"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 30 de noviembre de 2018

80. Queda en libertad con cargos


      La mañana del 19 de agosto se registra gran actividad en la sede del Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia de Castellón. La juez del Valle, que ya solicitó los antecedentes penales de la única detenida hasta ahora del caso Pradera, le va a tomar declaración. Antes de ello, a Rocío Molina se le ha reconocido el derecho de asistencia jurídica gratuita. Lo que se ha hecho automáticamente al comprobar que no cuenta con recursos e ingresos económicos brutos computados anualmente por todos los conceptos que no superen dos veces el indicador público de renta de efectos múltiples, vigente en el momento de efectuar la solicitud al tratarse de persona no integrada en ninguna unidad familiar. El día anterior, la detenida recibió la visita de la abogada de oficio que la administración de justicia ha designado para que la represente. Lo primero que Rocío le ha contado a su letrada, una mujer joven que hace sus primeras armas en la defensa de oficio, es que tiene información que puede ser relevante para esclarecer la muerte de Francisco Salazar, pero que no dirá nada hasta negociar con la fiscalía. La abogada le indica que de momento no hay beneficios que negociar, pues lo más probable es que la jueza, tras interrogarla, la deje en libertad, quizá con cargos aunque también eso es dudoso.
-¿Usted tuvo algo que ver con el fallecimiento de Salazar? –le pregunta directamente la letrada.
-Se lo juro por Nuestra Señora de Palomares, que es la patrona de mi pueblo, que no he tenío na que ver con la muerte der pobre Curro. ¡Con lo que yo le quería!
-En ese caso, lo más probable es que la dejen en libertad sin cargos. Por consiguiente, mi consejo legal es que le cuente a la señora jueza todo lo que sabe.
   Rocío se resiste, tiene muy asimilado lo de los tratos con la fiscalía que tan recurrentes son en las series televisivas americanas. En algún momento de la entrevista, la andaluza también le cuenta la aventura del maletín que, según sigue manteniendo, se lo llevaron para ver si dentro se encontraban los papeles de la Seguridad Social de Curro.
-¿Acaso se llevaron el maletín violentando a su dueño? –pregunta la letrada.
-Quia, no señora, si er pobresito Curro no se enteraba de na.
-Si no existió ningún tipo de violencia o intimidación a la hora de apoderarse de ese bien ajeno se la podrá acusar de hurto, pero eso supone una pena menor en función de la cuantía del dinero que había en el maletín.
-Pero señora abogá, no fue un robo, solo queríamos encontrar los papeles de la Seguridá Sosiá de mi novio.
-Eso lo decidirá su señoría, pero si pudiéramos probar lo que afirma podría defenderla de esa acusación. Porque el hurto exige como requisito la existencia de una intención especial del autor, lo que técnicamente se conoce como elemento subjetivo que es el ánimo de lucro. Si usted no buscaba lucrarse con el contenido del maletín sino encontrar unos documentos la acusación de hurto decaería. Y como además no llegaron a abrir la valija, dudo que su señoría vaya a acusarla de la intención de hurto. En cualquier caso, le reitero que lo mejor para usted es que declare todo lo que me ha contado. Y si la jueza le pregunta por el maletín, dígale lo de la tarjeta sanitaria. Una cuestión que no me ha quedado clara y que su señoría le preguntará es el motivo de su desplazamiento desde Sevilla a Torrenostra.
   Rocío duda un poco. No cree que la favorezca contar que trataba de ayudar a un prófugo por lo que opta por mantener la inventada historia de los dineros que le adeudaba Curro.
-¿Existe algún tipo de documento que pruebe la existencia de esa deuda?
-Desgrasiadamente, no. Ya puede figurarse que entre novios no se firman papeles.
-Si no hay un documento que pruebe la existencia de esa deuda, pero si puede probarse la relación que tuvo usted con el fallecido, su señoría le podría otorgar el beneficio de la duda. Hablaré con el fiscal y quizá podamos conseguir que salga libre y sin cargos, aunque si la jueza dicta auto de apertura de juicio oral tendrá que volver a comparecer en el proceso, pero solo como testigo.
-¿Qué es eso der juisio oral? –inquiere Rocío.
