La
Jefatura Provincial del Movimiento ha convocado a todos los jefes locales del
partido para explicarles un acto que tendrá lugar en la capital de España en
unas semanas. Se trata de manifestarse contra la campaña de desprestigio y los
ataques que sufren el Caudillo y su Régimen en los países democráticos y, al
tiempo, arropar al Generalísimo Franco como indiscutible líder de todos los
españoles. Tras el final de la II Guerra Mundial y la derrota de los países
totalitarios, Alemania, Japón e Italia, solo resta España como la única nación europea
en la que gobierna un dictador. Esto es una verdad a medias, hay muchas más
dictaduras: la URSS y las naciones satélites que viven bajo su yugo, el vecino Portugal,
así como otros muchos países sudamericanos y asiáticos, pero por muy distintas
causas las democracias se ceban con el régimen franquista en el que,
ciertamente, quien manda no responde ante el pueblo soberano sino únicamente
ante Dios y ante la historia, tal y como repiten los voceros oficialistas.
La
información que la Jefatura Provincial traslada a sus jefes locales y que estos
han de transmitir a sus afiliados y a la ciudadanía en general es que la ONU,
presionada por los países comunistas y los gobernados por masones y judíos, va
a condenar a España y estrangularla económicamente, más de lo que ya está. Es
una muestra más de la conspiración judeomasónica contra España, otra de las
frases predilectas del Caudillo. Para protestar por semejante infamia y que se
entere el mundo de que los españoles no van a amedrentarse fácilmente, los
sindicatos, las cooperativas, las empresas, los municipios y la gente de bien
están organizando una concentración en Madrid para decir alto y claro a los
extranjeros que no se metan donde nadie les llama. Los asuntos de España,
afirman, hemos de solucionarlos los españoles y no necesitamos que venga nadie
de fuera a decirnos como tenemos que hacer las cosas. Nosotros no vamos por ahí
diciéndoles a los gabachos, a los yanquis o a los hijos de la pérfida Albión
como se las tienen que arreglar, pues ellos que hagan lo mismo y que nos dejen
en paz. ¿Qué es eso de decir qué Franco no representa a los españoles?, ¿quién
ganó la guerra?, ¿quién nos libró de las garras comunistas?, ¿quién terminó con
los masones, los liberales y los separatistas? Pues el hombre que ha hecho todo
eso, y más, es don Francisco Franco Bahamonde y los españoles nunca le
agradeceremos lo mucho que ha hecho por la nación.
Cada
jefe recibe el encargo de reclutar a un grupito de gente de su confianza para que le acompañen en
ese viaje a Madrid. José Vicente pone todo su empeño en la encomienda, también
es una manera de atemperar el desasosiego que le embarga desde que descubrió
sus sentimientos hacia Lolita. Y, sin embargo, en una muestra más del
desconcierto que le atenaza es a Lolita con quien primero comenta el cometido
que le han encomendado.
- ¿A ti que te parece?
- Pues qué quieres que te diga – responde
Lolita con una frase que no dice nada.
- Pero algo opinarás, ¿no? – insiste José
Vicente.
- Bueno, si insistes. Creo que es un montaje
para consumo interno. Dudo mucho que al resto del mundo le impresione que se
reúnan en Madrid cien mil personas o un millón.
- ¿No te gustaría ir?
- ¿A hacer de palmera durante unas horas?
Vamos, José Vicente, seamos serios.
La negativa opinión de Lolita no hace
demasiada mella en Gimeno quien se afana en encontrar compañeros para el viaje
a la capital. De ninguna manera quiere que en la Jefatura Provincial crean que
no es capaz de reunir a un grupo de personas. Lo de menos es que sean afiliados
o simpatizantes, lo que importa es completar la cuota de viajeros que le han
asignado. En cuanto se corre la voz de la campaña de Gimeno para lo del viaje
las opiniones para todos los gustos vuelan en las tertulias del café.
- ¿Y eso va a servir para algo?
- Quien sabe, a lo mejor se abarata la
gasolina y aumenta el cupo del racionamiento.
- Eso no lo verán tus ojos, pardillo.
- Bueno, si lo montan será por algo, ¿no?
- Don Manuel, ¿usted piensa ir? – pregunta un
contertulio al médico.
