"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 22 de diciembre de 2017

32. ¿Es amor o simplemente sexo?



   Ajeno por completo a las idas y venidas de los emisarios que las diferentes camarillas sevillanas han enviado para negociar o lo que se tercie, Curro solo tiene una preocupación en mente: Anca. Cada día que pasa está más encaprichado con la joven. Por las mañanas se queda en la habitación hasta que la pizpireta camarera aparece para arreglar el cuarto. Le da palique, le relata historias de sus andanzas por Andalucía, le cuenta anécdotas y chascarrillos y alardea de los muchos dineros que tiene pues sabe lo pragmática que es la joven rumana. A menudo le compra obsequios procurando que no sean demasiado ostentosos para no dar motivos a las suspicacias del receloso de su novio. Hasta ha llegado a espiarla en algunos de sus encuentros con Vicentín, de quien ha procurado informarse de su vida y de cuanto hace y deja de hacer. Igualmente ha indagado, de la manera más discreta posible, sobre las familias de los novios. Así, ha llegado a enterarse de que ambos jóvenes tuvieron otras parejas antes de ennoviarse. Él tuvo relaciones con una pubilla, que es como en el pueblo se llama a la hija única de una familia de posibles; ella, desde casi la adolescencia, anduvo con un chico rumano que trabajaba de camarero en un parador de carretera. También ha descubierto que a los padres de Vicentín el noviazgo no les gusta un pelo pues creen que la rumana solo busca la fortuna de su hijo. En cambio, la familia de Anca, especialmente su madre, está ilusionada con una relación que, en caso de cuajar, supondría para su hija una escalada en el estatus social del pueblo y sobre todo le proporcionaría seguridad económica. A Curro hay veces que le da la impresión de que Vicentín está enamorado hasta las trancas de la joven y bebe los vientos por ella. En cambio, en otras le parece que el hereu, la versión masculina de la pubilla, lo que está es encoñado con la joven porque ha podido comprobar lo tórridas que son las relaciones de la pareja. La propia joven, sin ninguna clase de recato, se lo ha contado: si por su novio fuera follarían todos los días y más de una vez pues Vicentín, criado en un ambiente en el que la virilidad es un valor altamente apreciado, se siente en la obligación de mostrarse muy macho. En cuanto a ella, hija de una cultura en la que las relaciones sexuales son muy permisivas, es consciente de sus muchos encantos y no escatima las ocasiones de lucirlos y, según le pete, hasta de ofrecerlos. Por todo eso Curro se pregunta si lo de Vicentín por Anca es amor o simplemente, sexo. Ante la duda, el exsindicalista, que nunca fue un romántico, se dice: “Para mí que el gilipollas del Visentín” –Cuando habla para sí le sale el seseo de su tierra natal, seseo que se cuida muy mucho de ocultarlo en su vida de fugitivo- “lo que está es encoñado hasta las trancas”.
   La pregunta de si lo del joven es amor o sexo, Curro se la aplica también a sí mismo porque el subidón que le da nada más ver a la joven puede ser cualquiera de ambas cosas. “La verdá es que desde Rosío ninguna mujer me había puesto como una moto. Está claro que lo que quiero es volver a tirármela, pero también es sierto que me lo paso muy bien con ella aunque no se abra de piernas”. En toda esta historia, de lo que no tiene ninguna duda Curro es del rasgo más acusado del carácter de uno de sus protagonistas: Vicentín es más celoso que un moro. Sabe, porque se lo ha contado uno de los amigos del joven, que si por él fuera Anca no solo no trabajaría sino que ni saldría de casa. Se pone enfermo por el simple hecho de ver que cuando pasea con ella más de uno la desnuda con la mirada. Tiene unos celos casi enfermizos y ha contado a sus amigos que la única manera de poder retenerla en casa es casándose, algo que si por él fuera ya lo habrían hecho. Si no han pasado por el Ayuntamiento para que la alcaldesa legitime su unión, Anca no quiere saber nada de casarse por la Iglesia puesto que no es practicante, es porque los padres de él ponen todos los obstáculos posibles para que el enlace no tenga lugar. La familia del joven tiene una poderosa arma para frenar las desbocadas ansias de boda de Vicentín: ¿de qué viviría la pareja en el supuesto de formalizar la relación?. Ella trabaja, pero el joven vive de la sopa boba de sus padres pues no tiene ni oficio ni beneficio, ni trabaja ni estudia; es lo que en un modismo de nuestros días se llama un “nini”. Como estudiante fue una calamidad, ni siquiera llegó a terminar la educación secundaria obligatoria. Y como trabajador nunca le ha dado un palo al agua, lo más que ha hecho ha sido ayudar a su padre en la recogida de las cosechas y eso, cuando el patrón de la familia no ha conseguido contratar los braceros necesarios.
