"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 25 de mayo de 2018

54. De mañana no pasa


   Rocío Molina está desesperada, se le está acabando el dinero y sigue sin poder hablar con Curro. Se dice que no puede seguir así y que ha de presionar a Anca para que cumpla lo que acordó con ella a cambio de una más que sustanciosa mordida, introducirla en la habitación de su antiguo amante. Se traslada a Torrenostra para lo que ha de coger un taxi pues entre esta población y Alcossebre no hay transporte público, lo que mengua aún más su magro monedero. Se aposta en las cercanías del hostal Los Prados. En una de las salidas de la rumana a la terraza le chista hasta que consigue atraer su atención.
-Anca, te recuerdo que tenemos un trato. Hoy sin falta he de hablar con Curro. ¿Podemos hacerlo ahora?
-¿Ahora?, ni soñarlo. Hemos tenido una baja de última hora y entre Nicoleta y yo hemos de arreglar todas las habitaciones, sin contar que tanto al mediodía como a la noche vamos a tener el comedor lleno.
-Entonces, ¿cuándo? –le urge Rocío.
-Quizá esta tarde a última hora, un poco antes de que empecemos a servir la cena, como entre
siete y ocho. A esas horas el trabajo afloja algo. Te sientas en El Muret, el bar de al lado, y esperas a que te llame.
   Tras aceptar la propuesta de la rumana puesto que no tiene otra alternativa, Rocío duda entre volver a Alcossebre o quedarse allí. Piensa que la espera se le va a hacer interminable, pero la otra opción que es volverse supone otro desembolso para taxi, la reflexión resuelve el dilema: se quedará y pasará las horas lo mejor que pueda. Como había supuesto, la tarde veraniega se le está haciendo desesperadamente larga y tediosa. El de ahora es el tercer bar en el que la andaluza asienta las posaderas. Ha estado en La Jijonenca donde se ha tomado un helado, en el Vintage ha pedido una tónica y a media tarde en C´al Pitu donde está comiéndose un bocadillo acompañado de una cerveza. Para matar el tiempo ha ido pergeñando una historia que ablande el rocoso corazón de su exnovio y le dé la guita que tanto necesita. En esos pensamientos está cuando alguien dueño de una ronca voz le saluda:
-Paizana, tú por aquí. Te hazía en Alcozebre. No zabes el guzto que me da verte –el Chato de Trebujena parece que es sincero y que de verdad se alegra encontrarla.
   A Rocío el encuentro con el Chato maldita la gracia que le hace, pero desarruga el entrecejo, pone su mejor cara y devuelve el saludo casi con idéntica efusividad.
-Hombre, Pepillo, que gusto verte. Te pregunto lo mismo, ¿qué hases por aquí?
-Me he dicho que era hora de hazer argo de turismo.
-Esto está hoy mu animao, me han dicho que porque es la víspera de la Virgen de Agosto que es como llaman aquí ar día de la Asensión.
   El paripé de charla que han iniciado ambos trebujeneros no tiene nada que ver con sus pensamientos. El Chato piensa que si su paisana está allí debe ser porque sigue cuidando al Curro, del que sabe la recaída en su problema pulmonar gracias a Nicoleta, la camarera rumana a la que ha sobornado para que le facilite el acceso a la habitación del exsindicalista. Los pensamientos de Rocío deambulan por otros vericuetos: vuelve a preguntarse si será el Chato quien le sacudió la paliza a Curro, aunque piensa que si hubiese sido él no habría vuelto porque podrían detenerlo, aunque es algo de lo que no está segura. La cavilación de la mujer se ve cortada cuando el expúgil pregunta:
-Por zierto, tu amigo Curro Zalazar, ¿ha mejorao?
   Rocío improvisa:
-No del tó, cuando ya estaba mucho mejor pilló una neumonía y sigue en cama. Presisamente, en poco más de un cuarto de hora tengo que ir a verle.
-O zea, que zigue pachucho.
-¿Pachucho?, lo que está es bardao de la palisa que le dieron.
-Hay mucho malaje zuerto por er mundo. Y ar que le zurró lo habrán detenío, ¿no?
-Los picoletos están en ello.
   Visto que no consigue sacar nada de su paisana, el Chato se despide. Rocío lo ve alejarse sin pena ni gloria. Mira el reloj, son cerca de las siete, es hora de acercarse al hostal a ver si de una puñetera vez Anca consigue meterla en la habitación de Curro sin que se entere la patrona. Son casi las siete y media cuando por fin aparece Anca.
-Creí que ya no venías –le reprocha Rocío sin disimular su enfado.
-Ya te dije que estamos a tope. Todos los años pasa lo mismo en este puente, que se pone hasta la bandera. Está el hostal abarrotado y por si faltaba poco la patrona ha alquilado varios apartamentos para meter más huéspedes a los que hay que atender, que es lo que voy a hacer ya mismo. Lo cual hace que me sea imposible meterte ahora en la habitación del señor Martínez.
