"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 20 de diciembre de 2013

2.34. Que Dios te dé suerte

   Sergio se debate en un océano de dudas. Por un lado está Lorena y la irresistible atracción que siente por ella. Por otro, su carrera, sus padres, su futuro. No sabe qué hacer, está hecho un verdadero lío. En ocasiones así es cuando más echa en falta no tener un hermano con quien poder compartir sus dudas e inquietudes. Lo que quiere la mujer de la que está enamorado lo tiene claro, pero sólo de pensar en el disgusto que puede darles a sus padres se le abren las carnes. Sabe lo orgullosos que están de él y de cómo lleva sus estudios. Y aunque su padre se lo prohibió, es conocedor que su madre anda presumiendo por el pueblo que su hijo va para ingeniero. No se engaña, a él también le gustaría terminar la carrera y obtener el diploma de ingeniero superior. Y su padre, pese a su postura de no alardear de ello, también reventaría de satisfacción. Todo se ve agravado por el hecho de que no encuentra con quien confesarse. Al final se decide a hacerlo con la persona que sabe que no le va a fallar.
- Abuelo, si te contara algo y te pidiera que no se lo dijeras a mis padres, ¿me prometes que así lo harás?
   El señor Andrés el Punchent se queda mirando al chico. De toda su prole es su nieto preferido y haría cualquier cosa por él. Más que por la pregunta en sí, es por el tono con que la ha formulado y por la gravedad de su semblante lo que le da la pista de que el muchacho está hablando muy en serio. Debe de tener algún problema – piensa -, lo más probable es que haya una muchacha por medio. Su respuesta no puede de ser otra:
- Prometido. Lo que me cuentes, sea lo que fuere, queda entre abuelo y nieto. Algo así como cuando dicen en la tele lo de que esta confidencia queda entre abogado y cliente.
- Gracias, abuelo. Sabía que podía confiar en ti. Lo que no sé es por dónde empezar.
- Hay un sistema que no suele fallar. Comienza por el principio.
- No sé si por el principio o por el final, pero la verdad es que estoy hecho un verdadero lío. Tengo un rompecabezas gordísimo y no encuentro manera de solucionarlo.
- Siempre hay formas de solucionar los problemas, sean los que fueren.
- Ya lo sé, pero la cuestión es que opte por la solución que opte voy a hacer sufrir a personas a las que quiero.

   La inicial sospecha del abuelo de que su nieto tiene un lío de faldas se resquebraja. No debe ser un problema con alguna muchacha, debe de tratarse de algo más gordo y decide allanarle el camino para que vea que él también se ha encontrado ante tesituras espinosas:
- Verás, hijo, siempre es duro hacer sufrir a alguien que te quiere, pero en ocasiones la vida nos pone en el disparadero de tener que hacerlo. Llegado ese momento lo que hay que procurar es hacer el menor daño posible y, si se tiene la oportunidad o se puede, intentar explicarlo a la persona a la que has perjudicado. Te voy a poner un ejemplo personal por si te sirve. Cuando aconsejé a tu madre que aquí no tenía futuro ninguno y que lo mejor para ella era que se marchara a la ciudad, sabía que con mi consejo iba a hacer sufrir a tu abuela. Lola era la única hija que teníamos y la abuela contaba con ella para que nos cuidara en la vejez. Le expliqué que la muchacha tenía derecho a tener una vida y un futuro mejor que el de quedarse en el pueblo. Tu abuela, que era muy suya, no lo entendió y me armó una zapatiesta de aquí te espero Baldomero. Yo me tragué la bronca, pero insistí a tu madre que lo mejor era que se marchara y que no se preocupara por la abuela, ya la se pasaría.
- ¿Y se le pasó? – pregunta Sergio interesado por el relato de su abuelo.
- Tardó muchos años, pero cuando llegaron tus padres a enseñarnos el niño que habían tenido y cuando la abuela te tuvo en sus brazos, en ese momento supe que el enfado se le había pasado. El tiempo es un poderoso ungüento capaz de cicatrizar la mayoría de las heridas.

   Tras escuchar el relato de su abuelo, Sergio le cuenta el dilema en el que se debate. La primera opción, la que sabe que es más razonable, es volver a Madrid, continuar sus estudios, tener contentos a sus padres, pero que si la elige perderá a Lorena. La otra alternativa es quedarse en el pueblo, trabajar en lo que pueda, posiblemente en la construcción, e irse a vivir con la joven. Si opta por lo primero hará sufrir a su amada. Si se decide por lo segundo, serán sus padres los que sufrirán. Y elija una u otra opción él también lo pasará mal porque hará padecer a personas a las que quiere.
   El abuelo piensa que su primera sospecha era cierta: mujer habemus, aunque el problema se las trae.
- Vamos a ver, Sergio, ¿desde cuándo conoces a esa muchacha?
- Desde hace tres veranos, pero salir con ella desde el año anterior.
- Poco tiempo es ese – sentencia el abuelo.
- Pues a mí me parece que ha pasado un siglo.
- ¿Y tanto la quieres?
- Más que a mi vida, abuelo.
   Las últimas palabras del chico le han dado al señor Andrés la referencia de que el asunto es serio y que no resultará sencillo darle la vuelta a la tortilla.
- Te voy a decir algo que no voy pregonando por ahí, pero que sospecho que ya sabes. De entre todos los nietos que tengo tú eres mi preferido. Hagas lo que hagas contarás siempre con mi apoyo – el señor Andrés hace una pausa meditando cómo proseguir -. Dices que la quieres más que a tu vida, ¿y ella cuánto te quiere, también más que a su vida?
- Ella también me quiere muchísimo, abuelo. Me lo ha demostrado.
- ¿Cómo?
- No te lo puedo contar, pero cuando una mujer hace lo que ella ha hecho es porque quiere a un hombre de verdad.

   El abuelo duda en decir lo que piensa, pero es mucho lo que se juega su nieto y decide lanzar un tiro a ciegas y ver qué pasa:
- ¿Se acostó contigo?
   Sergio también vacila, hay ciertas intimidades que no deben contarse ni siquiera al abuelo de uno, pero puesto en la senda de la franqueza se sincera:
- Sí. Y fue el primer hombre que conoció.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque me lo dijo ella.
- ¿Y tú la creíste?
- Naturalmente, abuelo. Lorena jamás me engañaría.
   El señor Andrés se queda mirando a su nieto y piensa que tan cándido como es va a recibir muchas bofetadas en la vida y muchos disgustos de las mujeres, pero estando tan enamorado como se le ve, ¿qué diablos va a aconsejarle?
- Mira, hijo, la verdad es que no sé qué aconsejarte porque en asuntos de sentimientos siempre resulta difícil acertar por una sencilla razón: el que quiere el consejo lo pide con el corazón y el que aconseja suele hacerlo con la cabeza y eso es algo como intentar mezclar el agua con el aceite. Lo único que se me ocurre es que no deberías tomar tu decisión en caliente, tómate tu tiempo – Y el abuelo añade para sus adentros: y que Dios te dé suerte que la vas a necesitar.