"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 28 de junio de 2013

1.12. Una carta sin remite

   Hacia las doce de la mañana Oriol Bricart sale de su domicilio en el barrio del Ensanche barcelonés. Es el típico edificio que alberga, o al menos lo hacía hasta hace unos años, a familias de la burguesía catalana. Ahora ha venido a menos, como ocurre con otros inmuebles de la zona. Prueba de ello es que son muchos los pisos que se alquilan, uno de ellos es en el que reside Bricart que más que pertenecer a esa burguesía no deja de ser un parvenu. Sus padres eran unos tenderos de la localidad tarraconense de La Canonja donde, tras la guerra civil, llegaron desde el pueblo castellonense de Calig. No tiene inclinaciones partidistas ni suele votar, aunque le gusta presumir de tener buenos contactos con destacados políticos sin importarle su ideología. Legalmente, no es dueño de bienes raíces. No usa tarjetas de crédito ni cheques, paga siempre en metálico, como si pretendiera no dejar rastros tras sí que pudiesen ser detectados por Hacienda. Lo más próximo que tiene al seny es su nombre, tan catalán él, pero eso fue cosa de sus progenitores que pronto comprendieron que lo mejor para un tendero era asimilarse al medio. En cambio, lo que sí tiene es astucia y olfato para ciertos asuntos, entre ellos los negocios y las mujeres.

   Bricart fue constructor de éxito en los años prodigiosos del boom urbanístico especialmente en la comunidad valenciana. Ganó dinero a mansalva y lo gastó alegremente. El toro corniveleto y astifino de la crisis del dos mil ocho se llevó por delante la mayoría de los activos de BACHSA, empresa constructora que ayudó a crear y de la que fue consejero delegado. La compañía se acogió a la ley concursal, y a través de sus enrevesados vericuetos, tan complejos y con tantos agujeros, Bricart, entre otros socios, pudo ocultar una ingente masa de capital que hizo desaparecer en las tenebrosas aguas de varios paraísos fiscales. Así se libró del afán recaudatorio del erario, de las exigencias de proveedores que no cobraron, de trabajadores que no recibieron ningún finiquito y de acreedores de toda laya que vieron como el moroso se iba de rositas. La desaparición del patrimonio del constructor hasta afectó a algún que otro político local que dejó de percibir las sustanciosas mordidas que permitieron a Bricart conseguir recalificaciones donde parecía ser imposible. En la actualidad, no se le conoce profesión, oficio, trabajo o actividad alguna que le permitan obtener los medios con los que sufragar el elevado tren de vida que lleva.

   Al salir de su domicilio recibe el respetuoso saludo del portero. El edificio es uno de los contados que sigue teniendo portería, una reliquia del pasado burgués de la casa.
- Buenos días, señor Ripoll - Es el apellido con el que le conoce el portero -. Tengo aquí una carta que no sé qué hacer con ella. Lleva su dirección, pero está dirigida a nombre de un tal Oriol Bricart. Supongo que la tendré que devolver.
- A ver, enséñemela - Su sorpresa es patente. Estaba convencido de que nadie conocía su actual domicilio.
- Pero eso no es todo, hace unos días encontré a un individuo husmeando en los cajetines del correo. Le pregunté que buscaba y me dijo que el buzón del señor Oriol Bricart. Por la manera de hablar tenía que ser un guiri.
- ¿Y qué pasó? – pregunta Bricart cada vez más alarmado.
- Le dije que aquí no vivía nadie con ese nombre. Me dio las gracias y se fue.

   Mientras el portero le cuenta todo eso, Bricart piensa con rapidez y encuentra una solución para salir del paso.
- Ya sé de qué va. Ese es el nombre de uno de mis socios, que se ha ido al extranjero por una temporada. Me pidió que si podía utilizar mi dirección para recibir el correo y, naturalmente, le dije que sí. La culpa ha sido mía porque olvidé comentárselo. Gracias, Venancio - Bricart vuelve a lucir su mejor sonrisa mientras hace desaparecer el sobre en uno de los bolsillos de su blazer azul.

   Pese a la sonrisa tranquilizadora que ha brindado al empleado, y aunque aún no sabe quién es el remitente, su preocupación es evidente. Tan abstraído está que un taxi le da un buen susto cuando cruza la calle sin mirar previamente el tráfico. Tampoco se da cuenta de que un hombre de mediana edad, trajeado como si fuera un mafioso de pacotilla y que parece abstraído mirando el escaparate de una librería, no lo pierde de vista.

   El sobre no tiene remitente. Su nombre y dirección están escritos con ordenador o con máquina de escribir, no sabe distinguir la diferencia. El texto, con idéntico formato, no está firmado. Pese a la ausencia de referentes, después de una primera lectura tiene una idea bastante aproximada de quien se lo remite.

   Tenía pensado ir a comer a un nuevo restaurante del Moll de la Fusta, pero de repente se le ha pasado el apetito y en lugar de realizar el recorrido habitual se vuelve con premura a casa. En esta ocasión cruza la calle por el paso de cebra. No sólo eso, también mira disimuladamente a ambos lados. El hombre que lo acecha se ha escondido detrás de un quiosco de donde no se mueve hasta que le ve entrar en el edificio de donde salió. Saca su móvil y hace una llamada. Sigue de pie junto al quiosco hasta que, a los pocos minutos, el mismo Audi A8 que lleva siguiendo a Bricart varios días lo recoge. Al pasar por delante de la casa de Oriol, el conductor señala una de las ventanas y pregunta algo. Su acompañante asiente.


