"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 22 de septiembre de 2015

7.13. ¡Lola, qué peligro tienes!


   La llegada del autobús que ha de llevarlas a Valencia interrumpe el diálogo entre Lola y Amparín. Una vez acomodadas prosiguen la charla.
- Por cierto, ya que acabas de citar la Navidad, me han contado que este año no se va a celebrar el baile de los estudiantes, ¿por qué motivos? – inquiere Lola, que sabe perfectamente las causas pero le interesa conocer la versión que puede darle una persona mucho más joven que ella.
- Ha pasado lo que tenía que pasar. Que la gente no tiene iniciativa. Todos quieren ir de fiesta, pero nadie está dispuesto a organizarla porque para eso hay que trabajar, echar horas, molestarse... Vamos, tal y como hacía Beatriz – responde Amparín.
- Y los otros chicos que ayudaban a Bea en la comisión, ¿siguen estudiando o trabajan? – también conoce la respuesta, pero para la esposa de un político saber más datos siempre importa. 
- Miguelito Vinuesa y Pepín Mañes preparan las oposiciones de magisterio y no están para perder el tiempo en fiestas, además como tienen novia tampoco mostraron un excesivo interés. Almiñana, el que era presidente, ya dijo el año pasado que era su última participación. Y no ha habido nadie que se prestara a ponerse al frente de la comisión del baile.
- ¡Es una lástima! El baile de los estudiantes merecía la pena.
   Unos días después, el barbero Esteller explica a su cliente Alfonso Grau su particular análisis del porqué de la desaparición del baile de los estudiantes.
- ¿Qué por qué no se celebró el baile de los estudiantes? Verá, don Alfonso hay unos motivos de por fuera y otros de por dentro. Me explico. Cada vez hay menos perras para gastarlas en fiestas. El boniato está por los suelos, como casi todas las cosechas. Solo ganan dinero los que tienen naranjas, pero de esos en el pueblo hay pocos. Además, los precios están por las nubes y aparentar es cada vez más caro. A mis paisanos les gustan más las fiestas que a un tonto un lápiz, pero el baile nunca fue popular, no era una fiesta que la gente sintiera como algo propio, fue un puedo y no quiero. En cuanto la mayoría de familias que aspiraban a darse tono han tenido que apretarse el cinturón, se acabó lo que se daba. Ese es el motivo que más salta a la vista.
- ¿Hay otros motivos? – quiere saber Grau.
- Al menos uno más y, en mi opinión, posiblemente pesa más que el anterior. Verá. Cada vez estudian más chicos. Hoy cualquier pelagatos, que no sabe hacer la o con un canuto, quiere que su hijo sea médico, abogado, profesor o albéitar, mismamente como usted.
- Esa pretensión de las familias la veo muy natural y elogiable. Es lógico que los padres aspiren a que sus hijos sean más que ellos y para eso han de estudiar. ¿Es que no le parece bien que las nuevas generaciones estén mejor formadas?
- Claro que sí, don Alfonso. Ojalá nuestros padres hubiesen tenido la misma idea. Otro gallo nos cantara. Lo que ocurre es que al haber crecido el número de estudiantes, cualquier pinchaúvas tiene derecho a ir al baile acompañado por quien le dé la real gana. Entonces, los de siempre, los ricos y las familias de ringorrango o que se creen que son más que los otros, tendrían que mezclarse con toda clase de... ¿Cómo se llaman los indios esos que son más pobres que las ratas?
- Supongo que se refiere a los parias.
- Pues lo que decía, que los ricos de toda la vida y los que se han forrado con el estraperlo y que aspiran a igualarse a los primeros no quieren juntarse con los parias, es decir con los pobretones. Las familias con parné no necesitan de ningún baile ni nada por el estilo para aparentar lo que ya son sin necesidad de dar cuatro cuartos al pregonero.
- Es curioso, al crecer el número de estudiantes también el baile tendría que haber crecido, en cambio, por lo que cuenta, parece que es al revés.
- Equilicuá, don Alfonso. El baile se ha ido al carajo y, posiblemente, no vuelva porque, por un lado aparentar, como creo que ya he dicho, se ha puesto muy caro. Y por otro, porque cada día son demasiados los que quieren entrar en un club en el que, aunque no se reconozca, funciona el letrero que hay en los sitios de postín: reservado el derecho de admisión.
- Martín, aunque quizá no lo sepa, es usted todo un sociólogo.
- ¿Socio qué?
   La desaparición del baile de los estudiantes, cuyas causas tan bien ha explicado el rapabarbas de Esteller a uno de sus clientes más distinguidos, ha dejado frustrado al exalcalde Paco Vives pues ya no podrá intervenir en el mismo como había pensado. Cavila en otro medio para influir en el mundo de la gente joven, pero no se le ocurre algo que sea medianamente posible y práctico por lo que de momento deja aparcado el proyecto. En una tesitura similar se encuentra Gimeno: adiós a sus planes de mediar en el entramado de la organización del baile y en los intereses de la gente que quiere asomar la cabeza por encima de la medianía local. Pero hay una diferencia notable entre los dos políticos: Vives no tiene quien le sople al oído otros posibles caminos, en cambio Gimeno tiene una consejera áulica que vale su peso en oro.
