"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

1.9. Estraperlo y estraperlistas



   Lo que el comerciante Paco Vives quería del encargado de la luz, y por eso le regaló una garrafa de aceite, era que se “distrajera” varios días a la semana y que en vez de cortar la corriente a medianoche lo hiciera a la hora que previamente hubiesen acordado. Vives no se molestó demasiado en ser persuasivo, sabía perfectamente con quien estaba hablando: con un empleado que ganaba lo justito para que los suyos no pasasen hambre.
- Mira Piñana, la medida que te propongo sería beneficiosa para todos, tú el primero, la garrafa de aceite no ha sido más que un modesto anticipo.
- Lo lamento, Vives, pero lo que me pides no es posible, tengo órdenes precisas de la compañía y me juego el empleo si las incumplo.
- Pero vamos a ver, ¿quién coño se va a enterar, fuera del pueblo, si algunas noches cortas la luz a las doce o un par de horas más tarde?
- Paco, insisto en que comprendo tus razones y te aseguro que me encantaría poder ayudarte, pero no está en mi mano.
   La discusión es estéril: ni uno cede en sus pretensiones ni el otro en su negativa. Al final, el encargado ofrece al comerciante una salida:
- Lo que puedes hacer es hablar con mis jefes y si estos lo autorizan nada me produciría más satisfacción que poder echarte una mano retrasando la hora del apagón.
   El comerciante se marchó visiblemente irritado. Creyó más prudente no informar al electricista que la gestión que proponía ya la llevaron a cabo con resultado negativo. Algunos colegas de Vives estuvieron hablando con los directivos de la compañía eléctrica que se los quitaron de encima remitiéndolos a la Delegación Provincial de Industria, de dónde procedía la prescripción de los cortes de fluido; en la Delegación les dijeron que no hacían más que cumplir órdenes del Ministerio. Por eso los comerciantes llegaron a la conclusión de que el problema solo podía arreglarse en el ámbito local, de ahí la gestión personal de Vives.

   Tras el fracaso de la entrevista con el encargado de la luz, los comerciantes trasladaron el problema al que entonces era alcalde, Buenaventura Cucala, haciendo hincapié que los apagones les afectaban a ellos, pero de rechazo también a los agricultores. El alcalde se comprometió a efectuar las gestiones necesarias para solucionar el problema. Llamó al electricista al Ayuntamiento y le expuso la situación. El empleado repitió las mismas explicaciones que le dio a Paco Vives. Para el alcalde la solución a las restricciones se convirtió en una cuestión personal, no podía quedar mal ante unos vecinos que eran los que movían la economía local. La discusión terminó mal. Cada interlocutor se empecinó en su postura y ninguno dio su brazo a torcer. El alcalde llegó a amenazar al encargado de que su actitud le podía costar un serio disgusto y de qué no sabía con quién se jugaba los cuartos. El electricista se encogió de hombros, para él la discusión estaba cerrada. Sabía perfectamente del porqué de tanta insistencia, los comerciantes se jugaban mucho, una parte considerable de las remesas de sus productos iban a parar directamente al mercado negro. Y el estraperlo generaba ingentes cantidades de dinero.                                                                
                                                                             
