"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 17 de enero de 2020

Libro I. Episodio 7. Una suegra de armas tomar


   El arrobamiento en que están sumidos los novios lo rompe Carolina que se ha acercado.
   -Chachos, ¿sabéis la hora qué es? Si llego más tarde mi padre me va a crujir. Nos tenemos que ir, ya tendréis tiempo pa seguir pelando la pava.
   Consuelo se libra de las manos del joven de un tirón. Se ha ruborizado como si la hubiesen pillado haciendo algo indebido, pero sus ojos siguen brillando. Él se separa un poco, no se ha puesto colorado pero hace rato que está muy tenso. Trata desesperadamente de que la joven no se dé cuenta del bulto que se le marca en la entrepierna.
   Al día siguiente, Julio comienza su rutina de estudiante. Por las mañanas, a primera horita, coge la bicicleta y se traslada a Plasencia. Allí recibe las enseñanzas del profesor Hernández sobre contabilidad, administración, tesorería, caja y demás conocimientos que se encargan de cuantificar, medir y analizar la realidad económica de una empresa. Cuando termina las clases teóricas, come en una taberna cercana y después vuelve donde el señor Hernández y le ayuda a llevar alguna de las contabilidades de las que se encarga el profesor, con lo que cubre la parte práctica de las enseñanzas. A media tarde, regresa a Malpartida, estudia un rato y luego se asea para ir al diario encuentro con su novia.
   Tras el regreso del quinto, los primeros días de los enamorados fueron complicados. En cuanto la madre de Consuelo se enteró de que el mañego había vuelto, y de que se veían diariamente, montó en cólera.
   -Te prohíbo que vuelvas a verle.
   -No puede prohibírmelo, pienso salir con quien quiera. Y lo que debería hacer es no ir poniéndome en el mercao del matrimonio como si fuera una mercancía. ¡Qué diría padre si levantara la cabeza!
   La señora Soledad se puso furiosa y llegó a encerrarla en su cuarto, con el resultado de que cuando regresó de los campos se encontró con que la casa era un batiburrillo de tareas sin hacer, pues quien las llevaba a cabo era Consuelo. Al siguiente día, la dejó libre para que pudiera realizar las faenas domésticas, pero cerró la puerta principal y dejó la llave a su hijo Andrés. A la joven le sobraron cinco minutos para convencer a su hermano de que le abriera. Visto que los encierros no eran la solución, la amenazó con internarla en uno de los conventos de clausura de Plasencia.
   -¿Y quién va a llevar la casa, Luisa con trece años?, y también está Julia, que con siete años ya puede ayudar. ¿O le va a poner un delantal a Andrés para que haga de criada? Que eso es lo que soy aquí, la criada de la casa. Si padre resucitara y viera lo que está pasando le iba a moler las costillas a palos.
   -Eres una descará, esa no es manera de hablar a tu madre. Y mientras vivas en esta casa harás lo que yo te mande y si no… –exige la madre al par que hace ademán de darle un bofetón.
    -Le juro que si me pone la mano encima me marcho de casa. Y lo de hacer lo que mande, bien, siempre que no se meta en mis sentimientos.
   -¿Y adónde vas a ir, desgraciá? ¿A hacer de pelandusca en alguna casa de mala fama?
   -Sin ir más lejos, la señora de don Cristóbal, el boticario, está buscando una muchacha pa servir. Me cogería enseguida, sé muy bien cómo se lleva una casa.
   -Eres imposible, muchacha. Toda la culpa la tie tu padre que siempre te lo consintió to. Si hasta quiso que estudiaras. ¿Cuándo se vio que una chica de buena familia como la nuestra tuviera que estudiar? Eso queda pa las muertas de hambre –La forma de hablar de la madre tiene poco que ver con la de la hija, mucho más formada que su progenitora.
   Tras muchas peleas, la situación quedó en tablas porque María, la hermana mayor de Soledad, le aconsejó que tuviera paciencia.
   -Tu hija es igual de peleona que tú, sois las dos de armas tomar. A las malas no conseguirás na. Y no sigas con las riñas porque eres la comidilla del pueblo. Lo que has de hacer es tener mano izquierda y darle largas. ¿Qué el chico le pasea la calle, y qué? Mientras no pase de ahí no va a pasar na.
   -Pero es que no la soporto, en cuanto digo lo más mínimo del mozo se pone echa una fiera, no veas el genio que se gasta la mocosa.
   -Sole, ¿es qué no te acuerdas de cuándo tenías su misma edad?, ¿es qué no te acuerdas de las agarrás que tenías con padre porque no le parecía bien que Álvaro, que en gloria esté, te cortejara? Pues lo mismo hace tu hija.
   -Pero como siga consintiendo que ese muerto de hambre la corteje terminará manchando su reputación y no voy a poder encontrarle un buen partido pa casarla como Dios manda –protesta Soledad.
   -No seas alma de cántaro, hermana. Con la de fanegas y ganaos que tenéis le sobrarán novios a tu chica. Lo que has de hacer es tener paciencia un par de meses y capear lo mejor que puedas la situación, que luego el calendario lo arreglará to.
   -Eso del calendario no lo he entendio, María.