   La novata abogada, al ver la ignorancia supina de su cliente, pretende lucirse:
-Con el auto de apertura de juicio oral se trata de determinar si las diligencias instructoras practicadas permiten deducir la existencia de un hecho punible atribuible a un concreto sujeto. Es decir, de reconocer, en definitiva, el derecho de acción penal, como derecho al proceso y a la sentencia. El contenido mínimo y necesario que debe integrar el auto lo constituyen los pronunciamientos decretando la apertura del juicio oral y la determinación del órgano competente para el enjuiciamiento.
   La andaluza apenas si ha sacado algo en limpio tras la redundante explicación de la abogada, pero no pregunta más. Recuerda lo que solía decir Curro: “Con los abogaos cuanto menos se hable mejor, les preguntas algo y nunca contestan na que puedas entender”.
   El interrogatorio de la Molina por la Jueza de Instrucción es breve. La andaluza, pese al consejo de su abogada, solamente le cuenta a la juez lo que antes le contó al sargento del puesto local de la Guardia Civil de Torreblanca. Tras acabar la declaración, la jueza decreta la puesta en libertad de Rocío, pero con cargos al mantener su condición de investigada por los supuestos delitos de omisión del deber de socorro, como dispone el artículo 489 bis del Código Penal, y el de hurto de acuerdo a lo que establece el artículo 234 del citado Código. Como le explica la abogada a Rocío al salir del juzgado:
-Queda en libertad con cargos.
   Mientras tanto, el excomisario Grandal cavila en cómo ayudar al sargento Bellido en el esclarecimiento de la muerte de Francisco Salazar. Tras detenida reflexión llega a la conclusión de que los hilos para tirar del ovillo del caso son los testigos que tiene más a mano, aquellos que residen en el pueblo: la camarera de la habitación 16, su novio, la patrona y los empleados y clientes del hostal. Su mejor baza es Anca puesto que es la que más trato tuvo con el fallecido y la gente que iba a verle. Como no tiene potestad para citarles, le pide al sargento que maniobre para poder hablar con la rumana, pero sin carácter oficial. Bellido, a través de la señora Eulalia, consigue que la joven acceda a dialogar con Grandal. El cebo para convencer a la rumana ha sido contarle que se trata de un antiguo comisario de policía que sabe mucho más derecho penal que el abogado del pueblo, y que le puede ayudar en el problema que tiene con la justicia. La joven acepta la ayuda sin mayores reparos pues conoce a Grandal como uno de los integrantes de la partida de dominó en la terraza del hostal.
   Tal como han quedado, el expolicía recoge a la camarera al final de la calle Diagonal y se la lleva en su coche a una cafetería de Alcossebre para evitar las miradas indiscretas y que se disparen los rumores. Antes de entrar en materia, Grandal le pinta a la muchacha un horizonte penal preocupante. Trata de que se asuste lo suficiente para que en su declaración no se deje nada en el tintero. Para ello utiliza la información que le ha facilitado el sargento: si fuera condenada, aunque fuera por un delito menor, ello podría repercutir en la situación de su familia que entró en España con visado de turista y podrían deportarlos a Rumanía. Le pide que le hable de su relación con Francisco Salazar. La joven le cuenta su trato con quien ella conocía como Curro Martínez y como desde el primer día empatizaron porque el andaluz era un hombre simpático cuando se lo proponía y sabía un montón de chistes y chascarrillos, además de que era de los pocos clientes que daba buenas propinas. Anca se guarda para sí que llegaron a intimar en un par de ocasiones. Y va relatando su relación con Curro hasta que llega al día en que le pegaron la paliza. Ahí es donde hace su primera pregunta Grandal:
-Cuéntame lo de la paliza con más detalle, por favor.
-Un día, el nueve de agosto exactamente, alguien vio salir del hostal al señor Martínez, digo Salazar, acompañado de otro hombre, un desconocido. Se dirigieron a la zona que hay en la calle de atrás del hostal, donde están las pistas deportivas, y allí el desconocido, al parecer sin venir a cuento, le propino una paliza al señor Salazar que le produjo la fractura de dos costillas.
-¿Salazar dio muestras de que conocía a su agresor?
-No sé si le conocía, pero dijeron que salieron del hostal hablando amigablemente.
-Esa agresión nunca fue denunciada. ¿Sabes por qué Salazar no la denunció?
-No, señor comisario…
   Grandal la interrumpe.
-Por favor, llámame Grandal o Jacinto. Aquí no soy comisario sino un amigo que quiere ayudarte.
