Al preguntar Julio que son los turistas,
Chimo decide dar una pequeña lección a su amigo.
-Carreño, eres bastante leído pero en
determinados aspectos estás totalmente verde. Y lo estás porque tienes una gama
de intereses quizá demasiado específicos, y fuera de ellos te interesan pocas
cosas. A ello sumo que el francés que estudiaste en el bachillerato, por lo que
veo, no has debido tocarlo desde entonces. Digo esto porque turista es un
vocablo cada vez más usado por ingleses, franceses, italianos y demás
extranjeros.
Y el morellano se lanza a explicar que,
según les contó el profesor de las clases de inglés de la Cámara, la voz
turista viene del inglés tourist, que
a su vez procede del francés tour.
Comenzaron a usarla los británicos pudientes cuando pusieron de moda, a partir
del siglo XIX, hacer una gran vuelta o tour
por Europa para visitar países continentales. Y que desde entonces, y cada vez
más, se aplica a toda persona que viaja por placer, por conocer nuevos lugares
o por simple entretenimiento.
-¿Y aquí vienen muchos turistas? –pregunta
Julio.
-Comienzan a venir y, en opinión de
Amengual, vendrán todavía más en el futuro.
-¿Y eso por qué? No veo que Mallorca tenga
algo que no tengan otros lugares de España.
-¿Pero
tú conoces bien la isla?
-La verdad es que no, lo más lejos que he
ido ha sido a Portopí.
-Pues no sabes lo que te pierdes. Mallorca
tiene rincones preciosos y pueblos pintorescos. Y en cuanto a las costas, las
tiene para todos los gustos. La isla está plagada de calas y playas que son una
verdadera gozada para la vista y no te digo para bañarse o tumbarse a la
bartola.
-¿Y tú has estado en todos esos lugares?,
¿cómo lo has hecho, me refiero a cómo has ido?
-Si no en todos, sí en muchos. El año
pasado, muchos sábados y domingos, recorrí gran parte de la isla con una
bicicleta que sacaba, y sigo sacando, a escondidas del servicio de mensajería.
-¿Y no tienes miedo de que te pillen al
cogerla o al devolverla?
-¡Qué va! Los carteros, al igual que los mensajeros,
entramos y salimos de La Almudaina con total libertad. Los sábados salgo por
una de las puertas secundarias montado en la bici con toda naturalidad, y como
la guardia sabe que soy cartero no me dice ni pío. Y los lunes, a primera hora,
entro con la bici como si viniera ya de algún reparto y hasta el día de hoy
nadie me ha llamado la atención. Y así tengo la bici para mí todo el fin de semana.
Eso es lo que me ha permitido viajar por la mayor parte de la isla. Salvo los
sitios más alejados de Palma, como las bahías de Alcudia o Pollensa y la zona de
Artá y Capdepera, he recorrido prácticamente toda la isla.
-Sabía que te gustaba recorrer Palma, pero
no que también lo hicieras del resto de la isla.
-Pues sí, y ese es uno de los motivos que me
han metido en la cabeza la idea de quedarme en esta tierra cuando acabe la
mili. Además, según nos ha contado Amengual, Mallorca cuenta con una importante
ventaja adicional: es muy conocida en el resto de Europa, mucho más que otras
regiones españolas, quizá con la excepción de Andalucía y un poco de Cataluña.
-¿Y por qué es tan conocida Mallorca?
El morellano le cuenta que, como les ha
explicado el profesor de la Cámara en alguna ocasión, la isla ya era bastante
conocida en ciertos ambientes europeos desde mediados del siglo XVIII, pero cuando
se dio a conocer de forma generalizada, sobre todo en Europa, fue a raíz de la
llegada a Mallorca en 1838 de George Sand, seudónimo de Amandine Aurore
Dudevant, destacada escritora, periodista y revolucionaria francesa. La
franchuta llegó a la isla en compañía de su amante Federico Chopin, compositor
y virtuoso pianista polaco, considerado uno de los más importantes de la
historia y uno de los mayores representantes del Romanticismo musical. Aunque
la francesa solo estuvo poco más de tres meses en la isla le sirvió para
escribir un libro, Un invierno en
Mallorca, un cuaderno de viaje autobiográfico que se editó en 1842. Dada la
popularidad de la autora y de su amante, la obra tuvo una gran repercusión en
Europa y se hicieron rápidamente múltiples ediciones. Años más tarde, en las
últimas décadas del XIX, la isla tuvo otro gran valedor que hizo que su nombre
se popularizara todavía más entre la nobleza y la alta burguesía europea que
naturalmente eran los que más viajaban. Ese valedor fue el archiduque de
Austria, Luis Salvador de Habsburgo-Lorena, que se enamoró de las Baleares nada
más conocerlas, y acabó fijando su residencia en Mallorca donde adquirió fincas en los municipios de
Valldemosa y Deyá, entre otros. El archiduque fue el auténtico precursor del
turismo en las Baleares, pues escribió una monumental obra de varios tomos en
la que describió la incomparable belleza de un archipiélago todavía virgen al
que solo llegaban viajeros ocasionales… y Chimo acaba afirmando:
-Desde entonces, Mallorca aparece en la
mayoría de listados de lugares turísticos a visitar para los que viajan por
placer, y que forman parte de ese concepto que tú no conocías, el turismo
–remacha el valenciano.
