"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 11 de abril de 2017

121. Una conversación off the record



   En mayo la investigación sobre el robo del Tesoro Quimbaya se ha acelerado. La orden que se dio de dejar las pesquisas en stand by ha sido revocada y los policías encargados del caso registran una actividad frenética. No tienen tiempo ni para responder a las llamadas de Grandal, el cual sabe que hay en marcha varias líneas de investigación porque se lo cuentan sus amigos del Cuerpo Nacional de Policía. Hasta que el nueve de mayo recibe un telefonazo totalmente inesperado.
- ¿Comisario Grandal? Buenos días, permítame que me presente. Soy Enrique Pérez Recarte, amigo y compañero de Juan Carlos Atienza que es quien me ha facilitado su teléfono. Quisiera charlar con usted de un asunto que sé que le interesa: el robo del Tesoro Quimbaya.
- ¿Dice que es amigo y compañero de Atienza? – pregunta Grandal con un tono que denota su reserva.
- Sí y también soy antiguo alumno suyo de la Escuela de Ávila. De la misma promoción que Juan Carlos. Usted no se acordará de mí, pero no me perdía ni uno de sus seminarios.
- ¿Y dónde estás destinado ahora? – visto que quien le llama es del Cuerpo, Grandal ha pasado al tuteo.
- Hace algunos años que trabajo en la Casa. Ya le contaré – el agente del CNI no se atreve a tutear a quien fue su profesor -. ¿Qué día le viene bien que nos veamos? Si fuera esta misma semana mejor.
   Grandal no se lo piensa demasiado.
- Por mí podemos reunirnos cuando quieras. Bueno, hoy no – dice cuando oye el cacharreo que está montando Chelo en la cocina -, pero a partir de mañana en cualquier momento.
- ¿Le parece bien mañana por la tarde, como a las diecisiete? ¿Le importaría si quedamos en la cafetería del Hotel Barceló Emperatriz de la calle López de Hoyos, cuatro?, ¿no? Pues entonces hasta mañana y gracias por aceptar la invitación.
   Al excomisario le sorprende un tanto el lugar de la cita, pero piensa que igual para un agente del CNI reunirse en un lujoso hotel de cinco estrellas sea lo más normal del mundo. Al día siguiente, a la hora convenida, nada más entrar en la cafetería ve a un hombre todavía joven que levanta la mano. Al verle le reconoce inmediatamente, es Pérez Recarte, pero no está solo, hay alguien con él.
- Comisario, buenas tardes y gracias por atender mi petición. Le presento a Kevin Connolly, amigo mío que trabaja en la Embajada de Estados Unidos. Kevin tenía muchas ganas de conocerle, por eso me he atrevido a traerle conmigo.
- Señor Connolly – dice ceremoniosamente Grandal al tiempo que tiende su mano al norteamericano.
- Comisario Grandal, como ha dicho Enrique tenía un gran interés en conoserle. Y antes que nada permítame felisitarle, por sus inteligentes análisis y su olfato de investigador como ha demostrado en el Caso Inca.
- ¿La embajada estadounidense estaba interesada por el robo del tesoro? – pregunta Grandal verdaderamente sorprendido.
- No hasta que intervinieron los cubanos. Ya sabe que todo lo que atañe al régimen castrista es seguido con vivo interés por mi gobierno.
- Comisario, - es Pérez Recarte quien habla - para que quede claro desde el principio, esta es una reunión informal en la que todo cuanto se diga será off the record. Kevin está de acuerdo y deseo que usted también lo esté. ¿Vale?
   El excomisario no contesta, se limita a asentir con la cabeza. ¿Qué querrán este par de espías de pacotilla?, se dice, porque el yanqui tiene un tufo de CIA que echa pa atrás.
- Verá, comisario – prosigue Pérez Recarte -, míster Connolly nos ha prestado, y sigue prestando, impagables servicios en el desmontaje de los últimos flecos de la trama del robo. Podemos afirmar, y le ruego la mayor reserva, que la ayuda de su gente en Francia nos ha puesto en condiciones de localizar a casi todos cuantos participaron en el robo y también en el secuestro de su buena amiga María Victoria Martín-Rebollo.
- ¿Y…? – Grandal sigue sin ver claro el objetivo de la reunión y ha decidido andarse con pies de plomo.
