"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 16 de abril de 2021

 Libro II.

Episodio 88. ¿Cómo me mira Julio?

   A la interpelación de Julia sobre los solteros cuando van de conquista, Julio muestra su rapidez de reflejos para la respuesta.

   -Cómo has dicho, dentro de la grey de la soltería pertenezco a la subcategoría de los solterones. Y para que no te quepan dudas, también los solterones se batirían por conquistarte –Lo ha dicho con una amable sonrisa.

   -¿Qué diferencia hay entre soltero y solterón? –pregunta la joven a quien no parece que le hagan demasiada mella las lisonjas del hombre.

   -Un solterón o una solterona es alguien entrado en años y que no se ha casado.

   -O sea que, según esa definición, tú eres una persona entrada en años. ¿Y desde que edad se es entrado en años?

   -No creo que haya una edad precisa, pongamos que a los treinta los hombres y a los veintisiete las mujeres.

   -Entonces solo me faltan ocho años para ser una solterona.

   -¿Es qué no piensas casarte? –inquiere, extrañado, Julio.

   -No lo creo. No conozco muchos matrimonios que sean felices del todo, pensándolo bien casi no conozco ninguno. En cambio sé de solterones que sí lo son. Por solo citar dos personas cercanas, la señora Etelvina es soltera y parece feliz con su estado, y tú eres soltero y también pareces contento con tu soltería.

   -Siempre hay una explicación. Etelvina creo que de joven tuvo un novio que murió de dengue cuando hacía la mili en Santo Domingo y quizá por eso no se ha casado. Yo, si no lo he hecho es simplemente porque todavía no encontré mi media naranja.

   -¿Y crees que la encontrarás cortejando únicamente a mujeres casadas?

   La impertinente pregunta deja descolocado a Julio. A bote pronto quiere contestarle que ni a ella ni a nadie le importa a qué clase de mujeres corteja, pero enseguida se da cuenta de lo impropia que podría ser su respuesta. A todo esto el vals acabó y la pareja se ha quedado sola en medio de la pista, al darse cuenta Julio aprovecha para no responder y acompañar a la muchacha a la mesa. La que prometía ser una tarde entretenida se ha trocado en una situación incómoda, al menos para el hombre. En cambio, la joven parece contenta de la vivencia que ha supuesto su primer baile agarrado, el ceño se le distendió hace rato y ahora mordisquea el último barquillo que guardó en el bolso. Después de dejar a la muchacha con su madre, y tras renunciar a cenar con ellas, Julio se va al casino donde, por ser domingo, le espera su partida de póquer, juego que no se conocía en España y que se ha introducido vía Cuba y Puerto Rico. Por el camino va pensando en la última pregunta de Julia. ¡Qué se habrá creído esa muchacha, tendré que ponerla en su sitio!, se dice.

   Durante la semana Julio no hace más qué pensar en cómo hacerle comprender a Julia que meterse en la vida y los sentimientos de los demás no es el mejor camino para mantener las amistades. Le tiene que dejar bien sentado que en su vida hace lo que estima conveniente y a nadie debe importarle un comino; tampoco él se mete en lo que ella hace. El andamiaje que ha construido para enmendar la plana a la jovencita se desmorona como un castillo de arena batido por la pleamar en cuanto, al llegar el domingo a casa de su madre, aparece Julia fresca como un capullo al alborear la aurora.

   -Doña Pilar, ya llegó Julio. Que elegante vas hoy, como dicen en mi pueblo estás como para echar el verso –le saluda la jovencita.

   -¿Y eso qué quiere decir? –inquiere Julio que no sabe si la joven habla en serio o le está tomando el pelo.

   -Pues que eres un dandi. A buen seguro que no hay más de media docena de hombres en la ciudad que sean tan elegantes como tú.

   A Julio ya se le ha olvidado el resquemor que tenía contra la joven. Halagado, le devuelve los elogios.

   -Tú sí que tienes estilo para dar y tomar. Y esa mantilla que enmarca el óvalo de tu carita te sienta divinamente.

   De pronto, Julia hace algo inesperado, se acerca al hombre y lo olisquea.

   -Que gusto, que bien hueles. Madre suele decir que los hombres que se visten por los pies han de oler a tabaco, vino y sudor. Para mí que se equivoca, pues tú eres un hombre hecho y derecho y hueles a limpio y a agua de colonia. Me encanta.

   -Y tú hueles a capullo primaveral.

   Julia se ríe sin ningún complejo, como si le hubiese dicho algo muy gracioso, y al reír se le achinan un poco los ojos.

   -Eres un adulón, no puedo oler a nada como no sea a agua fresca ya que no suelo usar perfumes. Tu madre dice que a mi edad puedo permitirme el lujo de no usar ni afeites ni colonias.

   -Mi señora madre se equivoca. Unas gotitas de un buen perfume, de los que vendes como franceses, te sentarían divinamente.

   En esas, que llega Pilar y el trío se dirige a la parroquia a oír la santa misa. Cuando salen, Julio las invita como siempre al aperitivo y otra vez brega con su madre para que por un día acceda a almorzar fuera de casa.

   -Ya tengo la comida hecha. Preparé esta mañana un frite de cordero que me ha quedado para chuparse los dedos.

