"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 27 de mayo de 2022

Libro III. Episodio 146. Moros, marroquíes, rifeños…

 

   En el viaje de vuelta a Plasencia, Julián pregunta a su padre si cuando sea mayor le podrá ayudar en la tienda.

   -¿Te gustaría hacerlo?

   -Es lo que más me gustaría y también me chiflaría aprender a conducir.

   -¿Y para qué quieres saber conducir?

   -Porque así podré ayudarte cuando te hagas viejo y no puedas hacerlo. Te ayudaré a conducir la camioneta y a vender por los pueblos.

   -Antes tendrás que sacarte el carné de conducir y para eso hay que tener muchas letras, leer muy bien y saber de cuentas.

   -No te preocupes, aprenderé lo que haga falta.

   Vaya, se dice Julio, al menos hay uno de mis hijos que tiene claro lo que quiere ser de mayor. Y si hace lo que dice una ayudita no me vendría nada mal, a partir de la cincuentena los años empiezan a contar.

   En Plasencia, Julia no ha perdido el tiempo para encontrar una solución al problema de Julián, ha hablado con don José Domingo, un antiguo compañero de claustro de su suegra, y le ha pedido consejo sobre qué hacer con el chico.

   -Julia, lo que me pides no es fácil de aconsejar. No es que quiera quitarme el muerto de encima, pero emitir una opinión a bote pronto sin conocer al chiquillo, saber qué piensa, qué quiere y qué no es un poco temerario.

   -¿Y si se lo traigo y habla con él?

   -Bueno, entonces podría opinar con mayor conocimiento de causa. Vamos a hacer una cosa: deja que pasen unos días, que se haya tranquilizado tras su aventura, porque eso es lo que habrá sido para él, y me lo traes, pero dile que no vamos a hablar de estudios ni nada por el estilo, que solo charlaremos de lo que le gustaría hacer de mayor.

   Cuando padre e hijo llegan a casa, la familia los recibe como si no hubiese pasado nada, así lo habían acordado antes de que Julio se marchara a buscar al chico. Pasados unos días, y como habían quedado, Julia lleva al chico a ver a don José Domingo para que el viejo maestro charle con él y, para no incomodar al muchacho, les deja solos. Al día siguiente, Julia vuelve a reunirse con el docente.

   -¿Sabes que tienes un hijo con las ideas muy claras? No es frecuente encontrar a un niño que sepa lo que no le gusta y más aun lo que le gustaría ser de mayor. Julián es una de esas raras excepciones. Lo que quiere es acción, actividad, hacer cosas. Tu chico no vale para estudiar, y no es por falta de inteligencia, es una cuestión de carácter y de talante. O mucho me equivoco o creo que será un hombre de acción, no de pensamiento. Si os empeñáis en que haga el bachillerato, dadas las materias que se estudian en esa etapa y que en mi opinión son absolutamente anacrónicas, será un pésimo estudiante y dudo que lo complete.

   -Pero don José Domingo, solo tiene diez años, no vamos a ponerle a trabajar con esa edad.

   -Naturalmente, pero hay otras salidas.

   -Pues cuénteme cuales son porque tanto mi marido como yo no sabemos qué hacer con él.

   -Lo he estado pensando y esto es lo que haría si estuviera en vuestro lugar. Primero, que termine la enseñanza primaria en el colegio de aquí…

   -Pero la primaria –le corta Julia- termina a los doce años, y hasta que tenga edad de aprender un oficio, ¿qué hacemos con él?

   -Mujer, no te precipites –la regaña el maestro-, y déjame acabar de contarte lo que he pensado. Cuando termine la primaria yo lo matricularía en una academia particular que hay en la ciudad para que siga estudiando, pero materias más prácticas y motivadoras que las antiguallas que enseñan en el bachillerato.

   -Hábleme de esa academia.

   -Se llama Magister y la montaron dos maestros, Eliseo y Amelia. Ella aprobó las oposiciones al magisterio nacional y tenía plaza aquí, él era interino. Abrieron la academia, casi en plan de ensayo, y desde el principio les fue tan bien que ella pidió la excedencia y él renunció a la interinidad. Amelia, que es la que más vale de los dos, da letras, y Eliseo, ciencias. Dan un popurrí de enseñanzas: el primer ciclo del bachillerato en régimen de enseñanza doméstica, cultura general, preparan opositores para correos y oficinas municipales; en fin, un poco de todo.

