"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 30 de agosto de 2016

Capítulo 11. Se estrecha el cerco.- 57. Algo se mueve


    Los amigos de Grandal se lo dejaron muy clarito en la última reunión del dos mil quince, se van a tomar unas vacaciones en su papel de investigadores del Caso Inca. Para ellos tiene prioridad su rol de abuelos en ejercicio antes que el de policías aficionados. El excomisario, que no tiene nietos a los que atender y malcriar, lo mejor que ha podido hacer durante la pausa navideña ha sido intentar recomponer lazos con algunos de sus antiguos compañeros de cuerpo que por unas u otras causas se han deteriorado. Uno de ellos ha sido Anselmo Bermúdez, Jefe de la Comisaría del distrito de Moncloa-Aravaca, de quien se ha distanciado a raíz del descubrimiento,  por parte de Grandal y sus amigos, de otro posible sospechoso de complicidad en el robo del Tesoro Quimbaya: un tal Adolfo Martínez, técnico de seguridad que vive en Majadahonda.
   Grandal aprovecha la ocasión de que, con motivo de la festividad de los Santos Ángeles Custodios, patronos del Cuerpo de la Policía Nacional, le otorgaron a Bermúdez la distinción de la Cruz Roja al mérito policial como muestra al reconocimiento de su trabajo profesional. Aunque la entrega de la medalla fue el pasado dos de octubre, el excomisario lo utiliza como excusa para llamar a su antiguo subordinado e invitarle a comer para celebrar lo de la cruz. Bermúdez se hace de rogar, y al final únicamente acepta tomar un tentempié porque, según dice, estos días los dosieres se acumulan en su mesa.
   El excomisario ha escogido como lugar del piscolabis una taberna en la que hace unos cuantos años celebraron la resolución de un complicado caso en el que tanto Bermúdez como él se distinguieron sobremanera. Por eso le ha citado en Casa Labra, una taberna del siglo XIX en pleno corazón de la ciudad y que es famosa porque, además de que en ella Pablo Iglesias fundó el PSOE, entre otros exquisitos bocados se pueden degustar sus célebres “soldaditos de pavía”, bacalao rebozado y frito, y también unos ricos tacos de atún. Al principio del encuentro Bermúdez se muestra un tanto reticente, pero a partir del segundo Valdepeñas el ambiente entre ambos colegas se va descongelando y acaban charlando como lo que siempre fueron: un par de buenos amigos. Grandal ha tenido un cuidado exquisito en no decir una sola palabra sobre el Caso Inca, de ahí su extrañeza cuando sin venir a cuento Bermúdez dice:
- Algo se mueve.
   Aunque Grandal supone que la críptica frase se refiere a la investigación sobre el robo del Tesoro Quimbaya, se contiene para no preguntar qué es lo que se mueve, se conforma con una mirada en la que intenta reflejar una sorpresa que no es tal.
- Según me han comentado compañeros del entorno de la Brigada de Patrimonio – prosigue Bermúdez -, la vigilancia que le han puesto al fulano de Majadahonda ha descubierto que hay más gente interesada en controlarle y en saber qué se rumorea en su barrio sobre el mismo.
- ¡No me digas! – es cuanto se atreve a decir Grandal.
- Al parecer – sigue explayándose Bermúdez –, no se trata de un control sistemático como el que mantiene nuestra gente, es más aleatorio, pero el seguimiento existe. Y curiosamente, no le siguen unos mafiosos ni unos narcos sudacas, lo hace una conocida agencia de detectives.
   Llegado a ese punto, Grandal estima que su amigo le ha dado implícitamente la venia para poder preguntar directamente:
- ¿Qué piensan hacer los Sacapuntas al respecto?
- No lo sé, desde la última reunión que tuvieron contigo no he vuelto a hablar con ellos. Lo que acabo de contarte me ha llegado por vía indirecta. Y, por supuesto, de esto ni una palabra a tus vejetes.
- Esta conversación no ha tenido lugar, Anselmo – Y para probar su afirmación, Grandal da un giro sustancial a la charla -. Hablando de cosas importantes, no te he preguntado por tu primogénito, ¿continúa empeñado en seguir nuestros pasos y opositar al Cuerpo?