-Lo que decía señor Grandal, no sé porque no lo denunció. Sí le oí decir que prefería no meterse en líos con los picoletos. Esa palabra que no conocía solía repetirla. Luego me enteré que se refiere a la Guardia Civil.
-Bien. ¿Quién fue la persona que hizo huir al agresor?
-Eso sí lo sé. Un señor muy educado y amable, creo que es ingeniero, del mismo pueblo que el señor Salazar, de Zahara de los Atunes, en la provincia de Cádiz. Creo que se llama Alfonso. Vino a ver a su paisano y lo encontró de casualidad cuando le estaban arreando una somanta de puñetazos y patadas que le dejaron como un santo cristo. Y al día siguiente, el mismo señor se llevó a Salazar a Castellón para que los médicos le hicieran una revisión. Fue cuando le confirmaron lo de las fracturas de costillas.
-¿Sabes dónde se alojaba el ingeniero?
-En un hotel de Orpesa, pero no sé exactamente en cual. Ah, se me olvidaba, el señor Alfonso estaba con su mujer, aunque yo no llegué a conocerla.
  Como Grandal se ha dado cuenta de que la joven comienza no sabe bien si a cansarse o aburrirse decide dar por concluida esta primera fase de la conversación.
-Gracias, Anca, eres de gran ayuda. Mañana proseguiremos la charla.

PD.- Hasta el próximo viernes

sábado, 24 de noviembre de 2018

79. El sospechoso más ambiguo

 
   El sargento Bellido prosigue la exposición de las investigaciones que él y los agentes bajo su mando han realizado hasta ahora relativas al caso Pradera. El excomisario Grandal le escucha con suma atención para ir asumiendo los entresijos del caso. Como el suboficial se ha referido a los posibles obstáculos que los sinuosos poderes locales pueden poner al buen desarrollo de la investigación, dado que uno de los presuntos sospechosos pertenece a una familia con muchas y poderosas ramificaciones, el excomisario le anima diciéndole que podrán con ellos y termina soltando un tópico:
-Conozco el percal. En general, esos politiquillos locales son tigres de papel.
-No dudo que lo sean, pero no sabe la murga que dan –se lamenta el sargento que sigue hablando de usted al excomisario aunque este le tutea-. En cuanto a otros sospechosos, además del trío del maletín, están las personas que la tarde del día quince pasaron por la habitación del fallecido y de las que solo sabemos fragmentos de su posible participación en el suceso. Un tal Carlos Espinosa, que reside en Málaga, y que al parecer tenía negocios con Salazar. Estamos tratando de localizarle. Hay otro individuo que estuvo esa tarde en la habitación 16 y del que solo sabemos que era un extranjero de gran corpulencia y que se expresaba malamente en español. Es otro sospechoso a tener en cuenta porque el motivo que adujo para estar en la mentada habitación era que pasaba por el pasillo y oyó unos quejidos lo que le impulsó a entrar para ver si podía ayudar. Es una historia que no se la cree ni el que asó la manteca. Porque ¿qué hacía en ese pasillo un guiri que no era cliente del hostal? Estamos intentando obtener más datos del mismo porque con los que tenemos ahora va a ser difícil localizarlo.
-Bien. ¿Alguien más que sea sospechoso?
-El más ambiguo de todos, el hijo.
-Nunca había oído calificar a un sospecho de ambiguo, ¿a qué se debe eso? –inquiere Grandal a quien ha sorprendido la calificación del sargento.
