"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 23 de febrero de 2016

03. El único testigo



   Delante del Museo de América la policía está instalando unas vallas para delimitar el perímetro donde se ha producido el asesinato del vigilante de seguridad y en el que ha estado aparcado el furgón robado. La jueza de guardia, una mujer todavía joven, inicia la inspección ocular del lugar al tiempo que va dictando al secretario de la comisión judicial los principales datos que posteriormente se integrarán en las diligencias del suceso. De manera muy profesional, pese a su juventud parece bregada en estos menesteres, imparte una serie de órdenes para la protección inicial del escenario del crimen, la elaboración de un amplio reportaje fotográfico y la recogida, identificación y guarda de los indicios hallados.
   Mientras tanto, el único testigo presencial de todo el incidente, puesto que las dos empleadas del museo y quienes conducían el furgón robado estaban con la cara pegada al suelo, está en un rincón acompañado de dos policías de los que no sabe si le protegen o le vigilan. Una agente de la policía municipal trata en vano de ayudarle a mitigar al desconsolado bebé que con tanto ajetreo se ha despertado y reclama su comida de mediodía.
- Llora porque es su hora de tomar la papilla y no dejará de hacerlo hasta que pueda comer explica el abuelo a los policías que le rodean -. Déjenme llamar a mi hija, la madre del niño, y que venga con su papilla o, al menos, con un biberón. Entonces se calmará.
- Lo siento, señor, pero no podemos permitirle que use su móvil hasta que su señoría lo autorice.
- Sí, pero ya ve como está el crío, llorando a todo trapo – se lamenta el abuelo.
- Tenga paciencia, será cuestión de poco tiempo – el policía intenta calmarle.
   Precisamente, su señoría está preguntando por la existencia de testigos.
- Si tomamos en cuenta a las empleadas del museo y a los ocupantes del furgón todos ellos son testigos presenciales, pero solo pueden atestiguar lo que vieron antes de que les obligaran a tumbarse. El único testigo que pudo verlo todo es un anciano que estaba paseando a su nieto. Bueno, y más tarde podremos analizar lo que hayan grabado las dos cámaras de seguridad que enfocan la explanada y la puerta del museo. Las que hay en esa esquina – señala el inspector de la Comisaría de Moncloa que es quien está ofreciendo las explicaciones a la jueza -. En este momento, mis hombres están haciéndose cargo de las cintas. Ah, y también dispondremos de lo que hayan podido grabar las cámaras del Faro – añade señalando la alta torre que se erige justo enfrente del museo -, aunque dado su ángulo de enfoque las imágenes serán excesivamente cenitales. Igualmente, analizaremos lo que hayan podido grabar las cámaras de vídeovigilancia de la Agencia de Cooperación, aunque me imagino que solo será el paso de los vehículos.
- Bien, tráiganme al testigo, a ese anciano – ordena la jueza.
   El inspector se acerca a donde está el viejo que trata, inútilmente, de consolar a su nieto.
- Tiene que acompañarme, su señoría quiere interrogarle.
- Ya le he contado a usted y a sus compañeros todo lo que he visto – se queja el viejo.
- Lo sé, pero tiene que volver a hacerlo delante de la jueza.
   El viejo devuelve el bebé al carro, que parece que se ha tranquilizado algo en brazos de la agente municipal, y hace intención de llevárselo con él.
- Deje el carro aquí. No se preocupe, está compañera cuidará de él.
   El inspector lleva al viejo ante la jueza.  
- ¿Cómo se llama usted? pregunta la jueza.
- Manuel Ponte Fernández, señora.
- Bien, cuéntenos lo que ha visto.
   El viejo relata lo que ha presenciado. La jueza, tras hacerle unas cuantas preguntas para precisar algunos detalles de su narración, le indica al secretario que tome los datos personales del anciano y cualquier otro que ayude a su identificación y localización.
- El problema, señoría aclara el inspector –, es que el testigo no lleva encima ninguna clase de identificación.
- Bien, llévenlo a comisaría y que acuda algún familiar o persona que pueda identificarlo ordena la jueza.
- Señora jueza, ¿y mientras tanto qué pasa con mi nieto? inquiere el viejo -. Es su hora de comer y no hace más que llorar, debe estar muerto de hambre. ¿Puedo llamar a mi hija, que es la madre del niño, para que lleve un biberón a la comisaría?
-  Debería haberla llamado ya El tono conminatorio de su señoría es más propio de una madre que de una jueza de guardia.
- No puedo, me han quitado el móvil replica el viejo.
- Devuélvanle el móvil para que llame a su hija y luego vuelvan a retenérselo
   El viejo, cuyas manos todavía tiemblan, marca el número de su hija.
- Papá, ¿dónde estáis?, ¿ya venís para casa? – es lo primero que pregunta la madre del niño.
- No, hija. Estamos delante del Museo de América y aún no volvemos. Ha pasado algo muy gordo, ya te lo contaré. Ahora, escucha: tienes que ir a la comisaria de Moncloa, la que está en Rey Francisco, 15. Trae mi DNI
- ¿Qué ha pasado? le interrumpe la hija -, ¿el niño está bien?, ¿por qué hay que ir a la comisaría?, ¿cómo está Julio?, ¿qué ha pasado? repregunta la hija cuyo tono de voz es más angustioso por momentos.
- Clarita, hija, tranquilízate. El niño está perfectamente y yo también. Lo que tienes que hacer es ir a la comisaría para que puedas identificarme y allí te lo contaré todo. Mientras no tengan mi identificación no creo que me dejen salir.
- Dios sabe lo que habrás podido hacer para que te hayan detenido. Y te lo he dicho mil veces, no se puede salir a la calle sin alguna clase de documentación. Si estás en una comisaria necesitarás un abogado. Ahora mismo voy a llamar a Pepe Cruz para que se haga cargo de tu defensa, que hay policías que todavía creen que Franco sigue en El Pardo. Haya pasado lo que haya pasado tú no digas nada hasta que no llegue Pepe. ¿Y seguro que Julio está bien?
- Clarita, hija, te prometo que el niño está perfectamente, solo tiene hambre. Y no necesito ningún abogado, lo que has de traerme, además del DNI, es un calzoncillo y unos pantalones. Me he mojado. Ah, trae también la comida del mediodía para Julito. Si esto se alarga, tendrás que dársela en la misma comisaría.
   Cuando Clara Ponte llega a la comisaría, tras identificarse, es pasada a una sala donde entre otras personas encuentra a su padre con el niño en brazos intentando que deje de llorar.
- Papá, ¿qué le pasa a Julio, ¿por qué llora?, ¿está bien? al tiempo que pregunta Clara coge a su hijo en brazos. El bebé en cuanto reconoce a su madre deja de hacer pucheros.
- Ya te dije que el niño está bien. Lloraba porque tiene hambre. ¿Me has traído la ropa que te pedí?
- Primero voy a darle el bibe a Julio. Tu ropa está en el bolso.
   El viejo coge las prendas y pide a uno de los policías que le indique donde hay un baño pues necesita cambiarse. Mientras tanto, su hija está dándole el biberón al crío que succiona la tetina ávidamente. Una vez que el viejo se ha cambiado regresa a la sala y le explica a su hija lo que ha ocurrido.
 - ¡Dios mío, podrían haberos matado! Ahora la que está asustada soy yo – se lamenta Clarita -.
Y si ya lo has contado todo, ¿por qué siguen reteniéndote aquí? ¿Es que creen que todavía estamos en tiempos de la dictadura o qué? Dime quien es el que manda aquí que me va a oír.