   -Sí no dudo que el frite esté buenísimo, pero precisamente es un plato que se conserva bien y lo podemos tomar para cenar. Es que quisiera llevaros a un nuevo restaurante que acaban de abrir y en el que hay un chef, que se ha formado en Francia, que prepara unos platos al estilo francés que al parecer son exquisitos.

   -He oído hablar de él. Me gustaría conocerlo, nunca he pisado un restorán de cocina francesa –confiesa Julia.

   La intervención de la joven decanta la balanza y Pilar cede. La comida depara la enésima sorpresa que le causa la joven. Julio es conocedor de las toscas maneras de comportarse en la mesa de los Manzano, en cambio Julia maneja los cubiertos de pescado, pues ese es el plato fuerte, como si se hubiese criado en el seno de una familia burguesa. Esto también se lo ha enseñado mi madre, piensa el hombre. Esta muchacha es una esponja, absorbe todo cuanto ve, cuanto le dicen, cuanto le enseñan; será un ama de casa perfecta y una mujer de tronío. El último pensamiento le produce una cierta tristeza. Lástima, se dice, que sea tan joven y que nos llevemos tantos años, no me importaría encontrarme a una mujer más hecha que fuera como ella.

   Para postre han pedido crème brûlée que, como les explica Pilar, es una crema aromatizada con vainilla, licor y especias y cuya superficie se espolvorea con azúcar para ser flameada y obtener una capa de caramelo crujiente. A Julia el postre la chifla y se empeña en darle cucharaditas a Julio que, dócil como un niño, las saborea con deleite. Pilar mira a ambos jóvenes y un ramalazo intuitivo le cruza la mente, o mucho me equivoco o esta pareja de tortolitos, con una pizca de fortuna y otra de ayuda, pueden terminar cogidos de la mano. La jaculatoria le sale instintivamente: ¡La Virgen del Pilar lo quiera!

   Lo que ha creído intuir Pilar tiene un punto de verdad, al menos, en el caso de su hijo. Julio, sin estar enamorado, sí está cada día más prendado de las virtudes y del carácter de Julia. En el plano profesional ha podido constatar, desde que negoció con ella el Pacto de la Pilarica, que es inteligente, trabajadora y muy capaz. En el plano personal, desde que pasa los domingos con ella y su madre, sabe que es ingeniosa, divertida y una amena conversadora. En el único plano en el que no sabría definirla es el sentimental, en ese campo lo desconoce todo de Julia, no conoce sus sueños, sus deseos, sus sentimientos, sus frustraciones… y le gustaría. Lo único que sabe a ciencia cierta es que, hasta el presente, a ningún mozo de los muchos que pretenden cortejarla le ha dado pie a que se haga ilusiones. Habla con todos, ríe con muchos, pero su corazón no es de nadie.

   En el caso de Julia, la intuición de Pilar se adentra en una especie de limbo. La joven respeta y admira a Julio por sus muchas cualidades. Profesionalmente le considera un hombre preparado, emprendedor y con innata capacidad para los negocios. En el personal, ha cambiado radicalmente su opinión sobre él desde que le trata asiduamente, ha comprobado que es una persona que gana mucho en las distancias cortas, pues además de listo es ingenioso, ameno y  muy galante. De su vida íntima solo conoce retazos, lo que cuentan las chismosas sobre sus aventuras amorosas y lo que de vez en cuando escucha a Pilar, pero la joven en absoluto le ve como alguien con quien tener algo más que amistad. Son muchos los años que les separan y cuando piensa en él se lo imagina como si fuera su hermano mayor, algo así como lo que es Consuelo pero en hombre, por eso se extraña cuando Lola, una de sus contadas amigas con la que a veces intercambia confidencias, le comenta:

   -Que bien acompañá ibas el otro día, maja. Buen mozo llevabas al lao.

   -¿Un mozo?, que recuerde llevo días sin pasear.

   -Pues el que llevabas al lao saliendo del merendero de La Curva no parecía un carabinero.

   -Ah, te refieres a Julio. Pues aciertas al decir que no es un carabinero, pero yerras al llamarle mozo, es un solterón recalcitrante.

   -Eso dicen por ahí, que es uno de los solteros más codiciaos de la ciudad. Y, digas lo que digas, también es un buen mozo, ¡pues menuda planta tie el gachó, pa mí lo quisiera!

   -¿De verdad Julio te parece atractivo?, si casi podría ser nuestro padre –se extraña Julia.

   -De eso na. ¿Qué edad tiene, treinta años?

   -Treinta y tres.

   -Pues de ser nuestro padre na. ¿Te está tirando los tejos?

   Por toda respuesta, Julia se parte de risa al oír a su amiga.

   -Perdona, Lola, pero es que me da la risa floja. Julio me dio clases de contabilidad y me ha enseñado mucho sobre el negocio, por lo que es mi mentor en el terreno profesional. Y me acompañaba porque, como hijo de mi casera, a veces se ve en la obligación de sacarme a dar un garbeo, de ahí que se pueda decir que en ocasiones es un compañero eventual, pero ahí se acaba nuestra relación. Ah, se me olvidaba, y no me tira los tejos, para él soy como su hermana pequeña.

   -Pues, guapina, por cómo te miraba creo que de hermana, na de na.

   El comentario de Lola da que pensar a Julia. ¿Cómo me mira Julio?, se pregunta.  

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 89. ¿Te ha quedado claro?