Mientras Grandal y Ponte se
patean media provincia de Castellón en busca del patriarca de los García Reyes,
Amadeo y Luis están metidos de lleno en el seguimiento de sus respectivos
objetivos, así llaman a los empleados del Museo de América sospechosos de ser
los autores del apagón de las cámaras de seguridad ocurrido el día del robo.
Ambos amigos han logrado con bastante rapidez localizar los domicilios de los
dos trabajadores del museo a quienes han seguido. Solo queda por averiguar el
domicilio del último cuyo seguimiento corresponde a Álvarez. En cuanto Ballarín
ha terminado la tarea de localización del empleado que le ha tocado seguir, llama
a su compañero:
- Luis, ya he terminado con lo de mi objetivo. ¿Cómo vas con los tuyos?
- Ya tengo localizado al primero. Mañana voy a meterme con el otro que
falta.
- Oye, como ya no tengo nada que hacer, ¿qué te parece si te acompaño?
Entre dos el seguimiento será menos aburrido.
- Por mí, encantado. ¿Quedamos mañana un poco antes de las tres frente
a la Agencia de Cooperación? Desde allí podemos seguir al objetivo en cuanto
salga.
Al día siguiente, a la hora
convenida, Álvarez y Ballarín están ante la Agencia Española de Cooperación Internacional
para el Desarrollo, organismo ubicado a la vera del Museo de América. Es un día
frío, y en un sitio tan despejado como el emplazamiento de la AECID y del museo
el cortante aire de la sierra de Guadarrama se nota más.
- Desde aquí le vamos a seguir en cuanto pase – apunta Ballarín.
- De
acuerdo, Amadeo. Yo me quedo aquí delante de la Agencia y tú ponte en la
esquina de la entrada a urgencias de la clínica de La Concepción.
Poco antes de las tres
comienzan a salir los contados visitantes del museo. Al cabo de un rato
aparecen varios empleados, algunos de los cuales Ballarín reconoce de cuando
les fotografió en compañía de Ponte, pero del objetivo ni rastro. Se cumplen
las tres y cuarto, las tres y media y el empleado al que han de seguir sigue
sin aparecer. Ballarín desde el lugar donde está apostado le envía una muda
interrogación a Álvarez cuya respuesta es un encogimiento de hombros. Sobre las
tres cuarenta y cinco los jubilados tiran la toalla, algo ha salido mal. Se
acercan al museo. Las puertas están cerradas y no hay nadie en la plazoleta de
la entrada.
- ¿Dónde se habrá metido ese fulano? – se pregunta un desconcertado
Álvarez.
- El museo está cerrado, lo que quiere decir que los empleados han
salido.
- Puede ser que el tipo libre hoy o que esté enfermo o que su mujer se
haya puesto de parto. Vete a saber – arguye Álvarez, cabreado por el fracaso.
- Cualquiera de esas cosas ha podido ocurrir, pero quizá hemos pasado
por alto que hay otras salidas además de la que conduce a Reyes Católicos. Ha
podido marcharse por la Ruta Verde, o por la parte de atrás en dirección al
Clínico o a Isaac Peral, o ha bajado hasta la Avenida de la Victoria a coger
uno de los autobuses del extrarradio. En cualquier caso, Luis, creo que hemos
metido la pata dando por sentado que iba a salir en esta dirección y
esperándole donde estábamos – se lamenta Ballarín.
- O sea, que la hemos cagado. Me jode ir de pardillo, pero nos hemos
portado como tal.
- Por si te sirve de consuelo te diré que Manolo el primer día que tenía
que hacer el seguimiento a un objetivo se durmió. Como ves, en todas partes
cuecen habas.
Cuando se despiden hasta el
día siguiente, Álvarez hace una sugerencia:
- Ah, Amadeo, yo creo que del fiasco de hoy será mejor no contar nada a
Jacinto y Manolo. El cachondeo que podrían montar sería de campeonato.
