"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 19 de mayo de 2017

Capítulo 1. Crónica de un fugitivo y cuatro jubilados.- 1. Todo empezó en Sevilla



   Anochece. El sol está en un tris de dejar a Europa sumida en las sombras e iluminar otro día más allá del horizonte atlántico. A su vez, el hombre de esta historia también dice adiós a una jornada que, como tantas, se le ha hecho interminable. Desde que vive solo, y va para cerca de dos años, cuando no hay gente a su alrededor tiene la costumbre de hablar en voz alta como si de esa forma espantara su tediosa soledad.
-¡Vaya diita y ensima s´a levantao el jodío poniente! Claro que peor hubiera sio si llega a soplar el levante –La vida le ha llevado a tener que pronunciar el español de forma correcta, pero cuando habla para sí le sale el acento y el seseo de su tierra gaditana.
   Piensa que lo mejor que puede hacer es dejar la revista porno que está ojeando y darse un garbeo por los alrededores ahora que Lorenzo ha dejado de apretar y los turistas habrán desaparecido de las playas. Si anda lo suficiente para cansarse quizá, solo quizá, pueda coger el sueño antes de lo que últimamente suele. Porque es que hasta duerme mal, ¡él, que siempre dormía como un niño chico! Al final, se decide y se lanza por las angostas calles de Tavira y luego por la playa. Anda varios kilómetros hasta que el cansancio pone plomo en sus piernas. Es momento de volver al modesto hotel en que se hospeda.
-Boa noite –le saluda el recepcionista y factótum de la pousada que añade -. Acalmou o vento.
-Boa noite –responde el hombre, usando una de las pocas frases en portugués que mejor pronuncia puesto que las demás solo las chapurrea en el mejor de los casos.
   Malditos tavirenses, piensa, más de la mitad de las cosas que dicen no las entiendo y eso que desde la otra ribera del Guadiana la lengua parecía fácil, pero con ese acento tan cerrado que tienen, ni flores. Otro punto más, se dice, a favor de que tiene que buscar otro escondite. Tendrá que estudiarlo con más cuidado que cuando buscó la opción de Tavira. Cometer un tercer error sería demasiado.
   Se echa en la cama e intenta dormir, casi ha cogido el sueño cuando el batir de una ventana entreabierta lo despeja otra vez. A falta de algo mejor, se pone a recordar. ¿Quién tiene la culpa de que me vea metido en este agujero?, se pregunta. ¿Mi mal fario, el azar, la juez Alaya, el cabrón que se volvió contra mí o la mala puta de mi mujer que para vengarse se fue de la lengua? Analizando los posibles culpables de pronto, y sin saber por qué, se acuerda de aquella frase que solía repetir su padre de que entre todos la mataron y ella solo se murió. Algo parecido le ha pasado, entre todos, cada uno a su modo y manera, lo convirtieron en lo que es hoy: un prófugo de la justicia, un personaje solitario, un trabajador sin trabajo, un sindicalista sin sindicato y un hombre de partido al que el suyo ha borrado de sus registros. Curro, se dice, eres un fenómeno, te has convertido en un fugitivo, como el de aquella serie de la tele de hace años. ¡Y encima has terminado metido en este hoyo! Tengo que salir de aquí, no aguanto más. Y vuelve a repetirse que no puede cometer un tercer error. Aunque hablando de errores, monologa, la madre de todos los errores, como decía de las batallas el bigotudo aquel de Irak que se cepillaron los yanquis, fue ignorar que una mujer que se siente engañada tiene más peligro que un grupo de legionarios hartos de vino. Por eso empezó todo en Sevilla, la ciudad que tiene un color especial como cantaban Los del Río. Luego tuvo la fatalidad de tropezarse con una jueza instructora como la Alaya. Lo demás vino rodado. También recuerda que cuando el abogado que le defendía, y al que conocía desde sus días en la directiva del Sindicato del Metal, se sinceró con él y le confesó que el suyo era un caso chungo, la tierra pareció abrirse bajo sus pies.
-En el proceso oral, como se tuerzan las cosas y tu mujer mantenga su testimonio, es posible que el fiscal pida cárcel y una elevada pena pecuniaria. Pero esa no será la última palabra, aún en el supuesto de que fueras condenado la sentencia no será firme mientras no concluyan todas las apelaciones hasta llegar al Supremo. Y si necesario fuera, en el bufete estamos preparados para llegar hasta el tribunal de La Haya. O sea, Curro, que no te preocupes, tenemos mucho tiempo por delante.