   En su casa, Bricart, después de atrancar bien la puerta, vuelve a releer la carta. No le queda duda, piensa que el pufo de la Marina de Senillar va a terminar pasándole factura. Registra el mueble bar hasta que encuentra lo que busca, un Glenfiddich de dieciocho años. Mientras saborea el güisqui medita y llega a varias conclusiones: ha sido una estupidez regresar a Barcelona donde hay gente que le conoce, tendrá que volver a huir lo más pronto posible y esconderse para que no lo encuentren, el problema es ¿dónde?

martes, 25 de junio de 2013

1.11. ¿Era dinero de la mafia?

   Francisco y Lisardo, la pareja de jubilados que un día invitaron a Sergio a bocata y caña, están sentados en su bar de siempre, tomando las cervezas de costumbre y llevando la charla a su querencia habitual: los años, para ellos dorados, en los que trabajaron en la construcción.
- ¿Te acuerdas de en qué año quebró BACHSA?
- ¡Cómo no me voy a acordar! - exclama Francisco -. En el dos mil nueve. Echaron a toda la plantilla y dejaron a un montón de proveedores y de subcontratistas con el culo al aire, entre ellos al menda. Tuve que hacer el primer ERE y despedir a la mitad de la gente. A partir de ese momento no levanté cabeza. ¡Cabrones!
- A buen seguro que los de la constructora ya habían hecho su paquete.
- Pon la mano en el fuego a que fue así. Esos sinvergüenzas seguro que tienen millones apalancados en esas islas donde se esconde el dinero de los negocios sucios.
- A los que trincaron fue a los del Ayuntamiento por poner el cazo.
- Es que sólo cogen a los que se dejan untar, en cambio a los untadores ni tocarles un pelo. De todas maneras, me parece bien que los politicastros pasen por el banquillo. A ver si así aprenden y dejan de meter la mano en el cajón del pan.
- Antes las ranas criarán pelo que lo veremos - apostilla un escéptico Lisardo - Aunque ¿sabes qué te digo? Que me alegro de que todos los que entonces se pringaron de alguna manera o se aprovecharon para esconder por esos mundos los millones que aquí ganaron lo paguen y, si necesario fuera, que lo paguen con cárcel.
- ¡Virgen del Amor Hermoso, hay que ver lo bravo que vienes hoy!

   A pesar de que el comentario de Francisco está teñido de ironía, Lisardo no se molesta por ello. Son muchos años de amistad y muchos los trances pasados durante los esplendorosos años del boom peleando codo a codo con los ejecutivos de las grandes constructoras para lograr las mejores contratas posibles.
- ¡Vaya, mira quien viene por ahí! - exclama Lisardo señalando al hombre que se está acercando.

   Sergio, intencionadamente, ha pasado cerca del bar. No se engaña, sabe que si lo hace no es tanto por charlar con su antiguo patrón, sino para ver si le vuelven a invitar. Un bocadillo o un buen pincho a media mañana, cuando sólo se ha tomado una taza de café aguado, no es algo para despreciar. 
- A los buenos días, señor Francisco y señor Lisardo - Sergio presenta hoy un aspecto algo mejor, va como más arreglado.
- Buenos días, Sergio, ¿dónde vas? - se interesa Francisco.
- Tengo una entrevista con el encargado de Mercadona a ver si me cogen como reponedor.
- Enhorabuena. Al fin, encontraste trabajo.
- Yo no diría tanto, señor Francisco. De momento es sólo una entrevista de trabajo, a la una.
- Bueno, principio requieren las cosas. ¿Dices que a la una? Tienes tiempo suficiente para tomarte una caña - Y sin esperar respuesta llama -. Pepe, pincho de tortilla y caña. Oye, el pincho que sea para hombres y no una de esas raciones que sirves que hay que buscarlas con lupa.

   Lisardo se toma un chupito de su cerveza, que a estas horas ya debe de estar caliente, luego se encara con Sergio.
-  Oye, Sergio, antes hablábamos de BACHSA y le preguntaba a Francisco si sabía porque se llamaba así. Tú que tienes estudios igual lo sabes.
- Creo que eras las iniciales de los apellidos de los cuatro socios que crearon la compañía. Recuerdo que una vez vino uno a ver el edificio que estábamos instalando. ¿Se acuerda señor Francisco?
- Sí, uno llamado Cardona, pero ni siquiera llegué a hablar con él. A quien sí me presentaron un día fue a otro, un tal Oriol Bricart, un catalán más chulo que un ocho. También oí decir que había otros dos, uno de Bilbao que tenía un apellido vasco de esos que no hay quien lo pronuncie y el cuarto que era de Valencia, creo que se apellidaba Huguet, por cierto que lo atropellaron el año pasado. Lo leí en Las Provincias.
- Oí comentar a otros subcontratistas que si había unos macarronis que también eran socios - apunta Lisardo.
- Ahora que lo dice - rememora Sergio -, recuerdo que un día el profesor Tormo, el que daba las charlas dónde los jubilados, me comentó que se rumoreaba que si parte del capital de la empresa provenía de dinero negro de la ndrangeta – inmediatamente traduce -. Es la mafia de Calabria - Y antes de que le repregunten aclara -. Una región que está en el sur de Italia.
- Pues en las obras nunca vi a un solo espagueti - asegura Lisardo.
- ¡Nos ha jodido mayo! Como para dejarse ver si eran mafiosos - se burla Francisco – Esos tipos son como las avenidas del riu Sec, que sólo las sientes cuando se te lleva la corriente. Oye, Sergio, tú que eres hombre de letras, ¿te crees eso de que era dinero de la mafia?
- La verdad es que ya no sé qué creer. Entre lo que mienten, engañan y nos ocultan me parece que los ciudadanos de a pie sólo sabemos lo que quieren que sepamos que debe ser la mitad de la mitad.
- Hijo, no he entendido ni papa – se lamenta Francisco.
- Pues ayer oí en la tele a un ministro que decía que todo va muy bien – interviene Lisardo sin que su comentario venga muy a cuento.
- Y no mentía, Lisardo, no mentía, va muy bien… para algunos, incluido el ministro que decía eso – sentencia Francisco.

viernes, 21 de junio de 2013

1.10. ¿Quién sigue a Oriol Bricart?

