"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

lunes, 22 de junio de 2015

5.14. El gallego no se va ni echándole aceite hirviendo



   Los senillenses que se han desplazado desde Valencia, para asistir al acto que tendrá lugar en Madrid como desagravio al Caudillo de las Españas, se levantan por la mañana del nueve de diciembre de mil novecientos cuarenta y seis medio adormilados, con el estómago vacío y doliéndoles el cuerpo al haber pasado la noche en las incómodas butacas de los autobuses. Lo más perentorio es llenar la andorga con algo caliente. Como los coches están aparcados en el Parque del Oeste, en un chiringuito del Puente de los Franceses se toman una magra pitanza. Al cabo de un rato, dirigidos por Gimeno, son conducidos a la madrileña Plaza de Oriente donde poco a poco se van congregando los manifestantes. Durante el recorrido los levantinos no hacen más que mirar a ver si encuentran algún comercio abierto donde comprar un recuerdo para la familia, pero todas las tiendas y almacenes han echado los cierres, solo están abiertos bares, cafeterías y restaurantes. Pese al frío y al cansancio, el ambiente es casi festivo, la gente acude al acto como quien que va a una romería y no es raro ver grupos, al parecer con más experiencia que el grupo de Gimeno, que llevan consigo viandas y hasta botas que circulan alegremente de mano en mano.
   A dos de los asistentes del pueblo les ha tocado ser portadores de una pancarta que les han dado en Valencia y en la que en grandes letras se lee: Franco, sí. Comunismo, no. Hay otros muchos carteles con los textos más variados y en los que prima la sal gorda: Con pan o sin pan ¡Franco!, ¡Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos!, Aquí manda Franco porque nos da la gana, Hijos de la Gran Bretaña: a los chiqueros, Bombas atómicas fabricadas en Ocaña… Hasta hay una en la que Gimeno lee unos ripios que dicen: El dólar y la esterlina/ quieren hacer la puñeta/ a nuestra humilde peseta/ negándonos gasolina/ ante conducta tan porcina/ grito a los anglosajones:/ meteros en los cojones/ vuestros putos carburantes..., un movimiento de la multitud imprime un giro a la pancarta y no puede terminar de leerla.
- ¿Qué pasa?, ¿por qué grita la gente? – pregunta alguien.
   La respuesta la da el rugido del gentío que, de forma sincopada y cada vez más fuerte, comienza a gritar: ¡Fran-co!, ¡Fran-co!, ¡Fran-co!... Casi de manera mecánica, el grupo de valencianos se une a las aclamaciones que terminan convirtiendo la plaza en una olla a presión. El griterío, como si de un estimulante se tratara, provoca en la muchedumbre una suerte de histeria colectiva. Hasta los senillenses, que hasta ese momento mantenían una actitud más bien contemplativa, se contagian del fervor colectivo en que parecen haberse sumido los manifestantes. La plaza se ha convertido en un pandemónium donde es imposible escuchar otra cosa que no sean los gritos aclamando al Generalísimo. A lo lejos, en uno de los balcones de lo que les han dicho que es el Palacio Real, se ven las siluetas de una serie de personajes que, a través de la lejanía, es imposible identificar. Uno de los manifestantes, más previsor o más avezado a estos actos, se ha traído unos prismáticos que solo presta a los levantinos después de insistentes ruegos. Así, a lo lejos y como si fuera un fotograma, es como Gimeno ve, por primera vez en su vida, al Caudillo de España por la gracia de Dios, como reza la leyenda de las monedas españolas.
   Tras insistentes llamadas al silencio, que se repiten por los altavoces distribuidos por toda la plaza, y los gritos conminatorios de los encargados de los grupos pidiendo a la gente que se calle, al final pueden oírse las palabras del Generalísimo amplificadas por la megafonía:
- Combatientes, ex cautivos y españoles todos, necesitaríamos el solar de toda España para esta inmensa manifestación de entusiasmo, de unidad y de firmeza que da la más expresiva y rotunda respuesta a quienes en el exterior especulan torpemente con nuestra lealtad y con nuestra paz interna...
