"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 24 de enero de 2017

99. Paseando por Zaragoza



   María Victoria firma su declaración en la que ha relatado sus días de cautiverio. Un secuestro en el que el único motivo de los secuestradores fue que autentificara unas piezas de la cultura Quimbaya. Tras ello vuelve a su domicilio en compañía de Grandal. Una vez en el apartamento, el excomisario pregunta:
- ¿Quieres que me quede o regreso al hotel?
- Lo que prefieras – es la escueta respuesta de la mujer.
- Como pienso permanecer en Zaragoza unos días más, probablemente hasta el domingo, creo que será mejor que vuelva al hotel y lo que haré, si no te importa, será pasarme por aquí un rato los días que restan para ver como sigues.
- Como quieras.
- ¿Qué prefieres, que venga por las mañanas o por las tardes?
- Mejor por las tardes, por las mañanas las voy a tener ocupadas con mis clases.
- ¿No es un poco pronto para que vuelvas al trabajo?
- No, estoy bien, además no son solo los alumnos, los compañeros del departamento me necesitan.
   Ya desde el hotel, Grandal llama a Atienza. Le cuenta la última parte de la declaración de María Victoria sobre su cautiverio. Lo que responde el inspector era de esperar.
- Esta misma tarde viajamos los tres a Zaragoza. En este momento Bernal está gestionando los billetes del AVE. Dime en que hotel estás para reservar habitaciones en el mismo. Así nos será más cómodo contactar contigo.
- Estoy en el Silken Reino de Aragón, es muy céntrico.
- Desde el tren te pondré un WhatsApp indicándote la hora de llegada. Hablamos esta noche.
   Para matar el resto de la tarde, Grandal se lanza a la calle a patear la ciudad. Aunque no es practicante decide visitar la Catedral-Basílica del Pilar. En un folleto turístico que le dan en recepción ve que la ruta más directa para llegar al templo es coger la calle Don Jaime I, pero como tiene tiempo opta por dar un paseo y estirar las piernas. Pasa por la plaza de los Sitios, recorre el paseo de la Independencia, hasta desembocar en la plaza de España, de allí coge el Coso y tras transitar por la calle Don Jaime I desemboca en la plaza del Pilar, junto al mismo Ebro. La enorme mole de la catedral llena toda la plaza. Antes de entrar se fija que en una de las fachadas todavía se observan las impactos producidos por las bombas de cuando los franceses asediaron la ciudad en la Guerra de la Independencia. Una vez en el interior sigue leyendo que, según la tradición, se trata del primer templo mariano de la cristiandad dado que en él se conserva y venera el pilar que esa misma tradición afirma que fue colocado por la Virgen María, que se habría aparecido en carne mortal al apóstol Santiago en el año cuarenta d.C. Documentalmente no hay pruebas de lo que afirma la tradición, pero sabe que para los católicos, y más si son aragoneses, la historia no se pone en duda. El templo le produce una cierta sensación de frialdad como le ha pasado en anteriores ocasiones al visitar recintos religiosos, aunque reconoce su grandiosidad. Le llaman la atención dos proyectiles que se exhiben en uno de los pilares cercanos a la Santa Capilla hasta que recuerda su origen. En la guerra civil española un avión republicano lanzó varias bombas sobre la ciudad dos de las cuales cayeron en el templo sin llegar a estallar, hecho que se atribuyó a un milagro de la Virgen. También sabe que la explicación probablemente sea otra: gran parte del armamento de que disponían ambos bandos al inicio del conflicto era anticuado y estaba fuera de uso. Aunque no estaría dispuesto a discutir por ello con un maño. Termina su recorrido en la Santa Capilla donde está la Virgen sobre una columna de jaspe, el famoso pilar. Una vez más se pregunta por qué la mayoría de las vírgenes españolas sean tallas de madera que apenas miden treinta o cuarenta centímetros. En esas está cuando oye vibrar el móvil, le da tiempo a apagarlo antes de que algún devoto feligrés le miré con mala cara. Al salir busca el origen de la llamada, es Atienza.
- Juan Carlos, ¿habéis llegado?
- Sí. Estamos camino del hotel. ¿Estás allí?
- No. Estoy dando un paseo, pero ahora mismo voy para allá. Una vez dejéis los bártulos en la habitación os espero en el bar del hotel, creo que se llama Bar Tropical.