- No, no voy a ir. Por una parte, Gimeno no
me ha invitado y, por otra, lo de ir a hacer bulto para aclamar al Caudillo,
porque de eso se trata, no me atrae excesivamente.
- Pues a mí, como el Gimeno me lo proponga le
voy a decir que sí. Sería una buena ocasión de conocer la capital.
- Supongo que para ir habrá que estar
apuntado a la Falange.
- Es posible, pero que yo sepa en el pueblo
no debe haber apuntados más de una docena. También tendrán que echar mano de
los que no lo son.
- Yo tampoco conozco Madrid y si por aplaudir
un rato a Franco me ofrecen esa oportunidad no me importaría viajar.
- ¿Y os vais a gastar una pasta para eso?
- He oído decir que si el viaje va a ser
gratis.
- ¡Y encima gratis, vaya chollo! Voy a buscar
al Gimeno a ver si me apunta.
Mientras los corrillos siguen discutiendo, Gimeno prosigue en su afán de
conseguir compañeros de viaje.
- ¿Te gustaría ir a Madrid? – es la pregunta
que espeta a bocajarro.
- ¿A Madrid? Pues claro. No he estado nunca,
pero cuéntame, ¿de qué va eso?
Gimeno se explaya sobre el viaje tratando de convencer a quienes está
invitando al mismo. De todas las provincias irán representaciones, para que el
mundo sepa lo que pensamos y lo que sentimos, también de Valencia partirán
varios autobuses hacia Madrid y en uno de ellos irá un grupo de gente del
pueblo.
- Tú puedes ser uno de ellos – concluye.
- Pero el viaje a Madrid cuesta un dinero y
no te digo si hay que hacer noche.
- Ni un duro. No tienes que gastarte nada. Es
todo gratis. Hasta nos van a dar unos bocadillos para el viaje. Va a ser un
viaje de ida y vuelta, y dormiremos en el autobús.
Algunos de los invitados, los menos, excusan su asistencia. A otros lo
del viaje no les parece mal. Al final, Gimeno convence a nueve personas, la cuota
de participación que le han marcado. Salvo Juanito, el gasolinero que, como
excombatiente de la División Azul es un falangista convencido y agradecido pues
le adjudicaron la gestión del poste de gasolina del pueblo, los demás viajan
más por conocer Madrid que por otra cosa. Ya dado el consentimiento hay quien
está al borde de desdecirse cuando, en la reunión que se celebra en la jefatura
local para informarles de los detalles del viaje, Gimeno les indica que sería
conveniente que lleven camisa falangista.
- Perdona José Vicente, pero no tengo una
camisa de esas.
- Tendrás alguna camisa azul, ¿no?
- Creo que sí, pero no la de falangista.
- ¿Y quién se va a enterar? Con el frío que
hace en Madrid habrá que llevar ropa de abrigo, con que se te vea algo azul
debajo del jersey o del suéter será suficiente.
El
ocho de diciembre, los nueve vecinos de Senillar, bajo la batuta de Gimeno, se
concentran en Valencia para sumarse a los que van a marchar a Madrid. La
representación provincial sale en varios autobuses hacia la capital de la
nación. El viaje, por la maltrecha carretera nacional Valencia-Madrid, es largo
y tedioso. Entre el pésimo estado de conservación de la vía y la escasa
velocidad de los baqueteados vehículos el trayecto se hace interminable. Por si
faltaba algo, en el puerto de Contreras, la única dificultad reseñable del
itinerario, el motor del autobús en el que viajan los senillenses se recalienta
y del radiador empieza a salir vapor como si fuera una locomotora. Han de
detenerse y esperar un par de horas hasta que la máquina se enfría, reponer el
agua perdida y retomar el viaje. Antes de llegar a Motilla del Palancar, donde
paran a repostar gasolina y a echar una meada, la mayoría ya se ha zampado los
tres bocadillos que la organización les ha facilitado. Cuando llegan a la
ciudad, ya bien entrada la noche, solo piensan dónde encontrar algo sólido que
llevarse a la boca y calentar el cuerpo porque, como les habían avisado, Madrid
les recibe con un serrano y cortante airecillo escasamente acogedor.