En la reunión con sus jubilados amigos,
Grandal llegó a la conclusión de que la policía era la única que podía obtener
del Museo de América datos referentes a colegios que lo hubiesen visitado en
las fechas anteriores al robo. El objetivo no era otro que encontrar a un
colegial que hubiese hecho alguna foto a las vitrinas en las que se exponen las
piezas del Tesoro Quimbaya.
- Vamos, algo así como
buscar una aguja en un pajar – Es Ballarín quien resume lo complicada que puede
resultar la búsqueda.
El trío de jubilados exigió a Grandal que,
dado que la idea era de ellos, también debían de ser ellos los que llevasen a
cabo la investigación en los centros docentes. El excomisario tiene que idear
una estratagema para conseguir que los policías encuentren y les faciliten
la relación de colegios visitantes en el caso de existir. Le cuenta a Atienza que
está ideando una trama para averiguar lo que le planteó respecto a la nota
informativa del museo sobre la ausencia de ciertas piezas, pero que para ello
necesita saber qué centros docentes habían visitado el museo en los cuatro
meses anteriores al robo.
- ¿Y para qué necesitas ese
dato? – quiere saber Atienza un tanto sorprendido.
- Es una parte imprescindible
para completar el sistema en el que estoy pensando para investigar lo que
necesitáis.
- No acabo de entender qué
relación tienen las visitas de colegios y como averiguar si el museo puso el
cartel de que faltaban ciertas piezas y si en el lugar de éstas había otras o
no – Atienza no solo no lo entiende sino que no acaba de fiarse de Grandal.
- Bueno, Juan Carlos, tú
mismo. Si queréis que os ayude necesito esa relación. Si no queréis, pues adiós
muy buenas. No pasa nada, resolverlo vosotros.
- Hombre, comisario, no te
pongas así. Claro que queremos que nos ayudes, pero sabes como se van a poner
mis compañeros si accedo a tal petición.
- Tienes una salida fácil:
no se lo cuentes. Te haces con la relación, si es que existe, y me la mandas.
Con ella creo que completaré el esquema que estoy elaborando y en cuanto lo
termine te lo envío. Y una vez más, seréis vosotros quienes os apuntaréis el
tanto. Ya me hubiera gustado en mis tiempos en activo tener a alguien que
trabajara los casos y que luego fuera yo quien se llevara los laureles. Ahora
bien, si no estás de acuerdo, pues lo dicho: tan amigos como antes.
Aunque a regañadientes, Atienza accede a la
doble petición de Grandal: no les cuenta nada a sus compañeros y se encarga de
ir al museo para indagar en el registro. La dirección no le pone ninguna pega.
Y encuentra un nutrido grupo de colegios que durante los cuatro meses
anteriores al robo visitaron el museo, de los que se lleva una completa relación
que se apresura a mandar al excomisario.
En cuanto Grandal tiene la relación en su
poder se apresura a convocar a sus amigos para elaborar una estrategia con la
que presentarse en los centros y pedirles algo tan inusual como si algún
colegial guarda fotos del día que visitaron el Museo de América. Todos son
conscientes de que la principal dificultad que tendrán que salvar es su
avanzada edad. ¿Cómo hacer creíble que unos carcamales como ellos sean los que
pregunten por algo así? Como imaginación no les falta, elaboran un plan no
demasiado verosímil pero que esperan que les sirva. Se van a presentar en los
centros como miembros de una asociación de antiguos empleados de los museos
madrileños, la cual ha organizado un concurso para premiar a aquellos
colegiales que tengan las mejores fotos sobre museos hechas entre el uno de
mayo y el treinta y uno de octubre del 2015. El motivo de acotar el tiempo es
porque si no fuera así se podría reunir una cantidad ingente de fotografías, y
puesto que los asociados son todos mayores ello supondría un esfuerzo para el
que los miembros de la asociación no están preparados. En una imprenta al
minuto de los bajos de la Plaza de España, les confeccionan unas tarjetas con
un logotipo imaginario y un texto que les presenta como miembros autorizados de
la Asociación de Empleados Eméritos de Museos Madrileños (ASEEMA); asimismo,
encargan un cartel en el que se anuncia el ficticio concurso y una dirección de
la inexistente asociación cuya sede no es otra que el domicilio de Manuel Ponte
que, al vivir solo, es quien tiene menos problemas para soportar un incremento
del correo habitual. Otra cosa que hacen es crear una dirección de WhatsApp para
que les puedan remitir las fotos y que pertenece a un móvil de Luis Álvarez. Todo
muy de andar por casa, pero piensan que puede servir.
