"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 7 de noviembre de 2014

1.5. Haríamos un pan como unas hostias


   La situación política en Senillar se precipita cuando, cuarenta y ocho horas después de la charla del patriarca de los Arbós con Gimeno, sus fuentes confirman a Benjamín que lo de Vives como alcalde está hecho y que, aproximadamente, en una semana se producirá el cese del actual regidor y el nombramiento del nuevo mandamás municipal. Si hay que hacer algo para, al menos, retener la jefatura local hay que hacerlo ya. Tras comentarlo con sus hermanos, Benjamín cita a José Vicente a su casa. En la reunión también están presentes Rodrigo y Leoncio. Tras unos minutos de juegos florales para distender el ambiente, el líder de los Arbós entra de lleno en el verdadero motivo de la cita:
- José Vicente, voy a ir al grano. Te hemos llamado porque queremos proponerte algo. 
- Usted dirá, señor Benjamín.
- Tanto Leoncio como Rodrigo me habían hablado muy bien de ti y el otro día, cuando estuvimos charlando, saqué la conclusión de que eres un hombre de valía. Creo que tienes un gran futuro y que puedes hacer muchas cosas, no sólo por la cooperativa, sino por el pueblo y por ti mismo... - Benjamín hace una pausa para dar pie a alguna respuesta por parte de Gimeno, pero éste, cauto, calla y sigue mirándole con una mezcla de respeto y prevención -. Verás, estamos convencidos, y hablo no sólo en mi nombre sino en el de mi hermano y mi sobrino, de que tienes capacidad más que suficiente para sacar adelante la secretaría y cualquier otra tarea que te encarguen… - vuelve a hacer otra pausa.
   Las últimas palabras le suenan a Gimeno a campanas de gloria. Me van a proponer otro trabajo, piensa, pero no se me alcanza qué puede ser, desde luego en la cooperativa no será, ahí ya he tocado techo. Lo que a continuación oye le deja descolocado.
- Como te digo – prosigue Benjamín -, estamos seguros de que tienes arrestos y maneras para llevar la secretaría y más cosas. De ahí, la propuesta que queremos hacerte. Según me dicen eres del partido, ¿no es así? Por ahí van los tiros. Rodrigo que, como sabes, es el jefe local no anda últimamente muy católico de salud y no va a tener más remedio que dimitir porque los cargos están para trabajarlos y mi hermano, desgraciadamente, no tiene fuerzas para ello. Hay que proponer a algún afiliado para sustituirle y… hemos pensado en ti.
   Gimeno no puede reprimir que el asombro se refleje en su rostro. Esperaba cualquier propuesta menos ésta. Su mente trabaja a toda velocidad. Está claro que esperan una respuesta de su parte, pero ¿qué decir? Cuando le citaron se había planteado cual podría ser el motivo de la reunión, había pensado en distintas posibilidades, pero nunca pudo imaginar el derrotero que tomaría aquella entrevista. Como no sabe qué contestar, trata de ganar tiempo y prefiere ser sincero:
- Si he de decirle la verdad, señor Benjamín, su…, esa propuesta no me la esperaba. Y sinceramente, no sé qué decirles. Jamás me había planteado algo así. No me he metido nunca en política y… - no se le ocurre qué añadir -. No sé si saben que en la guerra estuve en el ejército rojo, no fui voluntario por supuesto. Tuve la suerte de que me destinaran a intendencia y no disparé un tiro. Cuando acabó la Cruzada, como no tenía las manos manchadas de sangre, contaba con buenos avales y era hijo de viuda me licenciaron pronto…
   Benjamín le corta:
- Todo eso ya no importa. Eres afecto a la Causa, ¿no?, porque de no ser así no te hubiesen dado el carné del partido.
- Naturalmente, señor Benjamín. Soy del partido y en ese sentido pueden contar conmigo para lo que quieran, pero entiendo que una cosa es ser afiliado de base, como es mi caso, y otra muy distinta ser un dirigente. A fuer de honesto les diré que no sé cómo funciona la Falange ni cómo se lleva una jefatura.
   Por un momento está tentado de contarles que lo de la Falange se la trae al fresco y que sí se afilió fue para que le dieran el puesto. Hasta la fecha de alta que figura en su carné es más falsa que Judas, porque es de un año antes de cuando hizo la solicitud. Se la tramitó el secretario de la jefatura de Las Alquerías que fue amigo de su padre.

