"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 9 de febrero de 2018

Capítulo 10. Paréntesis.- 39. Blanco y en botella



   Al día siguiente de la agresión sufrida por Curro a manos de el Chato de Trebujena, Alfonso Pacheco, que inesperadamente fue quien le salvó, le recoge por la mañana para acompañarle a un hospital a que le hagan una exploración como le recomendaron en el consultorio médico de la playa. Pacheco pretende llevarle al Centro de la Seguridad Social de Torreblanca, que es el servicio sanitario más cercano. Curro no es que tenga gran amistad con el ingeniero, pero el mero hecho de que sean paisanos hace que le tenga más confianza que a los otros que han venido a verle, por eso y aunque todavía le cuesta hablar se sincera:
-Alfonso, no puedo ir a un centro en que me pidan papeles. Aquí soy Francisco Martínez y solo tengo con ese nombre un carné de conducir más falso que Judas. Además, por lo que me han contado soy lo que en la Seguridad Social llaman un desplazado al pertenecer a otra comunidad autónoma y mientras arreglan el papeleo necesario se nos iría la mañana. Llévame a una clínica privada donde solo tendré que enseñar el color de mi dinero.
   Atendiendo esa petición, Pacheco le lleva a Castellón a un centro médico que les ha recomendado la dueña del hostal, que asimismo les ha recordado que deberían denunciar la agresión a la Guardia Civil. En el policlínico le someten a diversas pruebas diagnósticas: análisis de sangre y orina, una ecografía, un TAC y una radiografía de tórax. El primer diagnóstico, a falta de confirmación por otras pruebas, es que además de las magulladuras, pequeños cortes y el labio partido tiene fracturadas dos costillas.
-¿Eso quiere decir que las tengo rotas? –pregunta alarmado Curro.
-No, lo que realmente se ha roto es el cartílago que une las costillas al esternón –le aclara el facultativo que le explora.
   Le curan las heridas, le aconsejan que visite a un odontólogo pues tiene un diente que se mueve, le recetan analgésicos para el dolor y ansiolíticos, pues también le han detectado un brote de neurosis fóbica, y sobre todo le recomiendan reposo que puede ser cosa de unas seis semanas. En el camino de vuelta a Torrenostra, Curro formula a su paisano la pregunta que se ha estado planteando desde el día anterior.
-¿Y se puede saber que coño haces aquí, tan lejos de nuestro pueblo?
   Pacheco es franco y le cuenta el porqué de su presencia en la Costa de Azahar. Forma parte de un grupo de funcionarios públicos que en su día desempeñaron cargos políticos y que capitanea el exconsejero Gabriel Salcedo. Pretenden que Curro, cuando declare, le cuente a la jueza de instrucción que ellos se limitaron a cumplir la ley y hacerla cumplir que es el primer deber de todo funcionario. Le ayudarán a pactar con la fiscalía para que su probable condena sea lo más suave posible. Calculan que en unos tres años podría estar fuera de la cárcel, a lo mejor incluso antes.
   Salazar, aunque parece estar escuchando a su paisano, realmente está volviendo a pensar en por qué el Chato le ha agredido. Recuerda que al presentarse le dijo que le traía un recado de parte de Juan Antonio Almagro y también le gritó que en su pueblo trataban así a los chivatos. “Blanco y en botella, el recado que me traía de parte del zoquete de Almagro era una paliza para que no hable”, y una sospecha más inquietante le invade: “¿Hasta cuándo me hubiera estado sacudiendo ese mala bestia si no llega a aparecer Alfonso?, ¿hasta dejarme baldado, hasta matarme?”. Pacheco que sigue con su relato tiene que cortarlo cuando el exsindicalista le pregunta de sopetón:
-Alfonso, ¿crees que hay gente en Sevilla que querría verme muerto antes de que declare otra vez?
   Al ingeniero la pregunta le coge con el paso cambiado. Lo piensa y de pronto ve que se le presenta una excepcional oportunidad para llevar el agua al molino de sus intereses.
-Pues si te he de ser sincero, no lo sé pero…
   La respuesta inconclusa de su paisano excita aún más el interés de Curro.
-¿Pero qué? Dime lo que piensas de verdad, Alfonso. Estamos hablando de mi pellejo no de algo sin importancia. 