Ahora queda la parte más pesada de la
investigación: visitar los colegios para ver si hay suerte y encuentran las fotos
buscadas. Discuten si van a los centros de forma individual o lo hacen en
pareja. Terminan eligiendo la última opción, una pareja se suele defender mejor
que un individuo aislado. También deciden que las visitas las harán solo en la
sesión matinal. Quedan en reunirse por las tardes para comprobar cómo van las
visitas y el resultado de las mismas. En cuanto encuentren lo que buscan, fin
de la operación.
- ¿Os acordáis de cuándo
visitamos los hospitales para ver si localizábamos al nieto del Tío Josefo? –
rememora Ballarín -. Recuerdo que entonces dijimos que habíamos pasado de
jugadores de dominó a visitadores hospitalarios. Bueno, pues ahora nos vamos a
convertir en visitadores colegiales.
- Cuando iba a la escuela
del pueblo, me acuerdo que como una vez al año venía a visitarnos un inspector
de escuelas. Algo que nos daba un poco de grima porque el bueno de don José
Domingo, que así se llamaba el maestro, se ponía muy nervioso – rememora, a su
vez, Ponte.
Comienzan visitando los centros que están
mejor comunicados porque generalmente se desplazan en metro. Son acogidos de
muy diferentes maneras, en unos colegios les atienden amablemente y en otros se
los quitan de encima con mejores o peores modos. Pasan los días sin que haya
resultados, aunque no desesperan. Grandal no se cansa de repetir que la mayor
virtud que puede tener un policía es la paciencia. Son muchos los centros
docentes que durante esos cuatro meses acudieron al museo y en la mayoría de
casos los jubilados visitadores suelen salir de los mismos con las manos
vacías. Han de conformarse con la esperanza de que la dirección del centro
difunda su cartel con el falso concurso y que haya colegiales que les pueda
interesar el premio que se llevará la mejor fotografía: una Playstation 4.
Pasan los días y las deseadas fotos no
llegan. Cuando están en un tris de arrojar la toalla, la fortuna les sonríe. Del
colegio concertado Nervión, ubicado en la madrileña calle del mismo nombre, reciben
no una sino varias fotos del museo. Los alumnos de sexto de primaria estuvieron
visitando el Museo de América tres semanas antes del robo y una de las chicas
guardaba en su móvil varias fotos del Tesoro Quimbaya. Aunque de mala calidad,
una vez tratadas por Ballarín, que es un consumado especialista en fotografía,
en una de ellas puede verse en la esquina de una vitrina el cartelito de marras
que, una vez ampliada la foto, muestra un texto informando que las piezas que
faltaban habían sido prestadas al Museo de
Quai du Branly de París para una exposición titulada “Arte indígena
americano de los siglos VI al XIV”, que duraría cuatro meses. Y lo más
interesante que revelaba la foto era que en las vitrinas se veía que faltaban
piezas.
- Por tanto, si las piezas
que el museo expone son las originales, y no hay porque ponerlo en cuarentena,
las que se mandaron a París y que luego fueron robadas son las auténticas –
Ponte verbaliza lo que todos están pensando.
- Así es. Todo cuanto se ha
estado especulando sobre que las piezas robadas eran réplicas se cae por su
base – resume Grandal.
- Y ahora se lo dirás a tus
colegas de Cuerpo y serán ellos los que se pondrán la medalla – acusa Álvarez
diciendo algo que los demás piensan aunque no lo digan.
- Tengo que recordaros que
cuando decidimos investigar el robo no lo hicimos para recibir aplausos ni
medallas, sino como un medio para distraernos o, dicho de otro modo, para no
aburrirnos. Y eso creo que lo hemos conseguido.
- Estoy de acuerdo contigo,
Jacinto – corrobora Ballarín -, y bien que nos lo estamos pasando. Todas y cada
una de las varias investigaciones que hemos hecho nos han dado mucha vidilla.
Pero también comprendo a Luis, es triste que después de haber logrado algo que
los Sacapuntas no han conseguido ahora tengamos que hacernos a un lado y dejar
que sean ellos los que rematen la faena.
- No os preocupéis, como
son unos membrillos seguro que volverán a recurrir a Jacinto y él a nosotros.
Apuesto doble contra sencillo a que todavía nos queda robo para rato – vaticina
Ponte.