-Y a pesar de que para llegar a las islas
forzosamente hay que coger un barco, ¿hay gente que todavía le apetece venir?
–El extremeño entiende las explicaciones de su amigo, pero le cuesta aceptar
que haya personas que viajen solo por el placer de ver nuevos paisajes y que
encima hayan de cruzar el mar, con lo peligroso que puede ser eso.
-Verás, Carreño, los dos somos de secano. Yo
la primera vez que vi el mar fue en Vinaroz cuando tenía doce años, y supongo
que tú debes haberlo visto cuando viniste a Mallorca –ante la negación del
mañego, el de Morella rectifica-. Bueno, aunque lo vieras antes, pero ambos
somos de tierra adentro. Para la gente como nosotros lo de cruzar el mar
siempre nos parece una peligrosa aventura porque no estamos ni acostumbrados ni
viajados, pero para la gente de otros países, o de la misma España, que viven
en la costa o que han viajado mucho, lo de embarcarse les parece tan natural como
a nosotros viajar en carro. Todo es cuestión de costumbres.
El pensamiento de Julio viaja por otros
caminos, sus palabras lo confirman.
-No viene nada a cuento, pero estoy pensando
que si aprendes inglés podrás ligar fácilmente con toda esa legión de turistas
que llegan a la isla.
-Posiblemente, pero eso será cuando lo sepa,
de momento solo soy capaz de decir algunas palabras y frases sueltas.
-Bueno, pues con tus cuatro palabras de
inglés y otras cuatro mías de francés podríamos convertirnos en los mayores
ligones de Capitanía.
-¡Pero, Carreño, no me habías dicho que no
quieres tener más líos con mujeres, que para ti solo existe la novia del
pueblo!
-Y lo mantengo, pero no estoy hablando de
mujeres, lo hago de las turistas; o lo que es lo mismo, de extranjeras.
-¡Vaya razonamiento!, no sé si lo dices en
serio o en broma. ¿Qué pasa, que las extranjeras no son mujeres?
-Claro que lo son, pero no como las de aquí
que todas quieren casarse. Imagino que las turistas, o sea las extranjeras,
tienen una gran ventaja sobre las españolas y es que supongo que no sueñan en
casarse con un español. Probablemente, terminen emparejándose pero con alguien
de su país. Supongo que vendrán, estarán unos días o unas semanas como mucho, y
luego volverán a su patria.
-Un par de precisiones. Una es que también
puede haber turistas españolas; es decir, mujeres de otras regiones de España
que vengan a la isla a pasar una temporada. Otra es que una extranjera puede
enamorarse de un español, ¿por qué no?
-Supongo que enamorarse sí, pero casarse…,
que quieres que te diga ¿Te imaginas a cualquiera de los dos casado con una
extranjera a la que no se le entienda ni palote? Y que vaya usted a saber qué clase
de vida ha podido llevar.
-Carreño, yo creía que era muy pueblerino,
pero la verdad es que tú me das sopas con honda.
-¿Y eso, en cristiano qué quiere decir?, lo
de las sopas con honda.
-En cristiano quiere decir que a pueblerino
me das ciento y raya.
-Que manía tienes de hablar con frases
hechas. Parece que sacas la mayoría de frases de un manual de esos de aprenda
castellano en un mes.
-¿Y cómo crees que lo aprendí?, el
castellano me refiero.
-¡No jodas!, ¿aprendiste castellano en un
libro?
-En uno no, en muchos. Te lo tengo que
explicar para que lo entiendas. En Morella, todos hablamos en valenciano. Puede
haber poco más de una docena y media de personas que hablen en castellano,
generalmente gente de fuera como el boticario, el señor juez o el notario. La
primera vez que me hablaron en castellano fue cuando a los seis años entré en
la escuela del pueblo. El maestro nos enseñaba en castellano y teníamos que
responderle en esa lengua, pero en cuanto salíamos al recreo o se terminaba la
clase todos los niños volvíamos a usar el valenciano. Cuando tenías la edad de
dejar la escuela ya no volvías a manejar el castellano, por lo que en poco
tiempo olvidabas la mayoría de lo que habías aprendido. A mí no me pasó porque
como me gustaba mucho leer lo hacía continuamente, naturalmente con libros en
castellano. Ahí es donde de verdad aprendí la que para ti es tu lengua materna.
Al no aprender de las personas sino de los libros por eso uso tantas frases
hechas o dichos, refranes, proverbios y modismos. Tú y los que sois
castellanoparlantes desde el nacimiento lo habláis con toda naturalidad. En
cambio, yo lo hablo como lo aprendí en los textos, por eso lo hago como lo
hago.
-Me maravillas, Chimo, por el esfuerzo que
ha debido costarte lo que para mí ha sido tan fácil. Desde ahora te respeto
mucho más. Eres un tío cojonudo porque al final resulta que sabes más de la
lengua castellana que yo. Por poner un ejemplo, yo no sé en qué se diferencia
una frase hecha, un refrán, un proverbio o un modismo. Explícamelo, por favor.
-¿Julio, no te cansas de preguntar? Entre lo
de los turistas, la explicación sobre Mallorca y ahora con lo del castellano me
tienes frito. Lo de ejercer de profesor es pesadísimo, mejor lo dejamos para
otro día.
PD.- Hasta
el próximo viernes en que, dentro del Libro I de Los Carreño, publicaré el episodio
43. Lo que estás haciendo
con el mañego es una marraná