   Mientras Pascual Tormo explica a los informadores, a quienes sirve de cicerone, el porqué de los rótulos pintarrajeados del pueblo, lejos de Senillar, en la ciudad condal, el Barça juega un partido de la Copa de Europa lo que se nota en el bar de topless, la clientela es contada. En la barra, sólo un par de habituales que han pegado la hebra con dos de las jóvenes camareras.

   En la sala no hay más que una mesa ocupada. Una pareja. El hombre da la impresión de estar muy pagado de sí, no hay más que verle. Orondo, sin llegar a obeso. Trajeado, sin parecer un dandi. Con una media sonrisa de triunfador. Y con la pinta de los que van por la vida sin pedir permiso a nadie. No aparenta los cincuenta y nueve que ya cumplió, aunque comienza a mostrar en el dorso de las manos unas indiscretas manchas hepáticas que delatan su edad. La mujer es una rubia ceniza, cuyas cejas revelan que no es de bote. Delgada, pero con curvas y redondeces estratégicamente situadas. Lleva un vestido que oculta poco de cintura hacia abajo porque hacia arriba está todo a la vista. Tiene un gesto en el semblante que está a medio camino entre el tedio y el cansancio. Tendrá poco más de veinte, su juventud ni siquiera puede ocultarla el excesivo maquillaje.
- No sé qué sigues haciendo en este antro, preciosa. Conmigo estarías mucho mejor. Te tendría como una reina, no te faltaría de nada. Haríamos viajes, iríamos a fiestas y tendrías un guardarropa de…
- Ya decir, Oriol, que primero tienes que hablar con Paulichovic. Es mi guepresentante y el que dice - En la forma que la muchacha destroza el español se evidencia que es extranjera, de algún país del este de Europa.
- Ya hablé con ese pedazo de bestia, pero no quiere saber nada. Ni siquiera está dispuesto a que te lleve un fin de semana a la Costa Brava o a Mallorca, donde prefieras.

   La expresión fin de semana ha encendido una luz en la mente de la joven. Da vueltas con el índice al combinado que tiene frente a ella mientras se da tiempo para pensar.
- Espera un momento. Yo hablo con Pauli.
   Desaparece detrás de unas cortinas. La espera es corta, a los pocos minutos está de vuelta. En su rostro hay una media sonrisa.
- Pauli dice que fin de semana no, haber mucho trabajo, pero si puedo de lunes a jueves de siguiente semana. Habla con él. Decir condiciones.

   El hombre asiente. Se lo tendrá que pensar, igual la escapada no es tan buena idea. A un conocido suyo un fin de semana parecido le costó ser luego extorsionado por el chulo de su ocasional pareja. Está encaprichado con la muchacha, pero sabe que con los proxenetas kosovares bromas las justas. Da un par de besos a la joven y deja encima de la mesa el precio de las copas más una generosa propina. Al pasar junto a la barra, una de las camareras le pregunta:
- ¿Ya te retiras, Oriol?
   El aludido se limita a saludar con la mano sin abrir boca.
- ¡Coño! ¿ese fulano no es Oriol Bricart, uno de los que empapeló la justicia cuando lo de la operación Tornasol? - se sorprende uno de los que están en la barra. Y sin esperar respuesta alguna añade - Yo creía que estaba en la cárcel o que se había largado del país.
- Pues ya ves, ni está en la trena ni en el extranjero y tiene unas ganas de marcha que parece que tuviera veinte años.
- La tía con la que estaba, ¿es su fulana?
- Fulana lo será tu madre - Se encalabrina la más joven de las camareras -. Sminova es tan decente como la que más. Porque una tenga que enseñar las domingas para ganarse la vida no tiene por qué ser forzosamente una puta.
- Oye, tía guarra, a mi madre ni mentarla o te suelto un par de hostias que te pongo la cara del revés.

   Ajeno a la bronca montada a su cuenta, el llamado Bricart ha salido a la calle donde le recibe la recurrente humedad barcelonesa. Se sube las solapas de la cazadora de cuero en un vano intento de parecer más joven de lo que es y, con paso firme, cruza la calzada mientras pulsa el mando a distancia de un cupé Mercedes clase C. Arranca y se encamina hacia la zona norte de la ciudad. No se ha percatado de que tras él va un Audi A8, el mismo que le ha estado siguiendo desde que salió al caer la tarde de su domicilio, y en el que, pese a sus cristales tintados, parecen entreverse las siluetas de dos individuos. 

martes, 18 de junio de 2013

1.9. Rótulos enmendados


  Pascual Tormo comienza a estar arrepentido de la promesa que hizo a un compañero de facultad de servir de cicerone a los reporteros que están elaborando un reportaje sobre la evolución del proceso urbanizador en Senillar, pero es de los que sostiene que la palabra dada hay que cumplirla y no le queda otra que seguir hasta que terminen el trabajo.

