"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 24 de enero de 2014

2.44. El ADN sindical según Dimas

   Sergio ha resuelto no moverse del pueblo y aguardar a ver si Lorena vuelve de Gandía. Como no tiene otra cosa en qué ocuparse se vuelca en el trabajo en el que pese al poco tiempo que lleva ha sido suficiente para que le pongan un apodo. Unos,  a los que les parece un señorito con ínfulas, le llaman Mealibros porque siempre lleva uno en su mochila que abre en el descanso del almuerzo, pero la mayor parte suele apodarle el Estudiante, no porque lo sea o lo haya sido sino porque dicen que se parece al protagonista del mismo nombre de la serie televisiva de Curro Romero. El mote tiene fortuna y hasta el mismo Dimas hay veces que le llama así.

   El patrón de Sergio, el señor Francisco, está leyendo unos papeles, en el destartalado cubículo al que denomina pomposamente despacho, cuando al ver entrar al capataz le espeta:
- Dimas, me vienes de perlas. Acaba de llegar una circular de la UGT informando que van a celebrar en Valencia un cursillo sobre seguridad e higiene en el trabajo. Nos invitan a que enviemos a alguien. Durará tres días y es gratis. Pienso que sería bueno tener a un tío en la empresa que estuviera al día en esas mandangas, más que nada para que los cabrones de la inspección no vuelvan a meternos un puro. ¿Qué te parece?
- Hombre, todo lo que suponga que el personal haga la faena con más seguridad en principio es bueno, pero si con el agobio de trabajo que tenemos y lo atrasados que vamos me quitas a un operario tres días me haces la santísima.
- Yo no había pensado en enviar a un oficial, ¿qué te parece si mandamos al chico ese, a Sergio?
- No se me había ocurrido. Del Estudiante sí que puedo desprenderme los días que hagan falta – acepta Dimas.

   Sergio vuelve muy ufano de Valencia por todo lo que ha aprendido en seguridad e higiene laboral. Dimas le pregunta si le han enseñado algo útil. El chico le hace un resumen sobre lo que les han explicado en el curso: plan de higiene del trabajo, prevención de accidentes, de incendios y de robos.
- De lo último todo cuanto te han dicho sobra. Para los robos el patrón tiene un arreglo con los Carmona. No hay antirrobo más seguro que un clan de gitanos en plan de: quien se lleve algo de esta obra se la juega.
- Bueno, pero todas las demás cuestiones habrá que aplicarlas en la empresa.
- Vamos a ver Estudiante, ¿tú sabes para qué nos paga el patrón?
- Para que trabajemos.
- Exacto, y ¿en qué consiste nuestro trabajo? – sigue Dimas con sus preguntas en plan socrático.
- En su mayor parte en montar las instalaciones eléctricas de apartamentos y el alumbrado callejero de las urbanizaciones.
- Muy bien, pero si en lugar de hacer las instalaciones nos dedicáramos a todas esas historias que me has contado, ¿tú crees que el patrón nos seguiría pagando? Porque si empleamos tanto tiempo en cuestiones de seguridad e higiene tendremos que sustraerlo de la tarea de los montajes y entonces instalar un apartamento o un alumbrado costará tanto tiempo que dudo mucho que Francisco pueda lograr alguna contrata porque sus costes se pondrán por las nubes.
- Bueno, visto así…, pero no me negarás que tanto la salud como la seguridad son enormemente importantes – defiende Sergio.
- Claro que no lo niego. Lo que intento explicarte es que en la realidad, sobre todo en las empresas pequeñas como la nuestra cuyos costes son siempre muy ajustados, hay que llegar a un ten con ten entre lo que debería ser y lo que se puede hacer para que el patrón saque un beneficio y pueda seguir pagándonos el jornal.

