"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 28 de abril de 2015

4.12. Las mil caras de Lolita



   José Vicente no puede apartar de su pensamiento las últimas conversaciones con Lolita: hay que ver como son capaces de transformarse las mujeres, se dice, pueden ser más cambiantes que un día marceño. Evoca la Lolita a quien conoció cuando le vendió aquellas corbatas: simpática, profesional, amable, detallista. O la de aquellos primeros tiempos en los que intentó trabar amistad con ella: arisca, antipática, borde, cortante y hasta desagradable. Nada que ver con la de las reuniones en Valencia: desenvuelta, parlanchina, sin que se le escape un detalle y con una mano izquierda que ni Cagancho. O la de los últimos días: tierna, sugerente, femenina, cálida..., deseable. ¿Cuál de ellas es la verdadera Lolita?, ¿o en todas las circunstancias es la misma?, ¿o es una mezcla de todo? No encuentra una respuesta convincente para el rosario de preguntas. Se dice que si es así, si de verdad tiene una personalidad tan poliédrica, si tiene mil caras diferentes, más que una mujer, es una bomba de relojería, un cóctel Molotov. Ni en toda una vida a su lado podría un hombre ser capaz de llegar a conocerla, es demasiado compleja. No es de extrañar que, siendo tan encantadora y estando tan rica, no se haya casado. No tiene que ser nada fácil convivir con una mujer tan compleja y con tantas aristas. Esta termina solterona, se dice.
                                                                            *
    Ajeno a los turbios manejos de sus enemigos políticos, Paco Vives, una vez tomada la decisión de acometer la industrialización del pueblo, inicia los primeros contactos para encontrar capitalistas. Comienza por tantear a algunos vecinos que pasan por tener las mayores fortunas locales. Sus escarceos no encuentran eco. Tampoco insiste demasiado, sabe que los ricos del pueblo lo son en bienes raíces, pero en metálico sus saldos bancarios no son gran cosa. Tendrían que vender fincas y no están por la labor. En el pueblo hay una máxima no escrita, pero que la mayor parte de labradores respeta escrupulosamente: el patrimonio ni tocarlo, se pueden pasar malos momentos, hasta privaciones, pero la herencia familiar es sagrada. Solo en casos excepcionales de una enfermedad, de la boda de un hijo o de algún motivo de especial importancia llega a enajenarse una finca. La consecuencia es lo que Esteller, el barbero, define como el prototipo del labriego: un hombre que vive pobre y muere rico. Vives se olvida de los timoratos ricachos locales y echa sus redes en otros caladeros. Tampoco le resulta fácil encontrar inversionistas que se atrevan a montar industrias en un pueblecito como Senillar, que apenas si cuenta en el mapa y que tampoco tiene tantos alicientes que ofrecer. Pronto se da cuenta de que si quiere encontrar capitalistas para su plan tendrá que ofertar unas condiciones que hagan atractiva la posible inversión. No se le ocurre qué incentivos pueden ser más estimulantes. Reúne a sus amigos a ver si entre todos son capaces de generar alguna idea fructífera.
- Una ventaja para montar fábricas de azulejos es que tenemos minas de arcilla.
