"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

2.6. ¡Mi hijo, ingeniero!

   Ha terminado el curso 1992-93 y Sergio Martín, casi ya mayor de edad, enseña las notas finales a su padre como si la cosa no fuera con él, pero un aire de orgullo trasciende a su pose de que las calificaciones obtenidas no tienen mayor importancia.
- ¡Enhorabuena, hijo. Vaya notazas! Lola, ven, mira que calificaciones trae el chico.

   La madre baja la llama del gas y se acerca al comedor donde su marido está blandiendo el libro de calificaciones de formación profesional como si ondease un victorioso estandarte. La mujer repasa las notas, sus ojos brillan de satisfacción.
- ¡Qué orgullosa estoy de ti, hijo mío! A ver, nueve, otro nueve, ocho, aquí veo un cinco...
- Es del muermo de FOL que me tiene manía – se justifica el chico.
- ¿Y eso qué es?
- La asignatura de formación y orientación laboral.
- Y ahora, ¿qué título te corresponde con estos estudios?, ¿Ingeniero? - quiere saber la madre.
- No, mamá, el título es de técnico superior en la rama de electrónica industrial.
- Técnico – repite la mujer con cierto tonillo de desilusión.    
  
   El chaval, sin darse por aludido ante la evidente decepción materna, termina por soltar todo cuanto quería decir a sus progenitores:
- Precisamente de eso quería hablaros, de los estudios de ingeniero. Me ha dicho don Javier, el director, que con mis notas está casi seguro de que podría sacar la selectividad, aunque para electrónica la Politécnica exige una nota de corte muy alta. Tendría la ventaja de que, en caso de empate para la adjudicación de plazas, los que tenemos un título acorde a las enseñanzas que deseamos cursar tendríamos preferencia para ingresar.
- No nos habías dicho nada de continuar estudios, hijo – se duele el padre.
- Es que ni me lo había planteado, papá. Bastante tenía con el marrón de tratar de aprobarlo todo en junio. Ha sido esta misma mañana. El jefe de estudios y el director nos han llamado a unos cuantos al despacho y nos han aconsejado presentarnos a las PAU para que, si las aprobamos, podamos pasar a la universidad.
- ¿Qué es eso de las PAU?
- Perdona, mamá. Son las pruebas de acceso a la universidad. Don Javier dice que es una oportunidad que no debemos perder y nos ha insistido mucho en que sigamos adelante.
- ¡Mi hijo, ingeniero! – exclama emocionada la madre -. Casi no me lo creo. Más de una y más de dos en el pueblo se van a poner verdes de envidia cuando se enteren. La Encarna sin ir más lejos. Mucho presumir de huertos y de pisos y de solares, pero sus chicos terminarán de destripaterrones. Y en cambio, el hijo de Lola la Punchenta va a ir a la universidad a estudiar para ingeniero ¡Nada menos! – La mujer desborda satisfacción por todos sus poros.
- Lola, no te embales que te conozco – corta el marido -. Hazme el favor de no hacer la paletada de presumir por el pueblo de que el chico es ingeniero porque se te van a reír. Lo que nos está diciendo es que sus profes opinan que podría continuar sus estudios. Nada más. ¿No es eso Sergio?
- Sí, papá. No es más que eso, una posibilidad. Que para deciros toda la verdad no la tengo nada clara. Yo pensaba ponerme a trabajar y así ganar mi propio dinero. Me gustaría comprarme un coche, hacer el interrail con varios amigos, sacarme el abono del Aleti… Por otra parte, lo de poder llegar a ingeniero también me tienta. Uno de mis compañeros de curso me ha contado que su padre trabaja en una empresa de electrónica y dice que los ingenieros ganan un montón de pasta. Y como hay pocos se colocan en seguida.
- Bueno, bueno, es una decisión que no debes de tomar a la ligera. Lo de ir a la universidad me refiero. Voy a decirte algo que nunca te comenté. A mí siempre me pesó que mi familia no pudiera darme estudios superiores porque en casa de los abuelos el dinero siempre escaseó. Me tuve que conformar con estudiar administrativo en Santa Ana y San Rafael donde aprendí todo cuanto sé – El padre hace un inciso como para ordenar sus ideas -. Por eso precisamente te matriculamos en Santa Ana cuando eras un mocoso, porque sabía por experiencia que te iban a dar una excelente formación, mucho mejor que en otros coles de postín – Hace otra pausa y retoma el hilo del discurso -. No es que nademos en la abundancia, pero creo que podríamos permitirnos pagarte la carrera de ingeniero. Ahora bien, si continuaras los estudios tendríamos que olvidarnos de ese apartamento de Albalat del Mar que tu madre está empeñada en comprar – El recadito queda claro a quién va dirigido.
- Lorenzo, haz el favor, no me cargues el mochuelo de que el apartamento sólo es cosa mía. Lo hemos hablado muchas veces. Tú tienes tanta o más ilusión que yo en tener un apartamento con vistas al mar. A mí no me importa seguir pasando las vacaciones en el piso que alquilamos en Benialcaide, como tampoco tengo ningún problema, ¡faltaría más!, en hacerlo en casa de mi padre. Y ahora me sales con que el chico no va a poder ser ingeniero porque su madre tiene el capricho de tener un apartamento en la playa. Pues sabes lo que te digo, no seré yo la que ponga el menor impedimento para que el hijo de mis entrañas llegue a lo más alto, a ingeniero o a más que eso – Lola se ha puesto brava.
- Mamá, papá, por favor, no os peleéis. Sólo estamos hablando de una mera posibilidad. Ya os he dicho que ni siquiera tengo claro si me gustaría continuar estudiando. Lo tengo que volver a hablar con don Javier, aunque ya sé lo que me va a decir: que mientras se tengan alas hay que volar. Lo que ahora me apetece es irme al pueblo, con el abuelo, y disfrutar de unas vacaciones que bien me las he ganado, aunque antes tendré que presentarme a la maldita selectividad.  
- ¡Mi hijo, ingeniero! – musita la madre, oronda de orgullo, mientras vuelve a la cocina.