   Benjamín se ha dado cuenta de que la propuesta ha sido una sorpresa para el joven y también ha intuido que no parece estar por la labor de aceptar el cargo. Ha llegado el momento, piensa, de apretarle las tuercas.
- Verás, José Vicente. Los de la jefatura provincial, que al fin y a la postre son los que, en su caso te nombrarían, mantienen como norma que todo falangista debe de estar siempre dispuesto a aceptar los encargos o los puestos que el partido quiera echar sobre sus hombros. ¿Con qué cara les diría Rodrigo que un afiliado no acepta ser propuesto para jefe local, cuándo ese mismo individuo desempeña un puesto como el de la secretaría de una cooperativa, cargo que es de designación discrecional? Les resultaría muy difícil entenderlo, la verdad.
   La nada sutil amenaza produce el efecto que Benjamín esperaba.
- Perdone, señor Arbós, no me expresé bien. Ya dije antes que pueden contar conmigo para lo que quieran. Si he manifestado alguna reserva es, más que nada, porque pienso que puedo defraudar la confianza que están depositando en mi persona.
- Tranquilo, José Vicente. Sabemos que no nos vas a defraudar. Al igual que no lo has hecho en la secretaría de la cooperativa, estamos convencidos de que tampoco lo harás en la jefatura, si es que te nombran, claro. Rodrigo lo único que hará será mencionar tu nombre y tu historial a sus amigos de Valencia, ni siquiera estamos hablando de una propuesta formal.
- Tal y como dice mi hermano – añade Rodrigo -, yo me encargo de que tu nombre llegue dónde debe. Y a lo que él ha dicho añado que, si te nombran, un cargo así no hará más que reportarte beneficios, si no materiales pero sí en el campo de las amistades y las influencias. Conocerás a personas tan importantes como el Gobernador Civil, los delegados de los ministerios, los gerifaltes de sindicatos,…; en fin, a una serie de personalidades que te pueden servir muy mucho en el futuro.
- Y no sólo a ti, sino también a la cooperativa – añade Leoncio en su primera y única intervención en la charla.
- Como entiendo que acabas de aceptar nuestro ofrecimiento, te doy las gracias por tu voluntad de ayudarnos, no a nosotros sino al pueblo de Senillar – Benjamín cree que ha llegado el momento de dejar sentada la premisa más importante -. Dado que espero que te nombren, como jefe local tendrás que ocuparte de los vecinos en general y de los afiliados en particular, pero sin olvidarte nunca de quiénes te han llevado al puesto y que además serán los que tendrás siempre apoyándote si en algún momento las cosas vienen mal dadas. No creas que te hacemos un favor, aceptando el puesto nos lo haces a nosotros y al pueblo.
   Cuando los Arbós se quedan solos, Rodrigo plantea a su hermano:
- Entonces, ¿ya puedo presentar mi dimisión y dar el nombre de Gimeno cómo posible sustituto?
- Nada de presentar dimisiones. Primero vamos a esperar a ver si nombran a Vives. No sea que si la jefatura está vacante, también le designen jefe. Últimamente se está consolidando la política de que la alcaldía y la jefatura las ocupe la misma persona. Entonces sí que haríamos un pan como unas hostias. 
   
   Con tantas y tan inesperadas novedades a José Vicente se le ha pasado la hora de volver a ver y, con algo de suerte, cruzar unas palabras con la atractiva dependiente de la Moda de París. De manera casual ha descubierto que hay un paraje al que la joven, tras cerrar la tienda por las tardes, acude casi diariamente: el montículo del Calvario. Allí, entre los viejos y nudosos cipreses que jalonan el camino del Viacrucis, Lolita acostumbra a pasear un rato, unas veces sola y otras en compañía de alguna amiga. Si no la acompaña nadie suele sentarse en uno de los ribazos y abrir el libro que siempre lleva consigo. Se ha hecho el encontradizo y ha intentado entablar conversación con ella, pero aparte de algunos monosílabos y alguna que otra sonrisa de cortesía no ha conseguido nada más. No va a ser fácil cazar esta pieza, se dice. Y no es que lo de la joven haya sido un flechazo. No está enamorado de ella, ni mucho menos, solo le atrae… y le excita. Lo último es lo que le produce más desazón, él que es más bien un hombre desapasionado y cerebral se pasa de revoluciones solo con contemplar a la dependiente de un tenducho que vende prendas pasadas de moda y que pueden ser de cualquier parte menos de París. Eso, seguro, tan seguro como que no consigue quitársela de la cabeza.