"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 29 de diciembre de 2017

33. Se escurre sin haber barro



   Curro está cada día más colado por la joven camarera rumana. En buena parte es porque Anca, pese a sus pocos años, tiene la astucia suficiente para mantener al hombre en la cuerda floja del deseo. Un día le trata con displicencia y al siguiente le hace unos arrumacos que ponen al exsindicalista en el disparadero del antojo. La táctica del palo y la zanahoria parece funcionar pues Curro, a pesar de sus años y de una trabajada experiencia con el mal llamado sexo débil, está en un sinvivir por culpa de una jovencita que bien podría ser su hija. En una situación así, siente la imperiosa necesidad de compartir sus vivencias con alguien. Más que pedir consejo lo que necesita es explayarse, aligerar la carga de encontrados sentimientos en los que se mezclan el sexo y un incipiente enamoramiento. El problema es que en Torrenostra no cuenta con ese alguien. Sigue sin revelar a nadie su verdadera personalidad y no tiene ni familia ni amigos ni colegas. Lo más parecido a unos compañeros son los jubilados con los que, de vez en cuando, se echa una partida de dominó, pero ni por asomo se le ocurre comentar con ellos sus cuitas amorosas, posiblemente no le entenderían. Esa tarde, tras terminarse la cotidiana partida de dominó en la que ha estado de mirón, los viejos se van a dar una vuelta por la playa, dicen que a estirar las piernas. Grandal no les acompaña pues tiene que volverse a Marina d´Or. Cuando se quedan solos le comenta burlonamente a Salazar:
-No se van a pasear, a lo que van es a ver jovencitas con las tetas al aire. Como ya no se les levanta se contentan con ir de voyeurs –lo ha dicho a la manera francesa.
-¿Vuayeurs? –repite Curro con una entonación interrogativa.
-Ya sabes, los tipos que espían a escondidas a otras personas en situaciones eróticas para excitarse sexualmente. Aunque dudo que se exciten mucho pero, bueno, tampoco hacen daño a nadie.
   Un comentario aparentemente tan aséptico como el que acaba de hacer Grandal es motivo suficiente para que Salazar se lance, sin pensárselo demasiado, a contar al excomisario sus cuitas amorosas, aunque da una versión edulcorada de su vida sentimental. Le explica que se divorció hace años, luego se emparejó con una compañera del trabajo bastante más joven que él, la cual le dio puerta cuando le cazó pegándosela con su hermana. Después fue pasando de unos brazos a otros y en los últimos tiempos convivió con una mujer con la que también ha roto. Llegó a un extremo en que, un tanto hastiado de su difícil convivencia con la grey femenina, se prometió a sí mismo que ya no iba a tener más líos de faldas. Pero es cierto aquello de que el hombre propone y la mujer todo lo descompone, pues ha sido aterrizar en Torrenostra y la camarera que se ocupa de ordenar su habitación resulta ser una jovencita que está más buena que el pan y tiene salero a raudales. Muchas mañanas está un rato de palique con ella aprovechando que arregla el cuarto y hasta la ha invitado a comer un par de veces explotando el hecho de que estaba enfadada con su novio. Y lo que comenzó como un modo de mitigar la necesidad de compañía cuando uno está solo pasó a ser un tímido flirteo y ha terminado convirtiéndose en una verdadera obsesión por la joven. No consigue quitársela de la cabeza y más aún desde que Anca le brindó sus favores.
-No sé si alguna vez has experimentado lo que es tener entre tus brazos a una mujer de diecinueve años cuando tú vas para los cincuenta. ¡Qué mujer y qué cuerpazo tiene!. Cómo para hacer perder la cabeza al más pintado. Me ha hecho sentir sensaciones que creía que no volvería a experimentar. Y eso a mi edad es algo que te vuelve loco.
   Grandal no hace ningún comentario, se limita a mover la cabeza en gesto de que entiende las vivencias que le está confesando Curro.
-Y encima, si no quieres taza, taza y media porque hay un problema añadido, Anca tiene novio. Es un chiquilicuatro del pueblo, uno de esos ninis de hoy en día que ni estudia ni trabaja. Y del que para más inri no está enamorada, solo está con él porque el pazguato pertenece a una familia con mucha pasta. Le he dicho a Anca que se venga conmigo, que podemos vivir donde ella quiera, que no le va a faltar de nada, pero no acabo de convencerla. Y, chico, no sé qué hacer. Estoy hecho un verdadero lío.