-Porque el hijo es quien presenta las luces y sombras más acusadas. Me explico. Las luces: de todos cuantos estuvieron en la habitación 16 fue el único que hizo lo posible para que auxiliaran a su padre. Él mismo fue a ver si los sanitarios de la ambulancia de la playa podían socorrer a Salazar. Y fue su insistencia la que provocó que la patrona subiera a la habitación, lo que a su vez desencadenó la llegada de los servicios sanitarios de urgencia. Las sombras: pese a haberse percatado del grave estado de su padre, como consta en su propia declaración, estuvo en la habitación unos setenta y cinco minutos sin hacer nada o, mejor dicho, haciendo cosas tan poco lógicas como salirse a la terraza a fumarse un pitillo o abrir bien la ventana para que se aireara el cuarto. ¿Es eso lo que hace un hijo cuándo cree que su padre se está muriendo? La respuesta solo puede ser negativa. Por otra parte tenemos que el chaval es quien más razones tiene para desear la muerte de su progenitor. Les abandonó cuando más lo necesitaban. Humilló a su madre dejándola por otra mujer mucho más joven. Y les negaba el dinero para su sustento cuando lo ganaba a chorros. De todos cuantos han testificado es el más claro sospechoso de haber participado de alguna manera en la muerte de Salazar… -el sargento hace una breve pausa y agrega-. Lo sería si no fuera por lo que he dicho antes: fue el único que movió el culo para ayudar a su padre. Por otra parte, su declaración, en mi opinión, ha sido incompleta, ha mentido o no nos lo ha contado todo. Por citar solo un dato: no ha quedado claro el motivo por el que estaba en Torreblanca cuando nos consta que anda muy mal de dinero. ¿A qué vino desde Sevilla? Ha declarado que a pedirle a su padre un dinero que les había prometido. ¿Hacer un viaje de setecientos cincuenta y tantos kilómetros para eso? ¿No podía hacer la petición por teléfono o por algún medio electrónico? Y luego está el hecho, que como bien sabe es fundamental en muchos escenarios criminales: fue el último que vio con vida al extinto.
-Sí, estoy de acuerdo contigo en que habrá que investigarle a fondo, pero… -Grandal no termina la frase, como si no supiera de qué forma continuar. En realidad está pensando en cómo decir lo que opina del joven Salazar sin molestar al sargento-, pero siendo apabullantemente reales tus dudas sobre el chico diría que hay en él algo que en mi opinión –y remarca la palabra- no encaja con el perfil de un asesino o al menos de alguien que pueda incurrir en el delito de la omisión del deber de socorro. Es una especie de intuición o llámale olfato policial, algo que no está de moda precisamente. Al chico apenas le conozco, solo tuve una charla con él; mejor dicho, la tuvimos todos los amigos, justo cuando se esperaba la llegada de la ambulancia del SAMUR la tarde-noche de autos. Me pareció un chaval corto de saberes y de experiencia de la vida y que, en efecto, no idolatraba a su padre, pero incapaz de matar a una mosca. En cualquier caso, y opiniones apartes, estoy de acuerdo en que habrá que tenerle en el punto de mira.
-Bueno, pues le dejo esta copia del expediente y no es necesario decirle que lo conserve en el mayor secreto. Me juego la carrera si se descubriera.
-Sargento, te doy mi palabra de honor y de viejo policía que lo mantendré tan a resguardo como el sepulcro del Cid, bajo siete llaves. Ah, una sugerencia, plantéate la investigación desde  la perspectiva de la clásica expresión latina: ¿cui prodest? –ante el gesto de incomprensión del suboficial, Grandal se lo explica-. Es una locución de Derecho Romano que significa quien se aprovecha, está considerada un principio básico referente a lo esclarecedor que puede resultar buscar al autor de un hecho desconocido, preguntándose quién o quienes se podrían beneficiar de un determinado acontecimiento, en este caso de la muerte de Salazar. Es un principio muy usado en criminalística.
-Gracias, comisario, lo tendré muy en cuenta. Ah, se me olvidaba, aunque lo verá en el expediente. Según el hijo las personas que más visitaron a su padre mientras estuvo convaleciente fueron Alfonso Pacheco que es paisano de Salazar, Jaime Sierra un conocido de Sevilla, el citado Carlos Espinosa de Málaga y la que dice ser novia suya Rocío Molina.
   Mientras en la tarde del dieciocho de agosto, tres días después de que encontraran muerto a Francisco Salazar, el sargento que investiga su fallecimiento le describe al excomisario Grandal los pormenores del suceso, la juez que instruye el caso prosigue con las diligencias de la instrucción criminal que estima procedentes, así como la adopción de las resoluciones oportunas acerca de la situación personal de la única detenida hasta la fecha. En ese proceso a oídos de la juez del Valle han llegado las andanzas de los dos investigadores de la UCO en Torreblanca, no está claro si ha sido por conducto del comandante del puesto o por las quejas de algún letrado de los testigos llamados a declarar. Sea por lo que fuere, el resultado es que les ha llamado a Castellón. Su señoría les ha puesto firmes y les ha recordado que los han enviado para que colaboren con sus compañeros de la comandancia local, que actúan oficialmente como policía judicial del caso, y no para que hagan la guerra por su cuenta. Asimismo, les ha puntualizado que quien dirige la investigación del caso Pradera es el sargento Bellido. Si vuelven a salirse de ese guion dictará una providencia para que retornen a Madrid, digan lo que quieran en Guzmán el Bueno. Sales y Monterde salen del Juzgado de Instrucción echando pestes y acordándose de toda la parentela de la juez del Valle. Se dicen que de ahora en adelante tendrán que ir con pies de plomo y, sobre todo, no realizar ninguna actuación que incomode a Bellido, pues están persuadidos de que ha sido el sargento local el que ha malmetido a la jueza.