   Le dijeron que sería cuestión de un par de días, pero han transcurrido varias semanas y la crónica está sin concluir. El motivo es que los informadores están elaborando al alimón otros reportajes en distintos lugares de la comunidad que tienen como común denominador ser despojos del despilfarro de dinero público durante los años del auge inmobiliario. Así, han dejado Senillar para irse a Vilanova d´Alcolea a ver in situ su peatonal aeropuerto, a visitar una de tantas estaciones fantasmales del AVE, como la ubicada en medio de la nada entre Utiel y Requena, o a conocer la faraónica Ciudad de la Luz en Aguamarga. Como tiene clase en días alternos, los reporteros aprovechan algunas de sus fechas sin actividad docente para presentarse en el pueblo y reclamar sus servicios.

   Hoy es uno de esos días en que vuelve a guiarles por el término municipal. Tras la visita y la realización de un completo reportaje fotográfico, el trio da por terminada su gira por las urbanizaciones costeras y toma la carretera que une la playa con el pueblo. A la entrada de la localidad, junto a una señal de tráfico limitando la velocidad a veinte kilómetros, un indicador anuncia el nombre oficial de la localidad, Cenillar, en él alguien ha tachado la ce y pintado encima una ese.
- Oye, ¿por qué esa manía de enmendar los rótulos? Ya lo he visto en más sitios. - señala el fotógrafo.
- Ah, eso es obra de nuestros nacionalistas - aclara Tormo.
- ¿Y de qué va el cambio de letras?
- Veréis, el nombre del pueblo viene dado por una de las plantas más típica de los marjales, el carrizo, que en valenciano tiene varias denominaciones: canyís, xisca, pero aquí la más usual es senill. Por tanto, la localidad debería llamarse Senillar o tierra donde abunda el senill.

   Tormo hace una pausa para limpiarse las gafas, luego prosigue:
- Cuando en mil ochocientos treinta y tres Burgos trazó la división provincial de España, al realizarse el censo de poblaciones algún oscuro funcionario, se desconoce el motivo, castellanizó el nombre y le puso Cenillar. Topónimo con el que no están de acuerdo los nacionalistas locales y por eso no dejan pasar ocasión para proclamar su disconformidad. La verdad es que razón tienen porque aquí todos decimos Senillar, con ese.
- Ese problema se podría solucionar de una forma más cívica y apelando a prácticas puramente democráticas. No soy un experto en legislación sobre toponimia, pero estoy seguro de que una propuesta del Ayuntamiento pondría en marcha el trámite legal para que la autoridad competente modificase el nombre del pueblo - razona el reportero.
- Esa idea ya se les ocurrió a los próceres locales y la propuesta fue debatida en el pleno municipal, al menos que recuerde, dos veces.
- ¿Y por qué no se llevó adelante?
- Porque no obtuvo la mayoría suficiente.
- ¿Eso quiere decir que los nacionalistas no son mayoritarios? - pregunta el fotógrafo.
- Nunca lo fueron, se quedaron en partido bisagra, aunque sabe Dios que supieron sacarle buenos réditos a tal condición.
- ¿Y por qué hablas de nacionalistas en plural?
- Porque teníamos dos partidos nacionalistas, como debe de ser – ironiza Tormo -. Uno de derechas y otro de izquierdas.
- No digas más, los primeros pactaban con los populares y los segundos con los socialistas, como si lo viera - aventura el periodista.
- Te equivocas, majo. Pactaban con quien más les ofrecía. Si lo hacían con los socialistas entonces era un pacto de progreso, si se aliaban con los populares hablaban de un acuerdo para la gobernabilidad. Cuando las urnas daban un empate entre el PP y el PSOE, hecho que ocurría en la mayoría de elecciones, tendríais que haber visto las carreras de los gerifaltes de ambos partidos para ver quien llegaba primero a negociar con el líder nacionalista de turno, al que le había tocado el gordo con el concejal obtenido. Era un espectáculo digno del Circo del Sol.
- ¿Y ahora qué grupo nacionalista está en el gobierno municipal?
- Ninguno. Los nacionalistas de derechas, que nunca tocaron poder, o fueron absorbidos por el PP o han desaparecido. En cuanto a los de izquierdas, el que fue su líder hace años está imputado en la operación Tornasol como otros ediles tanto populares como socialistas y, del resto, la mayoría se ha integrado en el PSOE. Aunque todavía queda un grupito de irreductibles, con más moral que el Alcoyano, que mantienen vivo el sueño de que el partido y su ideario perduran. Son, para decirlo de forma simplista, los que enarbolan en alto banderas como la denominación de País Valencià y lo que ello conlleva, la inquina a la blavera, al himno de Serrano y al topónimo de Cenillar como habéis comprobado.
- O sea, que mandar, lo que se dice mandar, aquí mandan los de siempre, unas veces los azules y otras los coloraos – apostilla con sarcasmo el periodista.
- Pues sí, pero hasta hace cuatro días quienes de verdad cortaban el bacalao eran los señores del ladrillo – matiza Tormo con idéntica retranca y añade -. Y no descarto que pueda volver a suceder.

domingo, 16 de junio de 2013

Verano. Comentarios


    Se acerca la mágica noche de San Juan y, como siempre, me voy a mi Senillar particular, a cambiar el tórrido clima mesetario por el suave de su costa; a gozar de sus limpias aguas, de su genuino codolar, de su paz y sosiego. Ni atascos en las calles ni multitudes en las playas. Un pequeño e ignoto paraíso.
  
   Aprovecho este post para informar que, pese a las tentaciones estivales, mantendré las entregas. Y para recordar a aquellos que siguen este blog que sus comentarios no sólo son bienvenidos sino muy apreciados, ya sean sugerencias, peticiones o, por supuesto, críticas. Como edito a medida que escribo no sé hasta qué punto las opiniones podrían influir en el desarrollo de la novela.