Al día siguiente, Álvarez se
sitúa frente a la entrada al museo y Ballarín se coloca al lado del horroroso
Monolito a la Hispanidad en los jardincillos que unen el museo y la Agencia de
Cooperación. Desde esas posiciones el objetivo no se les podrá escabullir. Poco
después de las tres y diez, el empleado al que tienen fichado pasa por delante
de Álvarez que le hace una disimulada seña a su compañero. El dúo de jubilados
se dispone a seguir a su presa. El objetivo toma la pequeña bajada en zigzag
que une la plazoleta del museo con la Ruta Verde y luego se dirige hacia el
centro de la ciudad. Cruza Fernández de los Ríos y se mete en el Intercambiador
de Moncloa hasta el andén de la línea 6 del metro, dirección a Ciudad
Universitaria. Los jubilados, muy puestos en su papel de sabuesos, suben a
vagones distintos, uno se mete en el coche al que ha entrado el objetivo y otro
al vagón contiguo. Pasan las estaciones hasta que en la de Cuatro Caminos se
baja el empleado para coger la línea 1 en dirección a Pinar de Chamartín. Dos
estaciones después, en Estrecho, el objetivo se baja. En la salida de Bravo
Murillo toma la calle Juan de Olías. Como es un vial más bien angosto,
recuerdan el consejo que en su día les dio Grandal: que cuando fueran dos los que
siguieran a un objetivo sería mejor no ir juntos sino separados e ir turnándose
para que el que le siguiera más cerca no fuera siempre el mismo, y si la calle
fuera estrecha lo mejor sería que cada uno le siguiera por una acera distinta. La
calle desemboca en la Avenida del General Perón, pero el empleado tras
recorrer una manzana gira a la izquierda
y acaba entrando en el portal del edificio que hace esquina entre General Perón
y General Orgaz. Parece que es allí donde vive.
- Bueno, pues ya sabemos dónde tiene su guarida el mozo – sentencia
Álvarez.
- Esta es una buena zona y esos pisos tienen que costar una pasta. ¿Tú
crees que el sueldo del museo da cómo para tener casa por aquí? – pregunta,
extrañado, Ballarín.
- Pues no creo, pero lo que más me sorprende es que en esos bloques de
la izquierda vive personal de la Armada y el primero de la derecha, que es
donde ha entrado, pertenece o pertenecía al Colegio de Arquitectos de Madrid –
detalla Álvarez.
- ¡Coño!, ¿y cómo sabes tú eso? – se sorprende Ballarín.
- Porque en su día tuvimos en el Canal muchas reclamaciones por parte
de los vecinos de ambos bloques y yo tuve que apechugar con ellos.
- ¿Y qué hace un empleado de un museo estatal en un edificio del
Colegio de Arquitectos?
- Jacinto te respondería que investigando lo sabremos. O sea que vamos
a dar una vuelta por los alrededores a ver qué podemos descubrir.
La extraordinaria abundancia
de bares, cafeterías, tabernas, cervecerías, hamburgueserías y restaurantes de
toda clase y condición en General Perón y calles aledañas ponen a prueba el
aguante prostático de la pareja.
- No vamos a poder con todos. Tendremos que hacer una selección –
reconoce Álvarez con aire contrito.
- Y tanto. En los últimos cincuenta metros he contado nueve locales
donde darle a la manduca o al bebercio – confirma Ballarín -. Mira, vamos a
seleccionar a ojo de buen cubero tres o cuatro bares y cafeterías y si no
sacamos nada en limpio, luego cuando lleguemos a casa nos metemos en internet y
hacemos un barrido de locales de la zona que parezcan más idóneos para ser
visitados por el fulano que estamos siguiendo.
Entran en el bar de tapas
Brokêr, en la cafetería Le Petit Bonbon, en el TapasBar y en Fher Café. Están a
punto de entrar en Viavélez, pero cuando ven que la taberna está ubicada en el
piso superior lo dejan. En ninguno de ellos sacan nada en limpio hablando con
barmans y camareros.
- Bueno, Amadeo, será mejor que recojamos velas y que lo dejemos por
hoy. Mañana será otro día – propone Álvarez.
- Es una buena idea. Ya no aguanto ni una birra más.
Cuando vuelven en dirección al
metro de Estrecho, Ballarín, que anteriormente ha estado familiarizándose con
la zona por medio de Google Maps, va pensando en la cantidad de calles que hay
en esa zona del barrio de Cuatro Caminos que llevan nombres ligados a la Guerra
Civil, entre ellos los de muchos militares del bando franquista: General Orgaz,
General Varela, General Yagüe, General Moscardó, Comandante Zorita, Capitán
Haya… o el de trágicos hechos ocurridos en la contienda como Mártires de
Paracuellos.
- Como apliquen en esta zona la Ley de Memoria Histórica no la va a
reconocer ni el urbanista que la planificó – farfulla Ballarín y añade -.
Tendrán que cambiar medio callejero.
- ¿Qué dices de la Memoria Histórica? – pregunta Álvarez que no ha
terminado de entender la frase de su compañero.