"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 4 de agosto de 2015

6.12. JV number one



   Senillar ya tiene nuevo Ayuntamiento y un novel alcalde. No queda claro si los vecinos se han apercibido que también tienen un nuevo cacique. Gimeno, el actual hombre fuerte, tiene en su mente decenas de proyectos y planes para mejorar el pueblo en todos los ámbitos. Está especialmente interesado en un proyecto que, paradojas de la vida, combatió en tiempos no demasiado lejanos: la posibilidad de dotar al pueblo de industrias, aunque sean pequeñas, para que los jóvenes no tengan como único futuro el trabajo agrícola. Sabe que va a ser una aventura complicada, pero no se arredra fácilmente y diseña un plan para intentar que se instale alguna industria. Visto el fracaso que tuvo el plan de Paco Vives para crear fábricas de cerámica, opta por instalaciones más modestas y que puedan aprovechar las materias primas del pueblo: conserveras de productos vegetales o de envasado de frutos secos; en fin, industrias que ofrezcan nuevas y más prometedoras salidas laborales que las actuales. El plan lo presentará en el Gobierno Civil el alcalde, a quien acompañará. Tiene una duda: piensa que serán muchos los que recordarán el pasivo papel que jugó en el similar proyecto que, no hace demasiados meses, planteó Paco Vives. ¿Qué dirán ahora, qué pensarán? Como siempre que le asaltan dudas lo debate con su esposa.
- José Vicente, no debes de preocuparte por lo que vayan decir. La gente habla por hablar. Opino que debemos de ir acostumbrándonos a llevar adelante los proyectos que entendamos que son interesantes para nosotros y, por supuesto, para el pueblo sin dar ningún valor al qué dirán.
- Estoy de acuerdo, Lola, aunque no deja de fastidiarme que seguramente tendré que soportar algún que otro puyazo malintencionado.
- Eso forma parte de tu trabajo. Te recuerdo esa frase que sueles repetir: que un político tiene que desayunarse todas las mañanas media docena de sapos.
- Claro, claro, pero seguirá dándome mil patadas cuando oiga aquello de que cuando el plan fue de otro me opuse y ahora que es nuestro lo apoyo
- Eso es el pan nuestro de cualquier político. Cuando está en la oposición sostiene unas posturas y al llegar al poder defiende las contrarias. En cambio, a mí lo que me preocupa es el propio proyecto, no tanto por su contenido sino por el momento en que vais a presentarlo. El país está en bancarrota y supongo que las arcas estatales solo deben de tener polvo. No sé si no tendríais que esperar, pero, en fin, tú resuelves. Y otro aspecto que tampoco me parece prudente es que acompañes a Fernando. Debías de enviarlo solo, al fin y al cabo el alcalde es él.
- Se lo prometí, Lola. Es la primera vez que visita el Gobierno Civil y está más nervioso que un flan. No quiere quedar mal y temo que el ambiente le imponga. No puedo dejarle solo, cariño. Tengo el compromiso y hasta el deber de arroparle.
   Marín y Gimeno presentan al Gobernador el que han denominado Plan de Proyectos Industriales Senillenses que, naturalmente, necesitará para su puesta en marcha financiación y créditos de las entidades oficiales. El poncio escucha muy atentamente la explicación sobre el proyecto que José Vicente realiza con su acostumbrada fogosidad y brillantez. El resultado no puede ser más decepcionante para los dos munícipes. La primera autoridad provincial, después de celebrar las excelencias del plan y felicitarles por la magnífica idea que dice mucho de su interés por el pueblo, no tiene más remedio que echar agua al vino de sus afanes. El país continua viviendo en una dramática situación: sigue la enorme carencia de productos básicos apenas paliada por las cartillas de racionamiento, prosigue la pertinaz sequía que provoca unas escuálidas cosechas y que genera que la situación eléctrica se mantenga tan difícil como en años anteriores pese a la continua construcción de nuevas centrales térmicas e hidráulicas… El Gobernador sigue desgranando el rosario de penalidades y carencias que aquejan a la España de la posguerra pese a los ingentes esfuerzos del Régimen que, bajo la suprema dirección del Caudillo, terminarán por convertir a la nación en un país que será la envidia del mundo entero, pero mientras llegue ese día habrá que apretarse el cinturón, por lo que planes tan ambiciosos y con tanto futuro como el presentado tendrán que esperar a que llegue su momento.
