"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Libro II. Episodio 56. Entre pillos anda el juego


   Tras meditarlo detenidamente, Pilar llega a la conclusión de que, aunque su hijo pueda enfadarse si algún día se entera, tiene que intervenir para que el chico no lo eche todo a perder. Y eso le lleva a entrevistarse con el tío Elías antes de que Julio le plantee su ultimátum. Medita sobre cómo enfocar la entrevista con el Bisojo del que sabe que es un pillo negociando. Deberá ser más hábil que el droguero si quiere sacar algo en limpio. En cuanto tiene bien trabados sus argumentos se planta en casa del Bisojo para interesarse por su salud, es su pretexto.

   -¡Doña Pilar, usté por aquí, cuanto me alegro de verla! Que bien está; en cambio yo, ya me ve, hecho un eccehomo –se lamenta Elías.

   -Pues por su cara nadie diría que está usted con los arrechuchos de la artritis –La maestra comienza a darle jabón al droguero.

   -No, si de la cara no me quejo, pero mire como tengo las manos y la pierna, y además con una ciática que me lleva por la calle de la amargura. Pero ya está bien de quejas, que esas no me van a curar. Tiene que saber que estoy muy satisfecho con el trabajo de su hijo. Se ha revelao como un chico cumplidor como el que más, y honrao a carta cabal –El Bisojo se ha enterado de las pernoctaciones que le cobra el mañego cuando duerme en el carro, pero como es consciente de lo poco que le paga prefiere hacerse el ignorante-. Y, por lo que me cuentan, tiene mano izquierda pa tratar con las clientas. Una joya, vamos.

   -No sabe la satisfacción que me da al hablar así del chico, y eso me hace más cuesta arriba lo que vengo a decirle –La aragonesa aprovecha sin dudarlo el pie que le acaba de dar, sin pretenderlo, el droguero.

   -Usté dirá –El Bisojo se ha puesto en guardia, algo le dice que la visita de la maestra no es únicamente para interesarse por su salud.

   -Verá, señor Elías, no voy a andarme por las ramas, vengo a pedirle disculpas.

   -¿Pedirme disculpas, usté?, ¿por qué?, si no me ha hecho na.

   -Yo no, pero mi hijo sí. O mejor dicho, se lo hará. Y como usted se portó tan bien con nosotros, creo de ley que, como el chico no lo hará, debo hacerlo yo.

   -Sigo sin entenderlo, doña Pilar, ¿qué es lo que me hará Julio?

   Y la aragonesa le cuenta que su hijo está muy contento con el trato que le dispensa, y que cada día que pasa le gusta más su trabajo, tanto cuando viaja como cuando trabaja en la tienda, pero…

   -… ya sabe usted como es la gente joven, son culos inquietos y no tienen apego a na. Resulta… -Pilar hace una estudiada pausa- que le han ofrecido un empleo en el que ganará casi el doble de lo que usted le paga y lo ha aceptado o está a punto de hacerlo. Y como él igual no lo hace, tengo que ser yo la que le pida perdón por esa falta de lealtad.

    El Bisojo acusa la noticia, inmediatamente calcula el estropicio que le puede causar Julio si se va en estos momentos. El médico le ha dicho que no se va a curar a corto plazo, con su mujer sigue sin poder contar, y contratar a un nuevo empleado significa que, por espabilado que sea, tardará semanas, sino meses, en ponerle al día acerca de los múltiples y diferentes artículos de la droguería. Y mientras se forme, ¿qué? No le queda otra que atajar de inmediato la anunciada renuncia, pero para eso necesita más información.

   -¿Y se puede saber quién le va a pagar al chico el doble?, ¿es alguien conocido?

   -Desconozco quien pueda ser el que le va a pagar tanto al chico, pero parece que es de aquí.

   -No me diga más, debe de ser el malasombra de Manuel Galiana que lleva tiempo fanfarroneando de que quiere ampliar su ferretería con una sección de droguería. Y si lo hace, necesitará de alguien experto en el ramo. Por eso le habrá ofrecio a Julio el oro y el moro, pero ya sabe usté que una cosa es predicar y otra dar trigo.

   -No puedo asegurarle que sea ese Galiana del que habla, pero lo que dice está bien traído.

   -Sabe usté que menos la muerte to tiene solución en la vida. ¿Cómo podríamos arreglar este desaguisao antes de que sea demasiao tarde?

   La maestra sabe que, hasta el momento lo que han hablado han sido fuegos de artificio, a partir de ahora es cuando va a comenzar la negociación de pillo a pillo. Y se apresta a ello, para lo cual debe de ser el Bisojo quien lleve la voz cantante y quien parezca que marca las reglas del juego.

   -No tengo ninguna experiencia en cuestiones como la que nos ocupa, señor Elías, pero a buen seguro que, en su larga vida de comerciante, usted debe habérselas visto en más de una ocasión con problemas como este y más complicados aún –Pilar devuelve la pelota al terreno de su oponente.

   -Pues, aunque pueda parecerle raro, le diré que es la primera vez que me pasa. Julio es mi primer empleao. Hasta el presente, yo y mi mujer nos las hemos apañao solos, pero los años no pasan en balde… Así que el doble eh, ¿y del sueldo o de la comisión?

   -Eso no me lo ha contado el chico –Pilar insiste en llamar a su hijo el chico, como si estuvieran ante la travesura de un adolescente y no de un hombre hecho y derecho-, pero imagino que será el doble del montante del salario y de la comisión que usted le abona.