   Grandal tiene demasiada experiencia como para recoger la velada invitación de su interlocutor de aconsejarle sobre la tesitura en la que se encuentra. Sigue limitándose a escuchar y asentir. Por otra parte, no se sorprende demasiado de lo que le cuenta Martínez, así sigue creyendo que se llama, pues en su larga carrera en la policía ha tenido que escuchar relatos mucho más retorcidos y escabrosos.
-Tú, en mi lugar, ¿qué harías? –inquiere Curro.
   La pregunta coge al excomisario desprevenido porque no se la esperaba de un tipo que parece curtido en mil batallas de toda clase. Sale del paso echando mano del galleguismo tópico.
-Pues que quieres que te diga. Ya sabes cómo son las mujeres, nunca aciertas por donde van a salir. Y tendrás que disculparme porque se está haciendo tarde y Chelo me debe estar aguardando. Nos vemos mañana.
   Al día siguiente, aprovechando que Curro no aparece por la partida vespertina, en cuanto la terminan Grandal cuenta a sus amigos el dilema sentimental en el que anda metido Martínez el Andaluz, así le motejan a su espalda.
-Ya habías comentado que se timaba con la moza –recuerda Ballarín.
-Hay que reconocer que Martínez tiene buen gusto porque la Anca está de toma pan y moja –comenta Ponte desvelando una cierta envidia.
-A mí no me extraña nada de lo que estás contando –apostilla Álvarez- porque la moza parece que es de las que se escurre sin haber barro.
-Explica eso del barro –pide Ballarín- porque si no me quedo in albis.
-Es una frase que se suele decir por la toledana comarca de La Sagra, la oí por primera vez en Añover de Tajo, y se refiere a las mozas ligeras de cascos.
-¿Y cómo sabes que esa chica es facilona? –pregunta Ponte.
-Porque hace un par de veranos estuvo trabajando de canguro en casa de mi hijo Nacho, que nunca fue precisamente un santo. Un día que su mujer volvió antes de lo acostumbrado se lo encontró morreándose a brazo partido con la muchacha. Esa misma tarde mi nuera la puso de patitas en la calle. Y entonces ya tenía novio, no el de ahora, era un joven rumano que parecía un buen muchacho y al que también le ponía los cuernos. ¡Menuda pelandusca está hecha la tal Anca!
-Llamarla pelandusca es un poco fuerte –replica Ballarín-, pero desde luego si se la puede calificar de promiscua.
-Eres un santo varón Amadeo –se mofa Grandal-. ¿Promiscua?. Por lo que acaba de contarnos Luis ya le ponía los cuernos al novio de entonces y se los pone también al que tiene ahora. De promiscua, nada, esa muchacha es más puta que las gallinas.
-O sea, que lo dicho, se escurre sin haber barro –remacha Álvarez.
   Las dos personas que protagonizan el cotilleo de los jubilados están en esos mismos momentos en situaciones distintas. Anca está en el coche de Vicentín soportando, por lo que parece, la enésima bronca de su novio porque alguien le ha ido con el cuento de que la vieron en el coche de un foraster. Se han reconciliado en cuanto la joven ha comenzado a besuquearlo. A Curro, que los está espiando, se lo llevan los demonios, y termina de descomponerse cuando adivina, más que verlo pues solo puede observar las cabezas de la pareja, que Anca se inclina hacia la entrepierna del chico mientras este pone cara de felicidad. Es más de lo que puede soportar y se marcha.
   Cuando Curro llega al hostal se encuentra con una desagradable sorpresa, tiene una nota en el casillero de su habitación. El mensaje, escrito en un pésimo castellano, dice: Le a yamado un señor. Volverá a yamar.
-¿Quién es el que me ha llamado? –pregunta a la jovencita que hace las veces de factótum.
-No lo sé, no ha dejado su nombre.
-¿Pero seguro que el hombre que ha llamado ha preguntado por mí?
-Por supuesto. Ha dicho que quería hablar con el señor Francisco Martínez. Usted es el único huésped que se llama así.
   Desde que está en Torrenostra es la primera vez que alguien pregunta por él, aunque el hecho de que hayan dado su falsa identidad debería tranquilizarle. Otra cosa es que hubieran usado su verdadero nombre. De todos modos es algo inquietante. La preocupación crece exponencialmente cuando le llaman para avisarle de que vuelve a tener una llamada. Coge el teléfono como si fuera un bicho venenoso.
-Diga.
-¿Francisco Salazar?
   Al oír su nombre el corazón le da un vuelco. Su primer pensamiento es que se trata de la policía, pero en seguida recapacita, si fueran los maderos no le llamarían por teléfono, habrían estado allí para detenerle. Por su mente pasan como un torbellino múltiples pensamientos. Como no contesta, el desconocido que parece que le ha leído el pensamiento vuelve a hablar:
-Tranquilo, Salazar, no corre ningún peligro, pero tenemos que hablar.

PD.- ¡¡¡FELIZ Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2018!!!