   Rocío, que ya estaba enfadada, se coge un cabreo monumental.
-Mardita sea tu estampa. Me tienes aquí todita la tarde sin na que haser y muerta de aburrimiento y ahora me vienes con que no puedes ayudarme. Pues hasta aquí hemos llegao. Ahora mismo voy a ver a Curro contigo o sin ti.
  Y dicho esto, la andaluza se dirige con paso decidido hacia el hostal cuando la rumana la coge del brazo.
-Yo de ti no lo haría. No hace ni cinco minutos que he visto entrar en la habitación al hijo del señor Martínez. Tú verás.
   La andaluza duda. Su intención era hablar con Curro sin testigos y el primogénito de su exnovio es la persona menos indicada para estar presente en una conversación que Rocío presume que puede ser tensa.
-¿Sabes cuándo va a salir?
-Suele estarse un rato, pero a ciencia cierta no sé cuándo saldrá. Mira, cuanto más tarde más difícil será meterte en la habitación sin que te vean. Por tanto, lo más práctico será que te vuelvas a tu hotel y mañana te prometo que haré lo imposible para que puedas hablar con tu exnovio –lo del ex lo ha remarcado mucho.
   A Rocío la propuesta no le hace ninguna gracia, pero tiene que plegarse a la sugerencia de Anca. Se despide y se vuelve a Alcossebre diciéndose que de mañana no pasa.
   En la habitación de Curro se encuentra en efecto Francisco José. No es que lo de visitar a su padre, por muy fastidiado que este pueda estar, sea un plato de gusto para él, pero se encuentra en una situación similar a la de Rocío: se está quedando sin dinero, apenas tiene para poder pagarse unos días más de hotel, por lo que ha resuelto que ha de presionar a su padre para que le dé más pasta. También está cansado de estar en Torreblanca, más desde que el día anterior tuviera una llamada telefónica de uno de sus amigos que le contó que ha visto a Estrella, una trianera por la que bebe los vientos, parloteando con un tronco que se la comía con los ojos. Lo que le faltaba, él hecho un muermo y en Sevilla le están levantando a su chiquilla. Y toda la culpa la tiene el desgraciado de su padre que ni siquiera tiene ganas de conversar, solo se dedica a ver la tele y poco más. Se fija más atentamente en su progenitor y se da cuenta de algo que hasta ahora se le había pasado por alto: en los últimos días Curro ha envejecido de golpe. Tiene el rostro flácido y macilento, se le marcan unas arrugas en la frente que antes no tenía o, al menos, no tan nítidas como ahora y la mirada se la ve apagada y tristona. No, no es el mismo Curro el Conseguidor, el hombre con una vitalidad y una energía desbordantes que hacían de él un auténtico fuera de serie. El joven aparta de sí esos pensamientos, no le conducen a ninguna parte y no harán que el cabroncete de su padre le suelte la guita. Decide coger al toro por los cuernos como diría cualquier devoto del arte de la tauromaquia.
-Papa –le cuesta un imperio decir esa palabra que le amarguea la boca al pronunciarla-, he de vorver a Sevilla y estoy pelao. Me quedan veinte talegos y con eso no tengo ni pa er billete de vuerta –Miente, sacó billete de ida y vuelta, este último abierto-. Tienes que darme guita pa er hotel, er bus y pa llevar argo pa la mama y los hermanos chicos.
  Curro, absorto en lo que están poniendo en la pequeña pantalla, da la impresión de que no le ha oído. Francisco José no se lo piensa, coge el mando del aparato y lo apaga.
-¡Quillo!, ¿se puede saber que hases? –El contacto con su hijo hace que Salazar a menudo sesee cuando charla con él.
-Es la única manera de que me escuches. Te estoy disiendo que me tengo que vorver a Sevilla y nesesito parné pa er viaje y pa llevar argo pa los críos.
-¿Y cuándo te tienes que ir? –pregunta Curro con desgana.
-Mañana mejor que pasao.
   Por unos momentos Curro ha pensado en levantarse, abrir un maletín, la única de sus valijas que está cerrada con llave y en la que guarda el dinero, y darle unos cuantos billetes al chico más que nada para quitárselo de encima. Lo piensa, pero no lo hace, le echa para atrás otro pensamiento: no es bueno que el chaval sepa donde tiene la pasta. Desde que empezó su vida de prófugo ha hecho de la desconfianza hacia los que le rodean una de sus normas de conducta. El lugar donde guarda el dinero no se lo ha dicho a nadie, ni siquiera a Anca. No es cuestión de romper ahora la regla aunque se trate de su propio hijo del que por otra parte es consciente de que no le tiene ningún cariño pues su mirada no sabe mentir, le mira cómo se hace con alguien a quien detestes con toda tu alma.
-No tengo ánimos para levantarme, me ha vuelto a dar la migraña. Ahora, hasme el puñetero favor de volver a poner la tele y de lo de darte la tela de mañana no pasa.

PD.- Hasta el próximo viernes