   Atienza, Bernal y Blanchard, que ya volvió de París, han tenido unas minivacaciones que incluso han sido más cortas de lo que tenían previsto al descubrirse que hay alguien más que sigue los pasos de Adolfo Martínez. Los policías encargados de la vigilancia del sospechoso han detectado que otros individuos, de manera aleatoria, tratan de informarse sobre lo que hace el técnico de seguridad. Los agentes de la red de vigilancia informan también a sus superiores que están casi seguros que ellos, a su vez, no han sido detectados por los inesperados rastreadores. Y están a la espera de nuevas órdenes sobre qué hacer ante el inesperado giro que ha dado la situación.
   Precisamente, sobre qué hacer ante el imprevisto escenario que supone la existencia de otros controladores, es de lo que discuten los Sacapuntas y el inspector galo. El hecho de que no estén ante unos posibles secuaces de la banda, sino ante los detectives de una agencia que cuenta con la debida autorización del Ministerio del Interior es lo que les pone de acuerdo como resume Bernal:
- Si los que de vez en cuando echan una ojeada a las idas y venidas de Martínez fueran unos fulanos sin más, aunque no necesariamente se trataran de delincuentes, lo inteligente sería darles cuerda a ver si les cazábamos en un renuncio, pero no es el caso. Estos son unos tíos de Método-5, una agencia que tiene todas las bendiciones de la casa grande. Por eso, mi opinión es que hay que hacerles una visita y sin andarse por las ramas preguntarles por cuenta de quien están llevando a cabo esa vigilancia.
   Tanto Atienza como Blanchard están de acuerdo con el planteamiento de Bernal. La cuestión a decidir ahora es el cómo. Atienza es partidario de informar a la jueza de instrucción para que sea ella la que opte por el procedimiento que estipula la normativa legal. Bernal, por el contrario, prefiere una vía más directa y expedita:
- Lo que hay que hacer es coger el toro por los cuernos, plantarnos donde la agencia y lisa y llanamente decirles que sabemos que están controlando al Martínez, que se trata de un sospechoso de haber participado, de algún modo, en lo del robo del tesoro y que queremos saber por cuenta de quién están realizando ese trabajo.
   Blanchard, que no es muy ducho en la legislación española al respecto, se abstiene de opinar, solo hace una puntualización:
- En el supuesto de seguir el camino que propone Eusebio, creo que no deberíamos decir a los de la agencia de qué delito es sospechoso Martínez. Mejor dejarlo en la indefinición. Cuanto menos sepan, menos se podrán ir de la lengua.
- Es una buena sugerencia – admite Bernal, que raramente aprueba las propuestas del francés.
   Atienza insiste en que ese no es el camino. Cómo en sus ratos libres estudia Derecho en la Universidad de Educación a Distancia, despliega sus todavía verdes saberes jurídicos:
- Siento disentir, Eusebio, pero no podemos hacer lo que propones. Se trata de una agencia de detectives que cuenta con todas las acreditaciones pertinentes y está, por tanto, legalmente autorizada para realizar seguimientos. Entiendo que no solamente no puede, sino que no debe revelar la identidad de sus clientes por su obligación de respetar el secreto profesional y el deber de sigilo. Por consiguiente, no podemos pedirlo y menos exigirlo.
- ¿Entonces qué propones, qué le pidamos un mandamiento a la jueza? – inquiere Bernal.
- Eso es lo que dispone la ley – es la escueta respuesta de Atienza quien añade -. Y solo nos lo dará si le presentamos indicios suficientes de comisión de delito.
- Ese camino, y lo sabes tan bien como yo, no lleva a ninguna parte. Estoy de acuerdo en que los huelebraguetas no están cometiendo ningún delito al seguir a Martinez, pero sí pueden echar por tierra toda la trama que hemos montado en derredor del sospechoso. Un tío que es presunto cómplice del robo más importante cometido en este país en muchos años – arguye Bernal que añade -. Y sabiendo que nuestra jueza se la coge con papel de fumar, sabes perfectamente que lo más probable es que nos niegue ese mandato.
   Blanchard, a su vez, almacena en su archivo del argot policial hispano el vocablo huelebraguetas. Supongo, se dice, que se refiere a los detectives privados, pero habrá que confirmarlo. Atienza, en cambio, piensa que lo que dice Bernal va a misa. Presionar al de la agencia no será lo más ortodoxo, pero quizá sea la única vía posible para avanzar en un caso que lleva ya demasiado tiempo atascado. De ahí que pregunte:
- ¿Cómo lo haríamos?
