"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 11 de septiembre de 2015

7.10. Una lección de maneras



   Amparín y Carlitos se siguen deslizando por la pista como si estuviesen solos. Hay momentos en que no hablan, no lo necesitan. De vez en cuando se miran a los ojos y sonríen. Les basta. Solo se musitan al oído dos palabras: te quiero. A su conjuro, el resto del universo desaparece. El muchacho la estrecha entre sus brazos con la delicadeza con la que su madre limpia la porcelana de Manises que decora el aparador de casa. De cada uno de sus gestos emana un torrente de ternura y pasión. La jovencita se aprieta para notar mejor como late el corazón del chico. Con su mano izquierda le acaricia suavemente la nuca, mientras le susurra: ¡ojalá esta noche durara eternamente!
   A Carlitos tanta felicidad le parece imposible. Incluso lo que temía que fuera un amargo trago, su visita a casa de los Vives, salió mucho mejor de lo que pudo imaginar. En parte gracias a su hermana Beatriz que le dio toda una lección sobre cómo debía de comportarse y qué debía decir, le enseñó maneras como dicen en los pueblos.
- Has de intentar portarte con naturalidad. Mira a los ojos, habla alto, claro y sin prisa. Sonríe mucho y no te achantes. Estoy segura de que los Vives te tratarán bien y serán amables contigo.  
- ¿Y cómo estás tan segura, acaso hablaste con ellos? – pregunta enfurruñado un desquiciado Carlitos.
- Con ellos no, pero con Amparín sí. Esta tarde me tropecé con ella. Estuvimos hablando un buen rato y me dio un recado para ti, lo que te he dicho: que estuvieras tranquilo, que lo ha arreglado todo con sus padres y que te recibirán con toda la amabilidad del mundo.
- Eso es muy fácil decirlo, pero quien ha de dar la cara soy yo. Y para empezar no sé qué voy a decirles.
- A ver, hermanito, vamos por partes. Lo primero que has de hacer es calmarte, con ese estado de nervios lo único que conseguirás será pasar un mal rato, hacérselo pasar a Amparín y estropearlo todo. Trata de tranquilizarte y escúchame. ¿Qué les vas a decir? Piensa con lógica. Dentro de un rato vas a presentarte en el hogar de la chica de la que estás enamorado. Y contesta esta pregunta: ¿a qué vas a su casa?
- A pedir a sus padres que me den su permiso para llevarla al baile.
- Ves que fácil. Te diriges a su padre y le dices: señor Vives o señor Paco, conviene que te dirijas a él como señor, vengo a pedir su permiso para acompañar a su hija al baile.
   Beatriz tenía razón. Todo se desarrolló como la seda. Sorprendentemente, la más nerviosa fue Amparín, en cambio los padres se portaron como si aquello fuera algo cotidiano.
- Buenas noches, Carlitos, ¿qué tal, cómo estás? – le saluda con familiaridad la señora Asunción, la madre de su enamorada, como si fuera una visita habitual de la casa.
- Muy bien, señora. Muchas gracias. ¿Y usted?
- Bien, pero siéntate, por favor. ¿Quieres tomar algo?
- No, gracias. Prefiero no tomar nada de momento.
- Entonces, voy a llamar a Paco. Ahora vuelvo.
   El matrimonio llega en seguida. Ella con la misma sonrisa con la que le recibió y él aparentemente relajado, aunque con un semblante un tanto hosco, pese a ello no parece ser el ogro que algunos dicen que es.
- Así que este caballerete es el famoso Carlitos, ¿qué tal, cómo estás? – le saluda Paco, tendiéndole la mano.
- Muy bien, señor. ¿Y usted?
- Siéntate, anda. Bien, vamos al grano, vas a llevar a Amparín al baile, ¿no es eso? Espero que nos la devuelvas igual que como va a salir de esta casa. ¿Tengo tu palabra?
- Por supuesto, señor. Le prometo que me portaré como un caballero y se la devolveré sana y salva. Le doy mi palabra de honor.
- Bien. ¿Quieres un pito?
- No, señor, gracias, no fumo.
- Está bien eso de que no fumes. Yo debería dejarlo, pero soy demasiado mayor para cambiar de vicios.
- Yo le veo muy bien, señor. Es más, de cerca parece usted mucho más joven que viéndole por la calle.
- Oye, mi hija no me había dicho que sabes hacer tan bien la pelota – al ver lo colorado que se ha puesto el muchacho, se apresura a añadir -. Tómatelo como una broma, hombre. ¿A qué hora pensáis volver?
- A la que usted diga, señor.
