La
controversia local sobre la necesidad de la construcción de algún tipo de obra
costera que resguarde el poblado de la Marina ante futuros temporales genera
opiniones para todos los gustos. Uno de los hombres con más prestigio en el
pueblo, Manuel Lapuerta, opina que en la controversia suscitada será Gimeno
quien le gane por la mano a Vives, opinión que no es compartida por todos. Son
muchos los que apuestan a favor del alcalde. Paco, que es inculto pero no
tonto, no está tan seguro de ganar el envite. Es el primero en darse cuenta de
que su estrella política va declinando y que si no echa un órdago la partida la
va a terminar ganando su oponente. Uno de los pocos proyectos que le quedan en
cartera para llevar el agua a su molino es la petición de la construcción de un
puerto o, en su defecto, un refugio pesquero o una escollera en la Marina. La
correspondiente solicitud ya fue enviada a Madrid hace casi un año, pero hasta
el momento no se ha recibido ninguna noticia sobre la misma. Vives decide
convocar una reunión de sus amigos políticos para tomar la decisión sobre qué
resolver con la petición de las obras en el barrio marítimo.
- ... y tenemos que hacer algo porque de
Madrid no dicen ni pío.
- Ya se sabe, las cosas de palacio van
despacio.
- Cuando quieren no es así. Mismamente el
Ministerio de Obras Públicas acaba de aprobar la construcción de un nuevo espigón
para el puerto de Denia, y me han dicho que esa solicitud fue posterior a la
nuestra – se lamenta Vives.
- Es que yo creo que no concretamos lo que
queríamos. Si mal no recuerdo pedíamos la construcción de un puerto, un refugio
pesquero o una escollera. Igual en Madrid se han armado un lío y no saben muy
bien lo que queremos, porque no me negaréis que no es lo mismo construir un
puerto que una escollera. Yo no soy ingeniero y no entiendo de construcciones,
pero se me alcanza que entre esas obras las diferencias han ser grandes –
apunta uno de los asistentes.
- A mí me parece que has dado en el blanco.
No tendríamos que haber pedido tres cosas sino una sola. Si lo hubiésemos
hecho, a lo mejor a estas horas ya nos habrían dicho que sí – remacha otro.
Los
reunidos se enzarzan en una estéril discusión sobre qué debían de haber
solicitado a la administración central, hasta que Vives da un puñetazo en la
mesa y trata de encauzar el debate.
- Así no vamos a ninguna parte. Lo que está
hecho, hecho está. Ahora lo que tenemos que decidir es qué vamos a hacer ante
la callada por respuesta que nos están dando. Lo he pensado bien y creo que
tenéis razón los que opináis que deberíamos haber hecho una sola petición. La
madre del cordero es saber cuál de las tres obras que solicitamos tendría que
ser la que deberíamos volver a pedir. Yo tengo hecha mi composición de lugar, pero
me gustaría escuchar que opináis los demás.
Se
produce una pausa en la discusión. Da la impresión de que nadie quiere recoger
el guante que ha lanzado el alcalde, hasta que uno de los asistentes, un tal
Nicolás, después de carraspear, toma la palabra:
- Como nadie dice ni mu, voy a deciros lo que
pienso. Yo soy partidario de que deberíamos de solicitar la obra más barata de
las tres, que supongo que debe de ser la escollera. Me imagino que, como se ha
dicho, entre construir un puerto y una especie de muro para resguardar las
casas de los temporales tiene que haber una gran diferencia de presupuesto.
Aunque construyeran un puerto no creo que los pescadores que se fueron al Grao de
Valencia vayan a volver y hacer una obra de ese calado tiene que costar un
riñón. En cambio, si construyen un espigón o algún tipo de defensa salvaremos
la Marina y esa obra puede costar, tirando por alto, unos cientos de miles de
duros. Y además, si lo conseguimos, cosa que veo posible, le habremos ganado
por la mano a Gimeno y Paco se habrá apuntado un tanto.
El
resto de contertulios, que habían estado silentes hasta el momento, se muestran
de acuerdo con la propuesta de Nicolás, les parece una buena idea que puede
salir adelante por su bajo coste.
- Pues yo no estoy de acuerdo con esa
propuesta – rebate de manera tajante Vives -. Os voy a explicar por qué. Si
pedimos la escollera, en Madrid se van a preguntar ¿y para qué quiere esa gente
un rompeolas?, ¿para salvar un centenar de casuchas que todas juntas no valen
un real? En eso le doy la razón a Gimeno, sería más barato construir casas
nuevas para los marineros que un dique costero. Creo que en esto no podemos ir
de pobres y lo de la escollera es solo una solución para ir tirando, pero en el
fondo no arregla nada. Hay que ir, como en el guiñote, a por las cuarenta y las
diez de últimas.
