"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 1 de octubre de 2021

Libro II. Episodio 112. ¿Llegó a…?


   Desde hace unos días Julia no hace más que llorar. Cuando hay gente presente su férrea voluntad le ayuda a reprimirse, pero en cuanto se queda sola su llanto es inconsolable, como si sus ojos se hubiesen convertido en inabarcables lagos de los que el agua escapa a raudales. Es incapaz de contener las lágrimas y la pena que siente no hace más que aumentar su llanto. Cuando creía que había encontrado el príncipe con el que soñaba desde que era adolescente se ha topado con un rufián de la peor calaña. Toni no la quiere, solo pretendía abusar de ella, convertirla en una perdida, en una mujer sin honor y sin honra. Y el llanto, una vez más, se torna inconsolable. Ha perdido el apetito, está desmejorada, se le marcan las ojeras, duerme poco y mal, está hecha un guiñapo. Hace esfuerzos titánicos para que no se note el calvario por el que está pasando, y con ayuda de cremas, coloretes y potingues, de los que vende en la tienda, cree que lo está consiguiendo. Lo cierto es que no es así, toda la gente de su entorno se ha percatado de que algo le pasa y no debe ser agradable precisamente. Como si alguien hubiese dado la consigna de que lo mejor que pueden hacer es no preguntarle, nadie la interpela pero sí lo comentan a su espalda.

   -Pilar, ¿qué le pasa a Julia?, tiene una cara que parece una Magdalena –se interesa Etelvina.

   -¿También te has dado cuenta? A ciencia cierta no lo sé, pero me da que sufre de mal de amores. Hay un caballerete que iba a buscarla a la tienda para acompañarla hasta casa y con el que el pasado domingo fue a un sarao de los que montan los ricachones. Se la veía muy ilusionada con Toni, así se llama el chico, pero no ha vuelto a vérsele el plumero. Para mí que han debido partir pajitas… y es lo mejor que ha podido pasarle porque el joven tiene una pésima reputación.

   -Pobre Julia –se lamenta la comadrona.

   -Se le pasará. Ahora debe creer que es el fin del mundo, pero el tiempo lo cura todo o casi todo.

   Hasta el Bisojo se ha dado cuenta de que su encargada presenta una imagen lamentable, como la de un chucho apaleado, y se interesa por ella pero no le pregunta, lo hace a su otra dependienta.

   -Lupe, ¿qué le pasa a Julina?, parece la Virgen de las Angustias.

   -Un pretendiente que le da achares, tío Elías.

   -Ya me barruntaba que tenía que ser mal de amores. Échale una mano si puedes, no nos interesa que tenga esa cara, eso espanta a los clientes.

   -Déjelo de mi mano y no se preocupe. Además, si lo ha dejao o ha roto con él, es lo mejor que le podía pasar. El tipo que le buscaba las vueltas es un malaje de cuidao.  

   Tampoco a Julio le ha pasado desapercibido el estado de Julia, y ha preferido no preguntarle, pero si lo hace a su madre.

   -Julia lo está pasando mal, madre. ¿Es por causa del impresentable de Toni Cortés?

   -Sospecho que sí. Desde que el domingo la llevó a casa de los Viqueira, el mozo no ha vuelto a dar señales de vida. Y desde ese día Julia no hace más que llorar por los rincones. Lo está pasando mal, pero se le pasará, démosle tiempo.

   -Mejor, no sabe de la que se ha librado. He preguntado por ahí y lo que me cuentan del fulano es como para no querer saber nada de él. Al parecer, es un truhan que no tiene desperdicio. Juega y le da al vino y a las muchachas, como el fraile de las tres tachas.

   -Es el momento más indicado para apoyarla. Lo mejor que podemos hacer es no recriminarle, ayudarla en lo que podamos, reconfortarla y hacerle la vida lo más agradable posible. Cuento con tu ayuda.

   -Por descontado, madre. Sabes lo que siento por ella y haré lo imposible para ayudarla a que pase este trago –Hay una pregunta que a Julio hace días que le corroe las entrañas, pero que no se ha atrevido a formular, ahora cree llegado el momento de hacerla-. ¿Crees que se ha enamorado de ese canalla?

   -No lo sé, pero es posible. Es el primer chico con el que la he visto ilusionada. Aunque no sé si ha sido un amor de los de para toda la vida o solo un arrebato pasajero. Posiblemente ni ella misma lo sabe.

   No puede imaginarse Pilar que eso mismo es lo que se está planteando Julia. Se ha obligado a llevar a cabo un profundo autoanálisis, a reflexionar lo más objetivamente posible sobre lo que le ha sucedido. Aunque no se engaña, es consciente de que hablar de objetividad tratándose de sentimientos es una pura contradicción, pero aun así se esfuerza por razonar. Y tiene que analizar los sentimientos tanto de ella como de Toni en relación con el lamentable suceso en casa de los Viqueira. De Toni lo tiene claro, nunca la ha querido, nunca ha estado enamorada de ella, para él solo ha sido un capricho, alguien con quien divertirse y añadir un florón más a su corona de conquistador. Si no llega a entrar Assunçao en el dormitorio, no sabe qué habría podido pasar, posiblemente, y a pesar de sus desesperadas negativas, quizá habría acabado poseyéndola. Solo de pensarlo se le eriza el vello, pero no de placer sino de asco y vergüenza.