   -Sí, hermana, el tiempo te solucionará el problema. En un par de meses, el chico se va a la mili, creo que a Mallorca que, por lo que sé, está mucho más lejos que Madrid. Y la mili dura tres, cuatro o cinco años, y eso si no hay otra guerra con los dichosos moros. ¿Tú crees que van a aguantar tanto tiempo sin verse ni hablarse? Sería un milagro -María termina convenciéndola y Soledad resuelve tener paciencia con su primogénita.
   Los dos enamorados ya han tenido tiempo de contarse todo cuanto necesitaban saber. Él le ha relatado las conversaciones con su madre y los consejos que le dio. Y lo más importante: que su madre está encantada de que haya sentado la cabeza y que si de verdad está tan enamorado, que adelante, que siga con su amada y que les desea que sean muy felices.
   -¿Sabes que te digo, amor mío?, que la mala fama que tienen las suegras no cuenta pa tu madre, aún sin conocerla ya le tengo cariño. Creo que nos vamos a llevar de maravilla.
   -Me gustaría poder decir lo mismo de la tuya –refunfuña Julio.
   -No te disgustes, chacho, terminaréis llevándoos bien.
   -A veces pienso que si tu madre me tiene enfilado es por la sencilla razón de que no me conoce. Nunca hemos hablado más allá de buenos días o buenas tardes. Creo que si me diera la oportunidad de tener con ella una larga charla muchos malentendidos desaparecerían. ¿Crees que sería posible hablar con ella?
   -La verdad es que nunca me lo he planteado, pero… ¿qué podemos perder?
   Y Consuelo, con la resolución que la caracteriza, en cuanto aquella noche vuelve a casa espera un momento propicio para hablar con su madre. La oportunidad llega cuando, después de la cena, le pasa cuentas del gasto semanal que ha hecho en la tienda de la tía Agustina, que es donde se aprovisionan de todo lo necesario para el buen funcionamiento de la casa.
   -Madre, quisiera pedirle algo…
   -Dime.
   -Julio quiere venir a hablar con usted…
   La señora Soledad ni la deja seguir.
   -A ese muerto de hambre que ni se le ocurra pisar esta casa. Como le vea cruzar la puerta le suelto los perros. ¡Hasta ahí podríamos llegar!
   -Madre, Julio no quiere pedirle nada, solo intenta que le conozca, que sepa cómo es y qué pretende.
   -Ya sé lo que pretende. Lo que quiere ese bribón es hacerte una barriga pa así poder casarse contigo con la excusa de que lo que venga debe tener un padre y unos apellios.
   -No diga burradas, madre. Julio me quiere y me respeta. Sepa que no me ha tocado ni un pelo de la ropa. Yo no se lo consentiría y, aunque lo hiciera, me quiere lo suficiente pa aceptar que debo llegar a mi boda como la Virgen María.
   -Ni una palabra más, no quiero saber na de ese chisgarabís.
   Allí se acaba el diálogo puesto que la señora Soledad no quiere saber más…, aunque se queda con el gusanillo de si habrá hecho lo mejor para sus planes. Ante la duda, y como hace siempre, lo consulta con su hermana María.
   -No puedes cerrarte en banda, Sole. Te lo he dicho cien veces. Cuanto más te obstines en impedir esa relación más se va a emperrar tu chica en mantenerla. Eso, si no llegas un día a casa y te encuentras que tu Consuelín se ha largao.
   -¡No será capaz!
   -Tu hija es capaz de to, parece mentira que la conozcas tan mal. Has de ser más pilla. ¿Qué vas a perder en que el mozo te hable?, na. Tú haces como que le escuchas y después aquí paz y allá gloria. Deja que la chica crea que te has ablandao y recuerda que al mañego le quedan dos meses de estar en el pueblo, luego Dios dirá.
   La señora Soledad, tras pensarlo mucho, resuelve hacer caso a su hermana y le dice a su hija que al día siguiente, después de cenar, puede venir Julio a hablar con ella, pero solo un ratito pues se acuesta pronto. Consuelo sale de casa con la excusa de que debe comprar algo y va en busca de su novio para contarle la decisión de su madre.
   -… y dice madre que te espera mañana por la noche después de cenar para hablar contigo.
   -Sabía que al final la convencerías, ¡lo que tú no consigas!
   -Sospecho que el que haya cambiado de parecer no ha salido de ella. Ha debido ser cosa de mi tía María que es a quien le consulta los asuntos que la superan. Madre en el fondo es buena persona, pero más cerril que un potro sin domar. En cambio, la tía es más astuta que una raposa.
   -¡Qué más da! Lo importante es que podré contarle lo que siento por ti, mis sentimientos, que voy por derecho y que mis intenciones son honradas y cabales.
   -Cómo conozco a madre, creo que lo mejor será que, antes de que te sueltes a hablarle de tus sentimientos, le des carrete y la dejes hablar a ella. Así podrás encaminar mejor tus palabras. Y, ¡por amor de Dios!, no pierdas los estribos diga lo que te diga. Traga carros y carretas, pero aguanta el tipo y no pierdas los nervios porque si no podemos hacer un pan como unas tortas. Ah, y trátala de señora, le chifla.   
   A partir de ahí, el mañego no hace más que pensar en una estrategia para enfrentarse a la mujer que algún día puede ser su suegra, pero que hoy es solo la madre de la mujer de la que está enamorado. Por ambas razones no le queda otra que llevarse bien con ella. Aunque no puede evitar preguntarse:
   -¿Seré capaz de lidiar con la suegra de armas tomar que me ha tocado?

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro I, Un mañego enamorado, publicaré el episodio 8. Y me dejó con la palabra en la boca