El inspector francés parece darse por satisfecho con
las explicaciones de sus colegas hispanos sobre las últimas acciones llevadas a
cabo por la justicia colombiana relativas al Tesoro Quimbaya y cree llegado el
momento de tocar otros puntos relevantes del Caso Inca.
- Hay una cuestión que hemos de tratar y creo que este es un buen momento,
el fallecimiento del vigilante del museo. ¿Cuál es vuestra opinión sobre ello,
fue algo premeditado o más bien un hecho accidental?
- Estamos convencidos que lo segundo – es Bernal quien contesta –. Creemos
que ese suceso no figuraba en los planes de los asaltantes. El robo del furgón
tiene toda la pinta de haber sido concebido por profesionales y estos saben que
cometer un asesinato supone una condena mucho más dura que la de un mero
atraco. Otro dato que apunta a que no desearon causar más bajas es que,
pudiendo, no atacaron a nadie más. Por tanto, la muerte del uvese la
calificamos como un accidente e irrelevante en cuanto atañe a la solución de
caso.
- Perdón, ¿qué significa uvese? - pregunta el gabacho.
- Es la contracción de vigilante de seguridad – le explica Atienza.
- Alors, en vuestro informe
preliminar sobre el fallecimiento del uvese – El galo se muestra rápido a la
hora de aprender la jerga de sus colegas – indicáis que el único testimonio que
tenéis sobre el hecho es el del vieillard
del que me hablasteis, del tal Ponte. ¿No es así? – sin esperar respuesta
prosigue -. ¿Consideráis fiable su testimonio al cien por cien?
- Hombre – es Bernal quien sigue respondiendo -, cierto que es un hombre de
avanzada edad, que estaba muerto de miedo y que su única preocupación era salir
vivo de allí y salvaguardar a su nieto, pese a todo damos a su testimonio un
alto grado de fiabilidad.
- Bien. Más adelante me gustaría poder interrogarle, pero por el momento no
es lo prioritario. Lo que ahora si me interesa porque supongo que tendréis más
de una hipótesis es… - Blanchard no acaba de completar la frase.
- Hipótesis, ¿sobre qué? – inquiere Bernal.
- Sobre la identidad de los autores del robo.
- ¿Contestas tú o yo? – pregunta Bernal.
- Hazlo tú, bastante paliza os he dado hablando de los indios – se excusa
Atienza.
- Tenemos al menos tres hipótesis sobre la identidad de los atracadores –
explica Bernal -. La primera está relacionada con tres datos relativos al
suceso: el origen del tesoro, la reclamación del mismo y el hecho de que, hasta
donde hemos podido constatar, las dos únicas frases que pronunciaron los
asaltantes fueron hechas en correcto español. Esos datos apuntan a que podría
tratarse de una banda colombiana. Todos sabemos que en Colombia hay
narcotraficantes cuya capacidad económica es increíblemente poderosa y que se
mueven con asombrosa facilidad allí donde se consume coca, lo que supone casi
todo el mundo. Esta hipótesis contempla la posibilidad de que un grupo de dicha
nacionalidad, patrocinado por alguno de los cárteles vinculados al
narcotráfico, haya sido el autor del robo.
- ¿Para devolver el tesoro a su país? – pregunta el francés, en cuyo rostro
se pinta un gesto de incredulidad.
- Tu pregunta no tiene respuesta. Al menos, por ahora – aclara Atienza, al
que sin duda alguna le gusta el parloteo -. Es evidente, que el gobierno
colombiano no podría aceptar la devolución del tesoro recuperado por medios
ilícitos. Ello no es óbice para que algún capo de la droga mantuviera las
piezas robadas en lugar oculto para su particular contemplación. Algunos de los
grandes señores del tráfico de coca han llegado a poseer bienes y tesoros
artísticos que se disputarían los mejores museos del mundo. En todo caso, como
ha dicho Bernal, es la hipótesis a la que damos menos valor. Por cierto, si no
la has leído te voy a dejar una novela del Nobel colombiano Gabriel García
Márquez titulada “Noticia de un secuestro”. Es una crónica basada en hechos
reales, que gira alrededor de unos secuestros ordenados por el capo Pablo
Escobar y que es una pintura formidable del poder que los narcos llegaron a
tener en la Colombia de los años noventa. Negociaban con el gobierno de igual a
igual.