   -¿Y cree que algo de lo que enseñan le puede servir a mi chico?

   -Si quieres, puedo hablar con ellos y pedirles que hagan un plan personalizado de enseñanza para Julián, que abarcaría una mejora en lectoescritura, en lo que flojea bastante, algo de cultura general y una enseñanza más profunda en cálculo y aritmética. Eso le llevaría de tres a cuatro cursos, con lo que se pondría con quince o dieciséis años, edad en la que podría comenzar el aprendizaje de un oficio. ¿Qué te parece?

   -De entrada, no me parece mal, pero lo tengo que hablar con Julio a ver qué decidimos. Bueno, y también se lo comentaré al chico, a ver qué dice. En cualquier caso, don José Domingo le estoy muy agradecida por el interés que ha puesto en ayudarnos. Estaremos en contacto.

   Mientras los Carreño están volcados en el futuro de su tercer hijo, el país anda pendiente de las noticias que llegan del Protectorado español. Desde octubre, y como puntualmente informa a sus contertulios el comandante Liaño, las tropas españolas van arrebatando pequeñas localidades a los rifeños rebeldes. La más significativa es Xauen, ciudad sagrada y muy próxima a la frontera con el Protectorado francés.

   En tanto la guerra contra los moros lleva un ritmo cansino, los Carreño han decidido hacer suyo el plan propuesto por don José Domingo, plan que no parece incomodar demasiado a Julián. El muchacho se ha reincorporado al quinto curso de primaria en las escuelas nacionales de la ciudad, en las que su hermano Jesús está cursando tercero y su hermana Eloísa primero. Hay una novedad familiar con la que los Carreño no contaban, aunque dado su prolífico historial ya deberían estar curados de espanto: Julia vuelve a estar embarazada; si la criatura que crece en su matriz llega a término, para finales de la primavera de 1921 los pequeños Carreño tendrán otro hermanito. A todos les da lo mismo que sea de uno u otro sexo, salvo a la temperamental Pilar que poco menos que exige a su madre que debe tener una niña.

   -¿Y por qué quieres que sea una hermanita?

   -Porque así las chicas empataremos con los chicos, seremos cuatro contra cuatro.

   Julio, que ha preferido no contar la noticia a sus contertulios para evitar rechiflas, solo aparece por el casino los fines de semana que es cuando algún tertuliano le pone al día de lo que ocurre, tanto de fronteras adentro como de fronteras afuera. Hoy toca política internacional y el hecho más destacado es la celebración en Ginebra de la primera asamblea de la Sociedad de las Naciones, un organismo internacional creado por el Tratado de Versalles que cerró la Gran Guerra.

   -¿Y para qué va a servir ese organismo? –quiere saber Julio.

   -La idea fundamental es que a través de él las naciones puedan resolver sus disputas por medios pacíficos en lugar de militares, evitando aquellas causas que llevaron a la Gran Guerra –explica don Enrique Lavilla.

   Casi sin darse cuenta, la Navidad está a la vuelta de la esquina y los dos hermanos que están estudiando en Cáceres regresan a casa para las vacaciones navideñas. Este año los Carreño han tenido el detalle de invitar a su mesa a la señora Etelvina, previendo que, aunque apenas trabaja, en unos meses volverán a necesitarla pues es la que ha ayudado a venir al mundo a todos los hijos de la pareja, y Julia le tiene una fe ciega. Aprovechando la etapa vacacional, los padres han tenido sendas conversaciones con sus dos hijos mayores. Con Álvaro el motivo ha sido sobre una cuestión largamente dialogada: qué piensa hacer cuando el próximo curso 1921-22 acabe el bachillerato.

   -Pues la verdad, papás, sigo sin tenerlo claro. Me gustan muchas cosas, pero de una manera destacada ninguna. En el instituto, a los que acaban el bachillerato les dan unas charlas sobre las principales carreras que pueden estudiar. A lo mejor cuando lo hagan en mi curso, de alguna de esas charlas puedo sacar una idea clara.