- Conozco al director, se llama Ernest Perarnau. Yo me encargo de apretarle los tornillos y te garantizo que va a cantar mejor que Pavarotti – se jacta Bernal.

viernes, 26 de agosto de 2016

56. Felices Navidades y próspero Año Nuevo



   ¿Lo detenemos o le damos cuerda? Es la disyuntiva que lleva debatiendo hace más de dos horas el trío de inspectores que coordinan el Caso Inca referido a Adolfo Martínez, el técnico de seguridad probable cómplice de los que robaron el Tesoro Quimbaya. Hay argumentos que apoyan tanto un supuesto como su contrario.
   Eusebio Bernal es partidario de detenerlo. Aduce que si continúa libre y descubre o sospecha que le están vigilando puede destruir pruebas y también se corre el peligro de que sea eliminado como le ocurrió al otro sospechoso, el asesinado Obdulio Romero. Juan Carlos Atienza defiende la postura de no detenerle, que siga con su vida habitual a ver si de ese modo logran detectar algún contacto de Martínez con los atracadores o de éstos con el sospechoso. Es dudoso que el técnico pueda destruir pruebas y, dada la red de vigilancia montada a su alrededor, es difícil que nadie pueda atentar contra él. Y añade más:
- ¡Ojalá trataran de cargárselo! Cogeríamos más peces con el mismo cebo.  
   Michel Blanchard, muy en su papel de invitado, trata de mediar entre ambas posturas:
- Detenerlo, como propone Eusebio, tiene la ventaja de que podremos interrogarlo a fondo y si terminase cantando quizá podríamos dar un acelerón a la investigación del caso. Por el contrario, presenta la desventaja de que, como opina Juan Carlos, echaríamos a perder un posible contacto del sospechoso con los atracadores. Porque, y en eso estamos de acuerdo los tres, es más que probable que Martínez, al igual que Romero, no forme parte de la banda y solo sea alguien a quien sobornaron para que manipulara las cámaras. Yo me inclino, por el momento, en dejarlo libre; eso sí, sometido a un estricto control.
- Un aspecto que no hemos tratado y que tendríamos que investigar es la posible complicidad entre Romero y Martínez – sugiere Atienza.
- Sobre eso, mi hipótesis es que es probable, yo diría que casi seguro, que existió algún tipo de colaboración entre ambos – afirma Bernal -. Está probado que Martínez estuvo en el museo cuarenta y ocho horas antes de producirse el robo. Debió ser entonces cuando manipuló las cámaras, pero no podía dejarlas ciegas en ese momento, hubieran llamado del museo para que las repararan. Necesitaba que alguien pulsara el botón o manipulara el chip del dispositivo que las inutilizara y para eso tuvo que contar con Romero, que el día del robo estaba de guardia. Si mi hipótesis es cierta, solo nos falta descubrir las pruebas del entendimiento entre ambos y para eso él único medio que tenemos es detener a Martínez – insiste Bernal.
- Estoy totalmente de acuerdo con tu hipótesis, Eusebio, pero no con el corolario al que llegas. Nos aporta más que Martínez siga libre que detenido. Le tenemos vigilado las veinticuatro horas, hemos pinchado su teléfono, controlamos su correspondencia, seguimos incluso las andanzas de su esposa. Es cuestión de tiempo que cometa un error y así podremos llegar al núcleo de la banda – argumenta Atienza.
- ¿Alguno de vosotros juega al ajedrez? – es la inesperada pregunta que formula Blanchard -. ¿No? En ajedrez hay una jugada llamada ataque a la descubierta que es una acometida producida cuando una pieza se aparta del camino de otra. Un caso especial de esta jugada es el jaque descubierto donde el ataque enmascarado es un jaque. Todos los grandes maestros de este juego coinciden en que es más efectiva mantener la amenaza de un jaque descubierto que realizarlo, siempre que con ello no ganes material o consigas el jaque mate.
- Vamos a ver, Blanchard – Bernal sigue sin llamar por su nombre al inspector galo -, ¿y con ese galimatías del ajedrez qué es lo quieres decir?
- Que por el momento es más efectivo no realizar el jaque descubierto que hacerlo. En otras palabras, es más rentable para nuestra investigación que Martínez siga libre que detenerlo.