   Dimas hace una pausa, que aprovecha Sergio para sacar un paquete de tabaco y ofrecerle al capataz.
- Gracias, no gasto.
- Entiendo lo que me cuentas, Dimas, pero en el cursillo insistieron mucho en que la cantidad de accidentes laborales se ha incrementado notablemente en el último año y que, casi siempre, son las empresas las culpables.
- Esa es otra cosa que has de aprender. Para los sindicatos la culpa de casi todo la tienen las empresas, mejor dicho los empresarios. Forma parte de…, ¿cómo coño es esa palabreja que designa lo que uno lleva dentro desde su nacimiento?
- ¿El ADN?
- Si señor, pues como decía eso forma parte del adeene sindical.
- Entonces, ¿es que no estás de acuerdo con los sindicatos? Pues no lo entiendo, si me contó Cascales que eres muy rojo.
- Con qué muy rojo, eh. Es cierto que milité en el PC hasta que Carrillo aburguesó al partido, pero una cosa es creer que los sindicatos son imprescindibles, que lo creo, y otra comulgar con todo lo que hacen o dicen. Y es hora de volver al curro. Un día de estos tengo que darte una teórica sindical. Por cierto, yo sigo apuntado a Comisiones, por si no lo sabías.

   Unos días después, en la pausa del almuerzo, Dimas tiene tiempo de darle a Sergio la teórica que le tenía prometido.
- Verás, lo primero que has de saber es que los sindicatos son necesarios, más que eso son imprescindibles, porque si no existieran todavía trabajaríamos siete días a la semana y con jornadas de sol a sol. Por eso yo estoy afiliado y si tú sigues en este negocio, algo que no te deseo pudiendo seguir los estudios, también tendrías que apuntarte. A Comisiones, a UGT o al sindicato que te pete.
- ¿Hay alguna diferencia entre ellos?
- Si la hay, la verdad es que lo disimulan. Casi siempre van del bracete, salvo cuando llegan las elecciones sindicales. Entonces, por unos días, da la impresión de que se tiran los trastos a la cabeza, pero nunca llega la sangre al río. Mi compadre Villarejo, que de esto sabe un huevo, dice que la UGT ofrece más prestaciones, pero que Comisiones tiene mejores laboralistas. Vaya una cosa por la otra. Otra cuestión, que me suena que ya te expliqué, es que, siendo los sindicatos necesarios, no has de creerte a pies juntillas todo lo que cuentan. Se marcan sus faroles y sobre todo tienen sus prioridades que no siempre coinciden con las de los currantes. Acércame el botijo que con tanto darle a la sin hueso me he quedado seco.

   Sergio aprovecha la pausa para encender otro cigarrillo. Tras limpiarse la boca con el dorso de la mano, Dimas hace intención de proseguir su disertación, pero se le adelanta el muchacho con una pregunta:
- ¿Qué quieres decir con eso de que las prioridades de los sindicatos no siempre coinciden con las de los trabajadores?
- Eso hay que matizarlo, los obreros somos lo más importante para los sindicatos, por y para eso existen, pero no todo el monte es orégano. Cuando un trabajador tiene un problema con su empresa nadie le defenderá mejor y con más eficacia que un sindicato, el que sea. Dicho eso, también creo que cuando se plantean los grandes conflictos como las huelgas generales, los convenios colectivos y similares en lo primero que piensan los aparatos sindicales es en ellos mismos, y a veces en el partido del que son correa de transmisión, y sólo en tercer lugar vamos los currantes. Por eso, como creo que ya he repetido, hay que pertenecer a un sindicato, pero sin esperar que te resuelva todos los problemas y sabiendo que, en ocasiones, para ellos uno no es más que un número y poco más.
- ¿Tú has hecho huelga muchas veces? – pregunta un Sergio que se siente un tanto desconcertado por las explicaciones del capataz.
- En varias ocasiones, pero te voy a contar un secreto, siempre que me des tu palabra de que no se lo vas a largar a ninguno de esos mamelucos. Desde que trabajo con Francisco, y ya van la tira de años, no he vuelto a hacer huelga. Por ejemplo, las dos últimas huelgas generales, la del noventa y dos y la de enero del noventa y cuatro, no las hice. En ambas ocasiones me pasé la jornada en el almacén preparando el material para el curro del siguiente día, a pesar de que el resto de los operarios si la hicieron. ¿Y sabes por qué? Porque Francisco es el jefe más honrado que he tenido, aunque tiene fama de negrero, y a un patrón que es justo y considerado hay que pagarle con la misma moneda.
- La verdad, Dimas, es que después de tus explicaciones ya no sé qué pensar de los sindicatos.
- No eres el único, Estudiante, pero quédate con esta copla: son necesarios para según qué asuntos y prescindibles para según qué otros.
- Sancho te diría que para ese viaje no hacían falta alforjas, sustituyendo viaje por explicaciones – replica Sergio.
- Ahora soy yo quien no se aclara, ¿quién es ese tal Sancho?