   En cuanto a Pilar, como va a terminar el último año del primer ciclo de bachillerato, la pregunta es obvia:

   -¿Te gustaría completar el segundo ciclo?

   Pilar parece que tiene las ideas mucho más claras que su hermano mayor.

   -Eso ni lo preguntes, papá. Claro que completaré el segundo ciclo. No podría estudiar una carrera universitaria sin el título de bachiller.

   -¿Es qué quieres ir a la universidad? –pregunta Julia.

   -Por supuesto, mamá. Y si no, ¿para qué estoy estudiando?

   El nuevo año sigue trayendo noticias ambiguas y hasta contradictorias de la guerra contra los moros, tal y como  el pueblo llano ha llamado secularmente a los habitantes del norte de África, que en realidad deberían llamarse marroquíes, pues a ese reino pertenecen, aunque ellos prefieren denominarse rifeños pues de la región del Rif son originarios. Ese galimatías provoca el desconcierto de Carreño, amigo de las cosas claras y simples.

   -Alguien tendría la bondad de explicarme como se llaman realmente esos tíos que nos están haciendo la santísima –pide Julio. Es Lavilla quien se compadece del industrial.

  -Verá, amigo Carreño. Los moros que luchan contra nuestras tropas forman parte del Protectorado español que es una región que pertenece al reino de Marruecos. Por tanto pueden llamarse marroquíes. Pero la mayor parte de ese protectorado está enclavado en una región denominada el Rif que se extiende desde Yebala hasta Nador. Es una región pobre, por eso nos la dieron los franceses. Sus habitantes son bereberes y hasta tienen un idioma propio que es el tamazight, rifeño o tarifit, y al vivir en el Rif también se llaman rifeños. Aunque desde la Reconquista y aún antes, coloquialmente siempre se les ha llamado moros. ¿Lo ha entendido? –Julio dice que sí, pero por su cara parece que la aserción es más falsa que un duro sevillano.

   La preocupación por la guerra se ve postergada por una terrible noticia que conmociona al pueblo español.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 147. De desastre en desastre

viernes, 20 de mayo de 2022

Libro III. Episodio 145. El telegrama

 

   A principios de febrero del 21, llega un día Julio al casino y encuentra a sus contertulios discutiendo sobre un problema existente en Barcelona en forma de un rosario de huelgas, como explica don Romualdo.

   -La prensa dice que la primera huelga se ha iniciado en la empresa eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro perteneciente a una compañía extranjera conocida como La Canadiense. Comenzó el cinco de este mes en Barcelona y de momento ha paralizado la ciudad, así como a buena parte de la industria porque se han sumado los obreros del agua, gas, electricidad y transporte.

   -¿Y qué piden? –pregunta don Mauricio.

   -Según La Vanguardia, la huelga se ha originado en solidaridad con varios despedidos del personal de La Canadiense, pero parece que eso es una cortina de humo. Algunos comentaristas especulan que la huelga es realmente una prueba de fuerza del movimiento obrero encabezado por la Confederación Nacional del Trabajo. Y además, se están produciendo boicots y actos de insumisión civil –explica el magistrado.

   -Afortunadamente, Cataluña queda muy lejos y los efectos de la huelga no van a afectarnos –opina el abogado.

   -Perdone que le contradiga, don Mauricio, pero no es así. Mis proveedores catalanes están facturándome la mitad o menos de lo que lo hacían hace unas semanas porque muchos productos han dejado de fabricarse debido a la huelga – se queja Galiana el ferretero.

   Transcurre febrero y, por lo que Carreño lee en los diarios, la huelga de La Canadiense no tiene visos de terminar. Hay que llegar a mediados de marzo para que el gobierno mueva ficha y representantes gubernativos se reúnan con el comité de huelga y la empresa, llegando a una serie de acuerdos: terminar el conflicto, liberar a todos los presos que no estuviesen sometidos a proceso, readmitir sin represalias a todos los huelguistas, y realizar un aumento general y proporcional de los salarios. A ello se suma la mayor conquista obrera: jornada máxima de ocho horas y, como guinda, el pago de la mitad del mes y medio que ha durado la huelga. El paro termina con la promulgación en abril de la jornada de ocho horas, lo que convierte a España en el primer país del mundo en establecerla por ley.