   El apoyo del francés es decisivo para tomar la decisión de no detener al sospechoso por el momento, pero controlando todos sus movimientos. La decisión no es bien recibida por el grupo de policías de apoyo encargados de ser la sombra de Martínez, ya que ello supondrá que en plenas Navidades tendrán que estar muchas horas fuera de su hogar. Acatan la orden porque no les queda otra alternativa, pero a sus espaldas reniegan del trío de coordinadores del Caso Inca y todavía se mosquean más cuando se enteran de que Blanchard ha partido hacia Paris para pasar las fiestas navideñas entre los suyos.
   La inminente Navidad también altera el ritmo de trabajo del cuarteto de jubilados. Grandal solo tiene a Chelo con quien pasarla, pero en las fiestas navideñas las escorts tienen trabajo intensivo. Al parecer, el número de ejecutivos, industriales y hombres de negocios que se sienten solos en unas fiestas tan ligadas a la familia es elevado. Por lo que el excomisario ha de afrontar la pascua más solo que la una, por eso es partidario de continuar trabajando y descansar solo los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes, para luego proseguir las investigaciones. Su propuesta recibe un rechazo frontal. Ponte es el primero que se niega y explica sus motivos:
- Jacinto, conmigo no cuentes desde hoy hasta que pasen los Reyes. Mi hijo David viene desde Estados Unidos a pasar las Navidades. ¿Cómo voy a decirle que le dejo solo porque tengo que hacer no sé qué investigaciones? En cuanto a mi hija, ídem de lienzo. En cuanto llegan las vacaciones navideñas le falta tiempo para soltarme a sus críos para que jueguen con el abuelo. Hasta tiene el programa de actos preparado. El veinticuatro ya tengo que llevarlos por la mañana a ver Cortylandia en el Corte Inglés de Preciados.
- Les encantará, Manolo – es Ballarín quien le ha interrumpido -. Este año representa la fantasía de un tren conducido por el lobo de las nieves seguido de vagones con pequeños pasajeros que ha ido recogiendo a lo largo de sus viajes por la Navidad. Un zorro va contando la historia mientras el resto le va coreando con sus canciones. Estuve hace unos días con mis nietos y se lo pasaron pipa.
- Por la tarde hay que poner el belén – prosigue Ponte -. Por la noche  tenemos cena de Nochebuena. El veinticinco ni te cuento. Y después hemos de llevar a los chavales a la feria de la Plaza Mayor a curiosear los puestos donde venden las figuritas para el nacimiento, hay que ir a Lhardy a tomar su consomé y degustar las croquetas, comprar regalos de Papá Noel y Reyes, llevar a los nietos al Circo Price, al zoo de la Casa de Campo y un inacabable etcétera.
- Pues yo tengo un programa parecido al de Manolo, pero al que hay que añadir el aspecto religioso que él ha eludido o se ha olvidado. La Misa del Gallo, la Adoración del Niño, la vigilia de fin de año y alguna que otra actividad que ahora no recuerdo – añade Ballarín.
- Toda esa programación que cuenta Manolo es solo para dos nietos, imaginaos lo que será para los que tenemos siete como yo – arguye Álvarez para terminar rematando la jugada -. O sea, Jacinto, que hasta pasados los Reyes puedes olvidarte de nosotros.
- Así no vamos a ninguna parte. ¿Cómo vamos a adelantar la investigación si ahora paramos durante quince días? Eso no puede ser. Una cosa es que hagamos fiesta los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes, pero no el resto. Esos son días laborables.
- Sí, claro, para los currantes, pero a nosotros ya nos dieron de baja en ese apartado – replica con humor Álvarez.
- Compréndelo, Jacinto, ten en cuenta que antes que jubilados somos abuelos y éstas son unas fechas en las que los críos no tienen cole, pero los padres siguen trabajando porque, como bien has señalado, los días entre fiestas siguen siendo laborables. Alguien tiene que atender a los chavales y para eso están los abuelos – Ponte está a en un tris de añadir algo así como: si tuvieras nietos lo comprenderías, pero no lo hace, mejor no hurgar en la lamentable biografía familiar del excomisario.
- Claro, los abuelos estáis para malcriar a los nietos. Así crecen los críos de ahora que no respetan nada ni a nadie – despotrica Grandal, un punto irritado al ver que se va a quedar sin auxiliares durante dos semanas al menos.
- Naturaca – replica Álvarez que se ha puesto en plan castizo -. Los abuelos estamos para dar gusto a los nietos en lo que pidan, que para decirles que no y ponerlos firmes ya están los padres. Nosotros lo hicimos cuando nos tocaba, ahora les toca a ellos.