- Vaya, sabes cómo tratar a la gente. No os voy a poner una hora concreta, lo único que te pido es que no seáis los últimos en cerrar el baile.
- No se preocupe, señor. Así lo haremos.
- Otra cosa, ¿tus padres saben que estás aquí?
- Por supuesto, señor.
- ¿Y cuentas con su permiso?
- Naturalmente, señor. Si no fuera así, no estaría delante de usted.
- Eso está bien, pero que muy bien. Me gusta la gente que sabe respetar a sus mayores.
- Paco – interviene la madre por primera vez -, ¿no crees que debería llamar a la niña? Como sigáis hablando van a llegar tarde al baile.
- Tienes razón, Asun. Dile a nuestra hija que está aquí su caballero.
   La pareja no puede imaginarse que tras su marcha, los Vives han mantenido una animada charla.
- ¿Qué te ha parecido? – interroga la madre.
- Pues mejor de lo que esperaba. Para tener solo dieciséis años se ha portado como todo un hombre. Me da la impresión de que ahora los chicos maduran antes.
- Es posible que así sea. Nuestra hija es otro ejemplo de madurez precoz.
- Es cierto y vaya genio que se gasta. Nos ha salido peleona.
- Tiene a quien parecerse – señala ella con una sonrisa.
- Confieso que el chaval me ha parecido muy educadito y se le ve muy respetuoso. Espero que no cometan ninguna tontería.
- Todo es posible, pero me llevaría una gran decepción si ocurriera algo fuera de lo normal. Nuestra hija tiene la cabeza sobre los hombros. Y cuanto más tiempo pase, más se asentará.
- De todas maneras, procura atarla corto – aconseja el padre -. Más vale prevenir que curar.                                                                      
   En el baile, Carmen Ribes se sorprende al ver reaparecer a Beatriz. ¿Se habrá cansado de flirtear con el veterinario?, se pregunta. No lo parece, su rostro muestra tal contento que piensa que más bien debe ser cualquier otra cosa.
- ¿Qué pasa, qué se ha hecho de tu caballero andante? - pregunta Carmen.
- Han venido a buscarle hace un rato. Una urgencia, un parto de una vaca que viene mal. Ha dicho que tratará de volver antes de que acabe el baile. ¿Sabes qué? Alfonso me ha parecido un tipo fantástico, ya me lo había dicho Lola Sales.
- Mira, Bea, conviene que no te hagas demasiadas ilusiones y que tengas cuidado. Todos los tíos buscan lo mismo, aunque a veces tienen la habilidad de disfrazarlo de honestas intenciones.
- O mucho me equivoco o Alfonso no es de esos. Por lo que me contó Lola, y aunque acabo de conocerle, presiento que es de los que van por derecho.
- En cualquier caso, insisto en que no te fíes. Los hombres son maestros en hacer muchas promesas y, luego, si te he visto, no me acuerdo. De todas formas, cuéntame, ¿qué tal tu galán, cómo se ha portado?
- No te puedes imaginar lo amable, educado y simpático que es. Todo un encanto de hombre y, además, ¡es tan guapo!
   Inopinadamente, reaparece Grau. Se le ve ligeramente agitado, como si hubiese estado corriendo.
- Señoritas, felizmente estoy de vuelta. Carmen, si nos disculpas, tenía una conversación pendiente con esta beldad – y tendiendo la mano a Beatriz se encaminan a la pista.
   No parecía tan alto, piensa Beatriz, pero me saca toda la cabeza y no soy precisamente bajita. Que bien huele, se dice Alfonso, parece que debe de ser Heno de Pravia, pero le pega, es como la yerba recién segada: fresca y tierna. Cuando la orquesta hace una pausa no vuelven a la barra, se quedan en el centro de la pista en animada conversación.
- ¿Y puede saberse qué haces en el Rincón de Ademuz cuándo sales de la escuela?
- Aburrirme como una lapa y estudiar. Curso Filosofía y Letras por libre. No quiero terminar mis días como maestra de escuela, aunque es una profesión que me apasiona. ¿Y tú qué haces en el pueblo cuándo ya no quedan animalejos que visitar?
- También aburrirme – Alfonso se apresura a cambiar de tema, le interesan otras cuestiones -. Antes me preguntaba cómo era posible que dos preciosidades, como Carmen y tú, no estuvieseis rodeadas de moscones intentando camelaros. ¿Acaso estáis comprometidas y guardáis ausencia? – Lo de guardar ausencia es la frase tópica que alude a salvaguardar la no presencia de la persona con la que estás comprometido.
   Alfonso se empeña en desentrañar el entramado sentimental de la mujer de la que, por momentos, se siente más atraído.