   Pero el hombre llamado Curro pensaba en otra película: se veía entrando y saliendo de los juzgados, sufriendo lo que ha dado en llamarse la pena de los telediarios y abandonado, cuando no despreciado y humillado, por todos aquellos que se decían sus amigos, sus conmilitones, sus camaradas sindicales. ¡Menudo futuro por delante!
-Oye, ¿y eso de la pena pecuniaria puede ser de mucho jurdó? –y antes de que el letrado conteste prosigue -A la trena no quiero volver, ya he tenido bastante con los dos años que me han tenido enjaulado con la provisional. ¿Y qué pasa si no me presento a juicio?
-No te lo aconsejo. Si no te presentas, el tribunal dictará una orden de busca y captura por incomparecencia y la policía acudirá a tu domicilio para proceder a tu detención.
-¿Y si ya no estuviera en casa o no me encontraran?
-Te declararán prófugo aunque no se haya celebrado el juicio oral ni dictado sentencia firme. Y cuando la policía te eche el guante tendrás un delito más que penar. Repito, no te lo aconsejo, pero… tú verás.
   Lo de tú verás le llevó a una nueva consulta fuera del cauce jurídico. No tenía muchas opciones para pedir consejo. Acabó por preguntar a un viejo jubilado, conocido como Pepote el Salvaculos, que fue jefe suyo en el sindicato, pero que seguía siendo un lince en esquivar toda suerte de batallas legales, habilidad que le valió su remoquete. Su recomendación, dicha con su seseante acento sevillano, fue tajante.
-Pueden pasar tantas cosas que, si te vas, quisá cuando regreses haya dado la vuelta la tortilla y los que ahora quieren llevarte al trullo acaben poniéndote una medalla. Tú habrás guardao guita, ¿verdad? Pues entonses, coge unos buenos fajos de billetes y desaparese de Sevilla y, si me apuras, de España. Ah, y no te despidas de nadie, ni siquiera de la Rosío –El viejo zorro tocó la fibra que más le iba a doler, al citar a su amante y compañera de chanchullos de los últimos años.
   El Salvaculos se lo dejó claro, solo tenía una salida: irse de najas, tomar las de Villadiego, darse el piro… largarse de Sevilla y del país. En principio, pensó en dos posibles destinos: Cuba y Nueva York. Ya se veía tomando el sol en Varadero al lado de una mulata de turgentes pechos y prietas nalgas o paseando por la Quinta Avenida neoyorquina. En cualquiera de ambos sitios, ¿quién iba a conocer a Francisco Salazar Jiménez?, más conocido familiarmente por Curro, y que con el correr de los años había formado parte del llamado Trío de los Conseguidores que eran los que manejaban las subvenciones de la Junta de Andalucía para los falsos ERES que allí proliferaban. Fue a una agencia de viajes a informarse sobre ambos destinos y en algún momento de la charla la empleada que le atendía aludió a la cuestión de los visados.
-¡Cómo!, ¿es que hace falta visado para esos países? –preguntó Curro en una demostración palmaria de lo poco viajado que estaba.
   La muchacha se quedó mirando al potencial cliente sin saber si lo preguntaba en serio o le estaba vacilando. Eligió la primera opción.
-Naturalmente, señor. El visado es el complemento indispensable del pasaporte. Los norteamericanos son sumamente intransigentes en esa cuestión y los cubanos, por aquello de la peculiar política de la isla, también hay veces que se ponen quisquillosos.
   En ese momento, el bueno de Curro se cayó del guindo al darse cuenta de que no podía viajar a ninguno de ambos países por mucho que le apeteciera, ni a ningún otro sitio donde necesitara exhibir el pasaporte. Si le declaraban prófugo, como dijo el abogado, seguirle el rastro sería cosa de coser y cantar. Le quedaban los países de la Unión Europea, donde le bastaba el DNI, pero ir mostrando el documento nacional de identidad también sería dejar una pista fácilmente detectable. Entonces fue cuando tuvo la idea de un nuevo destino: se iría a Portugal, el único país extranjero que conocía y en el que se encontró cómodo; la gente era amable, la vida barata, el clima estupendo y su lengua creía que medio podía entenderla, al menos se veía capaz de leer los periódicos.
   Y esa fue la opción que escogió. No se despediría de nadie, ni de los compañeros de partido que cuando se tropezaban con él en la calle cambiaban de acera para no saludarle, ni de los camaradas del sindicato que le tildaban de chivato, ni de su mujer e hijos a los que había abandonado cuando comenzó a ganar tanto dinero que guardaba los billetes en bolsas de basura, ni siquiera de Rocío. Se iría escaso de equipaje, pero forrado de pasta. Si todo empezó en Sevilla, se dijo, en algún lugar de la tierra lusitana iba a encontrar donde hacer un paréntesis en su nueva vida de fugitivo. Ahora solo faltaba encontrar el sitio adecuado.

PD.- Hasta el próximo viernes