"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

jueves, 30 de marzo de 2023

Libro III Episodio 189. Los Carreño queman sus naves

 NOTA. Mañana me voy a Torreblanca a pasar la Semana Santa, Por dicho motivo adelanto a hoy la publicación del blog.

   En el inicio de 1930, el deterioro de la vida política española es patente. Ante la pérdida de apoyos sociales y políticos, a fines de enero el dictador Primo de Rivera presenta su dimisión que le es aceptada en el acto. Alfonso XIII nombra al que era jefe de su casa militar, el general Dámaso Berenguer, presidente del gobierno con el propósito de retornar a la normalidad constitucional. Tras su dimisión, Primo de Rivera sale de España y, poco tiempo después fallece, en un modesto hotel de París. Todos esos sucesos son comentados y debatidos en la tertulia del casino que ahora Julio apenas si frecuenta, pues tiene asuntos más importantes que atender y el más acuciante es que las ofertas recibidas por el posible traspaso de la tienda no cubren las expectativas que tenía.

   Mediado febrero, Pilar recibe una llamada de Rodríguez informándola de que se traspasa una farmacia en la calle Reina Victoria, cerca de la plaza de Cuatro Caminos, por un precio muy asequible y negociable, dieciocho mil pesetas. Pilar desestima su compra pues sus índices de venta son bajos, dado que es un barrio obrero. Dos semanas después los hechos se precipitan.

El abogado de Llerena, que vendió a Julio las malhadadas acciones de la Bergwerk  Spanisch, le llama para decirle, primero, que lamenta mucho el fracaso de la compañía alemana y, segundo que, enterado por su común amigo, don Mauricio, de que desea traspasar su negocio, tiene un cliente que anda buscando un comercio del tipo de la tienda de Julio. Negocian el precio del traspaso. Julio pide cuarenta mil pesetas, del Castillo ofrece treinta. Bajando uno y subiendo el otro, llegan al acuerdo de que treinta y cinco mil pesetas es una cifra aceptable para ambas partes. Como Julio desconoce si esa cantidad será suficiente para comprar una farmacia en Madrid, pone como condición que la operación se demore un par de semanas, quizá un mes, para, mientras tanto, cuadrar cuentas, hacer arqueo de existencias y rematar los últimos pedidos. Del Castillo no pone objeción pero, cuando se están despidiendo, Julio se acuerda de que ha tenido una omisión.

   -Perdone, don Josémari, pero me había olvidado de algo. Tengo otra condición, más que condición es un favor personal. Dígale a su cliente que en el paquete del traspaso va incluida Antonina López, la única empleada que tengo y que le resultará muy útil, pues además de ser una magnífica vendedora, se conoce la tienda y a la clientela al dedillo.

   Tras la conversación con el letrado, Julio cuenta a Pilar y Julia la transacción del traspaso y el mes de aplazamiento que ha pedido para dar tiempo a que encuentren una farmacia que se traspase. Discurren los días, se agota el plazo que Julio pidió al abogado de Llerena, y los Carreño continúan sin tener noticias de Rodríguez. A punto de cumplirse los treinta días de aplazamiento del traspaso de la droguería, reciben la tan esperada noticia: se traspasa una farmacia, pero es de las caras, el titular, que ha decidido jubilarse, pide cuarenta mil pesetas y el precio del traspaso no es negociable. Al conocer la cifra, los Carreño lo lamentan, el precio está fuera de su alcance. Han de saldar lo que queda de la deuda contraída con la Bronchales, aunque ha quedado reducida a una pequeña cantidad, y necesitan un remanente para vivir y pagar el primer mes y la fianza del piso que vayan a alquilar. Pilar, aunque sabe que para su padre será más doloroso que si le arrancaran una muela, propone la única solución que les resta.

   -Habrá que vender también la furgoneta.

   -¡El Ford, no! –La exclamación le ha salido a Julio de lo más hondo, aunque enseguida recapacita y reconoce lo pueril de su negativa-. Bueno, si es necesario…

   -Y aun así no va a ser suficiente –apunta una coriácea Pilar-. Salvo que me corrijáis, lo único que nos queda es el puñado de hectáreas y la casa de Pinkety, también habrá que venderlos.

   Pilar se va a Madrid para conocer más detalles sobre la farmacia que se traspasa, intentar negociar el precio y, sobre todo, conseguir que el pago sea a plazos. Y al tiempo, alquilar una casa lo más cerca posible de la farmacia que  han decidido adquirir. En tanto cierre el trato, se alojará en casa de los Casillas, amigos de la familia. En la capital la espera Rodríguez que le ofrece más datos sobre la botica.

   -Es una farmacia pequeña, pero está en la Gran Vía que, como sabes, se ha convertido en una de las principales arterias de la ciudad desde el punto de vista comercial, turístico y de ocio. El vendedor lleva media vida instalado allí y todos los comerciantes cercanos le conocen. Está muy enrocado en el precio y no creo que consigamos que lo rebaje ni un real, aunque pienso volver a intentarlo. Lo que acaso podamos negociar es lo de los plazos, pues es persona de buen trato y no tiene problemas de capital. Tú báilale el agua a ver si consigues ablandarle. Ah, he conseguido que mis honorarios los paguéis a medias, eso que te ahorras.