   Nunca, desde que les conoce, Grandal fue recibido con tales muestras de afecto por los tres inspectores. Tras los saludos de rigor, el excomisario les cuenta sin dejarse una coma el relato que hizo María Victoria sobre sus casi cuatro días de cautiverio. Cuando termina su narración, comienza el turno de preguntas, la primera se la formula Atienza:
- Lo primero que habrá que hacer es interrogar a María Victoria. ¿Dónde crees que será mejor hacerlo, en comisaría o la invitamos a que venga aquí?
- Desde luego, en comisaría no. Puede ser aquí o hay otra opción: interrogarla en su propio domicilio. Ya sé que no es muy reglamentario, pero dado que os conoce y mantenéis amistosas relaciones con ella podría valer. De todos modos, llámala y que sea ella la que elija.
   Así lo hace Atienza. Llama a María Victoria y ésta le dice que irá al hotel al día siguiente por la mañana, como es festivo no tiene clases.
- Una advertencia sobre el interrogatorio – avisa Grandal -. Lógicamente, sus cuatro días de cautiverio han dejado una profunda huella en el ánimo de Mariví y se crispa con facilidad. Digo esto para que, sin obviar ninguna clase de pregunta, la tratéis con manos de seda. Y este consejo va especialmente dirigido a ti – y su mirada apunta directamente a Bernal -. Cuando hicimos la tormenta de ideas tuviste varios roces con ella. Ahora lo mejor para todos será que te guardes las pullas para otro momento.
   Bernal no responde a la acusación de Grandal, pero su mirada lo dice todo.
- Comisario, puesto que has estado presente en las declaraciones de la doctora Martín-Rebollo, ¿qué conclusiones has sacado? – pregunta Blanchard.
- No muchas, pero creo que concluyentes. Primero: los raptores tenían excelente información sobre María Victoria, conocían su historial, su horario habitual, donde vive, etcétera. Segundo: eran latinoamericanos, por su acento de algún país de Centro o de Sudamérica. Tercero: la única finalidad del secuestro fue que datara tres piezas idénticas a las catalogadas por el Museo de América como pertenecientes al tesoro Quimbaya. Cuarto: según la opinión de María Victoria las piezas eran reproducciones de las auténticas puesto que su fabricación es de mediados del pasado siglo. Y quinto: los raptores trataron bien en todo momento a la secuestrada – Y ahí acaban las conclusiones de Grandal.
- Y de esas conclusiones sobre la declaración de la secuestrada, ¿usted qué infiere, comisario? – vuelve a preguntar Blanchard.
   Grandal mira al inspector galo y piensa que, curiosamente, el francés tan pronto le tutea como le habla de usted, debe ser que no domina tanto el español como él cree, aunque no cabe duda de que es un tipo listo, hable como hable. No vacila al contestarle.
-  Que estamos ante los que robaron el tesoro o, al menos, los que tienen el producto del robo en su poder. Otra deducción elemental es que no están seguros de que las piezas que obran en sus manos sean auténticas. Ahora, y tras la intervención obligada de María Victoria, ya saben que solo son reproducciones.
- Me caguen la leche puta – Grandal esboza un asomo de sonrisa porque es insólito oír tacos en boca del melindroso Atienza -, ya se ha vuelto a liar parda. La semana pasada, y después de escuchar las opiniones de Lola Téllez sobre que los museos no prestan copias a lo que se sumó lo de las fotos de las vitrinas del Museo de América, creímos tener la certeza definitiva de que las piezas robadas eran las auténticas y ahora resulta que no es así, que se trata de réplicas. Este caso es más intrincado que los laberintos de las pirámides faraónicas. Cuando crees que has llegado al final siempre hay una nueva puerta que descubrir. Me cisco en – repite Atienza  ya desmelenado – los quimbayas, sus tesoros, los ladrones y la puta madre que los parió a todos.
- Tranquilo, Juan Carlos, piensa que estamos más cerca que nunca de descubrir a los autores del robo – le recuerda Blanchard -. Por primera vez desde hace más de cinco meses los ladrones han movido ficha.
- La verdad es que nos queda tela que cortar, pero a pesar de todos los errores que hayamos podido cometer – Grandal, generosamente, usa el plural de primera persona –, y como acaba de afirmar Michel, hoy estamos más cerca de descubrir a los autores del atraco.
- No niego que todo lo que decís sea verdad – admite Atienza -, pero os confieso que estoy hasta los mismísimos de este caso.