"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 3 de diciembre de 2013

2.29. Somos constructores, no ecologistas

   El ladrillo mueve ingentes inversiones y el dinero es un poderoso caballero capaz de convencer a toda clase de personas, pero los constructores saben que, de todos modos, hay que trabajarse a los políticos y de eso se encargan  sus muñidores locales.
   Como acostumbra, José Ramón Arbós deja que sea su socio quien haga el trabajo a pie de obra. Amador Garcés se reúne con el director local de Cajaeuropa, Agustín Badenes, que es otro valedor de los constructores, aunque hasta cierto punto enmascarado. Garcés, pese a su amplia experiencia en los entresijos de la política municipal, tiene algunas dudas sobre cómo conseguir el favor de los políticos locales, incluso en el caso de que tuviesen que forzar de alguna manera la reglamentación o, lisa y llanamente, saltársela. El bancario le tranquiliza:
- No te preocupes, Amador. Casi todo el mundo es íntegro hasta que deja de serlo. Hay mucho honrado por ahí, pero porque nadie le ha puesto en el brete de dejar de serlo. Y hay múltiples medios, directos unos, indirectos otros, para conseguir que políticos, técnicos y quienes sean acepten colaborar, aún en contra de sus teóricas convicciones.
- Sí, pero lo de recibir un maletín lleno de billetes puede resultar algo difícil de aceptar para alguno de nuestros políticos – sigue recelando Garcés.
- Lo de los maletines casi es más leyenda que realidad – replica Badenes -. Suelen ser más eficaces los medios indirectos. Por citar algunos de los más socorridos están: los regalos en especie, otro es hacer aportaciones destinadas al partido, el dinero va al fondo común partidista. En ambos casos, la conciencia, hasta de los más honestos, suele quedar apaciguada por el hecho de no recibir los billetes en mano. Y otro muy eficaz, aunque su aparente inocuidad sólo cuela la primera vez, es regalar unos décimos de lotería premiados después de que el sorteo se haya realizado, alegando que se los tenías reservados al fulano de turno y aparentando ignorar el premio. Y podría estar enumerando tretas similares hasta el hartazgo.
- Visto así… - admite Garcés.
- Empecemos por el alcalde, tú que le conoces mejor, al fin y al cabo sois correligionarios, ¿cuál sería la mejor forma de entrarle?
- De lo que has dicho, quizá donde menos problemas pondría sería en lo de las aportaciones al partido. Nunca tenemos un duro. En cuanto a recibir directamente algún tipo de comisión, recompensa o como lo queramos llamar tengo mis dudas.
- Vamos a ver, ¿sabes qué le gustaría tener a Pellicer y que hasta el momento no ha podido conseguir?
- Se pirra por los coches de lujo. Le encantaría tener un Mercedes o, mejor aún, un BMV o un Porsche, aunque también dudo que vaya a aceptar un regalo de ese porte – cuestiona Garcés.
- ¿Y quién habla de regalos? Hay otras formas de conseguir que pilote un automóvil de alta gama. Por ejemplo: uno de nuestros amigos de BACHSA le deja su coche para que lo pruebe, en principio por unos cuantos días, pero luego le dirá que él no lo necesita y que se lo presta una temporada. Verás cómo en cuanto le coja el gusto a manejar un cacharro así lo de la temporada se puede prolongar indefinidamente.
- Planteado de esa forma, puede ser que cuele – acepta Garcés.
- En cuanto a las aportaciones al partido – prosigue Badenes -, es una forma de actuar muy extendida. De cada contrato que se firme en las obras del pueblo, al menos de los más jugosos, se destina un porcentaje, de cuantía a discutir, para el partido. Como se trata de dinero negro, nunca hay recibos ni contabilidad ni papeles. Una consecuencia de ello es que quien recibe el dinero, en nombre del partido, acaba teniendo la irresistible tentación de quedarse para sí una parte del mismo, a veces la parte del león, sin que nadie pueda saberlo. Bueno, podría saberse si quien lo ha dado informara al partido qué cantidades ha facilitado, pero como comprenderás quien unta no está dispuesto a dar dos cuartos al pregonero. Si no conozco mal al género humano, te digo que es poco menos que imposible que alguien se mantenga incólume ante el hecho de ver pasar por sus manos cantidades sin ninguna clase de control y no terminar pringándose. Y en cuanto lo has hecho una vez, las demás se hacen casi sin darte cuenta. Por ahí es por dónde más fácil será pringar a tu conmilitón.
- ¿Y con Armengol, qué hacemos? – plantea Garcés.
- Déjalo de mi cuenta que a ese gato lo tengo ya en el talego – asegura el bancario.

   Como había anticipado Badenes, en lo que atañe al concejal de urbanismo todo ha sido bastante simple. Cajaeuropa le ha facilitado un crédito blando que le ha servido para instalar un restaurante a precios muy asequibles, y que espera que se llene diariamente con los trabajadores de las obras. Se le ha ofrecido un apartamento de los que se van a construir y de cuyo precio ya se hablará en su momento, pero se le asegura que no debe preocuparse por ello. En cuanto a la financiación de su partido, Armengol recibirá periódicamente, a través de Badenes, un maletín con billetes destinados a las arcas del partido. Lo que haga después ya no es problema de los generosos promotores.

   Con la seguridad de que los proyectos que emprendan no van a encontrar ningún obstáculo por parte del Ayuntamiento, el directorio de BACHSA da otro paso para el desarrollo de su magno plan, encarga a una prestigiosa empresa norteamericana, especializada en estrategias de planificación urbanística, un primer diseño del plan global de urbanización de toda la costa, incluida la zona de los marjales. Tras un exhaustivo estudio de las variables poblacionales, económicas, sociales, culturales y territoriales de la localidad, los expertos de la consultora diseñan un plan director, como instrumento de la planificación, que contiene un conjunto de disposiciones relativas a la ordenación del territorio, uso del suelo, redes de infraestructura, servicios, normas de edificación, medidas de protección, conservación del suelo, defensa del medio ambiente y un largo etcétera.

  La reunión del consejo de administración para decidir si encomienda a los yanquis el diseño definitivo del proyecto pone de relieve la enorme diferencia de criterios existentes entre los consejeros.
- Estos amiguetes tuyos, Juan Antonio, igual se han creído que en vez de empresarios somos una ONG – apunta Bricart rezumando ironía.
- Más que un informe para una empresa urbanizadora, parece que es para los de Greenpeace – se cachondea Huguet.
- Sólo con la lectura del prólogo dan ganas de vomitar – añade Arechabaleta y, engolando la voz, lee - La planificación urbana contiene aspectos ideológicos, políticos y variables como los espaciales, poblacionales, económicos, sociales, culturales, territoriales, y otros… capaces de orientar la toma de decisiones para promover el desarrollo y hacer legítima la gestión del suelo. Por ello la planificación debe concebirse en su integridad, como principio rector del desarrollo, bajo un proceso participativo y concertado de los agentes socio- económicos, como un principio y un fin en sí mismos… Y no sigo porque es todo más de lo mismo.
- Pues es la empresa más prestigiosa del mundo – se defiende Cardona.
- Tendrá todo el prestigio que quieras, pero este documento no nos sirve ni para limpiarnos el ojete – dogmatiza Bricart con su habitual rudeza -. Ya dije que esto había que encargárselo a la gente con la que hemos trabajado siempre y que sabe muy bien lo que queremos. ¡Coño, Juan Antonio, que somos constructores, no ecologistas!