   José Vicente ha tratado de seguir el discurso del Jefe del Estado, pero casi sin darse cuenta ha dejado de atender la arenga, porque entre la voz de falsete de Franco y el acoplamiento que a veces se produce en el sistema de altavoces, la audición deja mucho que desear.
- ... Lo que ocurre en la ONU no puede a los españoles extrañarnos, cuando una ola de terror comunista asola Europa, y las violaciones, los crímenes y las persecuciones..., no debe extrañarnos que los hijos de Giral y de la Pasionaria...
   Como el discurso le aburre, Gimeno se entretiene recordando lo que sabe de los nombres que va citando el Caudillo cuya voz llena todos los recovecos de la plaza.
- ... La situación del mundo y sus vergüenzas llenan una vez más de contenido a nuestra gloriosa Cruzada... Prueba de nuestro resurgimiento es llevar el mundo colgado de los pies. Señal inequívoca de que en España empieza a amanecer...
   La soflama que sale de los altavoces parece enardecer la pasión de la multitud que corea a grito pelado las últimas proclamas del discurso del Generalísimo. El acto termina con los gritos rituales de España, una, grande y libre, y arriba España, a lo que uno de los jerarcas del balcón añade: viva Franco.
   Concluido el acto, Gimeno se desgañita para que sus paisanos no se dispersen cuando el gentío comienza a desalojar la plaza. Hay varios grupos de exaltados que hablan de ir a manifestarse frente a ciertas embajadas, especialmente contra la inglesa. José Vicente les insta que hay que volver a reunirse en la confluencia de la Plaza de España con la calle de la Princesa, que es donde han quedado en concentrarse los de la provincia que van en su autobús. Todo eso es lo que el grupo de senillenses llega a ver de Madrid: el Palacio Real a lo lejos, la Plaza de España donde se han manifestado, la calle Princesa llena de gente que deambula por el centro de la calzada pues han cortado la circulación de vehículos, y un trozo del Parque del Oeste, que es donde está aparcado el autobús.
   Unas noches después, escuchando la BBC en casa de Lapuerta, el médico cuenta a Ballesta y Bonet que la Asamblea de Naciones Unidas ha condenado, en una declaración formal, al régimen español, ha hecho un llamamiento a la retirada de embajadores de los países miembros y ha cerrado las puertas de la organización de Naciones Unidas y de todos los organismos relacionados con ella al gobierno de Franco. Solo algunos países hispanoamericanos, como Argentina y Costa Rica, se han opuesto a dichas medidas y algunos otros han optado por la abstención.
- Pues me han contado – les informa a su vez Bonet – que el otro día los de la radio Pirenaica daban como seguro que los Aliados nos invadirán, se cargarán a Franco y su Régimen e instaurarán una democracia. Si es así, y parece que los tiros apuntan en esa dirección, al gallego y sus mariachis les quedan cuatro días.
- No estoy tan seguro si van a ser cuatro días o cuatro décadas – apostilla escéptico Lapuerta.
- Don Manuel, este régimen no puede durar. Todos los países europeos son democráticos, la única dictadura que queda es la franquista – protesta Bonet.
- Desgraciadamente, eso no es del todo cierto. Te olvidas de la Unión Soviética, y los países del este que han caído bajo la influencia rusa, y que tampoco parece que vayan a ir por sendas muy democráticas. Ah, y no olvidemos a nuestros amigos portugueses que la presidencia de Salazar tampoco tiene ni medio pase – puntualiza Lapuerta.
- Pues la ONU no ha dicho nada sobre ninguna de esas naciones – insiste tercamente el ferroviario.
- Ni creo que lo diga. Rusia es uno de los países ganadores de la guerra y por su extensión y población se va a configurar como una de las potencias más importantes de la posguerra.
- ¿Saben lo que les digo? – Ballesta, que hasta el momento ha permanecido callado, añade tajante -, que por lo que me han contado de lo de la Plaza de Oriente más bien pienso todo lo contrario que Celestino. El gallego no se va ni echándole aceite hirviendo.