El apartamento que han comprado Lorena y
Sergio todavía tardará bastante en serles entregado, sin embargo la joven
piensa en él como si ya lo tuviesen en su poder. Se ha convertido en el
principal tema de conversación con su chico, con sus amigas, con cualquiera con
el que cruce unas palabras.
-
Sergio, me tienes que acompañar a una tienda de muebles que hay en
Albalat. Me ha dicho Anabelén que tiene
cosas de lo más guay. Y de paso nos acercamos a echar un vistazo a una
exposición de lámparas que hay cerquita para ver si encuentro alguna que quede
mona en la terraza.
- Lo
que quieras, cariño.
…..
-
Sergio, tesoro, a ver si esta tarde no vuelves a las tantas como acostumbras y
me puedes llevar a Gandía. Hay una fábrica de muebles que está haciendo una
oferta de mobiliario para comedores que parece que es lo más de lo más.
- Mi
vida, si vuelvo tarde es porque tengo que hacer muchas horas extras para poder
pagar el apartamento. Por tanto, no te quejes. Y precisamente hoy no va a poder
ser. Tenemos que acabar la instalación de un bloque que hay que tenerlo listo
para ser entregado antes de que acabe el mes. Tendrá que ser otro día.
Lorena se ha pateado casi todas las tiendas
de muebles de Senillar y de los pueblos vecinos. Ha comparado estilos,
calidades y precios, aunque para ubicar todo el mobiliario que piensa comprar tiene
un pequeño problema: no acaba de entender el plano y se arma un lío con las
medidas. No hay forma de que Sergio le enseñe cómo interpretar el plano que les
ha facilitado la vendedora.
- Mira,
churri, es fácil. Cada milímetro del plano representa un metro en la realidad.
Entonces lo que has de hacer es medir las distancias en el plano y sabrás de
cuanto espacio dispones en cada habitación.
-
Bueno, tú como has estudiado lo tienes chupado, pero no es tan sencillo como
dices. Por ejemplo: ¿cómo puedo saber el espacio que ocuparán la cama y los
demás muebles en el dormitorio?
- Coges
el plano, mides la habitación a lo largo, luego a lo ancho y te saldrá el
espacio del que puedes disponer para colocar la cama y el resto del mobiliario.
- Eso
ya lo hice y me armé un lío que te cagas.
A la postre, Sergio ha tenido que elaborar
un nuevo plano en el que ha ido dibujando todos los muebles, aparatos y
elementos decorativos que la joven está dispuesta a meter en el piso. Son
tantos que duda que todo aquello quepa en el espacio más bien ajustado del
apartamento, pero no pone pegas. La ve tan feliz e ilusionada que prefiere que
todo siga así. Ya llegará el momento de ocupar los metros reales y entonces
algo se le ocurrirá. De momento, se contenta con que Lorena esté centrada en el
montaje y decoración del apartamento lo que ha hecho que se aparte un tanto de
la pandilla de sus amigos de siempre, algo que no deja de preocuparle por la
deriva a la que los están llevando.
Cuando el joven llega a casa aquella noche,
Lorena lo recibe excitadísima.
- No
sabes de lo que me he enterado. La hija de la Rosita, la amiga de mi madre, ha
vendido el piso que había comprado donde nosotros. Le costó treinta y nueve
quilos, porque está en un octavo con muy buenas vistas y, ¡fíjate que chollo!,
lo ha revendido por cuarenta y uno y medio. Se ha ganado dos millones y medio
en unos meses. Y eso sin que todavía nos hayan entregado las llaves.
- Sí
que ha hecho un buen negocio – acepta Sergio.
- ¿Tú
crees que si pusiéramos el nuestro a la venta nos darían más de lo que nos ha
costado? – pregunta una excitada Lorena.
- Pues
es posible – contesta Sergio por decir algo.
- ¿Solo
posible?
- Mi
amor, no lo sé, no puedo saberlo. Y un apartamento, como cualquier otra cosa,
no vale lo que pidas por él sino lo que te ofrecen, y no sé cómo está el
mercado de segunda mano.
-
Nuestro piso no es de segunda mano – salta Lorena como un muelle -. Está sin
estrenar.
-
Bueno, pues el mercado de reventa o como se llame – responde Sergio en tono
conciliador.
- Lo
de revenderlo ¿por qué no lo probamos?
- ¿Lo
dices en serio o es una de tus bromas?
- Con
las cosas del dinero siempre hablo en serio. Si sacáramos dos o tres quilos más
de los que nos ha costado, piensa que tendríamos para comprar otro apartamento
y, además, el BMW que es mi sueño.