   Cuando Gimeno le cuenta el resultado de la visita al Gobierno Civil, Lola más que consolar a su marido puntualiza:
- No quisiera repetir esa frase tan odiosa de ya te lo dije, José Vicente, pero tal y como presumía hemos cometido un doble error: primero, presentar un plan para el que el país, y en eso estoy de acuerdo con el Gobernador, no está preparado todavía, y segundo, acompañar a Fernando en la presentación. Tendrías que haberle mandado solo, así hubiese sido el único en estrellarse. Deberías de hacerme más caso y no cazar con tanta alegría, aunque también podemos extraer una lección: hay que analizar con más detenimiento los asuntos que vayan a presentarse al Gobierno Civil. 
- Bueno, amor, lo hecho ya es historia. Lo importante ahora es estudiar qué vamos a hacer porque la mayoría de nuestros planes giraban en torno al proyecto de industrialización.
- Lo que hay que hacer ahora es sentarse y esperar a que cambie la situación, que mejoren las cosas, que la economía funcione, que todo vaya normalizándose.
- Pero eso puede durar años.
- Es posible, pero ¿por qué darnos tantas prisas?, si el que manda en el pueblo ya eres tú.
- Sí, pero mandar por mandar no tiene mucho sentido. Se supone que los que tenemos poder es para usarlo en beneficio de los ciudadanos y para eso hay que hacer obras, actuaciones, planes; en fin, que la gente vea que nos movemos – arguye Gimeno.
- En teoría supongo que será así, pero ese principio habría que matizarlo. Se pueden y se deben hacer proyectos cuando hay medios para ello, pero si no los hay lo mejor es esperar a que cambie el signo de los tiempos. No hay nada más frustrante que comenzar una obra y dejarla a medias porque se han agotado los fondos. En la situación actual mi opinión es que hay que aplicar la máxima que preconizaba San Ignacio de Loyola: en tiempo de desolación nunca hacer mudanza.
   Lola tiene razón, al menos en parte: su marido se ha convertido, de la noche a la mañana, en el nuevo cacique. El viejo, Benjamín Arbós, sigue teniendo influencias y amigos, pero poder, lo que se dice poder, lo tiene todo Gimeno. Es el jefe local y, en la práctica, también ejerce de alcalde por persona interpuesta. Eso quiere decir que tiene todos los resortes del poder político en su mano. En el plano profesional, aunque teóricamente tiene un superior por encima de él, como secretario de la cooperativa agrícola es quien hace y deshace en los asuntos agrarios de la localidad, que es tanto como decir que también es quien maneja la economía local. A través de Bosch, sino decide sí influye igualmente en los asuntos del coto arrocero. El juez lo ha designado él y por mucho que Lapuerta sea un hombre independiente le debe el cargo. Hasta el párroco, mosén Bautista, que es bastante cazurro y le gusta muchísimo el poder, ha sabido entender que a quién hay que bailarle el agua es a José Vicente. Al fin, y gracias en buena parte al maquiavelismo que ha sabido desplegar Lola, es el número uno. Su esposa es la primera en ser consciente de ello, por eso con motivo de su onomástica elabora una tarta, con la ayuda de su amiga Fina, en la que se puede leer: JV number one.
- ¿Y eso qué quiere decir? – pregunta Fina.
- Literalmente, número uno. En otras palabras, que quien manda de verdad en el pueblo es José Vicente.
- No hacía falta que lo pusiéramos en la tarta, eso lo sabe hasta el último gato.