- Joder, Víctor, no digas gilipolleces. Aquí hay arcilla para un puñado de cántaros y tejas, no para fábricas de cerámica.
- Podemos vender la idea de que este pueblo está muy bien comunicado, tiene carretera y ferrocarril.
- Tampoco es que eso sea gran cosa.
- ¿Y si les eximimos de las contribuciones locales?
- ¿Pero qué impuestos locales tenemos aquí que valgan la pena? – Vives está empezando a mosquearse, pues vaya asesores que tiene –. O decís algo con cabeza o mejor os calláis.
   Un silencio pesado y frustrante se cierne sobre la reunión. Se miran unos a otros. No hay ninguno que tenga el menor conocimiento de la actividad industrial e ideas no sobran. Alguien da un puñetazo en la mesa.
- ¡Ya lo tengo! – exclama, eufórico, Andreu Vinuesa - ¡Ya lo tengo! Les podríamos ofrecer suelo gratis para construir las fábricas.
- Me parece muy buena idea – replica con sorna Vives -, el único problema es ¿de dónde vamos a sacar solares gratis?, ¿o es qué piensas regalar alguna de tus fincas?
- Hombre, se me ocurre que el Ayuntamiento podría comprar solares y luego venderlos a bajo precio a los futuros industriales – sugiere Vinuesa.
- Eso está bien traído, lo que pasa es que también tiene otra pequeña pega – Paco sigue ironizando - ¿De dónde va a sacar el Ayuntamiento los cuartos para comprar solares si se las ve negras para pagar los sueldos de la docena de funcionarios que tiene en plantilla?
- ¡Joder, todo son inconvenientes! – exclama alguien.
- Bueno, se podrían comprar los terrenos a plazos y empezar a pagarlos a los dueños a medida que se vayan vendiendo a los empresarios.
- ¿Y cuántos conoces en el pueblo que estén dispuestos a vender una finca a plazos?
- Coño, Paco, no la tomes conmigo – se queja Vinuesa -. Solo intento ayudar. No sé cómo se consigue. La idea se me acaba de ocurrir, pero todo es cuestión de darle vueltas, ya encontraremos algo.
- Pues vamos a darle vueltas.
   Otra vez el silencio. Algunos apoyan la cabeza entre las manos como si pensar les resultara un fardo muy pesado. Otros manosean la boina, parece que buscan en ella la solución mágica. Hasta alguno tiene los ojos cerrados para concentrarse mejor. Esta vez es Pascual Agut quien lanza el eureka:
- ¡Ya está! Lo que se puede hacer es un trato con los dueños de las fincas que vayan a comprarse para suelo de uso industrial ofreciéndoles contrapartidas. El coste de las mismas sería sufragado por los industriales a los cuales también habrá que ofrecerles compensaciones para que se instalen aquí.
- ¿Qué clase de contrapartidas? – Vives quiere concreciones.
- ¡Joder, Paco! Razón tiene Vinuesa. Si a todo le pones pegas, ¿cómo cojones quieres que te ayudemos? ¿Qué contrapartidas? Pues habría que estudiarlo, pero así a bote pronto se me ocurre alguna como que los familiares de los que vendan solares tengan preferencia para trabajar en las fábricas. En cuanto a los industriales se les podría dar gratis las licencias municipales, incluso rebajarles durante cierto tiempo las contribuciones locales que alguna hay. Se pueden encontrar más, pero de momento no se me ocurren otras.
- Pascual – anuncia con voz grave Vives – te has ganado café, copa y puro. Tú también, Andreu.