   Si del joven Julia tiene claro sus sentimientos y deseos, sobre ella misma todo es confusión. Piensa que cuando las emociones imperan sobre la razón los resultados pueden ser desastrosos o, al menos, dejar mucho que desear. Tiene que esforzarse mucho más, tiene que olvidarse de lo que siente su cuerpo y concentrarse solo en su mente. Puesto que no lo consigue de manera global, opta por trocear sus sensaciones. Y lo primero es contestarse: ¿me gustaba, me gusta Toni? Ahí no tiene ninguna duda, le gustaba como jamás le había gustado otro chico…, lo que ya no es capaz de responderse tajantemente es si le sigue gustando…; no puede gustarte después de la canallada que intentó, se dice. No puede gustarte un hombre que ha intentado violarte, que ha estado en un tris de hacerte suya a la fuerza. ¿Estaba enamorada de Toni y, si es así, sigue estándolo? La respuesta no es nítida. Es incapaz de deslindar lo de que le gustaba de lo de estar enamorada. Busca otro enfoque. ¿Cuándo pensaba en Toni le veía como un marido cariñoso y fiel, le veía como el padre de sus hijos? Por ahí comienza a encontrar respuestas. Nunca pensó en él como un marido, como un padre, solo en alguien que la trastornaba, que alteraba su respiración, el ritmo del corazón, que provocaba que llegara a mojarse… Era una sensación más física que sentimental, se dice. Y cuando llega a esa conclusión comienza a sentirse mejor, a sentirse en paz consigo misma. No era amor-amor, era una suerte de atracción animal, una sensación irreprimible y hasta inconfesable, pero no era auténtico amor; al menos, no como el que describen novelistas y poetas. Y vuelve a sentirse mejor. Ha pecado de ingenua al creerse las seductoras, las turbadoras palabras que Toni vertía en sus oídos… Claro, se autodisculpa, que nunca le habían hablado así. Toni ha sido el primero que la ha tratado como una mujer deseable, se centró más en su cuerpo que en su mente y su carácter.

   Cuando completa el autoanálisis toma dos decisiones, que no sabe si será capaz de hacerlas realidad, pero al menos debe intentarlo. La primera es olvidarse de Toni, borrarlo de su mente, como si nunca hubiese existido…, pero ¿y si vuelve a rondarme?, se pregunta. No duda sobre la respuesta: si vuelve tengo que rechazarlo de plano, no dejarle que vuelva a embaucarme, diga lo que diga. Toni debe ser para mí como si fuera un leproso, debo apartarme de él o acabará contagiándome sus turbios deseos, acabaré teniendo sus mismos vicios, y eso es todo lo opuesto a lo que tantas veces he soñado sobre mi futuro. La segunda decisión es andarse con pies de plomo cada vez que se le acerque un mozo que pretenda algo más que parlotear o echarse unas risas. No debe hacer caso de las palabras, sino de los hechos. Recuerda una máxima que le ha escuchado a Pilar: no valores lo que dicen, sino lo que hacen. Lo que habrá de valorar son las acciones, los hechos, no las palabras por floridas y hermosas que sean. Y muy al final de la noche, consigue dormirse.

   El sueño reparador ha obrado milagros, Julia se levanta con mucha mejor cara, ya no se le ve el rictus de amargura que tenía los últimos días y hasta las ojeras parecen haberse diluido. En cuanto la ve Pilar en el desayuno comprende que la muchacha ha experimentado algún tipo de catarsis, parece otra, de lo que se alegra infinitamente. El cambio experimentado es tan patente que en la tienda hasta Lupe, que no es demasiado observadora, se da cuenta.

   -Vaya Julina, buena cara traes hoy. ¿Has tenido felices sueños?

   -No recuerdo haber soñado, pero sí, estoy mejor.

   -Mira, Julina, no quiero meterme en camisa de once varas, pero si no te lo digo reviento. El señoritingo ese que ha venido algunos días a buscarte es un malaje, un mal hombre. De él no cuentan na bueno, sobre to de cómo se porta con las mujeres –la palabra en boca de Lupe suena como mueres-. Va presumiendo por ahí que no hay ninguna que se le resista. Puedes hacer lo que quieras, ¡faltaría más!, pero lo mejor que puedes hacer es olvidarlo. Y no te lo tomes a mal, pero como me considero amiga tuya tenía que decírtelo.

   Por la tarde, visita la tienda una clienta de la alta burguesía local, Maribel Quirós, una de las contadas amigas de Julia. Ha venido a buscar otro carmín, hace tiempo que usa el mismo y quiere cambiar.

   -¿Crees que este rosa me sentará bien?

   -Depende del maquillaje. Creo que deberías llevarte más de uno y usarlos según el traje y la ocasión. En la trastienda tengo más, ¿quieres probarlos? –Julia sigue siendo una excelente vendedora.

   Maribel va probando y comparando los carmines mientras siguen conversando.

   -El domingo te busqué para despedirme, pero ya te habías ido. Me dijeron que parecías estar disgustada.

   -Me enfadé con Toni.

   -¿Se portó mal?

   -Peor…, intentó propasarse.

   -No me extraña. ¿Te acuerdas que cuándo te lo presenté le dije que debía portarse como un caballero y no como acostumbra?, pero no, al final siempre se extralimita, es un vicioso.

   -Es que se extralimitó demasiado.

   -¡No!, ¡¿llegó a…?! –exclama Maribel, consternada.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 113. El escorpión y la rana