- O sea, Jefe, que a reserva de que nos llamemos para felicitarnos y como siempre se ha dicho: Felices Navidades y próspero Año Nuevo – Ballarín pone el The end a la charla y al 2015 en espera de lo que les pueda deparar el 2016.

martes, 23 de agosto de 2016

55. Blanco y en botella



   El martes, veintidós, Grandal y Ponte, llegados el día anterior de su viaje por tierras levantinas, se reúnen con Álvarez y Ballarín para hacer la puesta en común de todo lo que ambas parejas han descubierto en sus desplazamientos. Unos por La Plana y otros por Majadahonda. Indudablemente, la noticia estrella de la reunión es haber descubierto que uno de los sospechosos de manipular las cámaras de seguridad del museo se ha gastado en la adquisición de una plaza de garaje un dinero cuya procedencia es incierta. El dilema que se les plantea al grupo de jubilados que investigan el Caso Inca está en sí contárselo o no a la policía. Las opiniones están divididas, pero ahora se centran en cómo averiguar el origen del dinero pagado por la compra hecha por el sospechoso. En este momento es Ballarín quien argumenta sobre la posible procedencia del dinero:
- Estoy de acuerdo contigo, Jacinto, en que es harto improbable que un tipo que es un asalariado tenga guardadas quince mil leandras en su casa o en la caja fuerte de un banco. Lo más lógico es que las tuviera invertidas en una cuenta a plazo fijo, en un fondo de inversión, en acciones o en cualquier otro activo financiero. Y si así fuera, habría pagado la compra con un talón no con billetes. Lo que nos lleva a deducir que probablemente esos quince mil euros que se ha gastado en la plaza de garaje los tuviera no hace demasiado tiempo.
- Tu razonamiento es impecable, Amadeo – admite Grandal -. Ahora bien, para descartar que esa pasta no la tuviera invertida en cualquier clase de activo bancario tendríamos que conocer los movimientos de las cuentas del tal Adolfo. Y para eso habría que indagar en los bancos con los que trabaja ese fulano.
- Dudo mucho que los bancos nos faciliten una información de ese tipo – apunta Ponte.
- Esa información no se la van a dar a unos jubilados, pero sí a la policía y en el supuesto de que le pusieran pegas, ante un mandamiento judicial los bancos abrirían todos sus archivos – argumenta Grandal.
- Ahora veo a dónde quieres llegar, Jacinto – interviene Ponte -. Has conectado el tema del dinero con el de las tres opciones que planteaste antes. Si te he entendido bien no vamos a tener más salida que informar de lo que hemos descubierto a tus colegas pues ellos sí que pueden investigar los movimientos bancarios del sospechoso.
- Ahí quería llegar. Si no queremos toparnos con un muro que va a ser infranqueable para nosotros, no nos queda otra que informar a los Sacapuntas. Ellos van a llegar a donde nosotros no podemos.
- Uno de mis hijos es subdirector de una importante sucursal de Bankia – informa Álvarez, que ve que por momentos se esfuma la posibilidad de que sean ellos los únicos que sigan investigando al sospechoso -. Podría hablar con él y quizá nos consiguiera los movimientos de las cuentas del Adolfo de marras.
- Ni lo sueñes, Luis – replica Ballarín -. Tu hijo no moverá ni un dedo y no lo hará porque una gestión de esa naturaleza podría costarle el puesto. Mejor que no le digas nada y así evitarás que además de negarse te eche un broncazo.
   No hay mucho más que debatir. El acuerdo al que llegan es que Grandal se reunirá con los Sacapuntas, les contará lo que han descubierto y les rogará que les dejen continuar trabajando en las otras líneas de investigación que siguen abiertas. Por tanto, Adolfo Martínez, el sospechoso de Majadahonda, será investigado por la policía. Todos están de acuerdo en que los posibles errores cometidos con el otro sospechoso del barrio de los Cármenes no deben volver a repetirse.
   Grandal llama a Juan Carlos Atienza y le cuenta que han de reunirse nuevamente. Hay novedades. Deja a su criterio si la reunión debe hacerse con todos los que dirigen la investigación sobre el robo del Tesoro Quimbaya o si va a ser un tête-à-tête. Cuando el excomisario llega al remozado Café Restaurante Lion, muy cerquita de la Plaza Mayor, le están esperando Atienza y el galo Blanchard. Una vez más Bernal, el otro componente del trío, no ha querido validar con su presencia una colaboración que considera espuria.
