"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 21 de mayo de 2021

Libro II. Episodio 93. De perdidos, al río


   Desde que, de forma tan inesperada como súbita, Julio descubrió sus ignorados sentimientos, no es capaz de pensar en otra cosa que en lo que siente por Julia. Solamente con mencionar su nombre el pulso se le acelera y el corazón le late como si tuviese arritmia. Ha sido como una revelación, ¿cómo es posible que una mozuela, que conoce desde que era una cría y a la que ha tenido al lado los últimos años, se haya convertido de pronto en el amor de su vida? Siente que está mucho más enamorado de lo que lo estuvo de Consuelo. ¿Será mi sino acabar con una Manzano?, se pregunta medio en serio, medio en broma. Pero por encima de las hipotéticas similitudes, lo que siente por Julia se ha convertido en una especie de círculo vicioso: cuanto más piensa en ella más convencido está de que es la mujer de su vida, cuanto más se reafirma en sus sentimientos más insoportable le resulta vivir como si no los tuviese. Duerme mal, está inapetente y cumple penosamente con su trabajo. Cada vez que ve a Julia su existencia se convierte en un sinvivir, pues la relación con la joven se ha convertido en una especie de suplicio de Tántalo, tener al alcance de la mano lo que más desea y no poder conseguirlo. Y se siente más solo que nunca, no tiene a nadie con quien desahogarse, alguien a quien contar sus sentimientos, sus angustias… Está tentado de hablarlo con su madre pero se contiene, como sabe que quiere a Julia como a una hija no está seguro de que sea imparcial. Hasta que un buen día termina sincerándose con su amigo Pascual López. 

   - … y eso es lo que me pasa con Julia. Te juro que estoy desconcertado porque no sé qué hacer. Creo que por primera vez en mi vida no sé qué camino tomar.

   -Ahora me explico tu conducta de los últimos tiempos. Me daba en la nariz que algo te pasaba, pero nunca pude imaginar que fuese algo así. Lo que no acabo de entender es la actitud tan negativa que tienes, tu comportamiento no es propio de alguien como tú que filtra todas las acciones a través de la razón. No lo entiendo, la verdad.

   -Ahí reside el principal problema, que no estoy hablando de razones sino de sentimientos. Si experimentaras lo que siento, me comprenderías mejor. Y si conocieses a Julia tan bien como yo entenderías perfectamente el porqué de mi amargura. Me acepta como compañero, me acepta como amigo, pero no quiere saber nada de mí como hombre.

   -Vamos a ver, Julio, hay algo que no me cuadra. Dices que no quiere saber nada de ti, pero estáis juntos a menudo y pasas con ella todos los domingos. ¿Cómo se compadece eso con lo de que no quiere saber nada de ti?

   -La explicación es bastante simple, Pascual. Todo lo que acabas de decir es cierto, pasamos juntos muchos ratos y hasta colabora conmigo en el negocio. La cuestión es que he descubierto que quiero algo más de ella y ahí es donde reside el problema. No tiene inconveniente alguno en que seamos amigos, pero no quiere oír hablar de que demos un paso más allá de la amistad.

   -¿Y cómo puedes estar seguro de ello, acaso se lo has preguntado? El encontronazo que tuvisteis ocurrió hace tiempo y, además, opino que no fue para tanto. ¿Has vuelto a comprobar si su reacción sigue siendo la misma que entonces? –pregunta Pascual en alusión a aquel desdichado viaje a Cáceres en el que Julio intentó propasarse con la muchacha.

   -No hace falta. Hay cosas que se ven palmariamente.

   -Perdona, pero sigo sin estar de acuerdo –discrepa Pascual-. La gente cambia. ¿Quién puede asegurarte que Julia no haya cambiado? En realidad lo ha hecho, me acabas de contar como al principio de vuestra relación te trataba con una indiferencia absoluta, en cambio ahora estáis a partir un piñón. Sí cambió de comportamiento y cambió su manera de tratarte, ¿por qué no han podido cambiar también sus sentimientos?

   -Lo dudo mucho. Y además, ¿cómo voy a saberlo?

   -¡Coño, pues preguntándoselo!

   Tras haber roto con Amparo, el primer domingo que Julio recoge a Pilar y Julia para ir a misa de doce e invitarlas luego a almorzar, les cuenta lo que ha ocurrido con la chica de los Lavilla, dándoles una versión edulcorada de lo que ha pasado: que ambos han comprendido que no acaban de decantarse sus sentimientos y que, por tanto, es un error continuar la relación. Que han quedado como buenos amigos, pero nada más.

   -Siento mucho lo que cuentas, hijo. Amparo es una muchacha encantadora, pero si no acababais de entenderos, habéis hecho bien en dejarlo. Es mejor no continuar antes de llegar a situaciones que puedan ser irreversibles –Pilar se muestra comprensiva con su hijo, aunque le duele la ruptura. Se había hecho a la idea de que por fin Julio había encontrado la mujer con la que sentar la cabeza.

   -Yo también lo siento –musita Julia, aunque no le extraña la ruptura. Desde el primer momento intuyó que aquella relación no tendría mucho recorrido, pues la veía demasiado cerebral y carente de sentimientos, al menos por parte de Julio.