   Del estraperlo, uno de los fenómenos más peculiares en la España de los años cuarenta, era de lo que hablaban con frecuencia los asiduos a la tertulia del café El Porvenir, tal como ocurre hoy. Celestino Bonet está explicando uno de los efectos del mercado negro en el ferrocarril:
- … y despachamos más del doble de billetes. Hace un par de años la mayoría de la gente solo cogía el tren para ir a Valencia, ahora únicamente el billetaje que expendemos para el correo de Barcelona supera a todo lo anterior.
- No me extraña – asevera Bosch, uno de los agricultores de la tertulia -, lo que aquí vale un litro de aceite se multiplica por cinco o por seis en Barcelona. Es un negocio redondo.
- ¿Y los estraperlistas no tienen miedo de que les pillen los de la Fiscalía de Tasas? – pregunta Sanchís, el boticario.
- Ese es un riesgo que corren. Si los cogen, les decomisan lo que llevan y les ponen una multa, pero si consiguen llegar al destino sin que les detengan, la ganancia es tan amplia que compensa el riesgo – explica Alfredo Ballesta, otro factor de RENFE y nuevo integrante de la tertulia.
- Mucho han de ganar para que les resarza la pérdida de lo que lleven y además la multa – apostilla Sanchís.
- Sufren la pérdida, pero de multas se pagan muy poquitas – puntualiza Esteban Clavé, el telegrafista -. Al principio se pagaban la mayoría, hasta que descubrieron que si eres insolvente no hay forma de que el Gobierno pueda cobrar la multa. Por eso la mayoría de los estraperlistas son mujeres y ninguna tiene nada a su nombre.
- ¿Es verdad, Celestino, lo que dice Esteban, qué la mayoría de estraperlistas son mujeres? – quiere saber Sanchís.
- Ciertos son los toros. Por cada hombre que estraperlea, hay tres o cuatro mujeres. Y si lo pensáis es lógico. ¿A ver quién es el guapo que se atreve a registrar a una mujer? Hay tías que se meten un saquito de harina o un pellejo de aceite bajo las faldas como si estuviesen preñadas y como no suelen registrarlas llegan tan panchas a la estación terminal – explica Bonet.
- Yo estoy convencido de que si no cogen a los estraperlistas es porque no quieren, con tener un piquete de guardias en las estaciones y registrar a todos los que llevan bultos sospechosos, problema resuelto – afirma otro de los tertulianos.
- Eso ya lo hacen – aclara Ballesta -, pero como los estraperlistas lo saben, sirve de poco. Los de la Fiscalía tendrían que poner guardias a lo largo de la vía en los últimos kilómetros antes de llegar a Madrid o a Barcelona.
- ¿Por qué?
- Porque a la ciudad solo llega uno de cada ocho o nueve fardos. Mucho antes de que termine el recorrido los estraperlistas van lanzando los bultos por puertas y ventanillas. A pie de vía hay conchabados que los están esperando para recogerlos. Cuando llegan a término todos están más limpios que una patena.
- ¡Coño! – exclama Lastra -. Lo que la gente es capaz de inventar.
- A mí me gustaría saber quién cojones es el culpable del jodido estraperlo, porque para los labradores es un momio, pero para los que vivimos de un sueldo es la muerte. Todo está por las nubes y los sueldos no dan para más – se lamenta Clavé, uno de los asalariados de la tertulia.
- Os diré quién es el culpable – Lastra, el veterinario, se pone sentencioso -: el Gobierno.
- ¡Qué coño va a ser el Gobierno! Quién tiene la culpa es Franco – le corrige Bonet.
- Te equivocas, Celestino. El culpable no es el Caudillo sino la mayor parte de los ministros que son nos incompetentes. Primero implantaron las cartillas de racionamiento, luego decretaron la obligatoriedad de fijar los precios de los productos básicos de acuerdo a cómo estaban antes de la guerra. ¿Cuál ha sido el resultado de unas medidas sin pies ni cabeza? Pues que comerciantes, fabricantes y mayoristas han inmovilizado muchos de los bienes de consumo más demandados y se ha producido un desabastecimiento del mercado. El resultado es el florecimiento del mercado negro, vamos, del estraperlo. Si Franco lo supiera lo arreglaría de un plumazo, pero para mí que no le cuentan ni la mitad de lo que está pasando. Si no, otro gallo nos cantara – asevera Lastra.
- ¿Y para arreglar todo eso no están la Comisaría de Abastecimientos y la Fiscalía de Tasas? – interpela Sanchís.
- Esos – el veterinario baja la voz - no arreglan nada. Ponen alguna que otra multa y decomisan unos cuantos fardos a los pequeños estraperlistas, pero a los grandes… - sigue hablando en voz tan tenue que alguno de los tertulianos es incapaz de entender lo que dice.
- Don Abelardo, no pretendo llevarle la contraria, pero los de la Fiscalía también se meten con los peces gordos - interviene Esteller, el barbero -. Sin ir más lejos, hace veinte días registraron la almazara de Betoret, la de la calle Virgen de Loreto, y le pillaron una montonera de litros de aceite que no tenía declarados. Han enprecintado, o como coño se llame, el molino y dicen que le van a poner una multa de las que levantan ampollas. 
- Hombre, Esteller, de vez en cuando tienen que justificarse y dar algún golpe, pero es mayor el ruido que las nueces. Lo que le puedan poner de multa a Betoret será una bagatela al lado de lo que ha ganado vendiendo el aceite de estraperlo y de lo que va ganar. Porque me apuesto café, copa y puro que, antes de un mes, el molino volverá a funcionar.