Hace varios días
que Sergio no consigue dar con Lorena, parece como si se hubiese esfumado entre
la calima que sobrevuela el mar en las madrugadas de mucho calor. Ha ido a
todos los sitios que la muchacha suele frecuentar, pero en vano. Ha preguntado
a sus amigas, que se lo han quitado de encima diciéndole que no saben dónde
puede estar, le da la impresión de que mienten, pero no ha habido manera de
sacarles nada. No sabe qué hacer ni a quién recurrir. Su nerviosismo se ve
reflejado en su trabajo, no da una a derechas. Ante la protesta de uno de los
oficiales a los que ayuda, Dimas le llama la atención:
- Chaval, me ha dicho el Herminio que llevas unos días que
no estás en lo que debes estar. Aquí se viene a currar y a dar el cien por
cien. No pareces el mismo de hace un mes, ¿se puede saber qué coño te pasa?
- Es que… tengo problemas.
- Esa respuesta no me sirve, todos tenemos problemas de un
tipo u otro. Y los problemas yo los divido en dos grupos: los que se solucionan
por las bravas y los que remedia el tiempo. ¿A qué grupo pertenecen los tuyos?
- La verdad, Dimas, es que no lo sé. Es…, bueno, se trata de
mi novia.
- Pues tienes dos salidas: te arreglas con tu moza o la
mandas a hacer puñetas, pero en el tajo te olvidas de la novia y de si estás a
bien o a matar con ella, ¿te ha quedado claro?, ¿sí? Pues mejor que sea así
porque como reciba otra queja te ponga de patitas en la puta calle. Aplícate el
cuento.
Sergio llega a casa
destrozado, encima de que no puede encontrar a su amada, le han dado un toque
muy serio en el trabajo. En cuanto ve su mohíno semblante, el abuelo Andrés
barrunta que su nieto tiene dificultades.
- ¿Qué te pasa, hijo?, tienes mala cara.
- No me pasa nada, abuelo, estoy bien.
- Mira, si no quieres no me lo cuentes, pero que tienes
algún contratiempo, eso, tan seguro como que me llamo Andrés.
El chico admite que
su abuelo tiene razón y le cuenta lo que pasa:
- … y el rapapolvo que me ha pegado Dimas casi es lo de
menos, lo peor es que Lorena ha hecho mutis, ha desaparecido, no la encuentro
por ninguna parte y eso que la he buscado por todo el pueblo. Hasta me he
atrevido a ir a su casa y preguntar por ella, pero sólo he conseguido que su
madre me haya dicho que se ha ido, pero no a adónde. Suponiendo que me haya
contado la verdad.
- ¿Quieres que lo intente yo? Me refiero a enterarme de si
es cierto que está fuera del pueblo.
- ¿Lo harías por mí, abuelo?
El señor Andrés,
que conoce bien a sus paisanos, sabe a quién preguntar. Rosario la Maicalles le
sopla que la Lorena está pasando unos días en Gandía, en casa de una tía suya,
una hermana de su padre. Al parecer la muchacha está descontenta con su trabajo
de camarera en el chiringuito playero y se ha ido a la ciudad ducal a ver si
allí encuentra algún curro que le convenga más. Si fuera así, posiblemente no
vuelva al pueblo. La noticia deja a Sergio hecho polvo.
- ¿Y ahora qué hago abuelo?, ¿me voy a Gandía?
- No te precipites, hijo. Las cosas hay que pensarlas en
frío y ejecutarlas con tino. Ya verás cómo tu chiquita acaba volviendo. Una
cosa que yo sí haría es insistir ante sus amigas, pero no cuando estén juntas,
sino una a una.
- ¿Para qué preguntarles?, ahora ya sé dónde está.
- Es que no es eso lo que debes preguntar, lo que has de
sonsacarles es por los auténticos motivos por los que tu moza ha tomado la
determinación de marcharse y, sobre todo, que papel juegas tú en esa decisión.