   A medida que la idea parida al alimón por Vinuesa y Agut se va perfilando, Vives llega a la conclusión de que, al fin, tiene en su mano un aliciente lo suficientemente tentador para atraer a inversionistas foráneos. Cuando el programa de contrapartidas que puede ofrecer el Ayuntamiento a los posibles vendedores de suelo se da por concluido, el alcalde resuelve pasar a la siguiente fase: contactar con los propietarios de aquellas fincas que reúnen las condiciones que le han aconsejado que deben de tener los solares para usos industriales. Le ha dicho un conocido que sabe de instalaciones industriales que los solares para las fábricas han de ser, como mínimo, preferentemente llanos, estar bien comunicados, no excesivamente apartados de la población, que tengan las condiciones idóneas para las instalaciones de agua, luz y alcantarillado y con una determinada dimensión. Fincas que reúnan todas esas condiciones no hay tantas, especialmente en lo relativo a su dimensión, pero en el Ayuntamiento entienden que eso es subsanable comprando varios campos contiguos.

   Gimeno tiene un topo infiltrado en el Ayuntamiento, Severino Borrás, que le tiene al corriente de cuanto se dice y se hace en el mismo. El chivato se ha convertido en uno de sus colaboradores más valiosos, pues le permite anticiparse a la mayor parte de las jugadas de Vives. Y encima le sale barato: como es un meapilas basta con regalarle de vez en cuando algún libro u objeto piadoso y poco más. Gimeno piensa que la réplica más efectiva al movimiento del alcalde sería poner en su contra a los propietarios de solares, pero pronto se da cuenta de que no tiene estómago para oponerse a unos planes que podrían suponer el definitivo despegue del pueblo. Como sabe mejor que nadie, con una economía basada únicamente en la agricultura el futuro de Senillar solo puede ser de subsistencia, sin apenas horizontes para los jóvenes que aspiren a ser algo más que pequeños propietarios agrícolas o braceros. En principio, decide no hacer nada, pero como se siente obligado con los Arbós le cuenta a Benjamín la información que le ha pasado el chivato.
- Muy bien, José Vicente, has estado sembrado. Lo de tener un soplón dentro es una jugada maestra. Eso quiere decir que estás aprendiendo a hacer política. Yo utilizaba ese recurso hace ya treinta años y suele dar buenos réditos. ¿Así qué nuestro amigo Paco quiere encontrar quién le venda solares? Pues lo va a tener crudo.

viernes, 24 de abril de 2015

4.11. ¿Crees en los flechazos?



   Los argumentos dados por Benjamín Arbós sobre cuáles son las ocultas intenciones de Paco Vives en su plan de industrializar el pueblo le parecen a Gimeno cogidos por los pelos. No acaba de estar muy convencido. Le hablaron de la reunión en casa del patriarca del clan y de algunos de los asistentes, pero no de lo que allí se trató, ahora ya sabe de qué hablaron. Lo que le están contando tiene todos los visos de ser otra pelea entre los encontrados poderes económicos locales. Pero hay algo cierto en lo que ha dicho su ladino patrón y que le atañe: si el proyecto va adelante, su puesto en la cooperativa podría estar en peligro y, por otra parte, Vives se convertiría en la persona con más poder real en el pueblo y eso comportaría que él pasase a un segundo plano. Todos sus sueños de promoción política y profesional se podrían venir abajo. No le  queda otra salida: tendrá que hacer piña con los terratenientes, aunque continúa pensando que industrializar el pueblo es, posiblemente, el único medio para que Senillar prospere o se modernice como dicen los ripios sobre Arruza. Por ello, su respuesta es la que es:
- Eso que cuenta, Benjamín, suena muy convincente. Me consta que ustedes solo piensan en el progreso del pueblo. Por eso, y no por otros motivos, me van a tener a su lado. Díganme: ¿qué es lo qué puedo hacer?
- Nunca hemos dudado, José Vicente, de que siempre estarás al lado de los que queremos lo mejor para el pueblo. ¿Qué puedes hacer? Explicar la situación en la Jefatura Provincial tal y como te la hemos contado para que ellos también estén alertados sobre las posibles maniobras de Vives. Debemos pararlo antes de que las cosas lleguen a un punto que resulte imposible hacerlo.
  La verdad es que, en estos momentos, a Gimeno le preocupa más su situación personal que los problemas que le pueda plantear el alcalde. Su ruptura con Pepita da la impresión de que no le ha supuesto ningún coste político, solo Antonino Arbós parece que le pone mala cara. Y, desde luego, ningún coste sentimental; al contrario, haber roto ese noviazgo le ha dado una tranquilidad de ánimo y una paz que antes no tenía. Pese a esa calma anímica algo hay en su interior que sigue conturbándole. Ya se acerca a la treintena y comienza a sentirse solo y mayor. Está cansado de vivir en pensiones, de no tener un hombro en el que apoyarse, de que no haya una persona a su lado con la que poder compartir afanes y temores o comentar los pequeños sucesos cotidianos. Necesita una mujer. No una Pepita, sino una mujer. El problema reside en que no basta querer algo con la cabeza, lo sabe por experiencia, hay que quererlo con el corazón. Ahí está el quid de la cuestión: ¿cómo se enamora uno?, ¿es posible enamorarse con solo desearlo?, ¿existe el amor a primera vista?, ¿es capaz de encariñarse o es excesivamente racional o quizá demasiado egoísta?... Son muchas las preguntas que se formula, pero sigue sin encontrar respuestas.

