"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 31 de mayo de 2019

106. Dear


   Una vez terminado el intercambio de información con Bellido acerca de que no se ha investigado a los autores intelectuales del caso, Grandal opta por volver a Marina d´Or, donde Chelo debe estar esperándole . Cuando ya está en el coche recibe una llamada. Al mirar la pantalla del móvil ve que se trata de la joven rumana.
-Dime, Anca.
-Señor Grandal, quisiera hablar con usted. Será cosa de poco tiempo, tengo que contarle algo.
-Bien, pues cuéntame –El excomisario apaga el motor y se arrellana en el asiento.
-Creo que sería mejor que se lo contara personalmente –pide la muchacha.
   Grandal hace un mohín de fastidio. Me estoy convirtiendo en un confesor, todos quieren contarme cosas pero en primera persona, piensa.
-¿Es algún problema personal o algo relacionado con el caso? –quiere saber.
-Un poco de todo. Dígame dónde está e iré a verle. Me llevará Vicentín.
-¿El problema también es de tu novio? –se extraña Grandal.
-No, solo mío, pero como no tengo coche me lleva él.
-Bueno, estoy delante de la barbacoa El Chiringo, supongo que la conoces. ¿Dónde estáis vosotros?
-En el restaurante Olimpic, he encontrado trabajo aquí…, un momento, señor Grandal, que Vicentín me está diciendo algo –La interrupción dura unos segundos-. Que dice Vicentín que podemos partirnos el camino si nos vemos en el Blau, es el primer bar a la derecha que encontrará después de pasar el túnel del ferrocarril, justo en la esquina de la Vía Diagonal.
-Bueno, pues allí nos vemos.
   El excomisario tiene que esperar cerca de diez minutos hasta que ve llegar a Anca que lo primero que hace es disculparse por la tardanza. Resulta que el Olimpic está en la nacional 340, después de pasar el acceso a la AP-7, y les ha costado llegar hasta la rotonda desde la que se puede acceder directamente a Torreblanca sin necesidad de seguir por la nacional.
-¿Y tu novio? –le pregunta Grandal al ver que no la acompaña Vicentín.
-Se ha quedado en el coche, dice que no quiere saber nada más sobre el caso, que bastantes disgustos le ha proporcionado.
-Bueno, pues tú dirás.
-No sé cómo empezar –balbucea la muchacha a la que se le ve un tanto nerviosa.
-Porque no empiezas por el principio –le sugiere Grandal.
-Verá…, ayer, Nicoleta –al ver el gesto de ignorancia de Grandal, le explica-, es una compañera también rumana que trabajaba conmigo en el hostal –Es oír la palabra hostal y el excomisario despliega todas las antenas de su atención-, me confesó algo que enseguida pensé que usted debería saberlo, por eso me he atrevido a llamarle. Pues como decía, Nicoleta, no sé por qué, me contó que un hombre ya mayor con pinta de exboxeador le dio dinero para que le introdujera sin que le vieran en la habitación del señor Salazar. Y eso fue el día de la Virgen de Agosto; es decir, el 15 de este mes.
   A Grandal un calambrazo le recorre la espina dorsal. Inmediatamente piensa en Bellido, en cuanto acabe con Anca tiene que llamarle inmediatamente para que incluya el relevante dato sobre el Chato en su informe a la jueza.
-¿Y qué más te contó sobre ese hombre con pinta de exboxeador?
-Solo eso, que le llevó a la habitación del señor Salazar y le dejó allí. Ella se marchó y no volvió a verlo.
-¿Te dijo a qué hora ocurrió eso?
-No, solo que fue por la tarde.
-¿No te contó nada más?
-Nada más, señor Grandal.
-Has hecho muy bien en contármelo y te felicito por ello. Estamos un paso más cerca de que tú y tus compañeros seáis exculpados de la muerte de Salazar. Enhorabuena, Anca. Y ahora, si me disculpas, he de volver a Marina d´Or.
-Es que hay una segunda cosa que quiero contarle –dice Anca que sigue estando bastante nerviosa.
-Bien, soy todo oídos.
-Pero antes ha de prometerme que no se va a enfadar conmigo –ruega Anca.
-Te prometo que no me voy a enfadar contigo. Cuéntame.
-Pues verá…, es algo que llevo días diciéndome que tenía que contárselo, pero no encontraba el momento para hacerlo. Y ahora, al confesarme NIcoleta lo del señor que la sobornó, me he dicho que ese momento había llegado. Lo que quiero contarle es que el día en que murió el pobre señor Salazar, cuando hacia las cuatro y pico se fue el último cliente del comedor iba a salir fuera a fumarme un cigarrillo, y en ese momento vi a una pareja bajando de la primera planta. A la mujer no la conocía, pero al hombre sí…, era el paisano de Curro –El nombre familiar le ha salido inconscientemente y enseguida rectifica-, digo del señor Salazar. El hombre que bajaba era el señor Pacheco. Solo vi a la pareja unos segundos, posiblemente por eso me olvidé de ellos y no los cité en ninguna de mis declaraciones, ni ante el sargento ni ante la señora jueza. Luego si lo recordé y todavía no sé por qué no lo conté antes. ¿Me puede pasar algo por no haberlo hecho? –pregunta inquieta Anca.
    Mientras escucha la confesión de la joven, la sobreexcitada mente de Grandal piensa aceleradamente. Muchacha, me acabas de dar el instrumento con el que coaccionaré a Pacheco para que hable conmigo, e indirectamente también podré presionar a Sierra. Ahora se impone tranquilizar a la chica, se dice.