   La primera impresión que se lleva Pilar de la farmacia ubicada en el número 56 de la Gran Vía es decepcionante. El local es muy pequeño, calcula que debe de tener poco más de tres metros de ancho por unos diez de largo y una rebotica, con una puerta trasera, por donde entran los proveedores, que da a la calle de Flor Alta. Don Jerónimo, el actual propietario, se da cuenta de la desilusión de la joven y trata de que se rehaga, y para que la conversación sea más distendida la invita, junto a Rodríguez, a tomar algo en una cafetería que está enfrente de la botica, donde busca una estratégica mesa desde la que se ve la puerta de la farmacia.

   -Querida colega, ¿puedo tutearte, vedad? Lo digo porque podría ser perfectamente tu padre. A buen seguro que adivino lo que estás pensando: una farmacia tan pequeña, ¿cómo puede vender tanto como afirma este viejales? Pues es así. Un establecimiento, salvo que venda un producto muy especializado o sea único en su género, importa más donde está ubicado que los metros cuadrados que tenga, con la excepción de aquellos que venden artículos muy voluminosos. Una tienda de automóviles, pongo por caso, debe ser forzosamente amplia. En cambio, un estanco puede permitirse el lujo de ser como una caja de cerillas. A las farmacias les ocurre lo mismo. En la mía no caben mucho más de media docena de personas, pero es suficiente pues, con contadas excepciones, el noventa y cinco por ciento de productos farmacéuticos vienen en envases que caben en la palma de la mano. Pero sí importa que una farmacia esté bien situada y si estamos aquí un rato podrás comprobar que los clientes entran y salen continuamente. Desde que la Gran Vía se abrió definitivamente al público, de eso hace solamente unos años, se ha convertido por derecho propio en una de las calles más comerciales de la ciudad. Y basta por el momento de verborrea, debo de estar aburriéndote. Mientras saboreas tu café con leche no pierdas de vista la puerta de la farmacia. Lo que verás certificará mis palabras.

   Y en efecto, en los minutos siguientes Pilar constata que don Jerónimo no ha exagerado ni mucho menos mentido. La gente entra y sale sin cesar del pequeño local. Constatado que el índice de ventas que le ha mostrado el viejo boticario parece ajustarse a la realidad, Pilar se mete en los aspectos mollares del traspaso. Como auguró el intermediario, don Jerónimo no baja ni un céntimo del precio que pide, pero se pliega a que le pague a plazos siempre que la operación la avale un banco. Ahí es cuando Pilar flaquea, pues no tiene muy claro que la relación de su padre con los bancos sea positiva. De todas formas, sigue avanzando en la negociación y llegan al acuerdo de que las cuarenta mil leandras serán pagadas, la mitad en el momento de la firma y los otros cuatro mil duros, más los correspondientes intereses, a lo largo de los siguientes diez meses, a razón de dos mil doscientas pesetas cada mes. Pilar respira aliviada, está convencida de que con las treinta mil y pico de pesetas con las que la familia llegará a Madrid pueden hacer frente a la mitad del pago ahora y, con la mora conseguida y los ingresos que generará el establecimiento, no ha de haber ningún problema para terminar de pagarlo. Un firme apretón de manos cierra el trato a expensas de la posterior firma de documentos.

   -Recuerda –sugiere don Jerónimo- que tendrás que darte de alta en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. Del resto del papeleo que se encargue Rodríguez. Una cuestión que realmente no es de mi incumbencia, pero lo pregunto porque me has caído francamente bien, ¿tenéis casa en la ciudad o pensáis alquilar una?

   -Vamos a alquilar una. Mientras estudié la carrera viví en un piso de la calle don Quijote y me llevaba bien con la casera, voy a peguntarle si lo tiene vacío o alquilado.

   -Esa calle te va a pillar un poco lejos. Te aconsejo que preguntes a la señora Brígida, la quiosquera que está en la esquina de Plaza de España, no sé cómo se las arregla pero está al tanto de todos los pisos que se venden o alquilan por el barrio. No pierdes nada hablando con ella y quizá pueda ayudarte a conseguir algo más cerca, y más si le das unos duros.

   De la charla meramente comercial pasan a temas privados. Don Jerónimo le cuenta que está deseando hacer efectivo el traspaso porque tiene pensado en marcharse a Torrevieja, localidad en la que tiene un pequeño chalé junto al mar y un barquito con el que se dedicará a pescar, una de sus grandes pasiones. Solo va a lamentar irse de Madrid porque no va a poder ver jugar al Atlético de Madrid que es su otra gran afición. En cuanto se despide del viejo boticario y de Rodríguez, Pilar busca a la quiosquera de Plaza de España. Al principio, la Brígida se hace la remolona, pero en cuanto la joven compra el ABC, le da diez duros y le dice que se quede con el cambio, la vecindona se transforma en una agente inmobiliaria. Como Pilar le ha dicho que anda corta de dinero, le aconseja que, puesto que en el barrio los pisos son caros, mejor busque en otros distritos.

   Pilar piensa que los Carreño, como hiciera un insigne extremeño siglos antes, al final van a quemar sus naves.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, La segunda generación, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 190. Adiós, Plasencia