   Al pasar por delante del modesto despachito que ocupa la Sección Femenina en la jefatura ve a Lolita y recuerda que tiene un recado para ella.
- Lolita, me volvió a llamar Adolfo, el jefe de Silla, para preguntar que cuando te vas a pasar por allí a explicarles lo de los coros y danzas.
- ¡Qué pesado es ese tío!
- Lo es, desde luego, pero recuerda que se lo prometimos.
- Ya lo sé, José Vicente, pero es que no me apetece nada. He de coger el coche de línea hasta Silla, tengo que hacer noche allí y después el mismo recorrido de vuelta. ¡Es una paliza!
- Se me ocurre una solución, voy a pedirle a Adolfo que, si sigue empeñado en que vayas, envíe un coche a recogerte y que luego te traiga para que no tengas que pasar la noche allí.
- ¿Y crees que estará dispuesto a realizar ese gasto? Un taxi de Silla hasta aquí y regreso puede costar un dinero.
- Bueno, si no puede o no está dispuesto a rascarse el bolsillo, nos lo quitaremos de encima. Aunque estoy casi seguro de que va a decir que sí. Me da la impresión de que no solo quiere que les expliques lo de las danzas. Creo que pretende que le des algunas lecciones particulares – y esto último lo dice José Vicente acompañado de una maliciosa sonrisa.
- Entonces sí que no voy aunque me mande un haiga. Pues solo faltaría que el seboso ese se me insinuara. ¿Qué se habrá creído, que soy una mujer fácil? Será estúpido.
- Creo que me entendiste mal, Lolita. No creo que albergue propósitos deshonestos, al contrario, me da que está muy interesado por ti y que sus intenciones son de lo más caballerosas. Vamos, que está colado.
- No digas tonterías. Si solo me ha visto una vez y apenas hablamos unos minutos. Bueno, ¿qué te voy a contar?, tú estabas allí y fuiste quién nos presentó.
- Debe de ser un flechazo. Y hablando de ellos, ¿tú crees en los flechazos?
   Lolita no contesta enseguida. ¿Qué le van a decir lo que es querer a una persona desde el primer día, desde el primer segundo? ¿No le pasó eso con Rafa? Nunca habla de esos sentimientos, pero ahora, no sabe por qué, se sincera en parte:
- Pues… sí. Creo que existen. Y tú, ¿crees en ellos?
- La verdad es que no. Al menos, no me ocurrió nunca. Y ya me gustaría, pero eso debe de ser para los jóvenes. Ya estoy muy mayor para esa clase de pasiones – comenta con una leve sonrisa.
- ¡Qué va! Como dice mamá, estás en la flor de la vida. Y digo más por si no lo sabías, la mayor parte de las jovencitas casaderas del pueblo estarían encantadas de que pusieras tus ojos en ellas.
- Y que me saliera otra Pepita, ¿verdad? Quita, quita. Con un patinazo como el que tuve es más que suficiente.
- Estás equivocado, José Vicente. En el pueblo hay Pepitas, pero también hay mujeres estupendas capaces de hacer feliz al hombre más exigente – La joven se ha puesto seria.
- No lo dudo, Lolita. No he pretendido ofender a tus paisanas. Ya me imagino que aquí hay de todo, como en botica. Lo que quise decir es que no he sido capaz; mejor dicho, que no soy capaz de encontrar ese mirlo blanco que estoy seguro que existe, pero que no sé dónde está. Pero nos hemos olvidado del de Silla. ¿Qué le contesto a Adolfo?
- Ya te lo dije, me da mucha pereza y más ir sola. Seguro que ese plasta de compañero tuyo no se despegará de mi vera.
- Te hago otra propuesta: además de lo del coche, le voy a decir a Hernando que también voy a ir yo. Así podré hacerte de chevalier servant y espantarte a los moscones que se pongan demasiado pesados. ¿Qué te parece?
- Pues que me da palo que tengas que venir conmigo a cuidarme como si fuese una niñita que no sabe ir sola por el mundo.
- Primero, no voy a cuidarte. Sé por experiencia propia que no necesitas a nadie para que te proteja. Segundo, sabes ir sola por la vida. Y tercero, y más importante, que el verbo tener no es el correcto aquí, el adecuado es el querer. Quiero ir contigo a Silla, o adónde sea. Para mí será un placer.
- ¡Vaya, hacía tiempo que un hombre no me decía algo tan bonito! Seguro que eres el jefe más galante de toda la provincia – dice risueñamente la joven, pero en el fondo la respuesta de su compañero le ha encantado -. Si te pones así, no tendré más remedio que aceptar.
- Solo hay una condición. Tendremos que ir un día que pueda escaquearme de la oficina.

