Curro Salazar sigue postrado en su habitación,
su recuperación es lenta y ello no solo se debe a las costillas fracturadas, lo
que más le tiene amilanado es pensar en los individuos que pretenden manipularle
para que cuente a la justicia un relato edulcorado sobre el caso ERE. No se
encuentra con la cabeza lo suficientemente lúcida para discernir la propuesta que
le puede interesar más. Como de tonto no tiene un pelo es consciente de que
cada emisario lo que busca es que no incrimine a sus respectivos patrocinadores
en sus futuras declaraciones. Aunque tanto su hijo como su exnovia no parecen
tener intenciones manipuladoras también le preocupan porque no cree que sea una
casualidad que ambos hayan coincidido allí y ahora. “Aquí debe de haber algo
más que se me escapa”, se dice. A sus recelos se suma que, aunque no se lo ha
confesado a nadie, tiene miedo. “Si un descerebrado como el Chato de Trebujena
me pegó una paliza, ¿no habrá alguien con más sesera que me pueda hacer daño de
verdad?”, se pregunta. Esa mescolanza de sensaciones es lo que más le ata a la
habitación. Le han instalado una televisión y pasa las horas muertas viéndola y
departiendo con Anca que se ha revelado como una cariñosa y eficiente enfermera.
Únicamente le visita, y no todos los días, su hijo; casi prefiere que sea así
porque cuando aparece por allí no cesa de darle la matraca de que lo mejor que
puede hacer es largarse al extranjero. Está convencido de que al chaval le debe
de haber comido el tarro el petimetre de Espinosa.
Lo que menos puede sospechar Salazar es que hay
dos personas que ya han cerrado un trato para poder acceder a él de manera que
podría calificarse como clandestina. Rocío ha terminado convenciendo a Anca
para que le facilite un encuentro con su exnovio. Según la andaluza lo único
que pretende es que Curro le pague los dineros que necesita para hacer frente al
supuesto crédito que pidieron. La rumana no acaba de creerse una historia que hace
agua por todas partes y en la que no hay proporcionalidad entre el soborno ofrecido
y lo que se pide por ello. Anca le ha cogido cariño al dolorido huésped, pero
trescientos euros son muchos euros, por eso ha aceptado. Aunque como no se fía
de Rocío piensa que tendrá que vigilarla de cerca, no sea que la zorra de la
andaluza se la quiera meter doblada.
La otra persona que también ha cerrado un trato
para poder entrar en la habitación de Curro es El Chato de Trebujena. El
expugilista ha sobornado a Nicoleta, otra camarera rumana del hostal. El
trebujenero ha sido mejor negociador que Rocío o quizá Nicoleta tiene un cachet
inferior al de Anca, porque el soborno solo ha sido de cien euros. Lo que
todavía no tiene muy claro El Chato es qué le va a decir o hacer al
exsindicalista cuando lo vea. Piensa que no tiene mucho sentido volver a atizarle.
A lo que le queda de deontología boxística le repele pegarle a un tío que está
en la cama. “Eso no lo haría ni el tipo más tirado que haya subido a un ring”,
piensa. Lo que tiene que hacer es dejarle bien clarito a Curro que ante la
jueza de instrucción no abra la boca si no es para respirar.
Tanto Anca como Nicoleta informan a sus dos
dos corruptores que el mejor momento para meterles en la habitación de Salazar
será en el inminente puente de la Asunción pues el Ferragosto, como lo
denominan los italianos, este año cae en lunes lo que supone un puente de tres
días. Y en España un puente de tres ojos y en plena canícula supone el
desplazamiento de millones de personas. Va a haber muchísima más gente que de
ordinario, de hecho en el hostal van a tener overbooking lo que lleva de cabeza
a la patrona. Son unas fechas en las que ver una cara desconocida no llama en
absoluto la atención. A todo esto, ninguna de ambas camareras sabe lo que
planea la otra.
Hay otros dos emisarios que también
proyectan ver a Salazar, pero sin ninguna clase de tapujos. Son Jaime Sierra y
Alfonso Pacheco que, una vez cerrado su acuerdo de agrupar sus propuestas en
una sola, van a visitar al exsindicalista. El sábado, trece, se plantan en el
hostal. La patrona reconoce a Pacheco como la persona que impidió con su aviso que
siguieran golpeando a su huésped y que al día siguiente le llevó a Castellón
para que le hicieran una exploración médica. Por ello no pone ningún
impedimento a su deseo de ver al magullado huésped.
-Sin
problema, pueden ustedes subir a ver al señor Martínez. Lo único es que como el
médico insistió en lo del reposo será mejor que su visita no sea muy larga.