   En el proceso del caso Pradera, la Juez Instructora ha ordenado a un perito que proceda a abrir el maletín de Salazar que se llevaron de la habitación 16 la Molina, la Dumitrescu y el Fabregat. El contenido de la valija no era lo que esperaba la juez, pero sí lo que buscaba el trío que se lo llevó. La juez esperaba encontrar documentos incriminatorios referidos al caso ERE, lo que hubiera sido apuntarse un buen tanto en su carrera profesional. En cambio el trío que sustrajo el maletín acertó en sus sospechas. La valija solo contenía dinero, exactamente 37.460 euros en billetes nuevecitos, dinero que se incorpora al expediente del caso. La abogada de oficio que la administración de justicia ha asignado para la representación de Rocío Molina le da la noticia. A la sevillana se la llevan los diablos al comprobar que su intuición de dónde guardaba Curro la pasta era cierta y maldice a su mala fortuna por no haber sido capaz de abrir el maletín. “Si lo hubiese abrío, habría trincado la tela y tararí que te vi. Ya estaría en mi Sevilla y no aquí enjaulá” piensa.
   El 18 de agosto concluye. Han pasado tres días desde que falleció Curro Salazar por causas remotas desconocidas y la investigación parece atascada. Quizá por eso, el sargento Bellido, cabeza del grupo de investigadores, ha pedido ayuda, de forma extraoficial, al excomisario Grandal del que espera que con su dilatada experiencia le pueda echar una mano. El excomisario no se lo ha comentado, pero a su vez cuenta con que le apoyen sus inseparables amigos de la partida madrileña de dominó, cómo hicieron en el sonado caso del robo de un tesoro precolombino (*) en las mismas puertas del madrileño Museo de América. El descubrimiento de los ladrones les valió una condecoración policial. Como ha dado su palabra no piensa enseñarles el expediente del caso, pero sí contarles aquellos extremos en los que su opinión pueda aportarle puntos de vista que a él no se le hayan ocurrido. Formaron un eficaz y eficiente quipo y volverán a formarlo.

PD.- Hasta el próximo viernes
(*) Vid. El robo del Tesoro Quimbaya, en este mismo blog.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Capítulo 19. Prosiguen las declaraciones.- 78. No hablaré si no es en presencia de mi abogado


   Mientras el sargento Bellido y el excomisario Grandal conversan en un hotel de Marina d´Or, en Torreblanca los dos agentes de la UCO están interrogando a todos los que, de una manera u otra, tuvieron alguna relación con el fallecido Salazar o estaban en el hostal el día de autos. Siguiendo el peliculero sistema del poli bueno, que encarna la cabo primero Monterde, y el poli malo, a cargo del sargento Sales, los agentes están apretando las tuercas a todos los testigos. Se han centrado en las tres personas que tienen más a mano y que más contacto tuvieron con el exsindicalista: Anca, la señora Eulalia y, de rebote y por su participación en el episodio del maletín, Vicentín.
   A la patrona han terminado por marearla a base de continúas y en ocasiones impertinentes preguntas, hasta que la señora Eulalia se ha cansado y se ha puesto brava.
-Miren, serán ustedes guardias civiles, pero tienen poquísima educación. Lo que me están haciendo no lo haría ninguno de sus compañeros del pueblo porque todos me conocen y saben quién soy y como me porto con los que llevan tricornio. Ya no pienso contarles nada más porque todo lo que sabía ya se lo he dicho. Si quieren pueden llevarme presa al cuartel, pero ya no aguanto ni una sola pregunta más.