   Lolita no recuerda haber mantenido una charla semejante con José Vicente, ni siquiera similar a la que acaban de tener. Reconoce que su compañero, no sabe si ya debería de llamarle amigo, no es como lo calificó al principio de conocerle. Creía que era el clásico mediocre, de los que adulan a sus jefes para promocionar. Luego pensó que era más bien introvertido, inseguro y que no sabía tratar a las mujeres, no le extrañaba que a su edad siguiese soltero. Cuando se puso de novio con la niña de los Arnau, a lo que creía saber añadió lo de tipificarle como el clásico calculador y pesetero que solo buscaba dar un braguetazo y solucionar su futuro. Ahora, ya no está tan segura de cómo calificarlo. Ha descubierto que es inteligente, que maneja la ironía hábilmente, que es un buen dialéctico y que... no es feliz. Se le nota que no es feliz, que le falta algo en su vida. ¿Habrá notado que yo tampoco soy feliz?, se pregunta. Lo que le hace falta es encontrar una buena novia, no como la que tuvo. Tendré que echarle una mano, no le veo muy capaz de encontrarla por sí solo, se dice.

martes, 21 de abril de 2015

4.10. ¿De verdad Senillar se moderniza?



   Llegan las fiestas de agosto y Carlos Arruza cumple su promesa: ha llegado a Senillar dispuesto a torear. El apoderado ha estado en desacuerdo con la decisión de su poderdante desde el primer momento, nunca le pareció buena idea la de lidiar un novillo en el pueblecito, pero al ver lo que allí llaman plaza de toros se le ha revuelto el estómago. El coso es un rectángulo, el que forma la Plaza Mayor, cuyo perímetro está formado por los carros de los labradores recubiertos de planchas de madera por arriba, donde se aposenta el personal, y en la parte frontal que da al albero se han colocado tablones que sirven al mismo tiempo de peldaños para subir a los cadafales, así llaman a los carros reconvertidos en tendidos, y por donde escapar de las embestidas de los astados. El albero se asienta en la carretera que atraviesa la plaza, con una ligera pendiente, y que se ha recubierto de una fina capa de arena traída de la playa. Han montado un par de burladeros de fortuna que no cree que resistan la menor acometida de cualquier morlaco. Su único alivio es el novillo que ha comprado la comisión, es de una conocida ganadería salmantina y por peso y cornamenta quizá no presente demasiadas dificultades. Aunque su gran preocupación es la asistencia médica en el caso de que su pupilo tuviese una cogida, ¡Jesús del Gran Poder no lo consienta!
   Al contrario que su apoderado, el diestro azteca parece que se lo está pasando bomba. La placita le recuerda alguno de los cosos de pueblo en los que toreó en Méjico cuando comenzaba su carrera, y sigue impactado por el cariño que le profesa aquella gente. Lo improvisado del festejo lo denota el hecho de que el Ciclón de la Tauromaquia, como le llama la prensa taurina, realiza la faena en traje de calle, con el mismo pantalón y la arrugada camisa con que viajó, pese a ello y a las condiciones de la plaza y del novillo la faena es aseada. La suerte que más aplausos provoca es cuando hace el desplante del teléfono en el que el diestro se acoda en la testuz del animal en actitud de telefonear. La ovación que sigue a la muerte del novillo es apoteósica. La presidencia le otorga las dos orejas y el rabo y hay gente empeñada en que también le den las patas. Tras incontables vueltas al ruedo, ha de ser el propio Arruza quien ponga fin a aquella vorágine de entusiasmo y delirio.
   Días después de la emotiva visita del diestro un trovador local compone algo parecido a una cuarteta, y a la que tiene la osadía de poner música, que desde entonces forma parte del acervo poético-musical del pueblo: Senillar se moderniza/sin pretexto ni excusa/pues ha toreado en ella/el diestro Carlos Arruza.
   La comisión pro-Arruza ha montado una exposición sobre la estancia del matador mejicano en el pueblo. Lo que más abunda son fotografías en las que aparece el espada con diversos grupos de gente. Lolita, que en compañía de sus amigas la visita, se altera visiblemente cuando en una de las fotos se encuentra al torero flanqueado por Rafael y Pepita. Un ramalazo de ira y celos la inunda. Tiene que hacer un penoso esfuerzo para que no se le note. Fina, que se ha dado cuenta, aprovecha que están delante del cuadro que enmarca los ripios sobre Arruza y Senillar para lanzar una pregunta al grupito con la que desviar la atención:
- ¿Qué os parece lo del verso?, ¿es tan bueno cómo dicen?
   Lolita descarga toda su rabia en la respuesta:
- Es una sinigual muestra de lo que en nuestro pueblo se le llama cultura. ¡Hatajo de ignorantes!
                                                                         *                                                                   
   Pese a lo que dice la coplilla, Senillar no se moderniza porque haya toreado en ella el maestro mejicano, pero Paco Vives, el alcalde, sí está empeñado en remozarla y eso comporta algo más que instalar servicios públicos ineludibles como el agua corriente o la pavimentación de las calles. Es imprescindible que la población tenga nuevas fuentes de riqueza y no supeditarse exclusivamente a la agricultura. Pese a su formación muy elemental, su actividad empresarial le ha enseñado que no es inteligente depender de un solo producto, por eso está decidido a dotar al pueblo de otros sectores productivos. Ya consiguió introducir un nuevo cultivo antes inexistente como el arroz, pero esa actividad sigue formando parte de la producción agrícola y no libra al pueblo de la peligrosa dependencia del monocultivo. Sabe que las mejores posibilidades de diversificar la economía están en el mundo de la industria y hacia él enfoca su atención.
   Los problemas con los que se enfrenta son diversos y de calado: Senillar no cuenta con tradición industrial, sus comunicaciones son relativamente escasas, el grado medio de formación de sus habitantes es muy básico, no existen materias primarias y tampoco hay grandes capitales para realizar las fuertes inversiones que exige una industria. Pese a todos los inconvenientes persiste en su idea de industrializar el pueblo. Le ayuda a ello el hecho de que en la provincia se está iniciando un modesto renacimiento industrial motivado por el auge de la construcción y que tiene su origen en el mucho dinero que produce el estraperlo y la exportación naranjera. Se están desarrollando varias industrias, entre ellas la cerámica que tiene una añeja historia en el valenciano pueblo de Manises y que ahora se está expandiendo por buena parte de la vecina provincia de Castellón. Alguien le ha aconsejado que lo más sencillo y factible quizás sea montar fábricas azulejeras. Alguna tradición de ese sector hay en el pueblo, desde antiguo han existido, y todavía quedan, un par de modestos obradores en los que se elaboran productos de barro cocido, principalmente tejas y adminículos para el hogar como botijos, cántaros, tinajas y otros objetos similares. Vives reúne al Ayuntamiento para explicarles sus ideas y proyectos. Antes de que termine la sesión municipal, la noticia ya está en todos los mentideros locales.

   Al anochecer del día siguiente se celebra un cónclave en casa de Benjamín Arbós, están reunidos los siete mayores terratenientes del pueblo, aunque Lapuerta suele afirmar que tildar a un propietario de terrateniente en una sociedad minifundista no deja de ser una exageración. Allí están, además de los Arbós, los Gasulla, los Pellicer, los Armengol, los Blasco, los Doménech y los Peruanos. El objetivo de la reunión es analizar hasta dónde pueden verse afectados sus intereses si los proyectos del alcalde siguen adelante y el pueblo se industrializa. Hay opiniones para todos los gustos. Al final se impone la tesis de los Arbós: si se montan industrias en el pueblo eso será malo para los propietarios agrícolas que han de contratar jornaleros. Si hay industrias habrá menos peones dispuestos a trabajar en el campo, la gente prefiere laborar bajo techado y no estar sujeta a las inclemencias atmosféricas y el trabajo agrícola suele ser más duro que el industrial y peor retribuido. La consecuencia de todo ello solo puede ser una: tendrán que pagar más a los braceros y sus ganancias caerán en picado. Industria, allí, ninguna. Lo mejor para todos es que las cosas sigan igual como hasta ahora.
- Y que todo siga igual, ¿quién es el guapo que se lo va a meter a Paco Vives en la mollera? – pregunta uno de los asistentes.
- Dejádmelo a mí. Ya encontraré el modo de pararle los pies – les tranquiliza Benjamín.