   -¡A dónde vamos a llegar, solo ocho horas de trabajo!, ¿qué voy a hacer con mis gañanes y mis porquerizos? –Quien lanza la retórica pregunta es don Eduardo, el único terrateniente de la tertulia. Nadie responde.

   No es el único hecho reseñable que ocurre en marzo. El doctor Lavilla informa a sus contertulios que, por iniciativa de Lenin, se acaba de fundar en Moscú el Komitern, organización internacional que agrupará a los partidos comunistas de todos los países.

   -¿Y qué es lo que pretenden esos comunistas, que nos carguemos a nuestros reyes cómo ellos hicieron con los zares? –interpela el abogado.

   -¡Joder con los comunistas, van a terminar quitándonos hasta lo que es nuestro! –exclama don Eduardo.

   Aunque la noticia internacional más impactante es la que cuenta don Romualdo, que se ha convertido en el experto de la tertulia sobre Estados Unidos.

   -¡Esto es la bomba!, escuchen –y con voz impostada, al fin y al cabo es juez, lee la noticia-. En Estados Unidos se acaba de conceder el derecho al voto a las mujeres. El Congreso ha aprobado la Decimonovena Enmienda a la Constitución, que estipula que ni los estados ni el gobierno federal pueden denegarle a un ciudadano el derecho de voto a causa de su sexo.

   -A ver, señoría –don Mauricio le da a veces ese tratamiento al juez-, explíqueme un dato de la noticia que no entiendo. ¿Qué es eso de que los estados pueden denegarle a un ciudadano el derecho de voto a causa de su sexo?, ¿A qué estados se refiere?

   El juez piensa en que facultad de Derecho habrá estudiado el abogado para no saber algo tan elemental como es el sistema federal de Norteamérica, pero antes de que pueda responder es don Eduardo quien le plantea otra pregunta.

   -Perdone, don Romualdo, lo que acaba de leernos, ¿quiere decir que las mujeres podrán votar?

   -En efecto, es lo que acaba de aprobar el Congreso estadounidense.

   -¡La rehostia, adónde vamos a llegar, las mujeres votando! ¡Esto es el acabose! Espero no vivir lo suficiente para ver que eso pueda pasar en nuestra patria.

   Tras el exabrupto del terrateniente, es el comandante Liaño quien toma la palabra. Su semblante muestra preocupación.

   -Pues yo tengo información sobre noticias bastante menos pintorescas que la que nos acaba de ofrecer don Romualdo. Me refiero a lo que ya es una guerra abierta en nuestro Protectorado de África. Desde la firma del Tratado de Fez ha ido creciendo exponencialmente la resistencia de las poblaciones rifeñas contra la presencia española y el conflicto pinta cada vez peor. Este mes nuestro ejército ha consolidado puntos estratégicos en el Rif, pero no puede decirse que haya sofocado el conflicto. Mucho me temo que los moros seguirán dándonos disgustos -La pesimista información del militar apenas causa impacto entre los contertulios, tienen la misma sensación de hartazgo de todo lo que se refiere a la guerra contra los moros que el resto de españoles.

   Los Carreño vuelven de Pinkety y comienzan los preparativos para el curso escolar 1920-1921. Aunque Julián sigue emperrado de que no quiere estudiar, los padres han decidido que curse el bachillerato y en septiembre, junto con

Álvaro y Pilar, se lo llevan a Cáceres.

   Cinco días después los Carreño reciben un telegrama: Julián desaparecido. Punto. Avisada Guardia Civil. Punto. Director residencia. El telegrama provoca un verdadero seísmo en la familia Carreño.

   -Ya te lo dije, si Julián no quería estudiar lo mejor era dejarlo en el colegio del pueblo hasta que cumpliera los doce, y luego ya veríamos lo que hacíamos con él –reprocha Julio, muy enfadado, a su mujer; ésta, que no ha perdido los nervios, trata de ser práctica.

   -Este no es momento de reproches, de eso hablaremos más tarde. Lo que hay que hacer es irse inmediatamente a Cáceres para averiguar qué ha pasado y sobre todo buscar a nuestro hijo, ¡qué Dios sabe, dónde puede estar! ¿Vas tú o voy yo?