-¿Qué si te puede pasar algo? No te va a pasar nada porque más vale tarde que nunca. Por tanto, puedes quedarte tranquila porque has hecho lo correcto. Una última cuestión: ¿estás absolutamente segura de que ya no me ocultas nada más de lo que viste u oíste aquel fatídico día?
-Se lo juro por lo que más quiero, señor Grandal, solo guardaba ese secreto y ya no me queda ninguno, se lo juro.
   La primera intención del expolicía es llamar al sargento para contarle la confesión que acaba de hacerle la joven rumana, pero enseguida repliega velas. Quieto, Jacinto, quieto. Si se lo cuentas a Bellido, se lo comunicará a la jueza y te quedarás sin herramienta para chantajear a Pacheco y obligarle a que hable contigo. Y es lo que decide hacer: guardarse para sí la confesión de Anca en lo referido a Pacheco, pero en cambio confirmarle al sargento la segura estancia del Chato en la habitación de Salazar el día de autos, para que a su vez informe a la Jueza Instructora. Sin pensarlo más llama al suboficial.
-Bellido, tengo una buenísima noticia sobre nuestro caso. Un confidente me acaba de soplar que una empleada del hostal llamada Nicoleta fue sobornada por el Chato de Cazalla para que lo introdujera de tapadillo en la habitación del difunto Salazar la tarde de autos. Otra perla de la investigación que va a poner muy contenta a la jueza del Valle. A este paso, su señoría te va a poner por las nubes cuando informe de tu actuación como policía judicial del caso.
-Comisario, ni en mil años podría agradecerle lo que está haciendo por el buen fin del caso y de rebote por mi carrera. Estaba terminando el informe para su señoría del que hablamos hace un rato, ahora añadiré lo que usted ha calificado como perla, calificación que me atrevo a contradecir, más que una perla es un diamante y de los de muchos quilates.
-Ah, Bellido, a ver si te enteras de algo sobre la declaración del Chato y de Espinosa, a ver qué les puede sonsacar la jueza.
-Lo intentaré, comisario, y le dejo, tengo que incluir en el informe el dato que acaba de facilitarme. Hasta mañana.
   Grandal, satisfecho con lo conseguido en el día, se vuelve a Marina d´Or donde le aguarda su novia, eufemismo que utiliza para denominar a la que en realidad es su amante desde hace un montón de años, aunque habitualmente no hagan vida de novios salvo los lunes que es el día que Chelo descansa de sus ocupaciones como escort de lujo. El hecho de que este verano estén pasando juntos unas vacaciones es una excepción a sus reglamentadas relaciones. La excepción se originó cuándo una compañera de trabajo de Chelo se lamentó de que teniendo un apartamento en Marina d´Or no podría disfrutarlo este verano debido a que un cliente le había ofrecido irse con él tres meses a Singapur, adónde iba por cuestión de negocios. Antes de llegar al apartamento ha redondeado un plan para la noche: como sabe que a Chelo le gustan mucho las pizzas le dirá que la lleva a cenar a la pizzería La Gloria de Torrenostra, donde ya estuvieron una noche y le encantó. Y de paso, si consigue ponerla de buen humor, igual puede echarse una partida nocturna con los amigos. A ver si mato dos pájaros de un tiro, se dice.
-Pero, cari, me has sacado a mediodía ¿y esta noche también? -se sorprende la mujer-, cuando te lo propones eres un solete. ¿No será que has quedado con la pandilla para echaros una nocturna como decís vosotros?
   Grandal suelta una carcajada.
-Dear, como policía no hubieses tenido precio, tu olfato le da cien vueltas al del mejor sabueso. La verdad es que no he quedado con nadie, pero no me importaría llamar ahora a la panda y decirles que si quieren echar una partida, después de nuestra cena en La Gloria, pueden contar conmigo. Siempre y cuando reciba tu venia, naturalmente.
-¿Y desde cuándo necesitas mi venia para hacer lo que te venga en gana?
-Casi nunca, es cierto, pero esta noche, sí. Y ahora, o me dices que no te importa esperar tomando un helado o lo que te apetezca mientras echamos una partida, o no hago esa llamada.
-¡Este no es mi hombre, que me lo han cambiado! Anda, llámales y te prometo que voy a esperar sin un mal gesto a que termines las partidas que sean. Eso sí, espero que luego te portes como tú sabes… -y el gesto picarón de la mujer es más explícito que mil palabras.
   Y así termina el veinticinco de agosto, décimo día del fallecimiento de Salazar y a solo seis de que a Grandal y a sus amigos se les acabe su estancia en la Costa de Azahar. Al acabar la partida, Grandal les ha contado a los de la pandilla la confesión de Anca y como piensa servirse de ella para coaccionar a Pacheco y a Sierra para que hablen con él.
-Desde luego, figura, naciste con una flor en el culo –comenta Álvarez.
-Bueno, os dejo que tengo que recoger a Chelo –se despide el excomisario.
    Chelo está sentada en la terraza del bar Xaloc, donde ha estado tomándose un helado.
-Darling, ¿ya terminaste la partida?  
-Sí, ahora soy todo tuyo, dear.

PD.- Hasta el próximo viernes en el que publicaré el episodio 107. Esta noche toca bou embolat