"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 10 de septiembre de 2013

2.5. El bonus es la clave

   En la reunión que mantienen el director general adjunto de Cajaeuropa y algunos de los miembros del consejo de BACHSA, la mención de Senillar ha supuesto toda una sorpresa para los empresarios.
- ¿Es el Senillar que está entre Albalat y Benialcaide? – pregunta Cardona.
- Que yo sepa no hay otro. Tenéis que conocerlo – afirma el banquero.
- Claro que conocemos la localidad – interviene Bricart -. Si vas por la carretera de la costa has de cruzarla forzosamente, pero dudo que ese pueblo pueda ser un filón de algo, está muerto; cuando lo atraviesas es raro que llegues a cruzarte con alguien. A veces me da la impresión de que es uno de esos poblados que salen en las películas del oeste en los que no se ve un alma por las calles – El empresario remata su comentario con una risotada.
- Es que no se trataría de construir en el pueblo sino en la costa. Tiene una pequeña playa con más guijarros que arena, pero que prácticamente es virgen. Sólo hay un pequeño núcleo de edificaciones de tres al cuarto. Y aparte de la playa, el resto del litoral que pertenece al término municipal del pueblo está más limpio que una patena.
- Será un territorio virgen, pero es absolutamente desconocido. ¿Sabes lo que costaría ponerlo en el mercado? – Cardona echa su cuarto a espadas.
- Sé que no será fácil, pero a tu pregunta contesto con otra ¿dónde encontraréis tanto terreno limítrofe con la costa que hoy por hoy se pueda comprar con una inversión ridícula al ser todavía rústico?, decidme dónde – reitera el banquero -. A ello hay que añadir que tiene una auténtica joya, una zona de marjales en el que se podría construir un puerto deportivo interior y a su alrededor una ciudad residencial, una especie de Ampuriabrava.

   Bricart que, como catalán, conoce bien el turístico paraje del golfo de Rosas, no puede contener una exclamación:
- ¡Una nueva Ampuriabrava!
- Urbanizar un humedal podría tropezar con problemas insolubles en la administración autonómica y, posiblemente, también en la estatal – Es Huguet quien atempera el entusiasmo de su consejero delegado al señalar el peligro que conlleva la destrucción de una zona pantanosa.
- ¿En tan poco valoras nuestra capacidad suasoria ante quiénes tendrían que aprobarlo? – La pregunta ha ido acompañada de un guiño malicioso de complicidad por parte del hombre de la caja.
- La planificación de una marina residencial en el litoral valenciano podría ser un excelente reclamo – admite Huguet.
- Has mencionado que contaríamos con el apoyo de la caja – recuerda Cardona.
- Por supuesto, tendrías toda la financiación que hiciera falta. Es más, nos harías un favor. La oficina que tenemos allí es una de las que tiene menos movimiento de la comarca y una forma rápida de ponerla en órbita sería que se comenzase a construir.
- Imagino que la mayor parte del terreno será rústico, ¿no? – puntualiza Huguet.
- Efectivamente, pero ya sabéis que eso tiene arreglo. Todo es cuestión de tocar las teclas oportunas y en eso sois maestros. Y si os toparais con obstáculos inesperados os echaríamos una mano. Nuestro hombre en Senillar sabe bandearse muy bien con los poderes locales.

   Mencionar a los poderes locales hace que la conversación entre en otros derroteros.
- ¿Tendremos acceso directo a los que allí cortan el bacalao? Lo digo porque ya nos ha pasado en otros sitios, que te tropiezas con un paleto que va de digno y no hay manera de que se avenga a tus requerimientos – apunta Bricart.
- No creo que haya ningún problema al respecto. Como dije, nuestro hombre está magníficamente relacionado con todos los poderes locales, los políticos y los fácticos, y os serviría de introductor de embajadores. Y luego, ¿qué os voy a contar que no sepáis? Todo es cuestión de engrasar adecuadamente las clavijas oportunas.
- Lo que has dicho de una marina residencial me parece una excelente idea, mejor quizá que construir un campo de golf o un puerto deportivo exterior que son recursos que están sobreexplotados, pero lo de edificar en el marjal, aunque lo aprueben las autoridades locales, ¿no podría embarrancar en Valencia? – insiste Huguet que no hace más que verbalizar la duda que siempre atenaza a los constructores de que los políticos pongan la proa a sus proyectos urbanísticos si no cuentan con ellos.
- Llegado el caso, y siempre que previamente hayamos conseguido un acuerdo razonable para todas las partes, de ese aspecto del proyecto nos encargaríamos nosotros. Es de conocimiento público que tenemos en nuestro consejo de administración personas muy directamente relacionadas con los poderes autonómicos. No garantizo nada a priori, pero estoy absolutamente convencido de que en el improbable supuesto de que surgiese alguna pega en el ámbito de la comunidad podríamos resolverla satisfactoriamente. Vosotros sólo tendrías que ocuparos de los mandamases locales y, en su día, del proceso de adquisición, gestión del suelo, urbanización y construcción.
- ¿Nos permites un minuto, Gaspar? – pegunta cortésmente Cardona.
- Por supuesto. Mientras cambiáis impresiones voy a pagar la cuenta.

   Los tres socios deliberan rápidamente.
- ¿Qué pensáis? – inquiere Bricart.
- En principio, creo que no perdemos nada en echar un vistazo al pueblo – opina Huguet.
- Sólo con que se pudiese construir en la mitad del terreno de que habla Moltó supondría una inversión descomunal. ¿Sabéis cuantos millones de metros cuadrados suponen ocho quilómetros de costa? – se pregunta Cardona.
- Yo tengo otra pregunta, ¿no será esto un anzuelo para que volvamos a operar con la caja? – plantea Bricart, tan desconfiado como acostumbra.
- No lo descartaría – tercia Huguet, siempre parco en palabras.
- Yo sí lo descarto – afirma Cardona con rotundidad.
- ¿Es pura intuición o tienes algo firme en qué apoyarte? – inquiere Bricart.
- Si el objetivo de esta propuesta fuera únicamente que volviéramos al redil de la caja no habría planteado su participación en el negocio. Su bonus, esa es la clave.