Si consigues una respuesta a esa
cuestión, entonces podrás plantearte las tres únicas salidas que veo a la
situación. Una es volverte a Madrid, quizá sea la más sensata. Otra, quedar y
esperar a ver qué pasa. La tercera, que es la más descabellada y por eso no te
la recomiendo, es irte a Gandía.
Sergio se toma un
respiro para reflexionar sobre la propuesta de su abuelo, no necesita demasiado
tiempo.
- Me quedo y esperaré.
Lo que también hace
Sergio es seguir el consejo de su abuelo y abordar a las amigas de Lorena, pero
individualmente, tal y como sugirió el señor Andrés. A la primera que consigue
acercarse es a Verónica.
- Te voy a pedir un favor muy grande, quiero preguntarte si
sabes por qué se ha ido Lorena del pueblo.
- ¿Por qué? ¿Te haces el tonto o es que lo eres? ¿Por qué va
a ser? Porque le has mentido y le has hecho quedar, y a mí con ella, como una
fantasiosa o, lo que es peor, como una trolera – es la airada respuesta de la
amiga.
- Verónica, no entiendo nada. Qué es eso de que he mentido, ¿se
puede saber en qué?
- ¿En qué va a ser? En tus estudios, en tu capacidad de
convertirte en electricista en unos días. Y las pánfilas de nosotras te
creímos. Y a la hora de la verdad resulta que no vales ni para aprendiz.
- Yo nunca le dije eso a Lorena. Sólo le conté la verdad,
que he estudiado electrónica y que
eso supone una buena base para todo lo referente a trabajar en el ramo de la
electricidad. Pero es falso que le dijera que podía convertirme en instalador
electricista en poco tiempo.
- No, sí palabritas no te faltan, pero la realidad es la que
es. ¿De qué trabajas? De aprendiz o de ayudante, que viene a ser lo mismo. Y
supongo que si mi tío no te ha dado el pasaporte es porque yo te recomendé. Y
hazme un favor, vete por donde viniste y hasta luego Lucas – remata Verónica
que se ha puesto castiza.
Con Anabelén el
resultado de la charla es similar, aunque no se muestra tan agresiva como
Verónica, pero informarle no le informa de nada. Sólo le resta Maribel. El
comienzo de la conversación es más alentador.
- Siento lo que os ha pasado, Sergio. Sé lo muy enamorado
que estás de Lorena, pero estas cosas ocurren. Ella se había hecho muchas
ilusiones contigo. Estaba loca de contento pensando en que iba a tener su
propio pisito y que podía escapar de su casa; no sé si sabes que se lleva a
matar con su madre. Entonces, descubrir que con lo que ganas hacía imposible
cumplir su sueño le ha supuesto un enorme disgusto – le explica Maribel.
- Quien primero se llevó el berrinche fui yo cuando me
dijeron que sólo me podían coger como ayudante, pero así están las cosas. De
todas formas, me ha dicho Dimas que en unos meses puede convertirme en un
instalador aceptable. Entonces ganaré un buen dinero. Todo es cuestión de
esperar ese tiempo. Me harías un gran favor si se lo contaras a Lorena.
- Si la veo no dudes que lo haré, pero tendrá que ser cuando
vuelva, si es que regresa, claro.
- ¿Tú crees que es posible que no regrese? – la pregunta la
ha formulado Sergio con un hilo de voz.
- No lo sé, pero Lorena es capaz de todo. Es mi amiga y la
quiero bien, pero también sé que es muy egoísta y siempre va a su bola. Y lo
siento por ti, Sergio. Creo que eres un tío majo y una buena persona. Y te diré
más, conozco a más de una y más de dos que no les importaría nada estar en el
lugar de Lorena – la última parrafada la acompaña Maribel con su mirada puesta
en los ojos de Sergio y una suave sonrisa en los labios.
El chico no se da cuenta
de ello, está demasiado ocupado en pensar por qué Lorena ha hecho mutis por el
foro.