A raíz de la publicación en el periódico
comarcal El Pregoner de que está en marcha el proceso de aprobación del PAI de
la Marina que contaría con un puerto interior, el cual, aunque no se dice
explícitamente, se sobreentiende que se construiría sobre los marjales, se
desata en el pueblo un torrente de opiniones encontradas. No se habla de otra
cosa. Paradójicamente, nadie dijo una palabra cuando comenzó a urbanizarse la
partida del Torreón y aledañas; es más, a casi todos les pareció bien que se
urbanizara aquella zona, quizá porque era el territorio más pobre del término
municipal. En el caso del PAI de la Marina ocurrió algo parecido en las
primeras fases del proceso: ni en la etapa de información pública, ni durante
el plazo de presentación de alegaciones apenas si hubo comentarios que
trascendieran al común de la población.
En cambio, ahora son muchas las voces que claman
contra la urbanización de la Marina, posiblemente porque en su almendra está el
humedal de la marjalería, paraje que va unido a la memoria y a las vivencias
infantiles de los lugareños. Quien más quien menos de los nacidos en Senillar
había ido de niño a nadar en los canales del humedal o recordaba como pescaba
ranas o capturaba tortugas en las acequias existentes entre marjal y marjal.
Sea por motivos sentimentales o por no se
sabe qué, pero cada día es mayor la contestación de la calle contra el proyecto.
Claro que la protesta, al menos de momento, se hace de manera netamente
española: echar toda clase de pestes y reniegos contra el plan en bares, tertulias
y reuniones, pero sin ir más allá. Es lo que Pascual Tormo ha bautizado como
una protesta ágrafa.
Acaso porque conoce bien el percal de que
están hechos sus convecinos, el equipo de gobierno del Ayuntamiento no concede
ninguna importancia a la incipiente protesta, se limita a repetir, una y otra
vez, que el proyecto será una nueva y duradera mina de oro para el pueblo y
que, por descontado, se urbanizará la zona, pero sin tocar los marjales. Hasta
el lobby local pro-urbanismo y sus variadas terminales no le dan mayor alcance
a unas quejas que casi siempre son en voz baja. De lo que sí se han ocupado los
representantes locales de los constructores ha sido cortar de raíz un amago de
oposición que detectaron a tiempo. Fue cuando Jaume Pellicer, que sigue siendo
secretario general del PSOE local, anunció que votaría en contra en el pleno
del Ayuntamiento en el que se iba a tratar del PAI. Tuvieron que recordarle que
más le valía mantenerse callado o saldrían a la luz algunas de sus actuaciones
en su etapa de alcalde en la anterior legislatura. La amenaza funcionó, los
socialistas se limitaron a abstenerse en la votación del pleno.
La postura entre los círculos locales del
poder de que aquí no pasa nada tiene una excepción: Agustín Badenes. Desde su
atalaya de Cajaeuropa ha olfateado que, por ahora, la protesta es un modesto
riachuelo, pero si no se lo represa a tiempo puede convertirse en un impetuoso
torrente. Por eso cita a su socio Arbós para hacerle partícipe de su
preocupación.
- José
Ramón, hay que atajar cuanto antes esas habladurías que corren por el pueblo
sobre la Marina o terminaremos teniendo un disgusto. Es mucho lo que nos jugamos en el negocio.
-
Tranquilo, Agustín, mis paisanos son de los de ladrar mucho, pero morder poco.
Y, si no, a las pruebas me remito. En el período de información pública apenas
si hubo gente que se acercara al Ayuntamiento a preguntar sobre el PAI y
¿cuántas alegaciones hubo?, creo que tres o cuatro y de escasa entidad.
- Sigo
sin estar convencido. Creo que es una mala política la del no sabe no contesta
que es la que está manejando el Ayuntamiento – Badenes no da su brazo a torcer.
