Martín Esteller levanta la cabeza al oír la
campanilla que suena cuando la puerta de la barbería se abre. Para su sorpresa
quien acaba de entrar es el veterinario.
- Buenas tardes, don Alfonso, ¿cómo usted por
aquí? – le saluda el barbero.
- Buenas tardes, Martín y la compaña. He
venido a que me corte el pelo.
- No tenía por qué haber venido, ya se lo
cortaré mañana cuando vaya a afeitarle.
- Mañana no estaré, me voy de viaje.
- Si es así, en cuanto termine con el señor
Eugenio me pongo con usted. Solo van a ser unos minutos.
En
cuanto Grau ocupa el sillón del rapabarbas, Esteller comienza a darle palique
siguiendo su inveterada costumbre.
- Así que de viaje, eh… – El barbero está a
punto de preguntar que adónde, pero se contiene. El veterinario es uno de sus
más distinguidos clientes y no es cuestión de incomodarlo.
Grau, que le conoce bien, ha percibido la indecisión del fígaro y opta
por complacerle. Al fin y al cabo, su viaje no pasará inadvertido y sabe, por
experiencia, lo que disfruta el peluquero enterándose de los chismorreos más
nimios.
- Voy a Faura – Ante el gesto de ignorancia
de Esteller, completa la información -. Es un pueblo que está en la comarca del
Campo de Morvedre, al lado de Sagunto.
Por
un momento, Grau está tentado de explicarle también al barbero el motivo de su
viaje, pero en última instancia decide que será más prudente no contar más,
sobre todo por si su plan no cuaja. Ha dicho una verdad a medias. Se desplaza a
esa localidad y al contiguo pueblo de Benifairó de les Valls, a conocerlos y a
hablar con las autoridades, porque ha quedado libre la plaza de veterinario,
cuya demarcación abarca ambas localidades, y ha pensado solicitarla. Son
pueblos más pequeños que Senillar, pero tienen la gran ventaja para él de que
están cerca de Puzol, que es donde ahora viven los padres de Beatriz. Ha
convencido a su novia para que pida la excedencia y prosiga los estudios de Filosofía
y Letras en Valencia. Lo que aún no le ha confesado, pero tiene en mente, es
que en cuanto se haya instalado, si es que consigue la plaza, va a pedirle que
se casen. Interrumpe su soliloquio al percatarse de que Esteller está
preguntándole algo.
- Perdone, Martín, pero estaba distraído.
¿Qué me preguntaba?
- Me refería a lo de la ONU. ¿Qué le parece?
Se lo pregunto porque es una de las pocas personas con quien puedo hablar de
esos poblemas. Aquí no creo que se haya enterado nadie de que han admitido a
España, y además por goleada, y si lo saben seguro que les importa una higa
porque el asunto no va con ellos.
- Es natural, bastante tienen con sus propios
problemas y con los del resto del país, que no son pocos.
- Ciertos son los toros. En España hay
problemas – Esteller es rápido aprendiendo a mejorar su léxico - para dar y
tomar y aquí también tenemos los nuestros, pero al menos en el pueblo no
escasea la comida ni el trabajo. Y cambiando de tercio, ¿ahora que se va a ir
Gimeno, quién cree que tomará las riendas del carro?
- Martín, le recuerdo que el experto en
cuestiones locales es usted, yo solo sigo siendo un forastero.
Al
barbero le ha encantado la respuesta de su cliente. Y se lanza a exponer su
opinión sobre el posible devenir del futuro. En el pueblo está a punto de
ocurrir un cambio capital: la desaparición de quien durante años ha sido el
cacique local. Lo que no está muy claro es quien le va a suceder, porque a un
cacique solo le sucede otro. Ese aparente e importante vuelco político y el
tiempo transcurrido desde que terminó la guerra civil tendrían que haber
producido cambios relevantes en la sociedad senillense, sin embargo da la
impresión de que todo sigue como siempre.
- O sea, que una vez más parece que va a
cumplirse la máxima lampedusiana: es necesario que todo cambie para que todo
permanezca igual – sentencia el veterinario.