- Lola, me acaban de soplar que este año no habrá baile de los estudiantes, ¿lo sabías?
- Sí, lo sabía.
- No me habías comentado nada.
- Es que antes de hablarlo contigo quería ofrecerte algún plan B para poder influir en la gente joven. He estado dándole vueltas a la cuestión y todavía no he encontrado una opción que sea medianamente eficaz. Por eso no te había dicho nada, pero algo se me ocurrirá.
   Unas semanas después Lola encuentra, de manera fortuita, el medio que andaba buscando para llegar e intervenir en los asuntos juveniles. Con motivo de una visita a la ciudad de Castellón, donde una amiga del colegio le ha invitado a pasar unos días en las fiestas de la Magdalena, descubre que uno de los actos que más colorido aporta a los festejos es la cabalgata del Pregó en la que, a pie o subidos en carrozas muy adornadas o en cabalgaduras ricamente enjaezadas, los participantes, la mayoría jóvenes, recorren algunas de las calles de la ciudad pregonando el comienzo de las fiestas, de ahí su nombre de pregón. A los que se limitan a desfilar se unen grupos de bailes folclóricos y pequeños conjuntos musicales de viento y rondallas. Guillermina, la anfitriona que le ha invitado, le explica a Lola que la preparación de la cabalgata no es cosa de unos días, sino que la mayoría de grupos, formados por pandillas de jóvenes, lo llevan preparando todo el año.
- ¿Por qué necesitan tanto tiempo? – se interesa Lola.
- Ten en cuenta que la mayor parte de pandillas y grupos de amigos cuentan con pocos recursos, entonces son ellos los que han de preparar los motivos y decoración de la carroza, tienen que confeccionarse los trajes y cuanto necesiten para desfilar. Y en muchas ocasiones, reunirse en la bajera o en el patio donde hacen todos esos trabajos no es más que una excusa para montar una merendola o celebrar un baile.
   En cuanto Lola oye la explicación se le dispara la circunvolución cerebral de la política: acaba de encontrar el instrumento que buscaba. De regreso al pueblo, Lola le explica a su marido el plan que ha ido madurando:
- Vamos a montar una cabalgata como la que vi en Castellón.
- Eso no se ha hecho nunca en el pueblo y no estoy seguro de que a la gente le guste. Sabes mejor que yo que tus paisanos son más tradicionales que el arroz con pollo.
- Todo tiene una primera vez.
- Por descontado, pero ¿y qué vamos a sacar con eso?
- ¿No piabas por encontrar un medio con el que influir en la juventud?, pues ahí lo tienes.
- A ver, explícate mejor, reina mora, porque no acabo de ver la conexión que puede existir entre una cabalgata y el modo de influenciar a la gente joven.
   Lola le cuenta detalladamente el plan. El objetivo formal de la cabalgata será pregonar que las fiestas de agosto van a comenzar, el oculto que los participantes tendrán que estar en contacto durante buena parte del año con los organizadores que serán los miembros de una comisión municipal montada, financiada y manejada, en la sombra, por el Ayuntamiento; es decir, por ellos. Gimeno formula las primeras pegas:
- Permite que haga algunas puntualizaciones. Primera: ¿para qué pregonar algo que todo el mundo sabe cuándo comienza y cuándo acaba?
- Lo del pregón no es más que una excusa para que los jóvenes tengan una oportunidad más de pasárselo bien y el resto del pueblo tenga un entretenimiento más.
- Ese razonamiento está cogido por los pelos, pero lo acepto. Segunda pega: ¿hay alguien aquí que sepa algo de cómo se monta una cabalgata?
- Pues yo misma. Me he informado y el montaje no tiene demasiados misterios. Lo más importante es conseguir el mayor número posible de participantes y el entusiasmo que estos desplieguen. Ambas cosas se pueden conseguir con una buena campaña de propaganda que, además, la podemos montar con cuatro perras a través de charlas en las escuelas, en las reuniones de las cofradías de las Hijas de María y de los Hijos de San Luis Gonzaga, entre las camaradas de la Sección Femenina…
- Lola, nunca dejarás de sorprenderme – reconoce José Vicente -. Una última pega, la financiación: ¿de dónde vamos a sacar la pasta?, porque sabes perfectamente que el Ayuntamiento no tiene ni un chavo y organizar una fiesta como la que describes debe costar un ojo de la cara.
- Una cabalgata puede resultar lo cara o barata que decidan sus organizadores. Y te garantizo que la podemos hacer con poquísimo dinero. Por ejemplo: las carrozas en vez de alquilarlas, se hacen aquí montadas en varios remolques arrastrados por tractores o caballerías.  Invitaremos a grupos de danza y a rondallas de los pueblos próximos, a los que se les hace una paella antes del pregón y por la noche que se vuelvan a su localidad. Habrá que llevarles y traerles en coche, pero presionando a los transportistas locales se puede conseguir que el viaje no cueste nada o un precio simbólico. La Diputación Provincial tiene subvenciones para estos actos, se piden. También pediremos la ayuda de los establecimientos comerciales y de todo aquel que mueva un duro en el pueblo, y como la mayoría sigue estraperleando ya verás cómo se rascan el bolsillo. Además…
   Gimeno corta a su esposa que está embalada explicando las maneras de financiar la cabalgata:
- ¡Lola, qué peligro tienes!