- No
creo que eso sea tan fácil como crees. ¿Qué hay de cena? – pregunta Sergio
dando fin al tema de la posible venta del apartamento.
Días después Lorena vuelve a sacar el asunto
de la reventa del apartamento:
- Desde
que me enteré de lo que ha hecho la hija de Rosita no hago más que darle
vueltas a la olla. ¿Tú sabes lo que representaría que pudiésemos sacar dos o
tres quilos de más por el piso? Con la de números que sabes, ¿por qué no lo
estudias?
-
Mira, tesoro, las cosas no son tan simples como crees. Primero habría que
encontrar un comprador que estuviese dispuesto a pagar un precio mayor del que
nos costó. Luego está el problema de la subrogación de la hipoteca.
- ¿Y
eso qué es?
Sergio le explica en qué consiste la
subrogación.
- … y
hay un problema añadido. Como nuestra hipoteca la negocié con el director de
Cajaeuropa tendría que hablar con él para ver si le mantendría las mismas
condiciones al nuevo comprador.
-
Pero, ¿los papeles de la hipoteca no están firmados? – inquiere una desconfiada
Lorena.
- Sí,
pero el director de la caja me dispensó un trato de favor y sería muy descortés
por mi parte subrogar la hipoteca sin consultarle.
- Con
el palabrerío fino que te gastas, seguro que convences al de la caja y a quien
se te ponga por delante.
- Mi
vida, no vendamos la piel del oso antes de cazarlo. Ante todo, hemos de pensar
muy seriamente si estamos dispuestos a revender el apartamento.
- Si
revendiéndolo vamos a ganar una pasta gansa sin mover el culo yo digo que lo
hagamos. ¿Sabes cuántas birras tendría que servir para ganar dos o tres quilos?
-
Piénsalo bien, amor, no nos precipitemos. Ten en cuenta que si lo vendemos
tendrás que volver a patearte un montón de urbanizaciones y remirar pisos y
propagandas… En fin, volver a pasar por todo lo que has pasado hasta que
encuentres un apartamento que te guste.
La última reflexión es la que pone freno a
los proyectos de la joven.
- En
eso tienes razón. Sería una pesadez volver otra vez al rollo de las visitas y a
escuchar los mismos discos de los vendedores. Pero ¿tú sabes lo que supone
ganarse dos o tres millones por la jeta? – insiste la joven.
Como la conversación lleva camino de
convertirse en un va y viene sin sentido, Sergio opta por cortarla proponiendo
algo que sabe que la contentará por el momento.
-
Vamos a hacer una cosa. Deja que hable con el señor Francisco o con Dimas, que
entienden la tira de tejemanejes de compraventa de pisos, y les pediré su
opinión. ¿De acuerdo, churri?
Resulta que ni el señor Francisco ni Dimas
son tan expertos en el mundo de la compraventa de apartamentos como suponía
Sergio, pero el primero le pone en contacto con un buen amigo suyo, un tal
Rogelio, que tiene una agencia inmobiliaria y que se las sabe todas sobre el
negocio.
- Mira,
chico. Si fueras un cliente al uso no te hablaría así, pero como vienes de
parte de Francisco, viejo amigo mío, te diré la verdad. El piso que has
comprado está mal orientado, el sol de poniente le va a dar casi toda la tarde
y eso lo convertirá en un horno. Si no queréis asaros tendréis que terminar
poniendo aire acondicionado y eso cuesta una pasta. Aún queda otro aspecto
negativo. Está en la primera planta. A pesar de lo que diga el contrato dudo
que sea posible divisar el mar desde la terraza. Resultará difícil encontrar un
comprador que no sé dé cuenta de esos fallos. De todos modos, si quieres, lo
pongo en mi catálogo de ofertas.
Lo que el de la agencia le acaba de explicar
no ha sido ninguna novedad para Sergio, los dos defectos señalados los detectó
en cuanto le echó un vistazo al plano general del edificio. No tuvo el valor de
decírselo a Lorena.
- Pese
a todo eso y, en el supuesto de que lo pusiésemos a la venta, ¿qué plusvalía
estima que podríamos sacar?
- En
el mejor de los casos, no creo que llegara al medio millón. Y descontando los
gastos de papeleo y tramitación algo menos. Pongamos que entre doscientas
cincuenta y trescientas mil pesetas.
-
Muchas gracias, señor Rogelio. Lo pensaré y, si opto por vender, volveré.