Tras llamar a la puerta y sin esperar a que
respondan, ambos colegas entran y encuentran a Curro recostado en la cama y
junto a él, y sentada en la misma, una agraciada jovencita que está estirándose
la falda que tenía subida a medio muslo. Al volverse, Pacheco la reconoce como
la camarera que se encarga de la habitación del exsindicalista. Los dos
andaluces se paran en el mismo umbral ante la sensación de que han interrumpido
algo, no debe ser así pues es el mismo Curro quien les anima a entrar.
-Alfonso,
Jaime, dichosos los ojos. Ya creía que os habíais olvidado de mí. Os presento a
Anca, la mejor enfermera que he tenido nunca. Y estos son dos amigos míos que
han venido de la mismísima Sevilla.
La camarera les regala una sonrisa al par
que se levanta de la cama.
-Les dejo. Don
Francisco, luego le traigo el almuerzo. Encantada –dice dirigiéndose a los
recién llegados.
-¿Cómo
estás, Curro? –pregunta Sierra.
Pacheco es más expresivo:
-Un amigo
común, Juan Simón, me dijo en una ocasión: si ves a Curro tirándose por una
ventana, haz lo mismo, seguro que al final de la caída está esperando un montón
de tías a cual más rica. ¡Menudas enfermeras te gastas! Así tampoco me
importaría ponerme malo.
-Tú, otra
cosa no tendrás, paisano, pero lo que es guasa tienes para dar y vender
–replica Salazar.
Y así, entre pullas y chanzas discurren los
primeros momentos de la charla hasta que Pacheco considera que es llegado el
momento de hablar de lo que les ha llevado allí.
-Curro,
hemos venido a verte para ver cómo va tu recuperación, pero también para tener
una conversación seria contigo. Verás, Jaime y yo hemos convenido fundir
nuestras propuestas en una cuyos puntos más destacados te resumo. Uno, que te
entregues a la justicia después de que nuestra gente haya pactado con la fiscalía
una rebaja de la posible pena. Dos, frenar y torpedear la investigación del
caso ERE. Tres, contratar al mejor bufete para tu defensa. Cuatro, facilitarte
el dinero que necesites cuando la justicia confisque tus bienes. Y cinco, ayudaremos
a tu familia y le buscaremos un buen trabajo a tu hijo mayor.
-Como
contrapartida –completa Sierra- únicamente te pedimos dos cosas. Una, que
cuando declares no involucres a nadie de los que figuran; mejor dicho,
figuramos en esta lista –y le entrega una hoja-. Y dos, que insistas en que los
funcionarios con los que trataste se limitaban a cumplir la ley y no tuvieron
nada que ver con posibles cohechos. Estarás de acuerdo en que te pedimos poco y
te ofrecemos mucho.
Salazar entrecierra los ojos y queda en
silencio como si sopesara la propuesta de sus dos excompañeros de partido.
Cuando los abre y habla lo que dice no es lo que esperaban oír sus
interlocutores.
-¿Sabéis qué
le ha ofrecido el pisaverde de Espinosa a mi hijo? Os lo pregunto porque cada
vez que viene a verme me da la matraca con que lo mejor que puedo hacer es
marcharme al extranjero.
-Exactamente
no sé qué le ha podido ofrecer al muchacho –contesta Sierra-, pero lo he visto
pilotando una Harley. Por ahí pueden ir los tiros –y Sierra, que estudió derecho
aunque nunca ejerció la abogacía, se explica-. Marcharse no creo que sea buena
idea. La prescripción de los delitos que se te imputan podría tener un plazo
entre diez y veinte años, dependiendo del tribunal que en su momento juzgue el
caso. Tendrías que esperar ese tiempo para volver a España y cuando lo hicieras
serías un viejo. Tu mejor opción es aceptar nuestra propuesta y entregarte. Te
aseguro que saldrás de prisión antes del dos mil veinte.
-Posiblemente,
tengáis razón, pero os confieso que en estos momentos no tengo fuerzas ni
cabeza para decidir nada. ¿Por qué no volvéis en un par de días y mientras lo
voy pensando?
Los dos colegas se miran y asienten. Ambos
intuyen que no sería bueno para sus intereses presionarle demasiado. A su
vuelta al hotel, Pacheco, que ha decidido no volver a ocultar a su esposa nada
de lo relacionado con Salazar, le cuenta la entrevista con el exsindicalista. El
comentario de la mujer no tiene desperdicio:
-Perdéis el
tiempo intentando convencerle. Salazar es esclavo de su origen y su historia, y
no sabe de amigos ni de paisanos ni de excompañeros –Y remata su crítica con
una metáfora aviaria-. La mejor forma de que el canario no cante es
retorciéndole el cuello.
Cuando Curro se queda solo en su habitación
vuelve a encender la televisión. Su último pensamiento de cada noche es para un
futuro de no más allá de veinticuatro horas: “Mañana será otro día”, piensa.
PD.- Hasta
el próximo viernes.