Los
Carreño, salvo Álvaro, están todos en
casa dado que el ejército le ha dado a Julián la licencia indefinida, pues la
controvertida reforma del ejército de Azaña ha reducido el servicio militar obligatorio a 12
meses y a 4 semanas para los bachilleres y
universitarios.
-Bien, hijo, ya era hora de que acabases la
mili. ¿Qué piensas hacer? –quiere saber Julio.
-Papá, he estado pensando en lo que hacíamos
en Plasencia con la venta ambulante de los productos de la droguería. ¿Por qué
no lo repetimos aquí con los productos de farmacia? Me he enterado de que en la
provincia de Madrid hay muchos pueblos pequeños en los que no hay farmacia,
podría ser un buen negocio vender en ellos medicinas y preparados sin que sus
vecinos tengan que desplazarse a otra localidad. ¿Qué te parece?
-Que es una buena idea, pero para eso
necesitaríamos una camioneta que no tenemos. Déjame que haga números, que lo
hable con Pilar y estudiaremos si es factible. ¿Y mientras tanto qué vas a
hacer?
-En SEPU me han ofrecido que siga con ellos
trabajando la jornada completa y me han insinuado que en un plazo corto me
pueden subir de categoría. Si no tienes inconveniente seguiré allí, más vale
malo conocido que bueno por conocer.
Una vez
resuelto el futuro inmediato de Julián, el padre del clan se fija como
siguiente objetivo clarificar la situación de Jesús quien, a su juicio, está
desperdiciando el hecho de ser bachiller.
-Vamos a ver Jesús, esto ya lo hemos hablado
antes, pero de ahí no hemos pasado. Creo que ya es hora de que resolvamos tu
situación. Lo de las oposiciones a vista de aduanas no acaban de convocarse y,
mientras, el tiempo va pasando. Opino que, por el momento, deberías olvidarte
de esa salida y desempolvar tu título de bachiller. Ya ves lo bien que nos va
con la farmacia gracias a Pilar, ¿pero qué puede pasar sin algún día tu hermana
se casa y se va a vivir a otra ciudad? Ya sabes que ha salido a cenar con un
chico que es notario. Suponte que sigan con la relación y se casan, se tendrá
que ir adonde él tenga la notaría. Y si nos quedamos sin título, adiós farmacia
y adiós modus vivendi. ¿Qué dices a eso?
-Que sí, papá, que tienes razón, pero yo
¿qué pinto en todo eso?
-Pues que eres el más idóneo para sustituir
a tu hermana en el supuesto de que tenga que dejarnos y para eso deberías
estudiar Farmacia.
-Papá, que son cinco años de carrera y eso
es mucho tiempo, y yo he perdido el hábito de estudio y… hago falta en la
farmacia y… -A Jesús, que maldita la gracia que le hace la sugerencia de su
padre, no se le ocurren más argumentos para rechazarla.
-A ver, pongamos las cosas en su sitio. Son
cinco años, pero podrías acortarlos matriculándote en más asignaturas de un
curso. Lo de que hayas perdido el hábito de estudio, francamente, no me lo creo
pues sigues preparándote para lo de la oposición de vista; en cuanto a que
hagas falta en la farmacia, si sobra algo en esta familia son manos que ayuden
a tu hermana. Por consiguiente, en septiembre debes matricularte en primero de
Farmacia y de algunas asignaturas de segundo. La familia te necesita –remacha
Julio, que se ha puesto serio.
Jesús,
agacha la cabeza, sabe perfectamente que, cuando su
padre alude a las prioridades familiares, las demás razones desaparecen como
por arte de magia. Le joroba un montón, pero va a tener que estudiar Farmacia. Aquella
noche, en la cama, Julio cuenta a su esposa las conversaciones mantenidas con
sus dos hijos mayores en ausencia de Álvaro. Y ya metidos en harina piensan en
el futuro del resto de la camada.
-A mí me gustaría que Andrés fuese abogado,
tiene buena planta –dice Julia.
-¿Y qué tiene que ver la buena planta con
estudiar Derecho, mujer? Además, con lo mal estudiante que es cualquier carrera
le costará un siglo terminarla. Creo que se le daría mejor el comercio, tiene
labia y desparpajo no le falta.
