El ABC del 25 de noviembre
lleva como noticia en su primera portada la composición fotográfica de dos
aviones y un gran titular: Rusia y
Turquía torpedean la resolución internacional al yihadismo. Mal enemigo se
han buscado los turcos con los rusos y más con el Putin ese que actúa como si
fuera un zar de los de antes, se dice Ponte mientras pasa a la segunda portada.
No acaba de convencerle el nuevo formato que desde hace cierto tiempo, no
recuerda cuanto, tiene el periódico. Eso de las dos portadas, la fotográfica y
la informativa, por llamarla de alguna manera, no le gustan. Supongo que lo
habrán estudiado, piensa. Es una manera de diferenciarse del resto de los demás
diarios. En esa segunda portada la noticia
internacional que destaca el periódico es: Asesinados doce militares en un atentado en Túnez, noticia que poco
le inspira al viejo por repetitiva. Otro titular de internacional con
tipografía más pequeña dice: Macri quiere
que Cristina Kirchner le facilite una transición de poder ordenada. Esta si
merece un comentario, se dice Ponte, los peronistas tienen que montarla, ganen
o pierdan, sobre todo si pierden. En cuanto a informaciones nacionales son tres
las que merecen el honor de la portadilla. Una de sociedad: El black friday adelanta las rebajas a
noviembre. Al final para enterarte de lo que cuenta un rotativo habrá que
tener a mano un diccionario de inglés, que manía tienen con usar palabros que
los que tenemos más de cincuenta tacos desconocemos porque lo que estudiábamos
antes era francés. Entre unos y otros terminarán cargándose nuestra lengua. Otra
noticia es de economía: CC.OO. y UGT no
pasan el primer examen abierto para dar cursos de formación. ¡Anda que te
rondaré, morena!, exclama mentalmente Ponte, estos sindicatos son un vivo
espejo del resto de los que viven de los dineros públicos, que todos terminan
especializados en la figura del egipcio faraónico, con una mano delante y otra
detrás bien abiertas para ver si les cae algo.
Ponte se levanta de la cama de
un salto; bueno, de la forma más parecida al salto que puede dar un
octogenario. Hoy es el día en que va a comenzar la labor de seguimiento del
objetivo que le ha sido asignado y está más nervioso que una jovencita de las
Hijas de María en su noche de bodas. Eso será por la tarde, por la mañana tiene
otra misión: la de pasear a su nieto Julio. Mientras se está afeitando, se mira
en el espejo del cuarto de baño. Tiene razón Jacinto, se dice, tendré que
ponerme algo en la cabeza para ocultar el pelo, esta melena blanca es demasiado
llamativa. Una vez vestido busca en su menguante guardarropa algo para la
cubrirse. Se prueba el único sombrero que tiene, y que le regaló su hijo David.
Ya nadie lleva sombrero, piensa, si me lo pongo llamaré más la atención que si
no llevara nada. Tras probarse un gorro deportivo y una vieja boina negra se
queda con una gorra de visera.
- ¿Y esa gorra? – pregunta Clarita al darle el carrito en el que ya
está instalado el bebé.
- Hoy hace algo de fresco y ya sabes que por donde más se va el calor
del cuerpo es la cabeza.
- Ah, en la bolsa del carro hay un paquete de pañuelos. Julio tiene
mocos. Ya sabes que no le gusta nada que le toqueteen la nariz, pero aunque
llore un poco tú límpiasela. ¿Dónde piensas ir?
- Al Parque del Oeste.
- Con la niebla de esta madrugada la tierra estará húmeda y se pegará
barro a las ruedas, mejor que vayas por la acera hasta Rosales – Cuanto le
gusta mandar a esta hija mía, piensa el viejo.
Como hoy es miércoles, el
museo permanece abierto hasta las tres, por lo que Ponte se dice que tendrá que
comer algo más pronto que lo acostumbrado para no estar con la pesadez de la
digestión cuando tenga que hacer el seguimiento de su objetivo.
- Felisa, ¿que tenemos hoy para comer? – le pregunta a la asistenta.
- Espaguetis.
- Hoy he quedado con un amigo a las tres. Si no le importa, prepare la
comida un poco antes que lo habitual.
