"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Libro II. Episodio 72. ¿Has probado untar al de las licencias?

   Julio cuenta a su madre el fracaso de su gestión con el Bisojo.

   -… y lo que es peor, madre, me ha despedido. Mañana a primera hora tengo que ir a la tienda a traspasarle los libros y darle cuenta de las existencias. No me va a quedar más remedio que poner en marcha el farol que me he tirado de abrir una droguería por mi cuenta. Todo lo que habíamos planeado se ha ido a pique. Creo que no he sabido jugar mis cartas.

   -Y el Bisojo, ¿piensa volver a la tienda?

   -No está en condiciones, aunque supongo que irá para dar instrucciones a Lupe y Antonina y que serán ellas quienes se encarguen de la tienda.

   -He estado pensando… Creo que lo primero que debes hacer es pedirle al Bisojo más días para hacer el traspaso. Dile que cuadrar las cuentas y confeccionar el arqueo de las mercancías son procesos laboriosos. Y durante ese lapso tu meta solo ha de ser una: convencer a las dos chiquitas que trabajan contigo para llevártelas a tu droguería. Promételes que les darás el oro y el moro, pero quítaselas al Bisojo.

   -Ya lo había pensado, aunque la verdad es que no creo que sean capaces de desenvolverse solas. Todavía están muy verdes y no te digo nada de lo que es la administración del negocio, no tienen formación alguna para ello.

   -Si el Bisojo vuelve a la tienda las dirigirá y bien que mal se irán desenvolviendo, y entonces tendrás más problemas para que tu negocio comience con buen pie. Si consigues que no se queden con el Bisojo, creo que tienes la mitad de la batalla ganada para poder competir con él en igualdad de condiciones.

   -¿Y qué les puedo ofrecer?, ¿más sueldo del que ahora cobran?

   -Y algo más, algo que para ellas sea tan o más importante que el dinero. Has de usar la táctica del palo y la zanahoria, pero con tiento porque cuando tratas a las personas como asnos en eso se convierten.

  -¿El palo y la zanahoria?, ¿a qué te refieres? –pregunta Julio.

   -Ya sabes, la teoría del palo y la zanahoria explica que si deseas conseguir que un burro se mueva necesitas colgar una zanahoria delante del hocico y un palo golpeando su lomo por detrás, pero como te he dicho con tiento. A las dependientas les tienes que meter miedo, ese será el palo. Les cuentas que como vas a abrir una tienda más moderna y lujosa te vas a llevar la mayoría de la clientela, con lo cual a corto plazo se quedarán sin trabajo. También puedes añadir que el Bisojo tiene los días contados y Dios sabe que será de ellas cuando la tienda tenga otro dueño, lo más seguro es que las despida. Y cualquier otra cosa que se te ocurra para meterles miedo. La zanahoria será todo lo que pueda empujarles a irse contigo: más sueldo, estar mejor tratadas y cualquier otro incentivo que para ellas sea tan o más importante que el dinero.

   Se produce una pausa en el coloquio. Julio está cavilando qué podría ofrecer a las dos empleadas para que se vayan con él.

   -A Lupe le gusta mucho aconsejar sobre perfumes y productos de tocador a las clientes, y a ambas les repatea la bata gris que el Bisojo les hace llevar.

   -Ahí tienes el cebo. Dile a Lupe que vas a crear una sección especial de artículos femeninos y que ella será la encargada. Y también que estás pensando en unos bonitos y modernos vestidos para tus empleadas, nada de batas. Ah, y que mientras no abras tu droguería les seguirás pagando como si estuvieran trabajando.

   -¿No van a ser muchas promesas?

   -Por prometer que no quede, luego si no puedes cumplir con todo ya lo arreglarás de alguna manera. Piensa en el panorama con el que se puede encontrar el Bisojo sin las dos muchachas. No hay nadie más en el pueblo que entienda algo de droguería, y manejar un comercio en el que hay cientos de artículos diferentes no es algo que se aprenda en cuatro días. Tendría que traer de fuera a alguien que supiera y sabes mejor que yo como es la gente, no les gustan los forasteros y menos si tienen que fiarse de su consejo para adquirir algún producto. La clave de esta batalla está en las chicas, quien se quede con ellas será el vencedor.