   -Bueno, los problemas de dinero se solucionan con dinero. ¿Con cuánto calcula usté que se conformaría el chico pa no irse?

   La aragonesa sonríe para sus adentros. Evidentemente, el tío Elías es un pillo negociando y trata de que sea ella la que marque los límites del acuerdo, pero a pillería no le va a ganar.

   -Ya le he dicho que no tengo experiencia en asuntos como este. Solo soy una maestra de primeras letras, aquí el que sabe de negocios es usted.

   El Bisojo, que dista de ser lerdo, percibe que no va a poder llevar a la maestra a su terreno, por lo que se lanza a realizar ofertas concretas.

   -¿Usté cree que se quedaría si le ofreciera aumentarle el sueldo veinte duros al mes? Un aumento de cien pesetas es mucho dinero.

   -No, no lo creo –Doña Pilar acepta el envite del regateo y sabe que en esa fase cuantas menos explicaciones dé mejor le irá.

   -¿Entonces…?

   -Además de subirle el salario tendría que subirle también la comisión, es de lo que más quejoso está.

   -Sabrá usté, que hace na se la subí hasta el siete. Y buenos dineros que se está sacando. No puede pedirme más, ¿no le parece?

    La aragonesa da la callada por respuesta. El droguero, muy a su pesar, intuye que debe subir la apuesta.

   -En el mejor de los casos, y sería un duro recorte pa mis ganancias, podría irme hasta el ocho, lo que puede suponerle una montonera de dinero, ese porcentaje debería ser más que suficiente, ¿no cree?

   Pilar sigue callada, presiente que todavía puede estirar más la cuerda.

   -¿No dice na?, ¿es que el ocho no le parece bastante?

   -Yo estaba pensando en el doce.

   -¡Pero que dice usté, buena mujer, ¡¡el doce!!, solo falta que me diga que le regale la tienda! Así no nos entenderemos, no se puede negociar pidiendo lo que no se puede dar –El Bisojo parece verdaderamente escandalizado, aunque la maestra sospecha que está haciendo teatro, algo que nunca viene mal en una negociación. En lugar de entrar en el clásico tira y afloja de todo pacto, opta por llevar la discusión al terreno en el que sabe que se desenvuelve mejor que su interlocutor, el del análisis.

   -Vamos a analizar el problema, señor Elías. Veamos lo que ambas partes pierden y ganan. Comencemos por el chico –Sigue hablando del chico como si se tratara de alguien ajeno a ella-. Perderá un buen trabajo en el que se siente muy a gusto, pero ganará otro parecido. Perderá una paga mensual con la que no está contento, en cambio ganará otra que le supondrá el doble de sueldo. Y perderá un patrón a quien tiene en alta consideración, y en su lugar tendrá otro que todavía no sabe cómo le tratará. Veamos qué perderá y ganará usted. Perderá a un empleado conocedor del negocio, ganará otro que posiblemente no conozca nada o, en el mejor de los casos, muy poco del negocio. Se ahorrará dinero con el nuevo empleado, puesto que al ser novato podrá pagarle menos que al que tiene ahora. Y perderá un empleado del que sabe que puede fiarse, para tener otro del que no sabrá, hasta que pase un tiempo, si es tan honrado como el que tiene. Dígame usted quien pierde y quien gana más de los dos.

   -Pos yo veo un empate.

   -No hay empate. El chico gana poco, pero usted va a perder mucho. Analicemos a ese hipotético nuevo empleado –Por el gesto que ha hecho el Bisojo, la maestra intuye que lo del hipotético nuevo empleado no lo ha entendido y lo aclara-, me refiero a la persona, sea quien fuere, que deberá contratar para suplir al chico. Hasta donde yo sé, en toda Plasencia solo hay dos personas, mejor dicho tres, que sepan de droguería. Una es usted, que por ahora está fuera de juego y, desgraciadamente, lo puede estar bastante tiempo. Otra es su esposa, que desafortunadamente está todavía peor. Y el tercero, aunque a mucha distancia, está el chico. Si emplea a alguien de la ciudad forzosamente tendrá que ser un novato en el negocio. ¿Cuánto tiempo tardará en ponerse al día?, ¿dos meses, tres, cuatro?, ¿y mientras tanto qué? Se lo diré: las ventas caerán en picado y, lo que es peor, puede dar lugar a que alguien abra una nueva droguería.

   -Cualquiera diría que es usté andaluza por lo exagerá que es. Me basto y me sobro pa poner al día a cualquiera que no sea una acémila en menos de una semana.

   -No soy quien para enmendarle la plana, pero permítame que lo dude. Por lo que me ha contado el chico la droguería es un negocio muy complejo y muy diferente a la mayoría de comercios. Por ejemplo, en una zapatería se venden muchos tipos de zapatos, de diferentes modelos, colores, materiales, etcétera, pero siempre se trata del mismo artículo, zapatos. En cambio, en una droguería se venden decenas y decenas de artículos que se parecen entre sí lo que un huevo a una castaña pilonga. Eso no se aprende en un mes ni en cinco, por muy bien que usted lo enseñe, y aunque el que contrate sea el más listo del pueblo.

   -Bueno, pues buscaré a alguien de fuera –El Bisojo tiene siempre la réplica a punto.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 57. Una alumna deplorable