Sergio ha resuelto no moverse del pueblo y
aguardar a ver si Lorena vuelve de Gandía. Como no tiene otra cosa en qué
ocuparse se vuelca en el trabajo en el que pese al poco tiempo que lleva ha
sido suficiente para que le pongan un apodo. Unos, a los que les parece un señorito con ínfulas,
le llaman Mealibros porque siempre lleva uno en su mochila que abre en el
descanso del almuerzo, pero la mayor parte suele apodarle el Estudiante, no
porque lo sea o lo haya sido sino porque dicen que se parece al protagonista
del mismo nombre de la serie televisiva de Curro Romero. El mote tiene fortuna
y hasta el mismo Dimas hay veces que le llama así.
El patrón de
Sergio, el señor Francisco, está leyendo unos papeles, en el destartalado
cubículo al que denomina pomposamente despacho, cuando al ver entrar al capataz
le espeta:
- Dimas, me vienes de perlas. Acaba de llegar una circular
de la UGT informando que van a celebrar en Valencia un cursillo sobre seguridad
e higiene en el trabajo. Nos invitan a que enviemos a alguien. Durará tres días
y es gratis. Pienso que sería bueno tener a un tío en la empresa que estuviera
al día en esas mandangas, más que nada para que los cabrones de la inspección
no vuelvan a meternos un puro. ¿Qué te parece?
- Hombre, todo lo que suponga que el personal haga la faena
con más seguridad en principio es bueno, pero si con el agobio de trabajo que
tenemos y lo atrasados que vamos me quitas a un operario tres días me haces la
santísima.
- Yo no había pensado en enviar a un oficial, ¿qué te parece
si mandamos al chico ese, a Sergio?
- No se me había ocurrido. Del Estudiante sí que puedo
desprenderme los días que hagan falta – acepta Dimas.
Sergio vuelve muy
ufano de Valencia por todo lo que ha aprendido en seguridad e higiene laboral.
Dimas le pregunta si le han enseñado algo útil. El chico le hace un resumen
sobre lo que les han explicado en el curso: plan de higiene del trabajo, prevención
de accidentes, de incendios y de robos.
- De lo último todo cuanto te han dicho sobra. Para los
robos el patrón tiene un arreglo con los Carmona. No hay antirrobo más seguro
que un clan de gitanos en plan de: quien se lleve algo de esta obra se la
juega.
- Bueno, pero todas las demás cuestiones habrá que aplicarlas
en la empresa.
- Vamos a ver Estudiante, ¿tú sabes para qué nos paga el
patrón?
- Para que trabajemos.
- Exacto, y ¿en qué consiste nuestro trabajo? – sigue Dimas
con sus preguntas en plan socrático.
- En su mayor parte en montar las instalaciones eléctricas
de apartamentos y el alumbrado callejero de las urbanizaciones.
- Muy bien, pero si en lugar de hacer las instalaciones nos
dedicáramos a todas esas historias que me has contado, ¿tú crees que el patrón
nos seguiría pagando? Porque si empleamos tanto tiempo en cuestiones de
seguridad e higiene tendremos que sustraerlo de la tarea de los montajes y
entonces instalar un apartamento o un alumbrado costará tanto tiempo que dudo
mucho que Francisco pueda lograr alguna contrata porque sus costes se pondrán
por las nubes.
- Bueno, visto así…, pero no me negarás que tanto la salud
como la seguridad son enormemente importantes – defiende Sergio.
- Claro que no lo niego. Lo que intento explicarte es que en
la realidad, sobre todo en las empresas pequeñas como la nuestra cuyos costes
son siempre muy ajustados, hay que llegar a un ten con ten entre lo que debería
ser y lo que se puede hacer para que el patrón saque un beneficio y pueda
seguir pagándonos el jornal.
Dimas hace una
pausa, que aprovecha Sergio para sacar un paquete de tabaco y ofrecerle al
capataz.
- Gracias, no gasto.
- Entiendo lo que me cuentas, Dimas, pero en el cursillo
insistieron mucho en que la cantidad de accidentes laborales se ha incrementado
notablemente en el último año y que, casi siempre, son las empresas las
culpables.
- Esa es otra cosa que has de aprender. Para los sindicatos
la culpa de casi todo la tienen las empresas, mejor dicho los empresarios. Forma
parte de…, ¿cómo coño es esa palabreja que designa lo que uno lleva dentro desde
su nacimiento?
- ¿El ADN?