   Julio no consigue que el Bisojo le conceda los cuatro días que pedía para poner en orden los papeles, pero sí le arranca dos. En esas cuarenta y ocho horas el mañego se vuelca con Lupe y Antonina. Juega con cierta ventaja: a ambas las escogió él, por lo que le están agradecidas y en la ciudad trabajos como el que tienen no abundan para las chicas jóvenes. Otro tanto a su favor es que siempre las trató con amabilidad y nunca intentó propasarse con ellas, algo que no es moneda corriente en un país en el que los patronos tratan a sus empleados como si fueran siervos de la gleba. En cambio, al tío Elías alguna que otra vez se le ha ido la mano, y el toqueteo como al desgaire del trasero de alguna de sus empleadas lo ha justificado con una risotada. Pese a todo, las jóvenes se muestran enormemente renuentes a dejar su empleo, no por miedo al Bisojo ni porque le tengan gran aprecio, sino porque lo que les ofrece Julio lo ven como una aventura de final incierto.

   -Julio, sabes que tanto Antonina como yo te apreciamos mucho y te estamos muy agradecidas, pero lo que nos pides es dejar un trabajo seguro por otro que no sabemos cómo ni cuándo se pondrá en marcha –se excusa Lupe.

   -Como dice mi madre: más vale pájaro en mano que ciento volando –secunda Antonina.

   -Además –insiste Lupe para remachar la negativa-, montar una tienda nueva no es algo que se haga en unos días, ¿qué haremos hasta que puedas abrirla?

   -Dos cosas que ya tenía pensadas. Una será que me ayudéis al montaje de la decoración. Vosotras tenéis mejor gusto que yo. La otra es que mientras no se abra la tienda pienso seguir pagándoos como si estuvierais trabajando. Serán las primeras vacaciones de vuestra vida, ¿no os hace ilusión?

   Tras mucho dialogar, las cosas no acaban saliendo como Julio deseaba. Pensaba que a Lupe, la más espabilada de las dos, lo de hacerse cargo de una nueva sección dedicada exclusivamente a la mujer le atraería lo suficiente para convencerla, pero no es así. Opta por quedarse con el Bisojo. Tiempo después, Julio se enterará del por qué: la muchacha le fue con el cuento al viejo droguero de lo que Julio pretendía, y el Bisojo le prometió que si se quedaba la haría la encargada de la tienda. En cambio, a Antonina si pudo convencerla de irse con él, por mucho que el Bisojo también intentó hacerse con ella. Amohinado, se lo cuenta a su madre. Pilar, tan positiva como siempre, valora la parte favorable de la intentona.

   -Bueno, no te amohínes, el cincuenta por ciento no es tan mal resultado. Ahora dedícate en cuerpo y alma al montaje de la nueva tienda. Y por descontado, dime en lo que pueda ayudarte. De momento he hecho una lista de las primeras actuaciones a realizar. Como de este negocio sabes mucho más que yo, complétala o elimina las acciones que sobren.  

   La lista que le ha dado su madre contiene un conjunto de actuaciones a emprender: buscar un local que sea céntrico, negociar el alquiler, ir al ayuntamiento a recabar los permisos necesarios para la apertura, contratar albañiles, carpinteros y demás oficios para la puesta a punto del local, ponerse en contacto con proveedores y mayoristas para recabar los primeros pedidos, negociar descuentos y formas de pago… y pensar en cómo hacer llegar a la clientela del Bisojo en particular, y a la gente de la ciudad en general, la apertura de una nueva droguería y de las novedades que van a encontrar en ella.

   -Faltan algunas operaciones, pero ya me encargo de completarlas. Por cierto, la última actuación no creo que sea necesaria. Por mucho que se tilde de ciudad, Plasencia no es más que un pueblo grande en el que todo el mundo se conoce. En menos de veinticuatro horas todo quisqui va a saber que el encargado de la tienda del Bisojo va a poner una nueva droguería. Y luego, pues atenerse al refrán: el buen paño en el arca se vende.

   -Creo, hijico, que ese refrán se ha quedado anticuado. Si piensas en tus viajes por la provincia, cuando hacías de vendedor ambulante, recordarás que los artículos que más vendías eran los que exponías a la atención de la clientela y los que anunciabas en los carteles que colgabas de los adrales. Por tanto, además del boca a boca, que mejor sería llamarlo de boca a oído, deberías pensar en algún medio para difundir por toda la ciudad el nuevo comercio. No estaría de más.