- Te
insisto en que no te preocupes. En el Ayuntamiento solo había un peligro
cierto, que la oposición montara un pollo cuando se tratara lo del PAI, pero ya
nos encargamos de hacerle llegar un recado a Pellicer que, como sabes, surtió
efecto. En este pueblo no protestan ni los muertos y tampoco los vivos. Aquí
mucho bla, bla, bla, pero luego son de los de dame pan y llámame tonto.
- José
Ramón, puedes opinar lo que quieras, pero me reafirmo en la idea de que algo
tendríamos que hacer. La falta de información es lo que genera más bulos y
rumores y estos no hacen más que inyectar oxígeno a la hoguera de los dimes y
diretes.
Arbós, visto el empecinamiento de Badenes,
opta por ceder.
-
Bueno, para que te tranquilices, así a bote pronto se me ocurre que quizá fuese
suficiente con organizar un acto público al que se convocaría a la ciudadanía y
en el que se le daría una información lo más detallada y visual posible,
obviando por supuesto cualquier referencia a los marjales.
- Pero
en un acto de ese tipo no puedes controlar a todo el personal y siempre saldrá
un cantamañanas que querrá conocer lo que se vaya a hacer con los marjales en
un futuro – objeta Badenes.
- Ese
es un riesgo que habrá que correr, para contrarrestarlo se pueden llevar una
serie de respuestas preparadas para tranquilizar al vecindario. De todas formas
creo que hay que pensarlo más despacio. Mira, lo que voy a hacer es ponerme en
contacto con Bricart para que la gente de BACHSA nos ayude a preparar un plan
de desinformación lo más completo posible.
- Creo
que es mejor que lo hables con Cardona. Cierto que Bricart es mucho más
expeditivo, pero bastante menos sutil y para desinformar, como dicen los
italianos, le manca fineza – apunta
el bancario.
Los temores de Badenes comienzan a ser
reales. Sin que nadie pueda precisar cuándo y dónde se gestó el primer conato
de rebeldía, ha comenzado a circular entre la juventud más comprometida del
pueblo un grito de protesta. De momento es una queja que no tiene forma ni
siquiera mucha sustancia. Los chicos, al igual que sus mayores, se limitan a
parlotear pero poco más. Con la llegada del verano y la vuelta de los jóvenes
que están estudiando fuera del pueblo parece que la oposición a la urbanización
de la Marina comienza a consolidarse.
Una tarde, Pascual Tormo recibe la visita de
un grupito de muchachos, ninguno de los cuales debe de tener más de veinte
años.
-
Pascual, nos gustaría saber tu opinión sobre lo que está pasando con la Marina
– plantea Chelo Arbós, que parece ser la portavoz del grupo.
- ¿Y
para qué queréis saber mi opinión? – contesta un reticente Torno.
-
Verás, en este pueblo no abundan las personas como tú. Eres el único profesor
universitario que vive aquí y, por si no lo sabes, todos tenemos una gran
opinión de ti. Nos consta que estás interesado por la preservación del medio
ambiente.
- No
sé de dónde habéis sacado eso, pero por si no lo sabéis no pertenezco a ninguna
asociación de ecologistas.
- Lo
sabemos, como también que nunca te has negado a estampar tu firma en los
manifiestos en defensa de la naturaleza y de su conservación.
- Eso
es cierto, pero exactamente ¿qué es lo que queréis de mí?
- Que
nos aconsejes sobre cómo encauzar la protesta contra la urbanización de la
marjalería.
-
Según reitera la alcaldía y la concejalía de urbanismo, el marjal no se va a
tocar, solo se van a urbanizar los sectores más externos – les informa Tormo.
- ¿Y
tú crees lo que dicen? – pregunta irónicamente Chelo -. Primero fue el Torreón,
luego los sectores contiguos, después la parte periférica de la Marina, ahora ¿cuánto
crees que tardarán los constructores en poner sus garras en los marjales? De
todas formas, Pascual, quédate tranquilo que esto no ha sido más que un sondeo
para conocer tu opinión sobre lo que está ocurriendo. Ahora ya sabemos que eres
de lo que no se mojan ni debajo de la ducha. Que te aproveche y abur.