- ¿Le parece bien a la una y media? – Se conocen desde hace un montón
de años, pero siguen tratándose de usted.
- Estupendo. Así, podré estirarme un ratito antes de salir.
Los espaguetis, de Barilla número
cinco como siempre prefería su fallecida esposa, están tan ricos como de
costumbre y sobre todo la salsa de tomate con la que Felisa los acompaña. Ponte
se sienta en el cómodo sillón orejero ubicado delante del televisor y pone los
pies en el puf que hace juego con el sillón. Pone la alarma del móvil a las dos
treinta. Tiene media hora de margen para echarse un poco de agua en la cara,
componerse y acercarse al museo. Tiempo más que suficiente. Enciende la tele,
baja el volumen y cierra los ojos. No conoce mejor inductor del sueño que los
telediarios, tienen un poderoso efecto narcótico. A eso es lo que él llama
echarse un ratito…
Alguien le sacude suavemente el
hombro. El viejo abre los ojos.
- Papá, ¿puedes quedarte con Julio media horita?, he de salir un
momento – es su hija Clara quien le habla.
- Sí…, mejor dicho, no. Tengo un compromiso a las tres – Ponte todavía
está un tanto adormilado.
- Como que a las tres, papá. Sí son las cuatro y cuarto.
- ¿Las cuatro y cuarto? No puede ser, tenía puesta la alarma y… - El
viejo está tan confuso como aturullado.
- Y habrá sonado, pero claro no la has oído. Te he dicho mil veces que
te has poner las orejas – Así llama Clara a los audífonos que Ponte usa para paliar
su creciente pérdida de capacidad auditiva. Ante las protestas de su padre, Clara
continúa con su reprimenda:
- Mira, papá, por las mañanas una de las primeras cosas que haces es
ponerte las gafas, ¿no?, ¿y por qué? Porque si no te las pones no ves ni torta.
Pues has de acostumbrarte a hacer lo mismo con las orejas. Si no te las pones
no oyes ni mu. Estoy harta de repetírtelo, pero eres un cabezón. Siempre dices
que sí, que lo harás, pero luego nada de nada.
El viejo calla y aguanta lo mejor que puede el
chaparrón dialéctico que le cae encima. Sabe que su hija tiene razón, pero no
acaba de acostumbrarse a los audífonos.
- ¿Era importante ese compromiso que tenías a las tres?
- Bueno, hasta cierto punto. Supongo que podré hacerlo mañana.
- Entonces te dejo a Julio y en media horita estoy de regreso.
Ponte piensa que tendrá que
llamar a Grandal para contarle que no ha podido realizar la misión que le había
encomendado. Duda de si explicarle el motivo del por qué no ha hecho el
seguimiento del objetivo marcado o achacar su fallo a otra causa que no sea tan
humillante como haberse dormido. Entre tantas cavilaciones el tiempo pasa
volando y tras la media horita que su hija le ha pedido, y que se ha convertido
en una hora larga, regresa Clara.
- Gracias, papá. Hasta luego y si no te veo hasta mañana – Clara da un
beso a su padre, coge al niño y se marcha.
Suena el teléfono. Es Grandal.
- Manolo, ¿qué tal ha ido tu primer seguimiento?
- Verás, Jacinto… - Ponte duda, le avergüenza contarle la verdad, pero
al final decide no mentir -. No ha habido seguimiento. Hoy Felisa me hizo
espaguetis y, como de costumbre, comí demasiados y encima tomé un vasito de
vino. Puse la alarma del móvil por si me dormía… Total, que me dormí y no
escuché la alarma. Lo siento. Estoy avergonzado, pero tenía que contarte la
verdad.
- No te preocupes, Manolo, el mejor escribano echa un borrón – le
tranquiliza Grandal -. Mañana será otro día y si no puedes mañana pues pasado
mañana. Tenemos la ventaja de que no hay ningún comisario jefe que nos apriete
las clavijas. Ya me informarás cuando hayas cumplido tu misión. Un abrazo.
Cuando Grandal cuelga no puede
por menos que comentar en voz alta:
- ¡Con estos mimbres menudo cesto haremos!
- ¿De qué mimbres y cestos hablas? – pregunta la mujer mientras acaba
de quitarse los pantys.