   El excomisario les cuenta de pe a pa cuanto hicieron Álvarez y Ballarín hasta descubrir la existencia de un dinero cuya procedencia es de dudoso origen. Atienza insiste en saber si en la investigación la pareja de jubilados utilizó métodos indirectos o dio el nombre del sospechoso en cuantos sitios preguntaron. Grandal les da toda clase de garantías de que sus amigos no cometieron esta vez los errores en que incurrieron en el caso de Obdulio Romero. Van aprendiendo.
   Después de un amplio debate, llegan al acuerdo de que Adolfo Martínez será a partir de ahora objetivo de la policía. Los jubilados deberán abstenerse de llevar a cabo ninguna clase de acción referente al mismo. Por el momento, deben centrarse en localizar al patriarca de los García Reyes por si supiera algo del furgón blindado robado.
   Cuando Atienza y Blanchard le cuentan a Bernal el contenido de la conversación mantenida con el excomisario, el policía de la Judicial, aunque a regañadientes, tiene que admitir que el cuarteto de jubilados están descubriendo unas pistas que a ellos se les han pasado por alto. El trío de inspectores inicia una serie de acciones centradas en saber la vida y milagros de Adolfo Martínez desde que le bautizaron hasta el día de la fecha.
   Aunque en el banco en que el sospechoso tiene su cuenta corriente, el BBVA, les pone toda suerte de pegas para informarles sobre los movimientos bancarios de Martínez, ante el amago de que les obligarán a pedir un mandamiento a la juez instructora, la entidad opta por facilitarles los movimientos. En los datos que refleja la cuenta no hay ni un solo apunte que parezca anormal. La columna de los abonos remite únicamente a los sueldos que percibe de su empresa el técnico. En cuanto a los cargos son los usuales en una familia compuesta por los cónyuges y una hija. La rápida gestión por las entidades bancarias próximas donde vive el sospechoso revela que tiene otra cuenta, en este caso se trata de una libreta de ahorro a la vista domiciliada en la sucursal de Caja Duero. La libreta apenas si registra movimientos y tiene un saldo de mil trescientos euros. Pero aquí encuentran un hecho relevante: la esposa del sospechoso alquiló en esa agencia una caja fuerte el ocho de octubre, catorce días antes de que se produjera el robo del tesoro. La caja continúa alquilada y en los dos últimos meses, la señora Martínez ha pedido su apertura en distintas ocasiones. Para abrir la caja la entidad les pide el pertinente mandamiento judicial, petición que los Sacapuntas remiten inmediatamente al juzgado de instrucción.
   La intensificación de la investigación sobre la vida de Adolfo Martínez prosigue descubriendo más datos notables. En un establecimiento de electrodomésticos llamado Zamvas, sito en la Plaza de Colón, lugar cercano a donde vive el sospechoso, les informan que la señora Martínez compró hace menos de dos semanas un frigorífico, una lavadora y un friegaplatos. Un desembolso total cercano a los ocho mil euros. Y una referencia más elocuente: pagó en metálico. Otro dato que descubre la red de seguimiento que la policía ha montado alrededor del sospechoso es que Martínez tiene miedo. De momento, no saben por qué o de quién, pero su comportamiento cotidiano muestra a un hombre que está mirando continuamente a su espalda. Hasta han constatado que antes de subir al coche de su empresa comprueba los bajos del vehículo; lo mismo que hace un individuo que teme que pongan un explosivo en el coche. ¿Por qué un modesto técnico de una empresa de seguridad, que ni siquiera es una de las punteras en su campo, teme que alguien pueda atentar contra su vida? 
   Los componentes del grupo operativo que coordina el Caso Inca van recopilando los datos relativos al sospechoso Adolfo Martínez: compra de una plaza de garaje y de unos electrodomésticos, ambas adquisiciones pagadas con un dinero que ¿de dónde ha salido? Existencia de una caja fuerte alquilada días antes del robo del tesoro, ¿para guardar qué? El sospechoso es un hombre que tiene miedo, ¿de quién o de qué?, ¿por qué va a tener miedo un hombre con un trabajo y una vida tan planas? Las respuestas a estas y otras tantas preguntas de parecido corte, conducen a un solo corolario que, por los datos que se dan, es sumamente claro y lógico y que resume Bernal con una frase tan rotunda como castiza:
- Blanco y en botella.