La parrafada de Grandal sobre federalismo ha
sido tan rotunda que Salazar no ha querido rebatirla, no ha querido y en buena
parte no ha podido. Le ha parecido más oportuno no dar muestras de su
posicionamiento político teniendo en cuenta que, por lo que parece, sus
compañeros de partida son más de derechas que los lectores del ABC. En su lugar, decide mostrarse rumboso porque lo es
que es dinero no le falta.
-Bueno, ya
que vosotros sois hoy los paganos –dice a Ponte y Álvarez que son los que han
perdido la partida y por tanto han de abonar los cafés-, espero que me
permitáis invitaros a una copa –y sin dar posibilidad de réplica, llama a la
camarera-. Anca, por favor, a ver que quieren estos amigos.
Cuando la camarera, una rubiales que no es
de bote pues así lo certifica la albura de su piel y el dorado colorido de sus
cejas, se vuelve a la barra para encargar la comanda, al pasar junto a Curro le
guiña pícaramente un ojo. Grandal, al que no se le escapa una, es el único que
se ha dado cuenta del gesto pero no lo comenta, lo que hace es preguntar:
-¿Qué nombre
es ese de Anca?
-Es rumano
–responde Curro-. Creo que en español sería Ana. Por cierto, sus padres
tuvieron buen ojo al ponerle el nombre porque vaya trasero respingón que gasta
la moza. Un culo así vale más que todos los yates que atracan en Puerto Banús.
-Buen
trasero tiene, sí señor –corrobora Álvarez al que lo de la palabra culo todavía
le cuesta manejarla-, de los que le alegran a uno el día.
-Pues lo que
son las cosas. Ahí donde la veis, con esa proa y esa popa –A Curro parece que
algo le ha quedado del lenguaje marinero de su padre-, que son como para mear y
no echar gota, tiene un novio que es más poquita cosa que un camarón. Y además
de esaborío más atontolinao que el bobo de Coria.
-Alguna
gracia oculta tendrá el gachó para llevarse a una mujer de bandera como esa;
vamos, digo yo –comenta Ballarín.
-La gracia
que supongo que tiene es que es hijo único, lo que aquí llaman el hereu, de una familia del pueblo
propietaria de muchas fincas –explica Curro-. Y la chavala parese –de vez en
cuando se le escapa el seseo- que se ha dicho aquello de que los duelos con pan
son menos.
-Eso es un
error –objeta Ponte-. Recuerdo que en una novela que leí, titulada “La pertinaz sequía”, uno de los
protagonistas, hablando sobre las bodas de conveniencia, citaba un proverbio
escocés: no te cases por dinero, puedes pedirlo prestado con menor interés. Alguien
se lo tendría que decir a esa muchacha que tiene una carita atractiva y atesora
más curvas que un circuito de fórmula uno. Una joven así podría emparejarse con
quien quisiera.
-Es lo que
le repito la mitad de los días, pero no está por la labor –explica Curro que
para evitar malos entendidos añade-. Arregla mi habitación, por eso la veo
diariamente y de vez en cuando echamos una parrafada.
-Y hay que
ver lo bien que habla castellano –comenta Álvarez.
-Lleva ya
bastantes años viviendo aquí –cuenta Salazar-. Me contó que sus padres vinieron
a trabajar al pueblo a principios del dos mil, cuando el boom inmobiliario
estaba por las nubes. Ella era una niña y, como todos los críos, aprendió el
idioma rápidamente. Luego llego la puta crisis del dos mil ocho, al padre le
echaron de la constructora en la que trabajaba de albañil, a la madre le afectó
un ERE que hizo la cooperativa naranjera del pueblo y el resultado fue que tuvo
que arrimar el hombro y ponerse a currar. Durante el verano trabaja en el
hostal y cuando termina la temporada está de camarera en un parador de
carretera que aquí hay varios.
-Con ese par
de pitones que se gasta y ese pompis tan provocativo no le va a faltar curro
–comenta jocosamente Álvarez.
-Por
supuesto, pero ella a lo que aspira es a ser una señora. Por eso tiene el novio
que tiene, para que la saque de pobre –sigue explicando Curro-. Y es posible
que así sea, pero va a tener que soportar berrinches a tutiplén porque el
fulano es más celoso que el Otelo ese del teatro y ensima tiene mala leche como
para parar un tren.
-¿Aquí hay
muchos guiris? –pregunta Ponte a quien la conversación sobre la camarera le
aburre.
-Había
–quien contesta es Álvarez-. Cuando el boom de la construcción esto se llenó de
extranjeros que venían como las moscas a la miel. Especialmente de africanos y
de gente del este de Europa: polacos, ucranianos, checos y sobre todo rumanos.
