La portada gráfica del ABC del lunes,
catorce de marzo, le parece a Ponte sorprendente. Resulta que en España, el
país al que la inmensa mayoría de extranjeros identifica con el mundo del
toreo, hay ahora gente exigiendo que se proteja a la llamada fiesta nacional.
El titular así lo confirma: Multitudinaria
manifestación en Valencia. Clamor en defensa de la fiesta. Miles de aficionados
exigieron libertad y reivindicaron la Tauromaquia “como un bien cultural
amparado por la Constitución”. ¡Qué país este!, es cuanto al viejo se le
ocurre. De la segunda portada no le llama la atención ningún titular salvo un
cintillo que dice: La falta de agua de
calidad pone en riesgo la huerta mediterránea. Al final tanto turismo,
tanto apartamento con vistas al mar y tanto crecimiento urbano del arco
mediterráneo y no vamos a tener agua ni para beber, se dice Ponte. Cuando va a
ver la portada de El Mundo, suena el móvil. Mira la pantalla, es Chelo.
- Chelito,
buenos días. ¿Ya se ha despertado el dormilón de Jacinto?
- No lo sé.
Ayer me llamó para decirme que se iba a Barcelona para asistir al funeral de un
sobrino.
- No sabía
que tuviera familiares en la Ciudad Condal – A Ponte se le notan los años hasta
en su lenguaje. Ya nadie llama a Barcelona así. Habría que ver como se pondrían
los nacionalistas catalanes.
- Estoy
convencida de que no los tiene. Se ha debido ir a Zaragoza, que es donde vive
esa fulana que le tiene sorbido el seso.
- Es raro
que haya viajado en domingo y además esta tarde íbamos a reunirnos en su casa
para que nos contara lo último que se sabe del robo del tesoro. Comentó que a
ti no te molestaba que nos juntáramos un lunes.
- Y no me molesta,
pero ya ves, ni siquiera os ha llamado para disculparse por su ausencia porque
no creo que esté de vuelta por la tarde.
- Lo que me
cuentas tiene todos los visos de ser un viaje precipitado. Algo debe de haber
ocurrido, pero bueno, lo que sea ya nos lo contará a su vuelta. Y ahora, dime
bonita, ¿te puedo ayudar, necesitas algo?
- Gracias,
Manolo. Solo te llamaba para contarte lo del viaje de Jacinto y por si tú
sabías algo más, pero ya veo que no. Perdona por haberte llamado tan temprano,
igual te he despertado.
- No hay
nada que perdonar, Chelo, hace mucho rato que estoy despierto. Si sé algo de
Jacinto ya te llamaré. Que tengas un buen día y no te preocupes.
El que sí que está preocupado es Grandal. En
el apartamento de María Victoria la policía no ha encontrado otras huellas que
no fueran las de la profesora, su hermana María Eugenia y la asistenta. Con la
ayuda de la hermana han determinado que Mariví salió de casa con lo puesto. En
el apartamento no falta nada, por tanto no se trata de un robo con violencia,
como al principio se pudo sospechar. Preguntados los vecinos de la finca y de
los edificios contiguos solo han encontrado a una persona que la vio el día de
su desaparición: una viejecita que desde su ventana vio como subía a un coche
en compañía de dos hombres. Del vehículo solo supo decir que era de color negro
o de un azul muy oscuro, no pudo precisar más. De los hombres, que llevaban
chaqueta pero sin aportar más detalles. Si dio alguno más sobre el atuendo de
la profesora: llevaba un traje chaqueta y un fular en el cuello y juraría que
zapatos de medio tacón. No se pudieron hacer con más informaciones.
Paco Lucientes, el comisario jefe de la
Policía Judicial zaragozana, lo comenta con Grandal.
- Reconozco,
Jacinto, que es una desaparición un tanto extraña. La señora Martín-Rebollo no
tiene enemigos del fuste como para secuestrarla, ni es tan joven como para que
algún enamorado en un momento de apasionamiento haya decidido llevársela Dios
sabe dónde. Por otra parte, hasta el momento nadie ha llamado para exigir un
rescate por ella.
- Lo que
está claro, Paco, es que los indicios apuntan a que no se fue por propia voluntad.
Según su hermana salió con lo puesto. No se llevó absolutamente nada, ni
siquiera el bolso de banderola que siempre suele llevar. ¿Conoces alguna mujer
que cumplidos los cincuenta salga de casa sin una polvera o una barra de
labios? Pues, al parecer, ni siquiera eso llevaba. Es raro, muy raro. ¿Qué
hipótesis manejáis en la Judicial?
-
¿Hipótesis?, por ahora ninguna. Nos atenemos a los hechos constatados: mujer
adulta, de edad madura, a la que se ha visto subir a un vehículo aparcado en
doble fila ante la puerta de su domicilio en compañía de dos sujetos. La única
testigo que la vio no pudo percibir que se la estuvieran llevando a la fuerza.
