo piensa más en lo que le puede pedir la buena de Chelo que en la entrevista que ha de tener con el Tío Josefo. ¿Qué le pasará a esta chica?, ¿se habrá quedado embarazada o Jacinto le ha pedido que se case con ella y no sabe qué hacer? Mujeres.