"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 21 de julio de 2023

Libro IV. Episodio 5. El sar

 Cuando la señora Mamen despliega el traje, Pilar exclama al verlo:

   -¡Un sari! –y su tono de voz no puede ocultar su decepción. No será ella quien haga el ridículo portando en los salones del Ritz el vestido tradicional de las mujeres del subcontinente indio.

   -Realmente es un podavai que es como llaman al sari en la lengua tamil, la que se habla en Ceylán, según me explicó Ms. Browier. Por supuesto es de seda, y creo que, después de entrártelo un poco, te va a quedar como un guante. Pruébatelo.

Pilar vacila, ¿para qué probarse un vestido que no piensa comprar?, pero le puede la curiosidad, nunca ha tenido ni siquiera ha visto, salvo en alguna revista y en el cine, un traje como aquel. Y la dueña del taller tampoco le da más opciones.

   -Leito, acompaña a la señorita al probador y ayúdale a colocarse el sari. Antes, busca una blusa corta y ajustada, de mangas también cortas y que se la ponga debajo.

La oficiala lleva a Pilar al probador, una estancia con grandes espejos en tres de sus laterales, y le pide que se desvista salvo la ropa interior. Mientras Pilar se desnuda, la modistilla le ha buscado una blusa y una falda y le explica que es lo primero que debe ponerse pues son las prendas que se llevan debajo del sari. Luego despliega el vestido hindú que es un largo lienzo de seda ligera, que debe medir unos 7 metros de largo y unos 90 centímetros de ancho, y se lo va enrollando alrededor de la cintura, con un extremo pasando sobre el hombro y dejando expuesta la parte media del abdomen. Lo que me faltaba, piensa Pilar, ir al Ritz enseñando el ombligo como si fuese una cabaretera o una contorsionista de circo. Todas las suspicacias se aventan, como el trigo en la era, en cuanto se mira en los espejos. Se ve fascinante, exótica y sexi; no es Pilar la boticaria de la farmacia de Gran Vía, se ha transfigurado en una estrella de Hollywood, como si el sari la hubiese metamorfoseado en otra persona. Y en ese momento, toma la decisión: no buscará más, ha encontrado lo que deseaba, aun sin ella saberlo. Cuando pasa al taller, un oh de admiración se oye en el ambiente.

   -Estás preciosa, querida. Más que eso, estás divina. En el Ritz están acostumbrados a todo tipo de atuendos, pero te aseguro que vas a ser la envidia de todas las mujeres que haya en el hotel. Me he olvidado de un detalle que corrijo ahora mismo, ¿eres señora o señorita?, te lo pregunto porque solteras y casadas llevan el sari de distinta forma; estas últimas lo pasan finalmente sobre la cabeza cayendo a los lados a modo de velo.

   -Soy soltera.

   -Con este vestido, si lo sigues siendo, será porque quieras.

El sari le cuesta a Pilar sus buenos dineros, pero la joven se dice que no todo en la vida ha de ser trabajar y ahorrar. El único pero que encuentra es que una maravilla de vestido como el sari no sea para cenar con otro hombre y no con Luis Verdú, pero es lo que hay. Ahora solo le faltan los complementos: zapatos o quizá mejor sandalias, bolso y alguna pulsera, pues sabe que las mujeres indias son muy aficionadas a esos adornos. Y piensa que los complementos tendrán que ser de mercadillo o de segunda mano, pues, después del hachazo del sari, su hucha se ha quedado más vacía que la alcancía de un niño huérfano. Es otra vez Eloísa quien le soluciona la papeleta de los complementos y, además, no le cuestan una perra chica. Acompaña a su hermana por algunas tiendas de la Gran Vía, donde todo el mundo parece conocerla, y salen de las mismas con unos estilizados zapatos de un beige claro y un conjunto de pulseras a juego con el sari. Todo ello prestado por los dueños de los comercios visitados. Pilar aprende una lección: la simpatía y sociabilidad de su hermana da beneficios más rentables que su carácter más bien adusto y su proverbial escasez de empatía.