   Los dos investigadores se miran y se entienden sin decir palabra: probablemente se han pasado con la buena señora. Le dicen que puede marcharse, pero que no salga del pueblo sin avisar previamente.
   Con su respuesta la patrona demuestra que, además de mujer con temple, es asaz socarrona.
-Pues me han chafado el verano porque pensaba irme una temporadita a la Costa Azul.
   A continuación es el turno de Anca. Los agentes no se creen su relato de que en el maletín buscaban los papeles de la Seguridad Social de Salazar y centran sus preguntas en conseguir que la joven les diga el motivo real por el que se lo llevaron. Llega un momento en que la rumana se desfonda y tira la toalla. Cuando va a decirles que lo que buscaban era el dinero del difunto, un guardia entra en la salita de interrogatorios.
-Mi sargento, ahí fuera hay un señor que dice que es el abogado de esta joven.
   Los dos guardias se miran, no esperaban que en un pueblecito como aquél la gente tuviera abogado. Sales toma la iniciativa.
-Dile que espere.
   Para Anca la noticia ha sido una sorpresa, desconocía que tuviera abogado que la representara, pero como es intuitiva piensa que eso debe ser cosa de Vicentín. Se rearma y opta por no responder a más preguntas. Y dice lo que siempre se escucha en los seriales americanos de la tele cuando las fuerzas de la ley arrestan a un sospechoso ducho en detenciones:
-No hablaré si no es en presencia de mi abogado….
-Señorita usted está aquí como testigo y de momento no se le acusa de nada, por consiguiente no necesita ningún abogado.
   Pero Anca recuerda escenas televisivas en las que el detenido grita lo de: ¡no diré nada hasta que vea a mi abogado! No importa cuán insistentes puedan ser los policías, ni lo insidiosas de sus preguntas. Sea o no culpable, tenga mucho o poco que declarar el detenido no se derrumba ni dice una palabra. Calla y espera a su abogado. Y es lo que hace Anca:
 -Repito lo dicho: no hablaré si no es en presencia de mi abogado.
   Sales aprieta los dientes para no soltar un taco. Piensa lo que todo policía: que los abogados son peores que tener un grano en el culo. De mala gana le dice al guardia que puede pasar el letrado. La persona que entra, por su forma de vestir y comportarse, tanto podría ser un abogado como un tendero del pueblo, aunque lo que dice suena a jerga profesional.
-Soy el abogado de la señorita Dumitrescu, ella ya prestó declaración ante el comandante de este puesto. ¿Quiénes son ustedes y por qué la interrogan?
   Sales prefiere no identificarse, pero si responde al motivo del interrogatorio:
-La señorita Dumitrescu era la encargada de atender la habitación del hostal en la que el pasado día quince tuvo lugar un fallecimiento por causas todavía no explicadas. Es suficiente motivo para que la interroguemos las veces que sean necesarias.
-Ustedes no pertenecen a la dotación de este cuartel y por tanto no forman parte de la policía judicial del caso. No tienen ninguna jurisdicción para interrogar a mi cliente sin que esté presente alguno de los guardias de este puesto.
   “¡Coño con el rábula, nos ha salido peleón!” se dice Sales. Aunque piensa que lo malo es que, técnicamente, lo que afirma se acerca bastante a la verdad. Ellos están allí para coadyuvar. Y todavía se pone más nervioso cuando oye decir al letrado:
-Voy a presentar una queja formal ante la juez que instruye el caso por irregularidades en el proceso de instrucción, al menos por parte de ustedes, que no sé qué pintan aquí.
   Sales no quiere meterse en peleas jurisdiccionales en las que tiene más que perder que ganar y opta por dejar marchar a la muchacha. A la puerta del cuartel está esperándola Vicentín que alardea de que gracias al abogado de su padre ha conseguido que la dejaran libre. Anca le da las gracias y, recordando el consejo de sus padres, hasta le pone buena cara.
   En el entretanto en Marina d´Or, Bellido le cuenta a Grandal todo cuanto ha podido averiguar sobre las últimas horas en vida de Francisco Salazar. Primero le hace una sinopsis de quién es quién en el caso Pradera.