   El etéreo currículum de Vicentín es algo que Salazar le ha comentado a la joven en más de una ocasión. La primera vez que lo hizo la respuesta de Anca fue tan contundente como cínica:
-¿Qué te crees, que todo eso no lo sé?. Vamos, anda, como si me cayera de la higuera. Eso lo sé yo y todo el pueblo.
-Entonces, ¿cómo sigues con él?
-Por muchas razones. Me divierte, me pasea en coche, se gasta conmigo toda la pasta que puede arramblar a los tacaños de sus padres y además está lo de que en el pueblo se le considera, aunque no doble los riñones ni para coger del suelo un billete de veinte euros. Es alguien y lo será mucho más cuando herede la fortuna que tiene su familia. Y si él es alguien, la mujer que se case con él también lo será. Todo eso sin añadir que a mi madre le daría un soponcio si rompiera con él.
-Todas las razones que has alegado podrían estimarse como válidas siendo realistas, pero en la vida también son válidos los sentimientos, si me apuras mucho más que los aspectos materiales. Y en ningún momento has hablado de que estés enamorada o, al menos, encariñada con él o simplemente que te guste. ¿Es que eso no cuenta?
-Curro, tío –La joven ya descubrió hace días que a Francisco Martínez le gusta más que le llamen Curro-, ¿a tus años todavía crees en lo de contigo pan y cebolla? Tú tienes tanta pinta de ser de los que se enamoran como yo de ser monja ursulina. No me hagas reír.
-Uno de los viejos con los que juego al dominó por las tardes –responde Curro- citó un día un proverbio escocés: no te cases por dinero, puedes pedirlo prestado a menor interés.
-Ya te he dicho que no solo es cuestión de pasta, está lo de ser alguien en el pueblo. Estoy hasta los mismísimos ovarios de que haya gente que me mire por encima del hombro porque para ellos solo soy una pobre chica rumana, una migrante, una forastera. Si me caso con Vicentín muchas palurdas se tendrán que tragar todas las perrerías que me han hecho y lo mal que me han tratado. Y me pone solo de pensar lo que les voy a poder restregar a la cara si me convierto en la señora de Fabregat.
-¿Qué coño es eso de señora Fabregat?
-Es el apellido de Vicentín. Aquí es un apellido muy corriente, como en otras partes apellidarse García o López. Algunas de las familias más ricas y prepotentes del pueblo se apellidan así, entre ellas la de mi novio.
-Pero para ser la señora de Fabregat, por lo que me has contado de la inquina de los padres de Vicentín, tendrás que esperar a que la palmen. Y no me parece que tus futuros suegros tengan ninguna intención de ello.
-Eso quizá en poco tiempo se solucione, el padre de Vicentín está bastante cascado. A pesar de la pasta que tiene lleva una vida muy aperreada. Cualquier día de estos puede palmarla, entonces Vicentín heredaría una parte de la fortuna familiar, mucho más que suficiente para poder llevar una vida de cine.
-Mira, Anca, no te hagas ilusiones que pueden ser más falsas que los Reyes Magos. Gente del pueblo me ha contado que los padres de tu novio es verdad que poseen muchos bienes raíces, pero…
-¿Qué es eso de bienes raíces? –le corta la joven.
-Son las propiedades que no pueden moverse del lugar en el que están, tales como tierras, viviendas, locales, etcétera. A lo que iba, tienen muchas propiedades de esa clase, pero lo que es dinero en efectivo, cash como se le llama en el mundo de los negocios, tienen muy poquito…
-Te equivocas, tío. Tienen un montón de millones que guardan parte en el banco y otra parte en una caja fuerte que compraron cuando les llovió del cielo el dinero. Verás, tenían una finca en la partida del Clot d´en Pere Tomás, muy cerquita del mar, y que no valía nada porque la tierra es muy salitrosa, pero cuando surgió el proyecto del campo de golf “Doña Blanca” que se tenía que construir por allí les compraron el terreno por una millonada. Por eso tiene Vicentín el coche que tiene, porque por un día sus padres se sintieron rumbosos y le regalaron el descapotable.
-O sea, que no es amor ni siquiera sexo, estás dispuesta a venderte por un plato de lentejas.
-Por un plato de lentejas nanay. Por un plato de jamón de Jabugo cinco estrellas, que no es lo mismo.

PD.- ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!