-Verás. Sabes mejor que nadie el papel que has estado jugando estos años en todo el asunto de conseguir EREs más o menos ajustados a derecho. Por otra parte, se dice que guardas un montón de documentos que, en el supuesto de que se hicieran públicos, podrían llenar de mierda a un montón de gente que hasta ahora se ha ido de rositas. Y entre esa gente que se siente amenazada hay de toda clase de pelajes, desde los que te presionarán con toda suerte de ofrecimientos a los que intentarán intimidarte sin importarles mucho los medios. Lo del Chato puede pertenecer a este último grupo. Y dicho esto, respondo a tu pregunta: ¿hasta querer verte muerto? No lo sé pero… hay mucho malaje suelto, fulanos que no se paran en barras y que para defender sus intereses son capaces de todo. Precisamente por eso, nuestra propuesta es la más idónea para que puedas dormir tranquilo y no estar continuamente en vilo.
   Captado el interés de Salazar, Pacheco se explaya en lo que encierra la oferta de su grupo. Lo que primero habría que hacer es volver a desaparecer porque es indubitable que su actual escondite ha dejado de ser un secreto. Le ayudarían a buscar otro. Segundo, negociarían con la fiscalía su posterior entrega a la justicia con la condición de que ello y las pertinentes confesiones, que le ayudarían a preparar, serían a cambio de una reducción de la irremediable condena. Además,  exigirían que se le confinara en un módulo de seguridad de una cárcel a determinar. Allí estaría seguro de que ninguno de los que quisieran atentar contra él podría alcanzarlo. De momento, perdería la libertad, pero ganaría tranquilidad y aseguraría su vida.
-Blanco y en botella. Nadie te va a ofrecer un trato mejor –concluye Pacheco.
   Cuando oye esto último, Curro decide confesarle a su paisano todo lo que le ha pasado en los últimos días.
-La romería comenzó el día seis cuando apareció por aquí un figurín, lo digo porque el tipo iba de punta en blanco. Dijo que representaba a un grupo de empresarios andaluces a cuyos negocios les estaba perjudicando el caso ERE y que les perjudicaría todavía más si yo contara todo lo que sé. Me propuso que me fuera al extranjero hasta que se terminara el proceso, al país que yo quisiera siempre que no tuviera tratado de extradición con España. Que correrían con todos los gastos y que me pasarían una cantidad mensual para que pudiera vivir como un marqués.
-¿Y qué le contestaste? –quiere saber Pacheco.
-En concreto nada, quedamos en seguir hablando, pero para serte sincero te diré que es una oferta tentadora, cada día que pasa y cada nueva proposición que tengo la hace más atractiva.
   Curro le sigue contando que al día siguiente quien le sorprendió con su presencia fue el antiguo director de la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía, Jaime Sierra.
-Me hizo una oferta parecida a la tuya a la que añadía que atenderían a mi familia mientras estuviera en la trena y que le buscarían un curro al mayor de mis chicos. Por cierto, que Francisco José ha sido el tercero que ha aparecido por estos lares. ¡Y yo que creía que esta era una playa poco menos que desconocida y resulta que la conoce medio mundo!
-¿Tu hijo mayor también está aquí? –La noticia ha sorprendido al ingeniero-. ¿Y a que ha venido?
-A avisarme de que mi escondrijo ha sido descubierto y que me largue de aquí cuanto antes. Ah, y a pedirme pasta. Y no es el único, a las pocas horas la que llegó fue Rocío, mi antigua novia. Me contó lo mismo que Francisco José y terminó igual, pidiéndome guita. Y ayer fue cuando apareció el Chato de Trebujena. El resto ya lo sabes –concluye Salazar que agrega-. Si contamos al Chato son seis las personas que en tres días se han puesto en contacto conmigo.
   Entre confesiones y relatos cuando se dan cuenta ven el cartel que indica la salida 44 de la AP-7, Torreblanca-Alcossebre. Al ver el nombre del pueblo Curro se acuerda de que prometió telefonear a su hijo y de que Rocío también debe estar esperando a que le dé el dinero prometido.
-¿Sabes dónde está en Torreblanca el Hotel Miramar?, es donde está hospedado mi chico. Había quedado con él, pero con todo lo que me ha pasado me olvidé.
-Si tienes su móvil le llamamos ahora.
-No sé su número y me gustaría hablar con él personalmente.
-¿Has dicho Hotel Miramar? –pregunta Pacheco que ya está tecleando en el GPS del coche.
   La voz metálica del localizador les indica la ruta que han de seguir: “En la rotonda gire a la derecha y tome la salida que indica N-340-Torreblanca. A mil cuatrocientos cincuenta metros, a la izquierda está el Hotel Miramar”. En el hotel no está Francisco José, le dejan un recado y regresan a la playa. Cuando están a cien metros de la única rotonda que hay en la carretera a Torrenostra, Salazar ve a su hijo andando por el arcén izquierdo.
-Para, Alfonso, ese que va por ahí es mi chico. 

PD.- Hasta el próximo viernes