-Empecemos por el fallecido. Aquí nadie conocía su verdadero nombre ni que estaba en busca y captura. Lo más probable es que estuviera escondiéndose de la justicia. Ahora bien, recibía visitas de personas que presumiblemente sí sabían que era un prófugo. ¿Por qué le visitaban? La documentación que nos ha remitido la Juez Instructora, que por cierto es la titular del Juzgado de Instrucción número 4 de la Audiencia de Castellón y que se llama Isabel del Valle, tiene la respuesta pues de la misma se desprende que el finado era uno de los principales encausados en el famoso caso ERE de Andalucía y su declaración podría sentar las bases para la solución del proceso. Esa y no otra debe ser la causa del por qué recibía tantos visitantes, sobre todo andaluces.
-Lo que nos lleva a pensar que una de las patas del caso pasa por Sevilla –comenta Grandal.
-En efecto, comisario, el tal Salazar, al que apodaban el Conseguidor, se ve que era un punto filipino de mucho fuste. Y ahora vamos con los vivos. El primero, Rocío Molina que ha declarado ser novia del extinto, aunque según las declaraciones del hijo y de la Dumitrescu esa relación está periclitando –“Este hombre es un redicho, lo de periclitar ya no lo utilizan ni los académicos de la RAE” se dice Grandal-. Respecto a la Molina no está claro el motivo del por qué estaba alojada en un hotel de Alcossebre cuando su domicilio habitual está en Sevilla. Como tampoco lo está porqué motivo se encontraba en la habitación 16, ni porqué se llevó de la habitación del finado un maletín. Nos ha contado que buscaba la tarjeta sanitaria de Salazar por si había que ingresarlo en un hospital, pero esa historia no parece verosímil. Maletín que la Molina con la ayuda de la Dumitrescu y Fabregat intentaron abrir sin conseguirlo. Habría dado la paga de un mes por conocer el contenido del maletín, pero como dispone el ordenamiento jurídico lo tuve que enviar al juzgado para que un perito lo abra y tase los bienes u objetos que pudiera contener.
-¿Qué piensa que puede contener el maletín: dinero o documentos?
-O ambas cosas. Lo sabremos cuando me informe su señoría. Ah, la Molina es la única que de momento está detenida pues creemos que tiene información que se ha negado a facilitar, no solo de cuando estuvo en la habitación del muerto sino también sobre el maletín de marras. Por ahora es la sospechosa número uno aunque tengo mis dudas sobre su participación efectiva en el fallecimiento de Salazar. No sabría decirle por qué, pero eso creo.
   “Este sargento comienza a caerme simpático. Es de los míos, de los que cree en el olfato policial. Creo que haremos buenas migas” piensa Grandal.
-En segundo lugar tenemos a Anca Dumitrescu. Es de nacionalidad rumana y era la camarera que tenía asignada la atención y cuidado de la habitación 16, en la que falleció Salazar. Dice que estaba en la habitación porque la Molina se lo pidió. Al igual que la Molina no ha sabido explicar con claridad porque no se llamó a un médico estando el citado huésped tan enfermo como parecía. También es dudosa su explicación de porqué se fue con su novio y la Molina para encontrar un herrero que les abriera el maletín. Y a todo eso abandonando su trabajo en un día en el que el hostal estaba abarrotado de clientes. La Dumitrescu ha colaborado en todo momento con nosotros, pero como digo su relato tiene puntos oscuros que habrá que aclarar.
-Yo la conozco de servirnos en la terraza, pero no puedo decir nada de ella, ni bueno ni malo, aunque con nosotros, me refiero a la pandilla del dominó, siempre se portó correctamente y nos trató con amabilidad.
-En tercer lugar –prosigue el sargento- está Vicente Fabregat, más conocido por el diminutivo de Vicentín. Estoy convencido de que su participación fue ocasional y que si estuvo en la habitación del fallecido y luego en la aventura del maletín fue arrastrado por su novia. Una relación que, como he dicho y según se rumorea en el pueblo, estaba más en trance de romperse que de proseguir. El chico tiene fama de cantamañanas y hasta donde yo sé la tiene bien ganada. Es lo que ahora se conoce como un nini, ni trabaja ni estudia. Eso sí, pertenece a una familia que forma parte de uno de los clanes más poderosos del pueblo: los Fabregat y que si pueden pondrán todos los palos posibles en las ruedas de la investigación con tal de que su polluelo salga indemne.
-No te preocupes, Bellido, podremos con ellos –“Y con quien se ponga por delante” piensa Grandal, pero le parece excesiva chulería y se calla.

PD.- Hasta el próximo viernes