Se calcula que llegaron a vivir más de dos mil, lo que para una localidad de
poco más de cinco mil vecinos es una cifra astronómica. Luego, como ha contado
Curro, llegó la crisis, se acabó el trabajo y la mayoría desapareció. Solo
quedaron los que habían conseguido un trabajo estable y los que, de alguna
manera, se habían enraizado en el pueblo. Ahora los guiris que más abundan son
los turistas, en verano, claro, aunque esta playa sigue siendo feudo de los veraneantes
nacionales.
-Debe ser
así porque en el puesto de periódicos solo he visto prensa nacional, ningún
diario extranjero. Y otro dato curioso, hay más cabeseras vascas y navarras que
de otras regiones –observa Salazar.
-Eso también
tiene su explicación –dice Álvarez que es quien mejor conoce el pueblo-. Aquí
parece que desde antiguo, hay una amplia colonia de veraneantes vascos y
navarros. Muchos de los chalés de las callejuelas que lindan con El Palmeral
son propiedad de gente de esas comunidades. Y es que a los del norte, como a
todo hijo de vecino, les gusta lo que no tienen, en este caso el sol y en
cuanto tienen la menor oportunidad salen disparados a buscarlo.
-¿Y de qué
otras regiones hay veraneantes? –pregunta Ponte.
-Hay
bastantes aragoneses, madrileños, de ambas Castillas, de otras partes de la
Comunidad Valenciana y algún que otro catalán. En cambio –añade Álvarez
dirigiéndose a Curro-, no hay andaluces, al menos yo no he conocido ninguno
desde que veraneo aquí, tú eres el primero.
Y espero que el único, se dice Salazar, que
lo justifica.
-Es natural
que no haya paisanos, esto queda bastante lejos de Andalucía que, por otra
parte, tiene muchos quilómetros de playas a las que acudir. Y si yo estoy aquí
es más por una casualidad que por otra razón y porque me gusta visitar lugares
para mí desconosidos.
-¿Una
casualidad…? – inquiere Álvarez tan indiscreto como suele.
-Es una
forma de hablar. Por sierto –Curro da un quiebro a la conversación llevando a
la práctica el principio de si no quieres que te pregunten, pregunta tú antes-,
Luis, tú que conoces mejor esta zona ¿qué lugares cercanos me recomiendas para
visitar?
-Pues mira, para
empezar te recomiendo los sitios más cercanos, Oropesa del Mar al sur y
Alcossebre, que es la playa de Alcalà de Xivert, al norte –y Álvarez hace una
sucinta descripción de ambos lugares-. Oropesa, Orpesa en valenciano, cuenta
con excelentes playas entre las que destaca la de La Concha, aunque su paraje
más publicitado es Marina d´Or. En cuanto a Alcossebre tiene cinco grandes
playas, en una de ellas, Las Fuentes, existen varios manantiales de agua dulce que
nacen dentro del mar.
Luego Álvarez le recomienda que también debe
visitar Peñíscola, que se asienta sobre una península rocosa, con el famoso
castillo del Papa Luna, unas excelentes playas y una de las sierras costeras
más vírgenes de la costa valenciana, la Sierra de Irta. Y en el interior de la
provincia no debe dejar de visitar la ciudad de Morella, que tiene preciosos
monumentos como la Iglesia Arciprestal y, especialmente, el castillo que corona
el pueblo y las murallas medievales que están muy bien conservadas.
Con tantas explicaciones, la tarde ha
comenzado a declinar y Salazar es el primero en despedirse.
-Bueno, ya
es hora de irme –dice Curro-. Ahora que no pega tanto el sol y en la playa
comiensa a clarear la gente voy a dar un paseo. Mañana será otro día y a ver si
esta noche repasáis el manual –sugiere con una sonrisa burlona dedicada a Ponte
y Álvarez que han sido los perdedores de la partida de dominó.
Grandal vuelve a ser el único que se da
cuenta de que al salir de la terraza y pasar al lado de Anca, Curro le ha dado
un leve azote en el trasero que tiene por respuesta una sonrisa maliciosa de la
muchacha.
-Este fulano
–dice el expolicía-, o se ha tirado a la tal Anca o está en camino de hacerlo.
Y tiene buen gusto el jodío porque la muchacha está de toma pan y moja.
¿Tú crees?
–pregunta Ballarín que en asuntos de sexo es el más cándido.
-Yo no sé si
se la tira, pero lo que os aseguro es que el tal Curro miente sin venir a
cuento –afirma Álvarez-. Esta mañana hemos estado tomando unas cervezas y le he
pillado en un renuncio de lo más tonto. Me estaba hablando de una novia que
tiene en Sevilla y luego me cuenta que donde está es en Marbella.
-Hombre,
puede que sea así –justifica Ponte.
-No lo es.
Tal y como lo ha contado lo de Marbella solo ha sido un pegote para despistar.
-A mí me da
en la pituitaria –opina Grandal- que este fulano no es trigo limpio.
PD.- Hasta
el próximo viernes