- Entonces, ¿qué propones?
- Que nos olvidemos de la escollera, del
refugio costero y de todas esas gaitas, hay que ir por el premio gordo, a por
el puerto. Si conseguimos que lo construyan, imaginaos lo que puede ser para el
pueblo. Dice Nicolás que los que se han ido al Grao no volverán, eso habría que
verlo, pero si no vuelven esos vendrán otros porque esta zona tiene los mejores
caladeros del golfo de Valencia, la prueba es que muchas de las barcas del
Grao, de Gandía y de Denia vienen a pescar aquí. Si la Marina sube también
prosperará Senillar, porque si hay muchas capturas podrían montarse fábricas de
conservas, de harina de pescado, y que sé yo..., de otras muchas cosas que
ahora no se me ocurren. Y si lo conseguimos, y todo es ponerse a ello, no es
que le ganaremos a Gimeno, es que de una jodida vez nos lo cargaremos, a él y a
todos los Arbós que son el verdadero peligro. Aunque a estos últimos pienso
pasarles la mano por el lomo a ver cómo respiran.
Los
que unos minutos antes habían apoyado la propuesta de Nicolás se decantan ahora
por la de Vives. Volverán a rehacer la documentación de la solicitud enviada al
Ministerio y pedirán la construcción de un puerto.
Cuanto se ha referido en la reunión se lo cuenta Severino Borrás a
Gimeno con pelos y señales. El conocimiento inmediato de los planes del
antagonista le permiten al jefe local ir siempre unos pasos por delante. En
este caso, la jugada que piensa ejecutar es informar nuevamente al Gobernador
Civil del proyecto del primer edil. Al poncio provincial no tiene que gustarle
nada que un alcalde de tres al cuarto se permita puentearlo reiteradamente.
Otro de los movimientos que también le sopla su chivato es que Paco, en una
jugada tan audaz como peligrosa, piensa invitar a los Arbós a que se unan a su
causa. Como esa acción puede producirse en cualquier momento, José Vicente
decide anticiparse, pero antes piensa que debería consultarlo y… ¡a quién mejor
que a la que pronto será su esposa! Porque ese es el hecho que ha conmocionado
su presente: el que Lolita, tras muchas cábalas y vacilaciones, le haya
respondido. Y en su respuesta no ha podido ser más franca.
- Quiero ser muy sincera contigo, José
Vicente. Le he dado mil y una vueltas a tu proposición. Verás: me pareces una
bellísima persona, encantador, ocurrente y alguien de quien una se puede fiar;
vamos, lo que se dice un tío majo de verdad. Siento por ti respeto, simpatía y
hasta admiración, pero hay un pero, un pero capital: no estoy enamorada de ti.
Y eso es lo que me ha hecho dudar tanto. Si sabiendo esto mantienes tu
propuesta, te voy a responder que sí, que acepto ser tu novia y, si tras el
noviazgo todo va bien, también estoy dispuesta a ser tu esposa. Y al igual que
te digo que no estoy enamorada, también quiero que sepas que, llegado el
momento, seré una buena esposa, solícita, respetuosa y que siempre, siempre, te
seré fiel.
Desde los primeros días del noviazgo Gimeno intuye que no conquistará a
Lolita poniéndose romántico ni siquiera siendo detallista. Lo único que a
Lolita le pone y le atrae, de una manera irresistible, es la controversia
política. Cuando debaten algún tema político en el que hay que posicionarse, la
mujer piensa, razona, discute y casi siempre suele terminar emitiendo una
opinión plena de sensatez, unas veces, de originalidad, otras, y siempre es una
opinión trufada de astucia y sutileza. Piensa que, al menos, en ese plano la
hace feliz. Algo es algo, porque en el terreno de los sentimientos sigue sin
estar muy convencido que los de Lolita sean tan apasionados como los suyos.
Bueno, se dice Gimeno, como suelen repetir los campesinos de secano: el que en
julio no trilla, en agosto no agavilla. Vamos, que lo que peor le puede ocurrir
es lo de otro refrán: verdes las han segado. No se ha de precipitar. Si Lolita
todavía no está madura para quererle como él la quiere, habrá que tener
paciencia y seguir tratándola con mucho mimo y cuidado. Ya llegará el día en
que pueda segar, trillar y agavillar de una tacada. Por el momento tendrá que
conformarse con verla como se excita al debatir sobre política.