"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 19 de noviembre de 2021

Libro III. Episodio 119. ¡Y no hay más que hablar!


   El Bisojo confiesa a Julia que el negocio no puede ir peor. Al tiempo que escucha a su antiguo patrón, la joven madre está pensando qué podría hacer para salvarlo.

  -Sí que está complicado, señor Elías, pero de peores apuros ha salido usted. ¿Se acuerda de lo mal que estaba el negocio cuándo me contrató y como, aunque fuera a trancas y barrancas, salimos de aquel pozo?

   -Salimos porque te pusiste al frente de la tienda, si no te hubiese tenido no sé si habría sido capaz de salir por mi cuenta. Y eso es lo que no le perdonaré jamás a tu marido, que se te llevara. Lo de casarse contigo, pase, pero lo de obligarte a que dejaras de trabajar conmigo, eso es lo que me ha llevado a la ruina.

   -Perdone, señor Elías, pero no fue así. Me iba a casar con Julio y ¿cree que era de recibo que teniendo el que iba ser mi marido una droguería yo siguiera de encargada de otra que era su directa competidora? Eso era un total contrasentido. Y le recuerdo, porque se lo he dicho otras veces, que Julio no me obligó a que le dejara, fui yo la que optó por irse. No podía hacerle la competencia a mi marido durante el día y luego acostarme con él por la noche.

   El Bisojo no responde a las razones de Julia, pero continúa mostrando su disgusto pues sigue pensando que su marcha fue una acción desleal y el origen de su decadencia. Julia, que sabe lo cabezón que se puede poner el viejo, decide no seguir por el camino de remover viejas heridas y centrarse en el problema que ahora aqueja a su antiguo patrón.

   -Mire, señor Elías, tanto Julio como yo queremos ayudarle en la medida de nuestras posibilidades. Como ahora no se me ocurre qué se podría hacer para remediar su problema, denos un tiempo y entre los dos trataremos de encontrar el remedio. Y ahora tengo que despedirme pues es la hora de bañar al niño.

   -¿Bañas al crío todos los días? –pregunta, sorprendida, la señora Florencia.

   -Naturalmente, los niños se ensucian fácilmente y hay que lavarlos todos los días para que la roña no se los coma.

   -Pues debes de ser la única de la ciudad que lo hace. A los críos sanos como el tuyo con bañarlos una vez a la semana, como mucho, resulta más que suficiente –pontifica la señora Florencia, que añade-: Tanta agua no puede ser buena.

     En el recorrido hasta casa, Julia piensa en el postrer diálogo con la esposa del Bisojo. Sabe que lo que afirmaba sobre el lavoteo de los niños es opinión general y aún está más extendida en el ámbito rural. Pero la que hoy es su suegra le enseñó que si un niño come, bebe y defeca diariamente también ha de ser lavado todos los días, pues la higiene corporal es tan o más importante que una adecuada alimentación.

   Tras cenar, Julia le cuenta a su esposo la charla con el Bisojo.

   -Ya te anticipé que el viejo no se iba a dejar ayudar y más si yo entro en juego. Está obsesionado conmigo y me han dicho que cada vez que me alude me llama el judas de Carreño –se lamenta Julio.

   -Todo eso no importa. Es un pobre viejo, cuyos mejores días pasaron hace mucho, y que ahora ve como el negocio que construyó desde cero se le está cayendo a pedazos. A mí me ha dado una pena inmensa. Creo que tenemos la obligación moral de ayudarle a que su final profesional no se convierta en un calvario. Si tú no quieres hacerlo, creo que yo sí que debería porque, como suele recordar tu madre, de bien nacidos es ser agradecidos. Y ambos, pero especialmente yo, le debemos mucho al viejo cascarrabias. Claro que si tú no quieres que lo haga… -La mujer deja el final de la frase en suspenso.

   Julio que comienza a entender los sutiles mecanismos de la mente de su esposa intuye que si se niega a que ayude al Bisojo lo acatará, pero… no le va a gustar nada. Y la necesita demasiado y la quiere todavía más, por lo que considera que no complacerla sea una opción cabal, aun así expresa su protesta.

   -Disiento que tengamos la obligación moral de ayudarle, no tiene una enfermedad o no le ha pasado una desgracia, circunstancias en las que no sería caritativo echarle una mano, sino que estamos ante un fiasco empresarial, ante un negocio que fue viento en popa mientras fue el único de la ciudad y que se ha ido al carajo en cuanto ha tenido competencia. En lo que sí estoy de acuerdo es que nos lo enseñó todo sobre el negocio, y en justa correspondencia no me parece mal que trates de ayudarle, pero te pido que excuses mi apoyo. Haga lo que haga para él seguiré siendo el judas de Carreño.

   Y así quedan. Será Julia la que elaborará un plan para ayudar al Bisojo a salvar los muebles, pero sin la participación de su esposo. El problema continúa siendo que no se le ocurre nada sobre cómo solucionar el traspaso de la tienda sin tocar la propiedad del local.