   Al final de cada episodio hay un rectángulo azulado en el que pone No hay comentarios o equis Comentarios. Pinchar. Se abre otra página en la que hay un recuadro para comentarios. Una vez escrito el texto pinchar en: Publicar.

   Para poder publicar hay que elegir la identidad con la que se publica (casilla “publicar como”). Hay varias opciones que aparecen en una lista: con alguno de los distintos tipos de cuentas, como anónimo o poniendo un nombre (el que se quiera) sin necesidad de tener ninguna cuenta (“opción: nombre/url”, no hace falta poner nada en url)

Feliz verano y gracias por estar ahí.

viernes, 14 de junio de 2013

1.8. Mañana queda muy lejos



   El ruido de la puerta al abrirse desvía la atención de Lorena puesta en la serie que están poniendo en la televisión. El semblante de Sergio lo dice todo. Da la impresión de ser alguien a quien la vida ha corneado una y otra vez. Sin embargo intenta mantener el tipo y procura dar a su voz un tono distendido:
- ¿A qué no sabes, churri, con quién me he vuelto a cruzar? Con el señor Francisco, me ha preguntado por ti
- Mira, Sergio, al Francisco que le vayan dando morcilla que bien te puso de patitas en la puta calle, lo que tenías que haber hecho es pedirle un curro.
- Ya lo hice y, de momento, no sabe de nada pero dice que algo se le ocurrirá - miente con tal de apaciguar a la mujer y, con tal de no tener la enésima bronca, cambia de tercio -. A lo mejor, las elecciones que se van a celebrar acaban con la crisis y vuelve a haber trabajo - especula.
- Eres más cándido que una ursulina, no sé cuándo te caerás del guindo. ¿Tú has visto alguna vez que los políticos arreglen algo?
- También es cierto. Esos sólo piensan en tener el culo pegado a la poltrona.
- O sea, hermoso, que habrá que hacer algo. ¿Te has pensado lo de mover hierba?

   Sergio no contesta, mira a un punto indefinido de la pared. Ante la falta de respuesta, Lorena cambia de tema:
 ¿Qué te han dicho los del carro?
- Que tenemos un marrón encima que te cagas. Si el próximo mes devolvemos otra vez la letra, la financiera se llevará el coche. Dicen que ya no pueden admitir más retrasos. O sea que la cosa está chunga.
- Entonces, ¿qué piensas hacer? - La pregunta suena un tanto innecesaria en labios de la mujer.
- ¿Qué pienso hacer? - repite Sergio para añadir en tono irritado - Querrás decir qué pensamos hacer ¿O, acaso, el coche es sólo mío?
- No sé por qué flipas, está a tu nombre - precisa ella.
- Que cacao tienes, Lorena, no me rayes que bastante tengo con lo que llevo encima. Si esto no cambia, y tal como está el panorama, nos vamos a quedar sin coche como tú te quedaste sin abuela.
- Pero, Sergio, si nos quedamos sin avío va a resultar más difícil encontrar curro, porque aquí está todo muy chungo, pero en Albalat y en Benialcaide todavía se puede encontrar faena. Y para eso necesitamos el carro, ese u otro, eso es lo de menos. Oye - Parece que a Lorena se le acaba de ocurrir algo -, ¿y no podrían quedarse con el coche y a cambio darnos otro menos fardón?
- Los de la financiera se dedican a cualquier cosa menos a hacer caridad. Se llevarán el coche y, lo que es peor, como se les vaya la olla ya veremos qué hacen con las letras que nos faltan pagar.
- Pues la hemos cagado - Y tras una pequeña indecisión pregunta - ¿No podríamos volver a pedir a tus viejos?
- Mis viejos, como los tuyos, están hasta las pelotas de prestarnos pasta. No les vamos a sacar ni un euro más. La última vez ya fueron bien claritos al respecto, de darnos money por la cara nanay. Bastante tienen con pagarnos esta mierda de piso y, tal como los tratas, cualquier día ni eso.

   La mujer no se da por aludida y cambia de asunto:
- La Jénnifer me tiene dicho que, cuando me pete, puedo currar en el bar donde trabaja. Casi no les pagan nada, pero se sacan buenas propis.
- Ni hablar, churri. ¿Qué iban a decir los colegas si consintiese que mi chica fuese por ahí enseñando pechuga y moviendo el trasero? Eso si no terminabas poniéndome los cuernos con algún tío.
- Se te va la olla, Sergio. Yo nunca te pondré los tochos, pero no dejo de pensar qué va a ser de nosotros – se lamenta Lorena con tono apesadumbrado.
- No te preocupes, cariño, algo se me ocurrirá - dice el joven mientras acoge entre sus brazos a la mujer, a la que estrecha fuertemente -. Si te sirve de consuelo esto no nos pasa sólo a nosotros. A todos los colegas que trabajaban en la obra los pusieron en la calle hace tiempo. Al último que se han cargado ha sido al Iván. Creía que por currar de segurata no le iban a tocar un pelo, pues esta mañana estaba en la cola del INEM.
- No es bueno alegrarse del mal de otros colegas, pero a la Yoli se le habrá quitado el careto de chula que lucía, que parecía que estaba montada en el dólar y sólo porque su rollete mantenía el curro.
 - Sí, claro... - Da la impresión de que el hombre no atiende demasiado la cháchara de su compañera -. Si quieres que te sea sincero, lo del coche ya es lo que menos me preocupa, lo que de verdad me raya es que a este paso no sé de qué vamos a vivir.
- Tendremos que ir adónde mis viejos. Mi madre dejó clarito que pavo ni uno, pero que a comer podíamos ir cuando quisiéramos.
- Bueno, olvidemos este rollo. Por el momento ve arreglándote que esta noche nos vamos de bares a ver si cogemos un pedo de la hostia. Así nos olvidaremos de lo chungo que lo tenemos.      
- ¿De bares dices? Si no tenemos ni pa pipas.
- Al venir para acá me he tropezado con el Jonathan. Venía de cobrar el finiquito. Dice que por cuatro talegos que le han soltado, lo mejor es que nos vayamos toda la basca de marcha y nos pongamos hasta las orejas de alpiste.
- Algo bueno tenía que pasarnos. A lo mejor incluso podemos pillar un poco de perico.
- De eso no hemos hablado.