Por otra parte, en su apartamento no hay huellas de violencia, ni falta nada,
ni se allanó la morada, por lo que descartamos el robo. Y hasta el momento
nadie se ha puesto en contacto con la familia para dar noticias de la
desaparecida o exigir alguna clase de rescate. Hemos llamado a todos los
centros hospitalarios de la ciudad y hasta al Instituto Anatómico Forense y no
ha ingresado ningún paciente o cadáver que se ajuste a los datos de la
profesora.
- De
acuerdo, esos son los datos que tenemos, pero insisto: ¿tenéis alguna
hipótesis? – reitera Grandal.
- Hombre,
Jacinto, la hipótesis más verosímil es la de un secuestro. ¿Motivos? Esa es la
parte débil del presunto rapto. No parece que pueda ser para pedir un rescate
económico, ni la desaparecida ni su familia tiene dinero para ello. Tampoco
tiene edad para que estemos ante un caso de trata de blancas por mucho que se
empeñe su hermana. Que se sepa no cuenta con enemigos reconocidos. Al parecer,
no se droga ni es jugadora ni tiene deudas pendientes. Su familia y amistades
son de lo más normal, su única excentricidad es que sea amiga de un comisario
jubilado – añade con una sonrisa irónica Lucientes -. Entonces, un secuestro
¿para qué?
Grandal pasa por alto la sardónica mención de
su persona que ha hecho su colega e introduce una nueva perspectiva en la
conversación.
- Estoy
pensando que María Victoria intervino en una tormenta de ideas sobre el robo
del Tesoro Quimbaya que se celebró en la Brigada del Patrimonio en Madrid. Allí
fue donde nos conocimos. Me pregunto si ello tendrá algún tipo de relación con
su desaparición. ¿Te importa que llame a la Brigada a ver si localizo a Juan
Carlos Atienza, que es uno de los inspectores que coordina el caso del robo?
- Hombre,
Jacinto, que cosas dices. Llama al Sacapuntas.
- ¿También hasta
aquí ha llegado el mote que les han puesto?
- Ya sabes
que en el Cuerpo los chismes corren como la pólvora.
Mientras, Grandal ya está marcando.
- Hola. Soy
el comisario Jacinto Grandal, necesito hablar con Juan Carlos Atienza.
Se produce una pausa hasta que Atienza se
pone al aparato.
- Juan
Carlos, estoy en el despacho del comisario Paco Lucientes de Zaragoza. No sé si
sabes que María Victoria Martín-Rebollo ha desaparecido. El pasado jueves la
vieron subir a un vehículo en compañía de dos desconocidos y desde entonces
nadie ha sabido nada de ella. No, no han pedido ningún rescate. Realmente, no
estamos seguros de que la hayan secuestrado, aunque los indicios apuntan a
ello. Me preguntaba si su desaparición podría tener algo que ver con el Caso
Inca. ¿Qué opinas?
Tras escuchar atentamente lo que le contesta
Atienza al otro lado del hilo telefónico, Grandal le da las gracias y cuelga,
luego le resume a Lucientes lo que le ha contado el inspector de Patrimonio.
- Los
Sacapuntas no sabían nada de lo de María Victoria y Atienza opina que, en
principio, no cree que haya ninguna relación entre el Caso Inca y la
desaparición de Mariví, pero que de todas formas estarán alerta por si surgiera
algún indicio que apuntara a ello.
En esas están ambos comisarios cuando suena
el teléfono. Lo coge Lucientes.
- Sí – pausa
-. Pásamela – ordena Lucientes mientras le dice en un susurro a Grandal -. Es
la hermana de María Victoria – vuelve a atender al teléfono -. Sí, soy Paco
Lucientes y en efecto, Jacinto está conmigo. Dígame. ¡¿Cómo?!, ¡¿qué ha
aparecido su hermana?! – Se produce otra pausa en la que el comisario escucha
atentamente mientras le hace gestos a Grandal de que tenga paciencia -. ¿María
Victoria está bien? No, no llame a ningún médico, yo me encargo de que la vea
un forense. Usted lo que tiene que hacer es decirle que no se mueva de su casa
y que no hable con nadie. Ahora mismo voy para ahí. Sí, no se preocupe, Jacinto
me acompañará – y cuelga.
- Ya lo has oído, hace unos veinte minutos María
Victoria ha llegado al piso de su hermana. Al parecer se encuentra bien, aunque
está muy nerviosa y un tanto confusa y desorientada, como si le hubieran
suministrado alguna droga. No hace más que llorar y reír al mismo tiempo. Espera
un momento mientras hablo con mi gente para que localicen al forense y nos
vamos a casa de su hermana.
- Lo más
importante es que está sana y salva, gracias a Dios – enfatiza Grandal visiblemente
aliviado.