   El mañego le agradece a Julia sus palabras, pero no cesa de lamentarse que, teniéndola tan cerca como ahora, esté tan lejos en lo que atañe a lo que siente por ella. De vez en cuando la mira furtivamente por si la pilla mirándole, pero la muchacha le sigue tratando con la misma amable indiferencia con la que lo hace habitualmente. Pese a ello, la obsesión de Julio por la joven continúa in crescendo. Su estado le lleva a recordar un poema de Santa Teresa de Jesús del que solo recuerda el primer verso: vivo sin vivir en mí…, pero que define perfectamente su situación. Acongojado, no cesa de repetirse lo que su amigo Pascual le aconsejó cuando le contó lo que le pasaba, pregúntaselo. La simiente de la duda crece con fuerza en la mente de Julio. ¿Será posible que Pascual tenga razón?, ¿qué puedo perder si le hablo?, ¿qué me rechace, qué se burle de mí?, ¿y qué importa? Más hundido de lo que estoy, imposible. Le da mil vueltas, lo analiza desde todos los ángulos posibles, sopesa pros y contras… Llega un momento en que siente que ha tocado fondo, no puede continuar así. Es un verdadero dislate, no lo que le está pasando, sino su manera de afrontarlo. ¡Él, que siempre presumió de racional!

   Tras muchas vueltas, se dice que de perdidos, al río, le va a contar cuáles son sus sentimientos. Una vez tomada la resolución, va tranquilizándose paulatinamente. Se lo va a decir, ¿cómo que decir?, ¡se va a declarar! La precisión que se hace vuelve a provocarle un montón de dudas, si le dice que la quiere eso significará una declaración de amor. ¿Cómo tendría que hacerla para tener más probabilidades de que salga bien?, ¿ponerse en plan romántico o soltárselo sin andarse por las ramas?, ¿qué va a decirle?, ¿qué está loco por ella, qué la adora, qué se ha dado cuenta de que es la mujer de su vida o le dice simplemente que la quiere y qué desea casarse con ella? Tras un interminable análisis desecha la versión romántica, no es un adolescente ni la relación que mantienen le invita a ponerse excesivamente empalagoso. También descarta una declaración a palo seco, probablemente eso heriría la sensibilidad de su amada… ¿su amada? Es la primera vez que se refiere a Julia con esa palabra, y no sabe por qué, pero se encuentra cómodo con ella. Tendrá que comenzar a usar más a menudo esa clase de vocabulario. Ya está, empleará el lenguaje que utiliza habitualmente con la joven, será él mismo. Ni romanticismo cursi ni lenguaje excesivamente aséptico. Le hablará como le dicte el corazón, aunque dado que no se fía excesivamente de su autodominio termina preparando su declaración cuidando hasta el último detalle. Y uno de los factores que sopesa es el lugar en el que se declarará. Va eliminando sitios hasta que se queda con un lugar en el que se siente cómodo pues le resulta familiar: la trastienda de su droguería. No lo piensa más y envía una nota a la muchacha. Julia: tengo que decirte algo muy importante. Por favor, después de que cierres esta tarde te espero en mi trastienda. Entra por detrás. Gracias y hasta luego.

   A Julia le extraña la nota, es la primera de tal cariz que recibe. Le sorprende la aparente urgencia y el lugar de la cita, pero lo que más suscita su curiosidad es el posible motivo: ¿qué querrá contarle Julio, por qué ha elegido la trastienda, y qué significa que le pida que entre por la puerta trasera? Ha notado que lleva unas semanas raro, al menos en lo que se refiere a su actitud con ella, tan pronto parece ausente como le invaden unas extrañas ganas de agasajarla y bailarle el agua. ¿Qué le pasará a este hombre?, se pregunta la muchacha, y no creo que sea nada del negocio, si lo fuera no me habría citado con tanta urgencia, se dice, pero para asegurarse pregunta a su compañera de la tienda.

   -Lupe, ¿tenemos algo pendiente con la tienda de Carreño? –En la droguería suele llamar a Julio por su apellido para dar impresión de distancia.

   -¿A mí qué me preguntas? Esos asuntos los llevas tú.

   -Lo sé, pero es por si se me hubiese pasado algo.

   -Que yo sepa, no.

   Bueno, se dice Julia, no se trata de algo del negocio, por tanto lo más práctico será dejarse de elucubraciones y coger el toro por los cuernos como diría un aficionado a la tauromaquia. Pero como le sigue pareciendo rara la cita y la única persona que quizá puede darle alguna pista es doña Pilar, decide salir antes del cierre y acercarse a su casa.

   -Lupe, acabo de recordar que tengo que hacer una gestión de última hora. Voy a salir. Cierra tú la tienda, por favor, y hasta mañana.

   Resulta que la maestra no está en casa y no sabe dónde encontrarla. Bueno, se dice, a ver qué me cuenta Julio. Ya de camino a la droguería nueva, como se la conoce en la ciudad, de pronto le viene a la mente que quizá otra persona que pueda darle algún indicio de lo que Julio pueda estar tramando sea Etelvina. Sin pensarlo dos veces se dirige al piso de la comadrona, pero tampoco está en casa. Julia suelta una carcajada, está riéndose de ella misma. Soy una tontaina, ¿a estas alturas voy a preocuparme por lo que me pueda decir Julio?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro II, Julia, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 94. Una declaración atípica