Esteller está en un tris de preguntar qué demonios quiere decir eso de
lampedusiana, pero prefiere dar un nuevo giro a la charla.
- ¿Y qué me dice de cómo está creciendo el
turismo? Sin ir más lejos, tanto en Albalat como en Benialcaide cada estío hay
más veraneantes, hasta extranjeros y todo se ven. Se están construyendo
apartamentos y hoteles a toda pastilla.
Y todo eso va a suponer un río de dinero para nuestros vecinos. En
cambio aquí, ya ve, nadie mueve un dedo para meter a nuestra Marina en el
negocio turístico.
- Pues si sus paisanos no se despabilan mal
asunto. Hay una vieja máxima que dice: o crece o muere.
- Pues aquí de crecer poquito, poquito o, si
me apura, más bien nada.
- Siendo bien pensados, Martín, quizá lo que
ocurra es que la mayoría de sus convecinos opinen que no merece la pena crecer.
¿Para qué se dirán? Si están convencidos de que viven en la millor terreta del mon como suelen
repetir con frecuencia.
- Eso, como usted sabe mejor que yo, es una
chorrada y en el mejor de los casos solo propaganda. Es como cuando dicen eso
de Madrid al cielo. No son más que frases hechas para que las repitan los
simplones que son los que más abundan en este pueblo; bueno, aquí y en todas
partes. Aunque le acepto, don Alfonso, que hay mucha gente que cree que esto es
poco menos que el paraíso terrenal, pero luego de atar los perros con
longanizas na de na. Aquí, como en toda tierra de garbanzos, o doblas el lomo o
nadie te lleva el pan a casa.
- Martín, siempre he pensado que la filosofía
ha perdido con usted a todo un pensador – comenta Grau con gesto grave para que
el peluquero no se mosquee. A un hombre con una navaja barbera en la mano es
mejor no importunarle.
- Perdone que se lo diga, don Alfonso, pero
usted es un bromista. Filósofo yo que solo soy un barbero de pueblo. Y
volviendo al asunto anterior, ¿qué opina de la marcha de José Vicente Gimeno?
- Pues que quiere que le diga – Grau que
conoce a sus clásicos no quiere meterse en el charco de la política local, no
obstante decide recoger el envite pero dando una respuesta de tipo más personal
que política -. Eso un asunto de índole particular y si a Gimeno le han
ofrecido un puesto, como se rumorea, que es mucho mejor que la secretaría de la
cooperativa lo natural es que lo acepte – y añade pensando en sí mismo -. Todo
el mundo desea progresar, es lo más natural del mundo. Por cierto, ¿se confirma
que lo nombran para el Sindicato de Hostelería?
- Sí señor, parece que será el jerarca del
Sindicato de Hostelería y Similares, que ese es su nombre completo. Y ya ve
usted lo que es la vida. Cuando ese hombre comienza una nueva carrera y que
parece que todo le va de dulce va a tener que tragarse el sapo de estar a punto
de partir palletes con su mujer.
- ¿Qué es eso de partir palletes con su mujer? – pregunta Grau.
- Así es como llamamos aquí a romper una relación
– aclara el rapabarbas -. No me diga que no sabía usted que José Vicente y Lola
están a punto de romper, eso si no lo han hecho ya.
- Es
la primera noticia que tengo y, si fuera cierta, bien sabe Dios que lo
sentiría, por ambos, porque son una pareja a la que aprecio – La tristeza de
Grau ante la noticia parece auténtica -. ¿No será un calentón de esos que te
pillan de improviso, pero que al final terminan solucionándose? Porque todos
los matrimonios atraviesan por malos momentos.
- Según se cuenta en todos los corrillos no
se trata de una situación de esas de pelillos a la mar que aquí no ha pasado
nada, parece que la cosa es mucho más grave. Claro que solución tiene, todo es
cuestión de apechugar con los cuernos.
- ¿Apechugar con los cuernos, pero que me
dice?