   La mujer vacila, parece que algo sigue atormentándola.
 - No quiero ser una agonías, churri, pero sigo teniendo un cacao de la leche. ¿Qué vamos a hacer mañana?
    El hombre mira a su pareja y se encoge de hombros. Da la impresión de que esa es toda su respuesta, pero ante el gesto suplicante de ella contesta:
- ¿Sabes qué, reina mora? No estés de bajón, ni te comas el tarro. ¿Qué está la cosa chunga? Pues me la suda. De momento nos iremos de marcha y mañana…. Mañana queda muy lejos.

martes, 11 de junio de 2013

1.7. Se vende, se alquila



   Al tiempo que Francisco, el contratista que ofreció a Sergio su primer trabajo, cuenta a su colega Lisardo como conoció al joven, Pascual Tormo y los periodistas que le acompañan siguen su paseo por la costa de Senillar.  Además de los edificios a medio construir, suscita igualmente su atención la profusión de carteles colgados en terrazas y ventanas con idénticos contenidos: se alquila, se vende, se alquila con opción a compra…
- Como comprobaréis, más de media playa está en venta - ironiza Tormo.
- Igual que ocurre en todas las costas - corrobora el reportero.
- Sí pero aquí ese hecho es especialmente sangrante - se lamenta Tormo -. Y lo es porque Senillar descubrió el filón del ladrillo veinte años tarde y, por tanto, la crisis inmobiliaria le alcanzó cuando apenas comenzaba su despegue. Y no es lo mismo que le llegue la sequía a un árbol desarrollado que está firmemente enraizado que a uno cuyas raíces apenas han arraigado.    
- ¿Y por qué comenzó aquí el boom de la construcción tan tarde?
- Se nota que eres periodista en lo preguntón. Es muy largo de contar. A ver si esta tarde os presento a mi primo Julián que lo cuenta como nadie y os lo explicará con todo lujo de detalles.

   El fotógrafo señala la fachada del edificio que tienen enfrente al tiempo que comenta:
- Son curiosos algunos de esos carteles hechos a mano, da la impresión como si sus propietarios no se fiasen mucho de las agencias inmobiliarias.
- En algún caso no me extrañaría nada. Muchos de ellos son de gente del pueblo y  mis paisanos se fían poco de los intermediarios. Por cierto, que bien satisfechos estaban cuando los adquirieron. Aquí, como en todo el país, hasta hace cuatro días el negocio más saneado que podías hacer era comprar un piso en plano y venderlo cuando te daban las llaves, e incluso antes. Invertir en la construcción era como ver crecer la hierba; bueno, en este caso el dinero. Senillar puede ser un ejemplo de cómo la especulación inmobiliaria y la codicia llevaron a los individuos, incluso a los más sensatos, a cometer disparates increíbles.
- ¿Podrías darnos en un par de pinceladas una imagen de cuál es el estado actual del pueblo? Lo más sintético posible, por favor.
- De forma telegráfica: Senillar, localidad costera valenciana casi en el límite con Alicante. Algo más de cinco mil habitantes con casi un quinto de extranjeros, algunos ilegales. Durante el verano la población aumenta un ochenta por ciento. Economía estacional basada en el turismo y los subsidios. Con un paro cercano al veintinueve por ciento. Se creyeron millonarios durante el boom y, hoy, se sienten deprimidos con la crisis. ¿Algo más?
- Envidiable capacidad de síntesis. Los extranjeros, ¿de dónde proceden?
- Un poco de todas partes. Los residentes son en su mayoría europeos, sobre todo ingleses, alemanes y franceses. De los que llegaron buscando trabajo y se quedaron los que más abundan son magrebíes y rumanos. Había muchos ilegales, pero cuando pararon las obras se fueron bastantes.
- Y los que quedan, ¿qué hacen?
- Ya os lo podéis imaginar, malvivir. De vez en cuando encuentran algún trabajo temporero en el que les suelen pagar un salario de hambre y, por supuesto, sin ninguna clase de contrato ni seguridad social. Pese a ello muchos prefieren quedarse porque en sus países están mucho peor.   

      Tras tomar unas notas en su moleskine, el periodista pregunta:
- Pascual, has dicho que la economía es estacional y se basa en el turismo y los subsidios, danos una explicación algo más amplia.
- Éste era un pueblo que, básicamente, vivía de la agricultura. Cuando comenzó el boom inmobiliario su economía pasó a depender del ladrillo. Al pincharse la burbuja inmobiliaria, hoy la única fuente de ingresos son los veraneantes, pero eso sólo ocurre durante la canícula. El resto del año el dinero que entra procede de los subsidios públicos: pensiones, desempleo, etcétera. La gente sobrevive gracias a las relaciones familiares, todavía sólidas, y a las pensiones de los jubilados. Sin las subvenciones, muchas familias no tendrían ni para comer. Esa es una más de las pesadillas sobrevenidas con la crisis.
- Y que nadie sabe cuándo va a terminar.
- Esa es otra. De momento, ni brotes verdes, ni se ve la luz al final del túnel, ni ninguna de esas frases hechas que tanto gustan a los políticos y que van soltando a voleo pensando que los ciudadanos son tontos.
- Ah, pero... ¿acaso no lo son?

viernes, 7 de junio de 2013

1.6. ¿Por qué cayó Sergio?