-¿Y qué tendría que estudiar en la
universidad para ser comerciante? –pregunta ella.
-Ambos fuimos comerciantes y no estudiamos
en ninguna universidad, pero admito que las cosas han cambiado y es posible que
ahora haya estudios para ello. Lo preguntaré. Oye, ¿y Ángela, que sí que es
estudiosa, no podría también hacer Farmacia?
-Es una buena idea y creo que le gustará. ¿Y
de Froilán, qué hacemos con él?
-Yo lo veo como un brillante ingeniero pero,
claro, falta mucho para eso.
-Y una vez más nos hemos olvidado de Concha.
-A Concha lo que hay que hacer es buscarle
un buen marido –afirma Julio rotundamente.
Mientras
los Carreño planean el futuro de sus hijos, el país ha entrado en un bucle de
marcada inestabilidad política. El año ha comenzado con un gobierno encabezado
por Lerroux, pero que solo dura hasta marzo. El líder radical forma nuevo
gobierno que solo aguanta mes y medio, y al que sustituye el quinto gobierno
radical, encabezado esta vez por Samper. Es el noveno gobierno desde el
advenimiento de la II República, lo que supone un poder ejecutivo diferente
cada cuatro meses. Paradójicamente, todos los partidos políticos parecen estar
descontentos, tanto los de derechas como los de izquierdas, lo que es señal de
la existencia de una grave y larvada enfermedad en la sociedad española.
Como la
mayoría de los Carreño no se preocupa por la inconsistencia política, al llegar
el verano la familia se plantea qué playa escoger para el veraneo. Una vez más
no se ponen de acuerdo, la gente joven prefiere la costa mediterránea y los
padres, que tienen el voto decisivo, están indecisos. El impasse termina
resolviéndose de la forma más inesperada. Desde que el señor Damián empleó a
Eloísa, el perfumista ha ido estrechando su amistad con Julio, amistad que ha
trascendido a sus esposas. Ambas parejas, una vez a la semana, generalmente los
sábados, salen a cenar y las mujeres suelen visitarse siempre que sus
ocupaciones familiares lo permiten. Toman un refrigerio o una infusión y hablan
de lo que suelen hacer dos amas de casa y madres de familia: de los problemas
que dan los hijos, de lo cara que está la vida, de los cotilleos del barrio…
Aunque últimamente, sus charlas están derivando hacia temas de más enjundia
desde el momento en que dejaron atrás las formas de la creciente sociedad
burguesa.
-¿No cree usted, señora Carreño, que
llevamos demasiado tiempo tratándonos para seguir hablándonos de usted? Lo de
señora Carreño arriba, señora Ramírez abajo creo que es una antigualla.
Prefiero que me llame como me bautizaron, María del Rosario, y como es un
nombre tan largo las amigas, entre las que usted se cuenta, me llaman
simplemente Charo.
-Estoy de acuerdo contigo, Charo. Y puedes
llamarme Julia.
A partir
de ese momento, Charo y Julia es cuando se convierten en verdaderas amigas. A
Julia le ha costado poco, pues no lleva en Madrid el tiempo suficiente para
haber hecho nuevas amistades. Y Charo, pese a que vive en Madrid tras su
casamiento, tampoco parece ser de muchas amigas. Ambas han percibido que, pese
a que nacieron en regiones tan distintas y separadas, como la extremeña y la
valenciana, y que han recibido formaciones muy diferentes, son más los lazos
que las unen que los que las separan. Esta tarde, Julia está contando a su
amiga la discusión que tuvieron en casa la noche anterior porque no se ponen de
acuerdo donde ir a veranear y le pide su opinión.
-¿Y ustedes…, perdón, y vosotros, dónde
pasáis el verano?
-Lo solíamos pasar en una casita que heredé
de mis padres cerca de la playa valenciana de Las Arenas, pero desde que el
médico le recomendó a Damián un clima más fresco vamos al norte. Hemos
veraneado en Galicia, en la playa de Sanxenxo; en Asturias, en la de
Ribadesella, y en los últimos años nos hemos decantado por un pueblecito
santanderino, poco conocido pero muy agradable, Suances.
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro
del Libro IV, Las Guerras, de la
novela Los Carreño, publicaré el
episodio 8. Suances