Otro favor que ha conseguido la cordialidad de Eloísa ha sido que madame Paulette, aunque realmente se llama Herminia y es de Ciudad Real, la patrona de la peluquería más chic de la Gran Vía, le mande a Pilar una de sus oficialas para que la maquille de acorde con la ocasión. Cuando la joven sale de su habitación en la que la han maquillado, no es la misma: es una mujer espléndida, sofisticada y que parece haber salido de una revista de modas à la page. Antes de salir ha tenido la precaución de ponerse encima del sari un ligero abrigo para que su padre no vea que va con el ombligo al aire, no sea que le vaya a dar la venada y le prohíba salir a la calle de esa guisa. A Julia le viene a la mente aquella tarde en que también la maquillaron para asistir a su primer baile de gala en el Círculo Recreativo de Plasencia. Los hermanos quedan admirados al ver a Pilar, no es la misma que ven todos los días con su bata blanca de farmacéutica.

A las 20:30, con la puntualidad de un gentleman británico, se presenta Luis Verdú. Lleva una cajita envuelta primorosamente y en la que hay una orquídea que da a Pilar para que se la prenda en el vestido. La joven le presenta ceremoniosamente al resto de la familia a la que saluda cortésmente el murciano. En cuanto suben al taxi, le falta tiempo a Pilar para preguntar:

   -Me olvidé de preguntártelo, ¿a santo de qué viene la invitación?

   -Es lo que pienso contarte en cuanto estemos en el Ritz. Y permíteme decirte que estás radiante. Nadie diría que eres una boticaria, más bien pareces una estrella de cine. Y en cuanto al motivo de la invitación es una manera de agradecerte lo que has hecho por mí haciendo que la diosa Fortuna me sonría.

Pilar luce el sari como si lo hubiese llevado toda la vida. Cuando la encargada del guardarropa le coge el abrigo y Luis puede ver lo que lleva debajo solo ha sido capaz de lanzarle una larga mirada en la que se mezclan el asombro, la admiración y un cosquilleo que hacía mucho tiempo que el murciano no sentía. El maître, que sale al encuentro de la pareja, mira a la joven con ojo de buen conocedor, un sari llevado con tanta desenvoltura dice mucho y bueno del gusto de su poseedora. Lleva a la pareja a una de las mesas del centro del comedor para que los clientes vean algo que solo en el Ritz se puede contemplar, un sari llevado con tanta elegancia.

La cena es una sucesión de sorpresas para la joven. La primera es que, pese al físico un tanto recio de Luis, se le ve como más estilizado y con mayor empaque, quizá sea el esmoquin que le favorece. Pilar se da cuenta de que el hombre no es mal parecido: tiene un rostro de rasgos regulares en el que destacan los ojos, en los que brilla una mirada inteligente detrás de las gafas. Aunque quizá lo que más sobresale del murciano no es su físico, sino su inteligencia, su facilidad de palabra y su cortesía. Otra sorpresa es que se revela como un gourmet, dialoga con el maître sobre el menú hasta que se ponen de acuerdo. Y el sumiller le alaba los vinos que ha escogido al ser de las mejores añadas de la bodega. En cuanto está hecha la comanda, Pilar insiste en conocer el real motivo de la invitación.

   -¿Y qué es eso de que me invitas porque he logrado que la diosa Fortuna te sonría? Explícame ese acertijo.

   -Creo recordar que te conté que esta era la tercera vez que me presentaba a la oposición; pues bien, esta vez he aprobado. Ya soy notario –dice Luis sin darse importancia.

   -¡¿Que has aprobado?! ¡Enhorabuena! Ahora sí que cobra sentido la invitación. Cuando lo cuente en casa seguro que mi padre pensará que por fin salgo, aunque solo sea a cenar, con un buen partido –Es oír lo último y a Luis se le ha agriado el semblante aunque solo por un instante, pero a Pilar no le ha pasado desapercibido -. ¿Y dónde vas a ejercer?

   -No lo sé. Lo más probable es que en un municipio que sea capital de partido judicial. En la carrera notarial siempre es así, al principio ejerces en localidades pequeñas y de poco trabajo con lo que los ingresos son escasos. A medida que pasan los años vas teniendo la posibilidad de obtener plaza en poblaciones más grandes, con más trabajo y mayores ingresos.

   -Supongo que estarás deseando obtener una plaza cercana a tu tierra.

   -Esa era mi meta, pero ahora me lo estoy pensando…

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 6. Nueva casa para los Carreño