   Gimeno se levanta presuroso, a la puerta de su minúsculo despacho de la cooperativa están Benjamín y Rodrigo Arbós y su sobrino Leoncio, presidente de la entidad.
- Hombre, ustedes por aquí. Pasen, por favor. Gerardito trae otra silla. Siéntense.
- ¿Qué tal José Vicente, cómo va todo?
- Como de costumbre. Aquí estamos, a vueltas con el papeleo.
- Verás, José Vicente, venimos a hablar, no con el secretario de la cooperativa sino con el jefe local del Movimiento. Estamos muy preocupados. Y creemos que tú eres una de las pocas personas que puede ayudar a solucionar el problema que se nos viene encima.
- No es necesario que les diga que cualquier cosa que esté en mi mano pueden contar con ella.
- Lo sabemos y te lo agradecemos de antemano, por eso estamos aquí.
   Benjamín le hace a Gimeno una sinopsis de los proyectos que tiene en mente el alcalde, pero tiñéndolos del color que mejor cuadra a sus propósitos. Le cuenta que el afán industrializador que parece que le ha entrado a Vives solo es una estratagema para conseguir sus fines particulares y que no beneficiarán al pueblo. Gimeno asiente pero, como ya va conociendo a los Arbós, mentalmente pone en cuarentena algunas de las cosas que le cuentan.
 - Bueno, en principio lo de montar industrias me parece una excelente idea. Eso le vendría muy bien al pueblo, sobre todo a los jóvenes pues tendrían más  oportunidades laborales – apunta Gimeno.
- Estamos totalmente de acuerdo. Es una buena idea..., en principio. Pero detrás de algo que parece bueno y deseable, nos tememos que se esconden otras intenciones no tan loables.
- ¿Cuáles?
- Verás. Algunos, por no decir la mayoría, de nuestros amigos, que por cierto también son los tuyos – agrega con marcada intención Benjamín -, están convencidos de que la jugada que pretende Vives no es montar fábricas por qué sí. Hay un objetivo oculto detrás de todo ello y no es otro que dominar el comercio local y convertirse no solo en el hombre más rico sino también en el más poderoso del pueblo.
- Esa intención no es nueva. Vives la tiene desde que le nombraron alcalde – apostilla Gimeno.
- En efecto, pero ahora parece que ha encontrado el instrumento adecuado para llevar a la práctica su desmedida ambición. Y es el establecimiento de algunas fabriquitas. Lo que realmente persigue es que la mano de obra local derive de la agricultura a la industria. ¿Para qué? Al escasear los jornaleros no habrá más remedio que traerlos de otros pueblos, habrá que pagarles más, los labradores tendrán menos margen de beneficio y por tanto serán más débiles ante el comercio. Tendrán muchas menos posibilidades de luchar contra los precios que marquen los comerciantes que capitanea Vives y que actúan como si fueran un monopolio
   Gimeno escucha atentamente la explicación de Benjamín, pero los argumentos que expone siguen sin convencerle hasta que el viejo zorro suelta su bomba final, la que sabe que puede causar el mayor impacto en el empleado de la cooperativa:
- A todo ello habrá que añadir que si la agricultora local tiene menos actividad y los agricultores menos ingresos, eso repercutirá directamente en la marcha de la cooperativa. Y quizá no sea un disparate pensar que puede llegar un día en que los cooperativistas tengan que replantearse si van a poder pagar el sueldo de sus empleados. Todas esas razones, como las acabo de exponer, forman el quid de la cuestión. Es posible que, en el caso de que el plan de Vives vaya adelante, pueda haber alguna salida más para la juventud del pueblo, pero a costa del empobrecimiento de la mayoría de vecinos que, al fin y al cabo, viven del campo y quizá, Dios no lo quiera, hasta la misma desaparición de la cooperativa.
- Visto desde esa perspectiva, creo que tiene más razón que un santo. Algo habrá que hacer, ¿no? – responde Gimeno, esta vez con un tono de estar mucho más convencido.