- Si señor, pues como decía eso forma parte del adeene
sindical.
- Entonces, ¿es que no estás de acuerdo con los sindicatos? Pues
no lo entiendo, si me contó Cascales que eres muy rojo.
- Con qué muy rojo, eh. Es cierto que milité en el PC hasta
que Carrillo aburguesó al partido, pero una cosa es creer que los sindicatos
son imprescindibles, que lo creo, y otra comulgar con todo lo que hacen o
dicen. Y es hora de volver al curro. Un día de estos tengo que darte una
teórica sindical. Por cierto, yo sigo apuntado a Comisiones, por si no lo sabías.
Unos días después,
en la pausa del almuerzo, Dimas tiene tiempo de darle a Sergio la teórica que
le tenía prometido.
- Verás, lo primero que has de saber es que los sindicatos
son necesarios, más que eso son imprescindibles, porque si no existieran
todavía trabajaríamos siete días a la semana y con jornadas de sol a sol. Por
eso yo estoy afiliado y si tú sigues en este negocio, algo que no te deseo
pudiendo seguir los estudios, también tendrías que apuntarte. A Comisiones, a
UGT o al sindicato que te pete.
- ¿Hay alguna diferencia entre ellos?
- Si la hay, la verdad es que lo disimulan. Casi siempre van
del bracete, salvo cuando llegan las elecciones sindicales. Entonces, por unos
días, da la impresión de que se tiran los trastos a la cabeza, pero nunca llega
la sangre al río. Mi compadre Villarejo, que de esto sabe un huevo, dice que la
UGT ofrece más prestaciones, pero que Comisiones tiene mejores laboralistas.
Vaya una cosa por la otra. Otra cuestión, que me suena que ya te expliqué, es
que, siendo los sindicatos necesarios, no has de creerte a pies juntillas todo
lo que cuentan. Se marcan sus faroles y sobre todo tienen sus prioridades que
no siempre coinciden con las de los currantes. Acércame el botijo que con tanto
darle a la sin hueso me he quedado seco.
Sergio aprovecha la
pausa para encender otro cigarrillo. Tras limpiarse la boca con el dorso de la
mano, Dimas hace intención de proseguir su disertación, pero se le adelanta el
muchacho con una pregunta:
- ¿Qué quieres decir con eso de que las prioridades de los
sindicatos no siempre coinciden con las de los trabajadores?
- Eso hay que matizarlo, los obreros somos lo más importante
para los sindicatos, por y para eso existen, pero no todo el monte es orégano.
Cuando un trabajador tiene un problema con su empresa nadie le defenderá mejor
y con más eficacia que un sindicato, el que sea. Dicho eso, también creo que
cuando se plantean los grandes conflictos como las huelgas generales, los
convenios colectivos y similares en lo primero que piensan los aparatos
sindicales es en ellos mismos, y a veces en el partido del que son correa de
transmisión, y sólo en tercer lugar vamos los currantes. Por eso, como creo que
ya he repetido, hay que pertenecer a un sindicato, pero sin esperar que te
resuelva todos los problemas y sabiendo que, en ocasiones, para ellos uno no es
más que un número y poco más.
- ¿Tú has hecho huelga muchas veces? – pregunta un Sergio
que se siente un tanto desconcertado por las explicaciones del capataz.
- En varias ocasiones, pero te voy a contar un secreto,
siempre que me des tu palabra de que no se lo vas a largar a ninguno de esos
mamelucos. Desde que trabajo con Francisco, y ya van la tira de años, no he
vuelto a hacer huelga. Por ejemplo, las dos últimas huelgas generales, la del
noventa y dos y la de enero del noventa y cuatro, no las hice. En ambas
ocasiones me pasé la jornada en el almacén preparando el material para el curro
del siguiente día, a pesar de que el resto de los operarios si la hicieron. ¿Y
sabes por qué? Porque Francisco es el jefe más honrado que he tenido, aunque
tiene fama de negrero, y a un patrón que es justo y considerado hay que pagarle
con la misma moneda.
- La verdad, Dimas, es que después de tus explicaciones ya
no sé qué pensar de los sindicatos.
- No eres el único, Estudiante, pero quédate con esta copla:
son necesarios para según qué asuntos y prescindibles para según qué otros.
- Sancho te diría que para ese viaje no hacían falta
alforjas, sustituyendo viaje por explicaciones – replica Sergio.
- Ahora soy yo quien no se aclara, ¿quién es ese tal Sancho?