   Llegado el domingo, el matrimonio Carreño-Manzano va a comer a casa de doña Pilar. Han establecido un acuerdo tácito y un domingo comen en casa de la maestra y en el siguiente es ella la que está invitada a casa de su hijo. Tras acabar los postres, Julio se marcha un rato al casino a tomar café, charlar con los amigos y echar una partida. Sigue siendo muy aficionado al juego, aunque antes de casarse le prometió a Julia que no volvería a jugar con dinero por medio y, mal que bien, sigue manteniendo su promesa.

   Después del casino, Julio se pasa por la barbería a que le corten el pelo pues está abierta pese a que es domingo. Mientras espera turno coge una revista atrasada que lleva un amplio reportaje de lo que fue la noticia estrella del pasado año: la boda del rey Alfonso XIII con Victoria de Battenberg, nieta de la reina Victoria de Inglaterra. Hubiese sido una boda real más, pero dejó de serlo al sufrir la comitiva un atentado. Cuando el séquito real se dirigía de la Iglesia de los Jerónimos al Palacio Real, al pasar por la calle Mayor alguien arrojó una bomba oculta en un ramo de flores que tropezó con el tendido del tranvía y se desvió. Los Reyes resultaron ilesos pero murieron veinticinco personas y más de cien fueron heridas. Dos días después cogieron al autor que resultó ser un anarquista catalán llamado Mateo Morral…; no puede seguir leyendo porque le llama el rapabarbas.

   -Señor Carreño, su turno.

   En casa, tras acostar al niño, suegra y nuera charlan de todo un poco. En un momento de la conversación, Julia cuenta a su antigua mentora el problema que tiene el tío Elías y la decisión que han tomado de ayudarle.

   -… y lo que más me desespera es que no se me ocurre nada. Su pretensión de no vender el local lo complica todo.

   La vieja maestra queda pensativa y así está unos minutos hasta que formula una pregunta.

   -¿Por qué no se la alquiláis? –propone la aragonesa y se explica-. Le alquiláis la tienda y el local. Él se deshace del negocio y cobra el traspaso y un alquiler mensual, pero sigue siendo el dueño del local. En cuanto a vosotros, podéis montar allí una sucursal. En más de una ocasión le he oído comentar a Julio que debería ampliar la droguería pues la tienda se os está quedando chica. Ahora tenéis la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro, solucionáis el problema de Elías y os convertís en la única droguería de la ciudad.

   A medida que Pilar ha ido desgranando su propuesta, Julia no puede por menos que admirarse de lo aguda e inteligente que es su suegra.

   -Pilar, déjame decirte que por ti no pasan los años; es más, creo que a medida que los vas acumulando eres cada vez más sabia y perspicaz. Ni en cien años se me habría ocurrido lo que acabas de explicar, cuando bien mirado lo que propones es la solución más lógica y posiblemente la más eficaz.

   -Vamos, vamos, Julia, no es para tanto –Pilar se hace la modesta, pero en el fondo está que revienta de orgullo ante los elogios de su nuera-. Si no se te ha ocurrido es porque tienes muchas preocupaciones: el niño, la casa, la tienda…

   En cuanto Julio regresa de la barbería, a Julia le falta tiempo para contarle la idea de su madre. La propuesta no parece hacerle demasiada gracia, pero se dice que antes que rechazarla de plano se lo tendrá que pensar detenidamente. No se ve con ánimos de oponerse al plan de las dos mujeres. Quizá con su madre podría, pero si a ella se le suma su mujer piensa que es mucho mujerío para un solo hombre.

   -Sería una propuesta a estudiar y habría que hacer números. Como bien sabes, en estos momentos estamos pagando los plazos de la camioneta con el préstamo que nos concedió la Caja de Ahorros y para lo que tuvimos que hipotecar el Karrascal. Y por nada del mundo quisiera volver a solicitar otro crédito. De todas formas, como digo, hay que pensarlo, pero antes de emprender ninguna acción convendría saber lo que opina el tío Elías sobre esa solución.

   -Era algo que pensaba hacer, pero antes tenía que consultártelo. En cuestiones de negocios eres tú quien tiene la última palabra –afirma Julia.

   Que lista es la condenada, se dice Julio, cualquiera que la oyera creería que aquí las grandes decisiones las tomo yo. Por eso me enamoré, porque es tan inteligente que a veces se hace pasar por tonta. Cuando me aceptó me tocó el premio gordo.

   Al atardecer del día siguiente, Julia va al domicilio del Bisojo y le cuenta la propuesta que se le ha ocurrido…, y no lo oculta, a su suegra.

   -… y creo, señor Elías, que es la mejor solución a su problema. Recibirá el alquiler mensual, pero el local seguirá siendo de su propiedad; bueno, y también el negocio, aunque lo explotemos nosotros.

   La respuesta del Bisojo es contundente.

   -Ni aunque me ofrecierais todo el oro del mundo mi tienda no acabará en manos del judas de tu marido. ¡Y no hay más que hablar!

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 120. Una boda sin amor