- Bien, continúo – Bernal retoma la palabra -. La segunda hipótesis es que
se tratara de una banda española. Tampoco tenemos mucha fe en esta teoría. En
líneas generales, la delincuencia nativa no suele estar preparada para golpes
de esta naturaleza. Cierto es que en nuestro país no escasea el robo de objetos
artísticos, pero se centran básicamente en el asalto a centros de culto cuya
seguridad deja mucho que desear o es inexistente. Iglesias de pequeños pueblos,
ermitas, apartados conventos, etcétera, son algunos de los lugares en los que
todos los años hay rapiñas de bienes artísticos, algunos de gran valor. Pero de
esos robos, a llevarse una colección única en el mundo, como el Tesoro Quimbaya,
hay todo un abismo. Pese a todo, es una línea que mantenemos abierta por el
momento puesto que hay algunos elementos que así lo aconsejan.
- ¿Cuáles son? – se interesa el galo.
- Uno, que el atraco se ha cometido aquí, lo que induce a creer que si no
son españoles, al menos algún componente de la banda es muy factible que lo
sea. Dos, que el hecho de que las cámaras de vigilancia no funcionaran ese día
abona la sospecha de que los asaltantes tienen un cómplice entre el personal
del museo. Naturalmente, no es determinante ser español para conseguir un
secuaz, pero en este caso serlo lo facilita. Y tres, como dije antes al hablar
de los colombianos, está el dato de que los atracadores que hablaron lo hicieran
en nuestro lengua.
- ¿Y la tercera hipótesis? – inquiere el galo.
- Es la que creemos más sólida. Que se trate de una banda internacional
especializada en robos de objetos artísticos de gran valor. Sabemos de la
existencia de esos grupos en buena parte de Europa. Nos hemos puesto en
contacto con Interpol para que nos facilite cuantos datos tenga en sus archivos
sobre esa clase de bandas. Ya nos han remitido una primera relación, pero que
no pasa de ser una simple enumeración. Seguirán profundizando en esa línea y
nos enviarán más información a medida que vayan recopilándola.
- Hay una cuestión básica, pero que no he visto en vuestro primer informe.
¿Estáis de acuerdo en que se trata de un vol
sur comande? – el francés usa su idioma al no saber cómo se denomina un
suceso así en la jerga policial española.
- ¿Un robo de encargo? – traduce Atienza -. Por supuesto. Así lo hemos
contemplado desde el minuto uno. Este robo fue encargado y financiado por
persona o personas concretas o si no fue así sería porque los atracadores
conocían de antemano quien les iba a comprar la mercancía. Nos inclinamos por
la primera opción, ¿por qué? Porque todas las piezas del tesoro están
perfectamente catalogadas y son más que conocidas en los circuitos artísticos y
museísticos de todo el mundo. Este no es un robo cuyo contenido pueda venderse
al primer chamarilero
- ¿Chamarilero, qué significa? – pregunta el Blanchard.
- En principio, una persona que se dedica a comprar y vender objetos
de lance y trastos viejos, pero algunos de ellos se especializan en adquirir
objetos robados, lo que se conoce como receptación – contesta Atienza -. Como
decía, no creemos que exista un chamarilero que se atreviese a comprar una sola
pieza del tesoro, supondría correr un alto riesgo. ¡Ojalá lo hubiera!, nos
facilitaría enormemente la solución. Por eso, y como apuntas, hemos creído
desde el principio que persona o personas, por el momento desconocidas, han
encargado a una banda especializada realizar el robo. En esa línea de
investigación trabajamos básicamente.
- Hipótesis, líneas de investigación…, pero pistas fiables, indicios
concretos, ¿tenéis algunos? – el gabacho es duro, sigue apretando las tuercas a
sus colegas.