   Mientras Tormo cuenta a los dos reporteros las circunstancias en las que se construyeron algunos de los edificios de la costa, en el bar del pueblo, donde siguen sentados Sergio y la pareja de jubilados, se ha instalado el silencio. El camarero tarda en llegar y el mutismo comienza a resultar incómodo. Lo rompe Francisco:
- ¿Y qué hicisteis con aquel piso tan majo que comprasteis en los Arrayanes? Todavía me acuerdo de lo contento que te pusiste cuando te dije que podías distribuir la instalación como te petase - Francisco está al cabo de la calle de lo que pasó con el apartamento, pero es una manera de romper el silencio y ayudar al joven a que se sienta menos violento mientras traen la comanda.
- Terminaron desahuciándonos y se lo quedó la caja, todavía les debo un montón de pasta que, tal como está el patio, la van a cobrar cuando las ranas críen pelo - Sergio termina la frase con una ronca carcajada que suena más a desesperanza que a burla.
- Bueno, Dios aprieta pero no ahoga, como suele decirse. Eso de los desahucios está muy de moda. No hay día que no se vea a los del juzgado en compañía de los municipales llamando a alguna puerta. Es como una epidemia, llega a todas partes. Mira, esa es una de las pocas ventajas que tenemos los viejos, como nuestras hipotecas terminamos de pagarlas hace un porrón de años ya no pueden desahuciarnos, pero la gente joven la verdad es que lo tenéis jodido.

   Inopinadamente, interviene Lisardo que, con gesto agrio y voz un tanto áspera, exclama:
- A quienes tenían que echar de sus casas y desahuciarles hasta los calzones es a los cabrones usureros de los bancos y de las cajas que son los que tienen la culpa de todo. ¡Me caguen sus muertos! - apostrofa airadamente.
- Es que Lisardo es uno de los que han timado con la estafa esa de las preferentes - justifica Francisco -, de ahí su cabreo. Y tiene toda la razón del mundo para quejarse – El antiguo patrón de Sergio prefiere dar un giro al sesgo que ha tomado la conversación y pregunta -. Oye, ¿y dónde vivís ahora? 
- En un piso de los del barrio viejo. Mejor que un piso habría que decir que es un tabuco, pequeño, mal ventilado, sin luz…; en fin, un antro, pero es lo único que podemos pagar y gracias a que mis padres nos ayudan, que si no ni eso.
- Tu abuelo era Andrés el Punchent, ¿verdad? - interroga Lisardo que, ante el mudo asentimiento del joven, añade -. Una gran persona tu abuelo, muy trabajador y un hombre cabal.
- Oye, hablando de tu abuelo que en gloria esté, ¿y por qué no te has ido a vivir a su casa? Es vieja pero espaciosa - afirma Francisco.
- Ya no es de la familia. A mi abuelo lo convencieron para que hiciera una hipoteca inversa sobre la casa y cuando murió se la quedó la aseguradora. Ni mi madre ni sus hermanos reunieron dinero suficiente para rescatarla.

   A todo eso, llega el camarero con la comanda. Sergio, despreciando de momento el vino, devora el bocadillo en un santiamén. Tal es su ansia que hasta se atraganta un poco. El señor Francisco mira de reojo a Lisardo quien parece leer el mensaje que hay en sus ojos y hace un gesto de asentimiento.
- Pepe - vuelve a llamar al camarero -, tráenos unas almendras y otro bocata.
- Los calamares se han terminado, señor Francisco, tendrá que ser de chóped o de panceta.
- De lo que sea, pero no que no racaneen en la medida.
- Gracias, señor Francisco - la mirada vidriosa de Sergio parece que se ha vuelto un tanto húmeda.
   En cuanto termina el segundo bocadillo, Sergio se despide de la pareja de jubilados, no sin antes volver a pedir:
- ¿Me dan otro cigarrito?
  