   En cuanto el Bisojo le da el finiquito, por cuyo monto vuelven a tener una buena agarrada, Julio se entrega de lleno al desarrollo del sueño que ha perseguido durante tantos años: la instalación de su primer comercio. Comienza por patearse el centro de la ciudad, viendo que locales se alquilan, y se pone en contacto con el tío Orlando, uno de los corredores de fincas más conocidos, con su ayuda encuentra un local idóneo y muy bien situado en la Glorieta de Bravo Murillo. Negociar el alquiler lo resuelve en cuestión de una hora tomando unos vinos con el propietario y con la eficaz intermediación del corredor de fincas. En cambio, lo de recabar los permisos necesarios para la apertura de la tienda se revela más farragoso. En el ayuntamiento todo son buenas palabras, pero le informan que tanto el permiso de obras como la licencia de apertura tardarán en gestionarse unas cuantas semanas.

   -No puedo esperar tanto tiempo –se queja Julio.

   -Es lo que hay, señor Carreño. Ya sabe que las cosas de palacio van despacio.

   Julio intenta convencer al empleado municipal encargado de las licencias de agilizar los trámites con nulo resultado. Pide hablar con el alcalde, pero este no puede recibirle. Piensa en quien podría tener alguna influencia en el ayuntamiento, hasta que se le ocurre un nombre: su antiguo profesor de contabilidad. Va a visitar a Hernández y le cuenta el problema.

   -Don José, ¿usted conoce a alguien del ayuntamiento, al alcalde o a algún concejal?

   -Conozco a alguno, pero de pasada. Y el problema que me acabas de contar es más asunto de funcionarios que de políticos. ¿Has probado untar al chupatintas que da las licencias?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 73. Soltero y sin compromiso

 

*** Post info 16. Una cena de Nochebuena absolutamente atípica

   Las cenas de Nochebuena son una tradición familiar, algo que es compartido por millones de familias, sean o no cristianas. Este año, con la tragedia del coronavirus acogotándonos, supongo que la mayoría de familias la habrán suspendido, como recomiendan las autoridades sanitarias. Pero estoy seguro que otras muchas familias, jugándose el tipo, las habrán llevado a cabo aunque tomando precauciones. MI núcleo familiar, en el más estricto sentido, ha sido de los últimos, tomando ciertas medidas preventivas. Nos hicimos antes las PCR, llevábamos mascarillas que solo nos quitamos para comery procuramos guardar la distancia social, a sabiendas de que la seguridad absoluta no existe con ese bastardo del covid-19.

   En primer lugar el número de comensales: solo seis, que es el máximo legal permitido. Mis dos hijos, mi yerno –que es como mi tercer hijo-, los dos nietos y yo. El segundo, el cenáculo: la terracita abierta del piso de mi hijo; es decir, al aire libre. En todos los pisos que teníamos a la vista las terrazas estaban cerradas a cal y canto. Todo lo demás ya fue bastante normal, si exceptuamos que hacía un frío serrano del carajo por lo que, en vez de ponernos de tiros largos, íbamos vestidos como si fuéramos esquimales. Yo lo llevaba todo a tríos y cuando me levantaba de la mesa parecía uno de aquellos primeros robots que se movían de manera mecánica.

   Pese a todas las singularidades, la cena discurrió casi casi como si los comensales fueran los de siempre, vestidos como habitualmente, y el emplazamiento un confortable comedor. No faltaron los aperitivos –en realidad fueron los más numerosos-, el faisán con uvas –uno de los platos que nunca faltan en esa cena-, los buenos vinos –que en esta tierra abundan-, los turrones y el cava. Y hasta pasamos menos frío del previsto, no sé si porque los dioses del tiempo fueron benévolos o porque los caldos trasegados hicieron su trabajo. Que recuerde, solamente eché en falta otra tradición familiar: que cantáramos unos cuantos villancicos. Creo que el olvido se debió a la excepcionalidad de la ubicación.

   Fue una cena de Nochebuena absolutamente atípica, pero durante unas horas nos olvidamos de la maldita pandemia que de manera tan drástica ha alterado la vida de la humanidad. Confiemos y deseamos que la próxima Nochebuena podamos celebrarla de forma absolutamente normalizada. Amén.

PD.- Me olvidaba de los mini aperitivos que sirvieron de entrantes: blinis co caviar, foie con tostas de pasas, cucharita de pulpo sobre crema de patata, tartar de ventresca de atún con huevo de codorniz, gambas al ajillo y carabineros a la plancha.