- Se lo diré sin rodeos – dice el americano -, comisario. El objetivo de esta reunión, al menos por mi parte, es una curiosidad profesional. A través de Juan Carlos Atiensa he podido enterarme de como usted, con la única colaborasión de un grupo de jubilados que no tienen ninguna formasión polisial, se ha bastado para encontrar pistas, inisiar investigasiones y elaborar análisis que han sido determinantes en el desarrollo del caso. Y como profesional de la investigasión tengo una enorme curiosidad en saber cómo lo hiso.
   Grandal, halagado por las palabras del norteamericano, les cuenta como él y sus tres jubilados amigos, se metieron a investigar el robo del tesoro, porque uno de ellos fue el único testigo ocular del atraco al furgón blindado, también como una manera de poner algo de interés en sus monótonas vidas de pensionistas. Como la primera línea de investigación que se propusieron fue averiguar quién o quiénes podían haberse lucrado con el robo, lo que les llevó a investigar a los empleados del Museo de América; como hicieron su seguimiento y de esa forma encontraron a presuntos cómplices de los atracadores: Obdulio Romero, al que posteriormente asesinaron, y Adolfo Martínez que terminó confesando ser compinche de los ladrones. Explica también su ocasional participación en el secuestro de la profesora zaragozana, así como cuanto hicieron para localizar al sicario colombiano aficionado al béisbol.
   Los dos agentes de inteligencia escuchan al excomisario con un respeto casi reverencial. Aprovechando que Grandal ha hecho una pausa para tomar un sorbo de gin-tonic, Pérez  Recarte comenta:
- No sé si lo sabe, comisario, pero la identificación que hicieron de Efraím Gomes Restrepo fue capital para el inminente desenlace del caso. El que lo descubrieran y el que fotografiasen las placas de los vehículos estacionados delante del polideportivo de La Elipa fue el hilo del que han tirado los investigadores del caso hasta casi llegar a la madeja. Y si no se han hecho todavía del todo con ella es porque la mayoría de sus componentes están fuera de España. Precisamente, ahí es donde la colaboración de míster Connolly está siendo decisiva.
- A mí lo que me tiene asombrado, comisario – apunta el norteamericano – es la capasidad de análisis que tanto usted como sus amigos han demostrado. Y lo han hecho sin ninguna clase de ayuda tecnológica, lo que le añade más mérito todavía. Y le voy a pedir algo poco usual: si no tienen inconveniente me gustaría que un día, cuando ustedes quieran, pudiera reunirme con los cuatro para conoser personalmente como actuaron. En mis ya largos años de investigador y analista nunca me había encontrado con un caso tan singular.
- Se lo trasladaré a mis amigos. No creo que por su parte haya ningún inconveniente – responde Grandal que añade -. Bien, les he hecho un relato, abreviado, de cómo investigamos algunas de las líneas del caso, ahora es momento de que ustedes me correspondan y me cuenten, hasta donde les sea posible, los pormenores de lo que parecen ser las últimas secuencias de esta historia.
   Los dos agentes se miran y el norteamericano hace un gesto de aprobación a Pérez Recarte que es quien responde a la pregunta de Grandal.
- Como comprenderá, comisario, dado que las operaciones finales todavía están en curso no podemos desvelarle mucho, pero si podemos levantar una punta de la alfombra referida sobre todo a la marcha de las conversaciones Gobierno Colombiano-FARC que están en el origen del robo. El diecinueve del pasado enero la mesa de negociaciones de La Habana aprobó la creación de un mecanismo para monitoreo y verificación del acuerdo de cese el fuego. El veintitrés de febrero el gobierno colombiano acordó un pacto con los diferentes partidos políticos para el respaldo de la etapa final de los diálogos. Y la última noticia es que a finales de marzo, el Secretario de Estado norteamericano ha comenzado unas negociaciones con los equipos de la Mesa del Proceso de Paz. Si la mediación de John Kerry resulta positiva la firma de los acuerdos Gobierno-FARC puede ser cuestión de semanas.
- ¿Y todo eso en qué se traduce? – quiere saber Grandal.
- Que la devolución del Tesoro Quimbaya a España también puede ser cuestión de semanas.
   Y no hubo forma de que la pareja de agentes de inteligencia desbordara los límites que marca una conversación off the record.