   Nada más alejarse Sergio, Lisardo pregunta:
- Oye, Paco, y si ese chico era tan bueno como dices, ¿por qué  lo despediste?
- Verás, durante unos años fue de lo mejorcito que tuve, cumplidor, honrado, servicial, con iniciativa; con decirte que con poco más de veinte años lo hice capataz está dicho todo. Todo eso desapareció cuando empezó a empinar el codo más de lo debido. Luego llegaron los porros, las pastillas, la coca y, según me contaron, al final se metía todo lo que pillaba. Total, que comenzó a llegar tarde y alguna vez ni siquiera apareció por el tajo. Encima los días que venía o estaba con resaca o medio zumbado por la droga. La cuadrilla que dirigía se le fue de las manos y tuve que rebajarlo a peón. Hasta que Dimas, pese a que le caía muy bien, dijo que hasta aquí hemos llegado. No me quedó otra que darle el finiquito. Ah, y un detalle, podría haberme llevado a la magistratura de trabajo por despido improcedente, pero no lo hizo. Al final tuvo la suficiente vergüenza torera. Por eso me sigue pareciendo buena gente.
- ¿Sigue enganchado?
- Mi sobrina Verónica me contó que sus padres le pagaron, y también a su chica, una cura de desintoxicación, pero ya sabes que hablar de rehabilitación total de un drogadicto es mucho decir. Y lo más curioso es que ahí donde lo ves, con esa pinta de drogata que echa pa tras, iba para ingeniero y mira como ha terminado.
- La droga es terrible. Convierte a un hombre cabal en una piltrafa.
- Antes que la droga, la culpa la tuvo el putón verbenero con la que se juntó. Una chica de los Vercher, los debes de conocer. Le sorbió el seso, que el chico lo tenía y con mucho fundamento, y cambió los estudios por un trabajo de instalador. Era competente y por eso ganó sus buenos dineros, pero entre la moza, que es de las que tienen un agujero en cada mano, y las malas compañías con las que se juntaron ya ves cómo ha terminado: sin estudios, sin trabajo, sin piso y medio colgado del canuto o no sé si de algo peor.
- ¡La puta crisis! - acusa rotundamente Lisardo.
- ¡Qué coño, es muy fácil echarle la culpa de todo a la crisis! - se revuelve Francisco -. Cierto es que ha ayudado mucho al desastre, pero no es la única causa de que el Sergio se echara a la mala vida. Al menos en este caso hay otra culpable, ya te lo he dicho, la pájara con la que se encoñó. Una moza con mucha pechuga y poca cabeza, esa es la que lo ha llevado a la ruina. Cuando un tío se junta con una mala mujer casi siempre acaba jodido y bien jodido.
- Me has hablado de la vida del Sergio a cachos, un día me la has de contar entera – pide Lisardo.
- Es una historia más larga que un día sin pan y más triste que la Dolorosa. Verás, la primera persona que me habló de Sergio Martín fue…

martes, 4 de junio de 2013

1.5. Tente mientras cobro


   Pascual Tormo señala a la pareja de periodistas que le acompañan lo que, en su opinión, es la causa de que en Senillar se haya abandonado la agricultura. Apunta a un paisaje de construcciones residenciales que contraponen su estampa a la brillante lámina añil del Mediterráneo; bloques anaranjados en los que domina el ladrillo, grisáceos cuando lo que predomina es el hormigón y de colores chillones en otros casos.

   Es un panorama parecido al de otros muchos parajes de la masificada costa mediterránea, sin embargo, a los periodistas lo que les llama la atención son los edificios sin terminar por el aire de desaliño y hasta de abandono que prestan al paisaje. Aquellos en las que sólo se ve la estructura parecen esqueletos de viviendas, conatos de construcciones, osamentas de futuros apartamentos veraniegos, promesas de segundas residencias como las sigue denominando la prosa publicitaria. En muchos de esos bloques todavía se yergue alguna grúa que parece la guardiana de la obra y que es mudo testigo de lo que promotores, constructores y políticos aseguraron en los primeros meses del dos mil ocho, cuando se produjo la inopinada y repentina interrupción de las obras: esto no es más que un parón transitorio, cuando los bancos y cajas vuelvan a abrir el grifo del crédito las obras se terminarán.

   Han transcurrido cerca de cuatro años y las grúas siguen allí, inmóviles, silenciosas, sin vida. En algunas una carretilla, colgada de la pluma, oscila como un péndulo cuando el viento sopla con algo de fuerza. Cerca de los bloques inacabados se levantan otros terminados; muchos de ellos son construcciones en las que sus promotores no han sido demasiado exigentes con la estética y la calidad. Lo que proclama la razón de ser de todos aquellos edificios lo marca claramente su orientación: casi todos miran hacia el mar, que se puede ver desde la terracita con que cuentan la mayoría de los apartamentos. Ver el mar desde el salón de casa era uno de los mejores ganchos de los promotores de las urbanizaciones costeras.  Apartamento con vistas al mar, como rezaba la propaganda que inundaba los medios. También se ven algunas hileras de viviendas unifamiliares adosadas que son como las guindas de adorno de los amazacotados flanes de ladrillo que conforman los bloques.

   Tormo sugiere a sus acompañantes:
- Supongo que querréis echarles un vistazo de cerca.
- A eso hemos venido, pero espera un momento que voy a sacar unas panorámicas desde esta posición - El fotógrafo saca del coche una cámara y cambia el objetivo por otro de mayor ángulo. El contorno de las construcciones, visto desde la distancia, parece uno de aquellos recortables que hacían las delicias de la infancia de los años cincuenta.
- Pararemos aquí - indica Tormo -. Os enseñaré más de cerca una colonia típica de esta zona y podrás seguir haciendo buenas fotos.
  
   La urbanización es un batiburrillo de construcciones en diferente estado de edificación: hay bloques terminados, otros a medio construir y, sobre todo, muchos solares acotados pero vacíos. De cerca se comprueba que no todas las edificaciones son iguales. Unas parecen de cartón piedra. Otras, son más aparentes y cuidadas. En cada bloque no suelen faltar dos piscinas, una para adultos y otra para niños, y algunas hasta tienen una pista de pádel o de tenis y un remedo de escuálido jardín.
- Oye, Pascual, ¿Por qué son tan horrorosamente feas algunas construcciones? - inquiere el reportero gráfico -. Hay edificaciones que no están mal pero, por ejemplo, esa de ahí parece uno de esos inmuebles que se construyeron en los años cuarenta y a los que se conocía como casas baratas.
- Porque algunos de ellos había que construirlos a toda prisa, con la menor inversión posible, venderlos lo más rápido que se pudiera y como consecuencia de todo ello los arquitectos no se rompieron demasiado los cuernos en su diseño. Algunos de esos edificios responden a ese españolísimo refrán de tente mientras cobro - contesta Tormo irónicamente.