   -Esto es cosa de hombres. Prepárame un maletín con lo imprescindible que ahora mismo cojo la camioneta y me voy a Cáceres. Y mientras… -a Julio se le acaba de ocurrir algo-. Llama a Paca y dile que vaya al cuartel de la Guardia Civil, que pregunte por el teniente Conde y le explique…; no, déjalo, voy a ir yo. Tú prepara mis cosas que ahora vuelvo.

   Julio se dirige al cuartel de la Benemérita y pregunta al guardia de puertas por el teniente jefe de línea de Plasencia. Llevado ante el oficial, y antes de que pueda hablar, este le suelta a bocajarro:

   -Usted es Carreño, el de la droguería, ¿verdad?, y viene a preguntar por su hijo Julián,

   -¿Cómo lo sabe? –Julio se asombra de que el guardia civil sepa el motivo de su presencia en el cuartel.

   -Porque acabo de recibir un telegrama de la comandancia de Cáceres en el que se me informa que un chiquillo, que dice llamarse Julián Carreño Manzano, ha sido encontrado por la pareja que estaba de servicio en la carretera de Casar de Cáceres, a casi ocho kilómetros de la ciudad. El chico está bien, no se preocupe. Si no hubiese venido iba a mandarle un número para que le informara.

   Julio muestra su gratitud al teniente y se vuelve a casa mucho más tranquilo. ¡Diantres de chiquillo!, dijo que si lo enviábamos a Cáceres se iba a escapar y lo ha hecho. Desde luego redaños no le faltan, se nota que es un Carreño, se dice con cierto orgullo.

   -Julia, no te preocupes. Han encontrado a Julián y está bien, iba por el arcén de la carretera de Cáceres a Plasencia. De todos modos, ahora mismo me marcho a ver qué ha pasado y por qué coño se ha escapado.

   La explicación que da el muchacho a su padre es simple: ha huido porque no le gusta estar encerrado en la residencia y además no quiere estudiar, ya lo había dicho. Julio trata por todos los medios que el muchacho comprenda que si está allí no es un castigo, que tanto su madre como él lo hacen pensando en su futuro. Y que es lo mejor para él, que debe seguir los pasos de sus hermanos mayores. El chico apenas argumenta, solo repite que si se queda volverá a escaparse. Julio habla con el director de la residencia, al que todavía no se le ha quitado el susto de haber perdido a un interno, y le pide su opinión.

   -Señor Carreño, en los años que llevo de director no me había ocurrido un suceso tan lamentable como el protagonizado por su hijo. Y sepa que los guardias que lo encontraron me han contado que les ha dicho que la siguiente vez que se escape no lo hará por una carretera nacional para que los civiles no puedan pillarle. Usted verá qué hacemos con él.

   El pobre padre no sabe qué hacer, tiene que ser Álvaro, que le acompaña, quien le dé la solución.

   -Papá, Pilar y yo hemos intentado repetidamente hacer comprender a Julián lo bueno que puede ser para él que estudie, pero se cierra en banda y se niega siquiera a escucharnos. Y aunque tanto Pilar como yo hemos procurado no perderlo de vista, en cuanto ha tenido la primera oportunidad se ha escapado.

   -¿Y tú qué harías, hijo?, porque estoy hecho un verdadero lío.

   -Si lo dejas aquí volverá a huir, por lo que Pilar y yo creemos que lo mejor es que te lo lleves a casa.

   -¡Pero en Plasencia solo puede cursar el primer ciclo del bachillerato! –se lamenta Julio. Álvaro por toda respuesta se encoge de hombros, lo que tenía que decir ya lo ha dicho.

   Julio se vuelve a casa. En la cabina de la camioneta lleva un acompañante, Julián Carreño que, aunque serio, muestra un aire triunfante, se ha salido con la suya. Julio piensa que carácter no le falta al chiquillo. Durante el viaje lo que no ha conseguido de su primogénito, que se pronuncie sobre qué le gustaría ser de mayor, el tercero de sus hijos le cuenta con toda naturalidad lo qué quiere ser en el futuro.

   -Papá, ¿cuándo sea mayor podré ayudaros a mamá y a ti en la tienda?

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 146. Moros, marroquíes, rifeños…